Mi nombre es Shangai Joe

La película es de factura sencilla y se organiza mediante una sucesión de episodios en los que tienen cabida todo tipo de ejercicios de artes marciales y de acrobacias sorprendentes.
El argumento es directo pero poco imaginativo y no le falta casi ninguno de los tópicos al uso, ni siquiera un apunte de sentido social.
Resulta poco ambiciosa desde el punto de vista cinematográfico tanto por su desarrollo -de limitada consistencia- como por la escaso cuidado en los detalles formales.
Adecuada para amantes del género y para apreciar a K. Kinski en otra de sus facetas.

El western a comienzos de los 70 está bajo mínimos y no tiene inconveniente en incorporar el Kung-fu que tan buenos resultados estaba dando en 1972 en la serie de televisión que interpretaba Carradine, quien en su humildad adoptaba también el sobrenombre de Pequeño Saltamontes.
Con un guion tan plano como la realización y los personajes, todos malos malísimos excepto el bueno de Shangai Joe (Lee) que con sus manos, saltos y la fuerza de su mente acaba con todos todas las veces que hace falta.
El pobre quiere ser vaquero en California a la altura de 1882, donde escucha perlas del tipo "Nos hemos librado de los indios y ahora llegan los chinos", o "Amarillos, indios y negros no pueden viajar dentro de la diligencia".
Vamos, para volverse a China escapado. Pero ahí está Shangai haciendo el bien y repartiendo tortas. Hasta Kinski que andaba por allí se lleva alguna.
Suerte que tiene recursos para todo, "Clavaré las agujas en mi carne y ellas impedirán el dolor. Es la acupuntura de mi país".
Cinta floja que tal vez pueda gustar a los amigos de las artes marciales. Nos tememos que ni aun a ellos.