Dirigida por el mismísimo Carlos Saura, y producida por María del Puy Alvarado (un valor en alza en el sector audiovisual español), ´Las Paredes Hablan´ es una bellísima reflexión sobre la pulsión que lleva al ser humano a crear imágenes, desde aquellas maravillosas pinturas rupestres que nuestros antepasados creaban en las cuevas europeas hasta los modernos grafitis que vemos hoy en día en cada ciudad. Una película didáctica, amena y llena de belleza. Mucho más que recomendable.

Ciudad de vida y muerte es una película extraordinariamente bien rodada, con un realismo que hiela la sangre, con un envidiable diseño de producción y una realización asombrosa. Sin embargo emocionalmente es plana, no engancha, no funcionanan las relaciones entre los personajes (realmente no existen), y el film se convierte en un tostón lleno de violencia magistralmente rodada. Yo me salí del cine a los 65 minutos de metraje... y es que ya no aguantaba más violaciones, por mucho que el director sea un auténtico maestro de la narración con imágenes...

La última película del director de la estimable Azuloscurocasinegro es un disparate en el que no funciona absolutamente nada: personajes chirriantemente tópicos (especialmente el papel del personaje gay y el del ultrarreligioso), actores sobreactuadísimos hasta el ridículo (Antonio de la Torre, Raúl Arévalo), situaciones pretendidamente hilarantes que producen vergüenza ajena (la confesión del personaje gay junto a la cama de matrimonio o la última conversación entre el personaje ultrarreligioso y su pareja, entre otras muchas), y en general un guión que no hay por dónde agarrarlo lleno de personajes absurdos y situaciones sin gracia ni gancho.
Yo soy de los que se quedan en el cine hasta que han pasado todos los títulos de crédito. Excepto ayer.

¿Por qué nos gusta tanto “Los juncos salvajes”? hay muchos motivos para amar la película de Téchiné: en primer lugar por sus méritos puramente cinematográficos. Sensacionalmente escrita y dirigida, con unos actores en estado de gracia que trasmiten magistralmente las frustraciones de los personajes, sin sensiblería, tratando la homosexualidad sin caer en el morbo, sin enseñar más de lo necesario en las escenas de sexo, sugiriendo más que mostrando, la película posee las grandes cualidades que suelen acompañar al buen cine francés que tanto nos gusta a los cinéfilos, un cine que cuenta historias, que se centra en las relaciones entre los personajes y que huye de la pirotecnia audiovisual que impera en la mayor parte del cine que se consume hoy.
Pero sobre todo la película de Téchiné nos gusta tanto al público homosexual porque el director consigue que todos nos identificamos con François, el joven que vive el descubrimiento doloroso de su homosexualidad en un mundo profundamente heterosexista. A todos nos ha pasado sentirnos como “invertidos” cuando descubríamos nuestra sexualidad, vernos sin referencias, como cisnes en un mundo de patos, tener ganas de gritar en un lugar que nos parecía un desierto, eso es precisamente lo que le sucede a François, ese es el conflicto central de la película, el más desgarrador, el que vive un personaje de ficción que en realidad es un alter ego de cualquiera de nosotros. Y esa es la gran magia de la película y el gran mérito artístico de su autor, conseguir que seamos partícipes del sufrimiento de un personaje que sólo existe en la imaginación, pero que es tan real como nosotros mismos.
Pero nuestra identificación con François es doble, no sólo nos identificamos con el conflicto de su homosexualidad recién descubierta, también nos identificamos con el dolor de sus primeros deseos homoeróticos insatisfechos. Cuando François está con Serge, su objeto de deseo, siente una extraña mezcla de angustia y esperanza, por una parte les une una buena amistad que deja un margen para la duda, pero por otro les separa la ambigua heterosexualidad del hermoso Serge. Pero aún en el caso de que la atracción física fuese recíproca – se han acostado una vez -, la insatisfacción estaría asegurada, porque en un mundo tan heterosexista no habría lugar para que la historia llegase a buen puerto. ¿Nos suena?
Otro de los grandes méritos de “Los juncos salvajes” es su sensualidad, hay sensualidad en la en la belleza de los paisajes de la Provenza, en los baños de los muchachos semidesnudos en el río, en la poesía visual de la puesta en escena; y también hay mucha sensualidad homoerótica en esas noches cálidas y silenciosas de un internado lleno de chicos jóvenes que duermen… La película de Téchiné es una obra de arte, una invitación al gozo cinéfilo sobre la que se podríamos seguir escribiendo incesantemente. Nadie se la debería perder.

A principios de los años ochenta se inicia la revolución conservadora de la baronesa Margaret Thatcher y el ex actor Ronald Reagan, abuelos ideológicos de los actuales halcones neocon americanos y de nuestra derecha europea, representada por los Berlusconi, Sarkozy, Esperanza Aguirre…Privatización de servicios públicos, disminución del gasto social, reducción de impuestos sobre todo a las rentas más altas, exaltación nacionalista de la patria, apego a la tradición y a los valores religiosos… En este contexto socio político sucede This is England, en una Inglaterra mordida por el paro y exaltada de patriotismo por la guerra de la Malvinas. La película cuenta la historia de unos jóvenes de barrio que deambulan entre los descampados industriales, como zombis, sin encontrar otra salida que afiliarse a la tribu urbana de turno y esperar a que lleguen tiempos mejores.
La película de Shane Meadows habla de muchas cosas, habla del afán de pertenencia al grupo, de la tribu como único refugio en un barrio en el que no hay nada útil que hacer salvo el botellón, de las heridas de una guerra absurda como todas, de la crisis económica y sus estragos en los barrios más desfavorecidos. También cuenta, en mi opinión de una forma muy brillante, lo fácil que es inocular veneno ideológico a unos jóvenes sin inquietudes, lo sencillo que es infundir el miedo y criminalizar a cualquier colectivo (extranjeros, negros, homosexuales…), lo cómodo que es hacer ver un fantasma a un incauto.
Una potente historia, salpicada de humor, una fantástica dirección de arte, excelentes localizaciones y sobre todo una gran dirección de actores hacen de This is England una película imprescindible, un tirón de orejas para esos liberales que esbozan una sonrisa entre prepotente y cínica cuando hay que rellenar la casilla del presupuesto correspondiente a los gastos sociales.