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Be Afraid

Terror No mucho tiempo después de que John y su familia se muden a su nueva casa en un pequeño pueblo de Pennsylvania, John empieza a experimentar parálisis de sueño. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
23 de enero de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada en aguas conocidas, usando la supuesta entidad maligna que se aprovecha de nuestro sueño para matarnos, y de paso se inspira a la hora de darle un físico a esta criatura en Slender Man, es clarísimo aunque nunca se lo mencione, supongo que para no pagar los derechos.
La película es aburrida, mediocre, predecible, y desprovecha una idea interesante como es la del miedo durante los sueños, y sobre todo uno de los terrores clásicos durante la infancia, que alguien nos observa en la oscuridad.
Manuel
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13 de abril de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una familia que se muda a una casa en la que ocurrió una tragedia se encuentra con que hay presencias extrañas que al principio solo ve su hijo más pequeño. Es una película que no es aburrida pero que no es tampoco gran cosa. Haciendo vista atrás no es muy coherente me parece pero te da para pasar un rato entretenido.

Es un thriller de terror con elementos de suspense, algo de drama y misterio, actores conocidos, que no famosos, como Brian Kraus, más conocido por interpretar a cero que Leo en «Embrujadas», el hijo mayor del que me suena su cara y poco más.

Total, lo ya dicho, una película mediocre que si no fuera por su presupuesto y su producción pseudoHollywodesca no pasaría por ser casi un telefilme para la TV.

(Ni una película sin crítica).
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30 de octubre de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proveniente de documentales en el mundo de los deportes, cosechado algún que otro premio, y con dos cortometrajes de poca monta («Unrivaled: Michael Chandler», de 2014, y «Blood Letter»), Drew Gabrewski hizo el salto a la gran pantalla con su primer largometraje «Be afraid», una pieza que sigue la línea tópica de las historias de terror en las que, en una familia que tiene la mala pata de mudarse a una casa o aldea embrujada, maldita, o en la que sucede cualquier tipo de fenómeno sobrenatural, uno de sus miembros sufre el acoso de uno o varios funestos entes: almas en pena, extraterrestres, demonios o cualquier otro tipo de criatura del inframundo.

Con una exigua recaudación de poco más de 100.000 dólares desde su lanzamiento en 2017 y sin demasiada repercusión mediática, ha sido un producto comercial que ha pasado bastante de puntillas entre un escaso público y una crítica profesional que, en general, no han dado muy buenas referencias.

Cualquiera podría pensar, pues, que al realizador no le valió demasiado la pena el esfuerzo de recrear una de las pocas historias en las que se hace referencia al síndrome de la parálisis del sueño (fenómeno del que podemos encontrar diversas explicaciones científicas, tanto desde la psiquiatría, la psicología o la neurología), en clave de quimera paranormal, como puerta de entrada de espíritus, duendes, monstruos y demás especies.

Un episodio de nuestra faceta del sueño que el director y su guionista (Gerald Nott) no saben aprovechar para reforzar el contenido de una trama muy simple, en la que unos bichos que los respectivos responsables de los departamentos de arte (Aaron Bautista) y de maquillaje (Ron Karkoska) nos hacen recordar a los que veíamos aparecer en el «Doctor Who», interpretado por Tom Baker (1974-1981), se dedican a atosigar a los más pequeños.

De cariz muy similar a las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Stephen King, el escenario nos sitúa en un ambiente rural, separado de las grandes ciudades (lo que los taxonomistas de películas etiquetarían como «farm horror»), al que una parentela nuclear formada por el Dr.Chambers (Brian Krause), su esposa Heather (Jaimi Paige), su hijo de apenas 10 años Nathan (Michael Leone), acuden a instalarse, lejos del agobio urbanita.

A los que no tardará en unirse el hijo mayor, Ben (interpretado por el joven y guapo Jared Abrahamson), quien será componente necesario para la poco trascendente subtrama de amor entre él y Nikki (Noell Coet), la hija del Sheriff local, Martin Collins (Louis Herthum). Romance que el libreto introduce para completar el relleno de los 99 minutos de duración del filme.

En general, el «script» articula un argumento inconsistente y ensamblado con tiritas y pegotes de cinta adhesiva. No acaba de cuajar el elemento central del misterio de las desapariciones de infantes, con el «leitmotiv» de los terrores nocturnos de Nathan, que en su experiencia delirante ve aparecer la sombra de un ser ataviado con un sombrero y unas disformes extremidades, que harto nos recuerda el personaje de Freddie Kruegger, en una clara referencia o guiño a la saga de «Nightmare On Elm Street» (1984-1991).

En «Be Afraid» parece que asistimos a una especie de refrito de serie inacabada o abortada, de ritmo narrativo con constantes altibajos. Realmente, el asunto de este relato daría para una sucesión de varios capítulos, que permitiese contextualizar y elaborar mejor su urdimbre.

Pero a pesar del aparente endeble encaje de piezas narrativas de un conjunto que tiene no pocas lagunas y partes no explicadas, o a medio explicar, el manejo que Gabrewski hace de la diégesis, consigue mantener en tensión al espectador: con la intriga referente al origen de los monstruos que se apoderan de la prole de aquél vecindario rural, y la investigación que al respecto lleva a cabo el Dr. Chambers, con el objetivo último de proteger, y, si es preciso, hasta sacrificarse por su família (valor que envuelve toda la aventura).

El escalofriante prólogo, con una atmósfera delirante, representa un eficaz gancho que ya inmediatamente nos pone en ascuas ante la expectativa de sucesión de acontecimientos: armado con una escopeta, el breve, pero quizá el mejor interpretado personaje de Dean Booth (soberbiamente caracterizado y actuado por Kevin Grevioux), se adentra en un campo de maíz para enfrentarse a la misteriosa presencia que amenaza a su familia, en particular a su hija de cinco años, Emma. Para su desesperación y la de su mujer Christine (la ya veterana Michelle Hurd), la chiquilla ha desaparecido cuando el hombre vuelve a entrar en su casa.

Esta estremecedora introducción, con la que Gabrewski nos echa directo a su piscina, figura ser el obligado prolegómeno de lo que después acontecerá a la familia Chambers; allí donde fracasará Dean, el Doctor tendrá que ingeniárselas en una sucesión de pesquisas sobre el oscuro pasado de la población donde han ido a vivir, para salvar a los suyos del mismo destino.

En su camino, se cruzará con la arquetípica personalidad del representante de la Ley, que lejos de constituir un apoyo para el éxito de la misión del protagonista, acabará manifestándose como el poseedor del terrible secreto que encierra el misterio cuyo desvelo es la zanahoria con la que se pretende que marchemos al compás del guion. Aunque a veces, éste se torne parsimonioso y carente de inspiración. Incluso la esforzada tarea del elenco se diluye en este decaimiento, y parece mantenerse en línea plana en la parte central. Y es que Gabrewski focaliza mucho en el tema familiar y, aunque de modo edulcorado e idealizado, se entretriene a describir y a pasar algo más allá de la superficie en las relaciones entre los personajes.

De todos modos, se mantiene el suficiente grado de tensión por la dialéctica entre los personajes escépticos (incluida Heather, la mujer del doctor, al principio), ya sea porque no cabe en sus esquemas mentales cualquier relación de lo que ocurre con lo sobrenatural,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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