Los juncos salvajes
3.630
Drama. Romance
Provenza, 1962. Con la guerra de Independencia de Argelia como telón de fondo, la trama se basa en las relaciones de un grupo de estudiantes de un internado. François (Gaël Morel), un chico de dieciocho años, descubre que es gay y que está enamorado de Serge (Stephane Rideau), su compañero de cuarto. Éste al principio parece corresponderle, y una noche se acuestan juntos. Pero, a continuación, Serge no quiere saber nada de François y se ... [+]
15 de julio de 2009
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
La veracidad es el rasgo más característico que Techiné imprime a la película.
Con veracidad reaccionan los adolescentes al ser inundados por impulsos y sentimientos nuevos. Los expresan con franqueza, lealmente. Entre compañeros del instituto, cuando se acerca el verano, el fin del bachillerato y la primera incertidumbre hacia el porvenir, se despiertan las atracciones eróticas. Amor y amistad son aún enigmáticos, perturbadores, entre chico y chica, entre chicos. No son la cínica farsa perpetrada en la boda inicial, por conveniencia, en medio de cánticos procaces y burda borrachera.
Aún faltan años para la eclosión libertaria del 68. En los guateques se baila el twist, y lento con los Platters. Se estrenan las de Bergman: el chaval con inquietudes poéticas sale decepcionado de “Como en un espejo”.
Al fondo, la guerra de Argel. El mayor de los alumnos viene de allí y se opone a la descolonización. Lo sigue a todas horas con un transistor pegado a la oreja, y su postura derechista lo enfrenta a los demás.
Veraz, sincero y sin impostaciones, frecuentemente conmovedor, es también el tono narrativo adoptado por Techiné. Y lo que es principal virtud de la película, a un tiempo es lastre artístico, al discurrir la acción con cierta monotonía: acaso lo dramático esté falto de acentuación, de un mínimo énfasis que introduzca viveza en el ritmo.
Como tantos autores de la ‘Nouvelle Vague’, Techiné pasó a dirigir tras participar como crítico en “Cahiers du Cinema”. Los primeros intentos no fueron del todo claros, pero “Los juncos salvajes” corresponde a la madurez de su estilo. En la búsqueda de un naturalismo delicado y hondo, la afinidad con Rohmer es patente. Y, como todos los de la escuela, desarrolla la influencia de Jean Renoir. Se ve en las cálidas escenas del río, acompañadas por pasajes solemnes del ‘Adagio’ de Barber: escenas pictóricas, de un sensualismo trascendental, un estético canto al momento presente, flexibles juncos silvestres mecidos por el ahora del goce y el juego, del que los adolescentes se empiezan a sentir arrancados por las reclamaciones del mundo adulto, por los mandatos de convertirse en “alguien”, adoptar una identidad precisa; el mundo del sudor de la frente, la preocupación y, probablemente, la soledad colectiva.
Con veracidad reaccionan los adolescentes al ser inundados por impulsos y sentimientos nuevos. Los expresan con franqueza, lealmente. Entre compañeros del instituto, cuando se acerca el verano, el fin del bachillerato y la primera incertidumbre hacia el porvenir, se despiertan las atracciones eróticas. Amor y amistad son aún enigmáticos, perturbadores, entre chico y chica, entre chicos. No son la cínica farsa perpetrada en la boda inicial, por conveniencia, en medio de cánticos procaces y burda borrachera.
Aún faltan años para la eclosión libertaria del 68. En los guateques se baila el twist, y lento con los Platters. Se estrenan las de Bergman: el chaval con inquietudes poéticas sale decepcionado de “Como en un espejo”.
Al fondo, la guerra de Argel. El mayor de los alumnos viene de allí y se opone a la descolonización. Lo sigue a todas horas con un transistor pegado a la oreja, y su postura derechista lo enfrenta a los demás.
Veraz, sincero y sin impostaciones, frecuentemente conmovedor, es también el tono narrativo adoptado por Techiné. Y lo que es principal virtud de la película, a un tiempo es lastre artístico, al discurrir la acción con cierta monotonía: acaso lo dramático esté falto de acentuación, de un mínimo énfasis que introduzca viveza en el ritmo.
Como tantos autores de la ‘Nouvelle Vague’, Techiné pasó a dirigir tras participar como crítico en “Cahiers du Cinema”. Los primeros intentos no fueron del todo claros, pero “Los juncos salvajes” corresponde a la madurez de su estilo. En la búsqueda de un naturalismo delicado y hondo, la afinidad con Rohmer es patente. Y, como todos los de la escuela, desarrolla la influencia de Jean Renoir. Se ve en las cálidas escenas del río, acompañadas por pasajes solemnes del ‘Adagio’ de Barber: escenas pictóricas, de un sensualismo trascendental, un estético canto al momento presente, flexibles juncos silvestres mecidos por el ahora del goce y el juego, del que los adolescentes se empiezan a sentir arrancados por las reclamaciones del mundo adulto, por los mandatos de convertirse en “alguien”, adoptar una identidad precisa; el mundo del sudor de la frente, la preocupación y, probablemente, la soledad colectiva.
21 de junio de 2011
46 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
André Téchiné con una dirección elegante y un tratamiento sin deformaciones, aborda el tema de la sexualidad adolescente de una forma serena, íntima y honesta, procurando que no existan desequilibrios ni los malos entendidos en que hayan podido caer la mayoría de películas que han tratado el mismo tema. “Los juncos salvajes” es una película sincera y respetuosa, enmarcada en un lugar (un internado de muchachos) adecuado, y en un tiempo (el final de la guerra de Argelia) correcto. Téchiné expone las diferentes situaciones de los jóvenes con respeto, y los disecciona minuciosamente, mostrando su inseguridad pero también su madurez, sacando de todo ello una serie de reflexiones interesantes y así mismo consigue una historia hermosa.
En el fondo “Los juncos salvajes”, no tiene desperdicio ya que nos encontramos con cuatro personajes con unas dudas profundas y auténticas: la feminista, asexuada, que de tan insegura que se encuentra detesta su juventud y se acerca muchísimo más al joven que sabe que no le exigirá demasiado, porqué es inocuo ya que el mismo ha descubierto su homosexualidad y vive su amor imposible, en tercer lugar nos encontramos con el muchacho que parece demostrar ser el icono del joven rebelde, porqué para el confiar en los demás significa que a la larga será decepcionado. Y como cuadratura del círculo, tenemos al más simple de todos, pero que sin su presencia la película quedaría sin parte de su substancia, se trata del adolescente de mayor edad, que ha crecido en un ambiente donde le han enseñado lo más básico: las mujeres y que si experimenta otras situaciones es por mera curiosidad.
Con un entorno paisajístico bellísimo, que evoca mucha luminosidad, y sus mejores escenas transcurren en el verde de los bosques y los prados, así como en las márgenes del río.
En el fondo “Los juncos salvajes”, no tiene desperdicio ya que nos encontramos con cuatro personajes con unas dudas profundas y auténticas: la feminista, asexuada, que de tan insegura que se encuentra detesta su juventud y se acerca muchísimo más al joven que sabe que no le exigirá demasiado, porqué es inocuo ya que el mismo ha descubierto su homosexualidad y vive su amor imposible, en tercer lugar nos encontramos con el muchacho que parece demostrar ser el icono del joven rebelde, porqué para el confiar en los demás significa que a la larga será decepcionado. Y como cuadratura del círculo, tenemos al más simple de todos, pero que sin su presencia la película quedaría sin parte de su substancia, se trata del adolescente de mayor edad, que ha crecido en un ambiente donde le han enseñado lo más básico: las mujeres y que si experimenta otras situaciones es por mera curiosidad.
Con un entorno paisajístico bellísimo, que evoca mucha luminosidad, y sus mejores escenas transcurren en el verde de los bosques y los prados, así como en las márgenes del río.
17 de mayo de 2006
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué tendrá el cine francés que tanto me gusta...
Qué tendrá: sencillez, silencios, falta de barroquismo, se centra en los personajes, en sus vidas...
Los Juncos salvajes podría haber sido otra estúpida película sobre la adolescencia, los primeros amores... pero no, resulta ser mucho más, y eso es algo que admiro en el cine francés de calidad, que se nos cuentan historias que aparenetemente se han contado mil veces pero de una forma atrayente a la vez inteligente.
Secillamente, "Los Juncos Salvajes" es una pequeña gran película que huye de los estereotipos clásicos en el cine al más puro estilo "made in hollywood", para sumir al espectador en una preciosa poesía de la adolescencia a la vez que nos enseña cuán difícil era vivir en esa Francia de los 60 con una Algeria que quería dejar de ser colonia francesa. Pero a la vez, esta película de Andrè Téchiné nos enseña que a pesar de no vivir en Francia o no estar en los 60, ñla adolescencia sigue siendo una etapa dura para quienes se sienten diferentes o que no encajan, por el motivo que sea (aquella que quisiera se mayor para no ser una adolescente, aquel que no entiende el mundo en que vive...).
Simplemente fantástica, como fabulosas las interpretaciones de unos jovencísimos Gaël Morel (ahora en su faceta de director) y Stéphane Rideau (que para mí siempre será el chico de Primer Verano).
Qué tendrán las películas francesas que tanto me fascinan...
Qué tendrá: sencillez, silencios, falta de barroquismo, se centra en los personajes, en sus vidas...
Los Juncos salvajes podría haber sido otra estúpida película sobre la adolescencia, los primeros amores... pero no, resulta ser mucho más, y eso es algo que admiro en el cine francés de calidad, que se nos cuentan historias que aparenetemente se han contado mil veces pero de una forma atrayente a la vez inteligente.
Secillamente, "Los Juncos Salvajes" es una pequeña gran película que huye de los estereotipos clásicos en el cine al más puro estilo "made in hollywood", para sumir al espectador en una preciosa poesía de la adolescencia a la vez que nos enseña cuán difícil era vivir en esa Francia de los 60 con una Algeria que quería dejar de ser colonia francesa. Pero a la vez, esta película de Andrè Téchiné nos enseña que a pesar de no vivir en Francia o no estar en los 60, ñla adolescencia sigue siendo una etapa dura para quienes se sienten diferentes o que no encajan, por el motivo que sea (aquella que quisiera se mayor para no ser una adolescente, aquel que no entiende el mundo en que vive...).
Simplemente fantástica, como fabulosas las interpretaciones de unos jovencísimos Gaël Morel (ahora en su faceta de director) y Stéphane Rideau (que para mí siempre será el chico de Primer Verano).
Qué tendrán las películas francesas que tanto me fascinan...
24 de enero de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué nos gusta tanto “Los juncos salvajes”? hay muchos motivos para amar la película de Téchiné: en primer lugar por sus méritos puramente cinematográficos. Sensacionalmente escrita y dirigida, con unos actores en estado de gracia que trasmiten magistralmente las frustraciones de los personajes, sin sensiblería, tratando la homosexualidad sin caer en el morbo, sin enseñar más de lo necesario en las escenas de sexo, sugiriendo más que mostrando, la película posee las grandes cualidades que suelen acompañar al buen cine francés que tanto nos gusta a los cinéfilos, un cine que cuenta historias, que se centra en las relaciones entre los personajes y que huye de la pirotecnia audiovisual que impera en la mayor parte del cine que se consume hoy.
Pero sobre todo la película de Téchiné nos gusta tanto al público homosexual porque el director consigue que todos nos identificamos con François, el joven que vive el descubrimiento doloroso de su homosexualidad en un mundo profundamente heterosexista. A todos nos ha pasado sentirnos como “invertidos” cuando descubríamos nuestra sexualidad, vernos sin referencias, como cisnes en un mundo de patos, tener ganas de gritar en un lugar que nos parecía un desierto, eso es precisamente lo que le sucede a François, ese es el conflicto central de la película, el más desgarrador, el que vive un personaje de ficción que en realidad es un alter ego de cualquiera de nosotros. Y esa es la gran magia de la película y el gran mérito artístico de su autor, conseguir que seamos partícipes del sufrimiento de un personaje que sólo existe en la imaginación, pero que es tan real como nosotros mismos.
Pero nuestra identificación con François es doble, no sólo nos identificamos con el conflicto de su homosexualidad recién descubierta, también nos identificamos con el dolor de sus primeros deseos homoeróticos insatisfechos. Cuando François está con Serge, su objeto de deseo, siente una extraña mezcla de angustia y esperanza, por una parte les une una buena amistad que deja un margen para la duda, pero por otro les separa la ambigua heterosexualidad del hermoso Serge. Pero aún en el caso de que la atracción física fuese recíproca – se han acostado una vez -, la insatisfacción estaría asegurada, porque en un mundo tan heterosexista no habría lugar para que la historia llegase a buen puerto. ¿Nos suena?
Otro de los grandes méritos de “Los juncos salvajes” es su sensualidad, hay sensualidad en la en la belleza de los paisajes de la Provenza, en los baños de los muchachos semidesnudos en el río, en la poesía visual de la puesta en escena; y también hay mucha sensualidad homoerótica en esas noches cálidas y silenciosas de un internado lleno de chicos jóvenes que duermen… La película de Téchiné es una obra de arte, una invitación al gozo cinéfilo sobre la que se podríamos seguir escribiendo incesantemente. Nadie se la debería perder.
Pero sobre todo la película de Téchiné nos gusta tanto al público homosexual porque el director consigue que todos nos identificamos con François, el joven que vive el descubrimiento doloroso de su homosexualidad en un mundo profundamente heterosexista. A todos nos ha pasado sentirnos como “invertidos” cuando descubríamos nuestra sexualidad, vernos sin referencias, como cisnes en un mundo de patos, tener ganas de gritar en un lugar que nos parecía un desierto, eso es precisamente lo que le sucede a François, ese es el conflicto central de la película, el más desgarrador, el que vive un personaje de ficción que en realidad es un alter ego de cualquiera de nosotros. Y esa es la gran magia de la película y el gran mérito artístico de su autor, conseguir que seamos partícipes del sufrimiento de un personaje que sólo existe en la imaginación, pero que es tan real como nosotros mismos.
Pero nuestra identificación con François es doble, no sólo nos identificamos con el conflicto de su homosexualidad recién descubierta, también nos identificamos con el dolor de sus primeros deseos homoeróticos insatisfechos. Cuando François está con Serge, su objeto de deseo, siente una extraña mezcla de angustia y esperanza, por una parte les une una buena amistad que deja un margen para la duda, pero por otro les separa la ambigua heterosexualidad del hermoso Serge. Pero aún en el caso de que la atracción física fuese recíproca – se han acostado una vez -, la insatisfacción estaría asegurada, porque en un mundo tan heterosexista no habría lugar para que la historia llegase a buen puerto. ¿Nos suena?
Otro de los grandes méritos de “Los juncos salvajes” es su sensualidad, hay sensualidad en la en la belleza de los paisajes de la Provenza, en los baños de los muchachos semidesnudos en el río, en la poesía visual de la puesta en escena; y también hay mucha sensualidad homoerótica en esas noches cálidas y silenciosas de un internado lleno de chicos jóvenes que duermen… La película de Téchiné es una obra de arte, una invitación al gozo cinéfilo sobre la que se podríamos seguir escribiendo incesantemente. Nadie se la debería perder.
19 de enero de 2007
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adolescencia es un período complicado, supone la pérdida de la inocencia y los primeros sinsabores de la vida, que a veces curten pero otras conducen a la desdicha. Los juncos salvejes trata de ello por el lado sentimental sobre todo, con cuatro chicos admirablemente interpretados como vértices de una figura de deseos y frustraciones.
André Techiné se muestra sensible, aunque con cierta aspereza y pesimismo que recuerdan al cine francés de antaño, para retratar una serie de momentos impregnados de emotividad y también desencanto (la secuencia del chico que acude a ver al desconcertado zapatero al que cuenta sus penas amorosas es hermosamente desoladora).
El conflicto bélico en Argelia es un trágico telón de fondo sobre el que se proyectará el despertar de unas vidas que se abren paso entre la dificultad y la amargura.
André Techiné se muestra sensible, aunque con cierta aspereza y pesimismo que recuerdan al cine francés de antaño, para retratar una serie de momentos impregnados de emotividad y también desencanto (la secuencia del chico que acude a ver al desconcertado zapatero al que cuenta sus penas amorosas es hermosamente desoladora).
El conflicto bélico en Argelia es un trágico telón de fondo sobre el que se proyectará el despertar de unas vidas que se abren paso entre la dificultad y la amargura.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here