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Johnny O'Clock

Cine negro. Drama Johnny O'Clock y su socio Guido Marchetti dirigen un casino que está en crisis. El detective Kutch sospecha que Johnny es el culpable del asesinato de un jugador. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
13 de octubre de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se producía el debut de Robert Rossen en la gran pantalla con esta “Johnny O´Clock”, un noir bastante interesante y en el que es palpable la experiencia previa del director como guionista en films de gangsters durante la década de los treinta (“Marked Woman” de 1937, “Racket Busters” de 1938, y “The Roaring Twenties” de 1939). Concebida por la Columbia para seguir con el relanzamiento de la figura de Dick Powell, recordemos que venía de un gran éxito interpretando al detective Philip Marlowe en “Murder, My Sweet”, “Johnny O´Clock” se terminó convirtiendo en una muestra más del inconformismo existente y del aire de denuncia con el que muchos autores envolvían su obra y que les valió, a muchos de ellos, entrar a formar parte de la blacklist. Rossen, a finales de los cuarenta, tampoco se libró de ello.

Dick Powell vuelve a repetir el registro con el que triunfara en la recreación cinematográfica de la novela de Raymond Chandler y ya mencionada anteriormente; Johnny es un personaje frío, de cierta ambigüedad moral y que se siente orgulloso de su cinismo con el que se mueve como pez en el agua en los ambientes lúdicos de la ciudad de Nueva York. Allí, corregenta un casino con su socio, el pez gordo Marchettis, que ejerce de jefe criminal ayudado por la connivencia de las autoridades. Sin embargo, uno de los policías comprados por Marchettis es asesinado junto con su ex novia lo que dará lugar a una investigación por parte del inspector Koach, interpretado magníficamente por Lee J. Coob. Dicha investigación destapará, además, un trío amoroso que centrará buena parte del film; la otra punta del triángulo estará formada por la femme fatale Nell, esposa de Marchettis, quien coquetea incansablemente con Johnny para desesperación de su marido.

Aunque el film se dirija irremediablemente hacia la resolución final de ese conflicto amoroso las intenciones de denuncia de la corrupción policial o la mención a ciertos asuntos raciales están presentes y completan la habitual riqueza temática del género. “Johnny O´Clock”, debut de un director que regalaría un par de obras maestras a la historia del cine y que se permitió, en el mismo año en el que rodó este film, 1947, regalar esa joya pugilística llamada “Body and Soul”. No se pierdan ninguna de las dos.
Alfie
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28 de febrero de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable opera prima de Robert Rossen en una película de cine negro marcada por unos diálogos secos y precisos con personajes de cierta ambiguedad y que evita cualquier tipo de sensiblería.

La elección de actores es muy apropiada con un convincente Dick Powell (habitual en el género con otros títulos como Historia de un detective, Venganza o Grito de terror); un característico Lee J. Cobb como concienzudo inspector; Thomas Gómez, un malo con presencia brutal y dos actrices atractivas a redescubrir como Evelyn Keyes o Ellen Drew.

Gran ambientación y recreación del mundo del juego y las apuestas que sirven como precedente a la obra maestra de su autor, El buscavidas. Otro aspecto a destacar es lo bien que funcionan las secuencias donde se fuma con ese humo tan hipnótico y turbador.

El desenlace no está a la altura del resto por quedar algo forzado y blando. Aún asi, una película estimable y poco conocida para recuperar por los entusiastas del género negro de Serie B.
Antonio
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7 de enero de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El debut como director del acreditado guionista, Robert Rossen, bien pudo haberse titulado con un nombre de mujer, pero, primero, Nelle no fue un nombre suficientemente sonoro y femenino para el personaje que interpreta esa flaca hermosa llamada Ellen Drew (¡Ellen hubiera sido perfecto!) y, por otro lado, es seguro que Rossen no quería que resultara demasiado evidente el homenaje que, con su filme, le estaba haciendo a ese gran clásico del año anterior titulado “Gilda”. No obstante que, el título elegido, “Johnny O’Clock”, fue muy afortunado por la asociación que tendrá este personaje con un reloj que se volverá clave durante toda la trama, Nelle es la figura con más fuerza que posee la historia y es ella la que, como Gilda, va direccionando los hilos de un conflicto que es más amoroso que cualquier otra cosa. Pero, pensando quizás en establecer claras diferencias, Rossen deja a la nueva esposa de Guido Marchettis en un segundo plano, y O’Clock, su socio en el garito, adquiere un protagonismo que resta, sin duda, intensidad a la trama, porque es, éste, un buenazo sin rasgo alguno que resalte particularmente.

Para ser honesto con la emulación de la historia que viene realizando, Rossen nos da una primera pista utilizando de fondo una variación instrumental de la canción “Amado mío” (que Rita Hayworth interpretase en “Gilda”) durante la escena en la que, Guido, busca donde colgar el retrato que le hizo un chico mexicano de 16 años… momento que también servirá para hacerle un espaciecito a Jeff Chandler (Chuck), un actor que no tardará en hacer historia cuando, tres años después, represente al cacique Cochise en “The broken arrow”.

También de aquí podrá deducirse que, el apellido Marchettis huele a puro latino –aunque debió ser Martínez, ya que el gordo luce más relacionado con los mexicanos que con los italianos-… y éste ¡como en tantísimos otros filmes made in Hollywood!, será su primer estigma.

El filme goza de una apreciable fotografía de Burnett Guffey, con unos primeros planos que resaltan muy gratamente la belleza de las actrices y unos contrastes de luz bastante efectivos para establecer el clima de cada escena; la dirección artística es muy ajustada sin caer en ostentaciones indignas de su protagonista; la edición mantiene el ritmo narrativo con un interés constante y, en general, resulta plausible en todos sus aspectos formales... como si ya Rossen estuviese curtido de hacer películas.

Dick Powell (Johnny O’Clock), nos ofrece una suerte de anti-héroe bastante comedido, capaz incluso, en su aparente prepotencia, de conceder la razón a la mujer cuando bien sepa que ella la tiene. Más interesada en proseguir su carrera como bailarina (un hecho biográfico) y en su naciente amor que, en aclarar lo realmente sucedido con su hermana, Evelyn Keyes (Nancy Hobson), consigue un personaje que sobresale por su carisma, pero sin suficiente fuerza como mujer aguerrida. Mucho mejor, Ellen Drew, por lo ya expuesto, cuyo personaje -con variaciones- será rememorado en “Mujer Oculta”, por otra flaca preciosa llamada Peggy Dow.

El resto del reparto, Thomas Gomez (Marchettis), Lee J. Cobb (el inspector Koch), Nina Foch (Harriet) y demás actores de conjunto, inmejorables en la consolidación de un filme con el que empezaba una carrera que, sin lugar a dudas, consiguió dejar una honda huella en el arte cinematográfico.

Título para Latinoamérica: “LA ÚLTIMA HORA”
Luis Guillermo Cardona
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13 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Johnny O'Clock es un personaje cauto, alguien al que siempre ha gustado ir sobre seguro, sin arriesgarse. Regenta un club de apuestas, pero las apuestas son para los demás. Johnny es alguien a quien le gusta nadar entre dos aguas, en un espacio intermedio en el que piensa que es inmune, mientras saca su beneficio sin mancharse demasiado. En ese aspecto, el protagonista de la opera prima de Robert Rossen, Johnny O'Clock (1947), no está lejos de otros habitantes de tierras intermedias de su filmografía, como los que interpretarán John Garfield o Paul Newman en, respectivamente, Cuerpo y alma (1947) y El buscavidas (1961), e incluso Warren Beatty en Lilith (1964), que al final se decide a pedir ayuda porque quizás la necesite tanto o más que aquellos que cuidaba como celador en el sanatorio psiquiátrico. Hay un momento en que te tienes que definir, dejar claro en qué lado estás, qué priorizas, pero ante todo saber en qué lado debes estar, y esto tiene que ver con la ética e integridad, o con ser consecuente y consciente, dejar de engañarte en suma. Johnny tiene un singular y llamativo sobrenombre, O'Clock (en punto), pero no siempre puedes quedarte en punto, la aguja se tiene que inclinar hacia un lado, como el tiempo, sino te quedas en punto muerto, el de la autocomplacencia, en el de la vida inmóvil, entre superficies. Johnny es la imagen, suave, de una organización gangsteril. Es la sonrisa, la chispa, a veces quizá demasiado mordaz. Un socio menor que conviene. Una buena imagen publicitaria. Es el maitre que te hace sentir que no hay sótanos o callejones oscuros donde la fuerza hace su aparición para mantener su imperio. Esa fuerza la representa Marchettis (Thomas Gomez), gangster con todas las letras, sin la vaselina con la que se camufla y autoengaña Johnny.

La relación anticipa, en cierto aspecto, la del abogado que encarnaba Robert Taylor y el gangster interpretado por Lee J Cobb en Chicago años 30 (1958), de Nicholas Ray. Cerebro y fuerza, elegancia y rudeza. Lee J Cobb, precisamente, interpreta aquí al policía, Koch, que lleva años intentando detenerles. La oportunidad la propicia un doble crimen, otro de esos que ha realizado entre las sombras Marchettis, o que ha mantenido bajo la superficie brillante. Cuerpos que desaparecen tras el escenario, entre bambalinas. Una brillante elipsis sugiere esa desaparición, la transición del rostro de Harriet (Nina Foch) al gabán, flotando en el río, del hombre que amaba, un policía corrupto, Blayden (Jim Bannon). Averiguar quién había llevado a la tintorería ese gabán, propiciará que Koch descubra el cadáver de Harriet en su apartamento, en donde el gas abierto parece indicar que se ha suicidado. O quizá no. Sí era cierto que ella no quería sentirse como una mera prenda que se tira cuando no quiere utilizarse, como así parecía ser para Blayden, cuyo único residuo, cáusticamente, es una de sus prendas. Esos detalles sutiles abundan en el guion de Rossen, a partir de un argumento de Martin Holmes, que dan vida a los personajes secundarios, como esa anciana vecina que, en otra secuencia más adelante, al ver que Koch comprueba cómo alguien pudo intentar aparentar que era suicidio la muerte de Harriet colocando la llave puesta en su interior, se inmiscuye, entrando en la habitación y curioseando en las pruebas de Koch. O cómo Johnny ajusta repetidamente la corbata de su asistente, Charlie (John Kellogg), quien, más adelante, intentará ajustarle la corbata, aunque como nudo corredizo cuando le traicione. El talento de Rossen brilla en la forma de dotar de densidad dramática a una frase tan trivial como una habitación es una habitación, conjugada con un gesto y la disposición de las figuras en el encuadre. O cómo, en la secuencia en que Koch interroga a la vez a Johnny y Marchetti, un cambio de ángulo de un primer plano y el uso del montaje interno (las miradas entre los personajes) amplifica la hábil construcción dramática de una secuencia en la que Koch sabe utilizar los adecuados resortes para sacar de la maleza a dos escurridizas figuras replegadas. Porque sabe que uno puede modificar su actitud, y al otro provocará para que pueda ponerse en evidencia, para que se ofusque su criterio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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