Confesiones de una mente peligrosa

Confesiones... es la primera película dirigida por George Clooney, quien ya apuntaba maneras. Al parecer, Charlie Kaufman, su guionista, se quejó amargamente de que Clooney había alterado su libreto, y viendo lo que ha hecho este individuo (sí, ya lo sé, en algunos ambientes es intocable), creo que hemos salido ganando. Si bien inspirada en una autobiografía, desautorizada por su autor (¿cómo puedes desautorizar tu propia autobiografía?), la historia resulta cuando menos inverosímil y rocambolesca: un productor de programas de telebasura que compagina esta actividad "artística" (lo que se ve de dichos programas te pone la gallina de piel) con la de asesino a sueldo de la CIA, y no poco activo, porque al final confiesa unas treinta y pico "ejecuciones". Clooney dirige con una destreza digna de un veterano y se atreve con ciertos experimentos estéticos que se saldan con éxito. Sam Rockwell bordea la histeria, lo cual no me extraña, porque la historia casi lo exige, y compone un personaje repugnante y hasta nauseabundo en ocasiones, bien secundado por Barrymore y el propio Clooney, más la aparición sorpresa de Rutger Hauer y la prestación inusual de Julia Roberts. La maravillosa Maggie Gyllenhaal aparece un momento al principio, y si sois rápidos podréis distinguir a Brad Pitt y Matt Damon, codo con codo, en un cameo de segundos.

Ópera prima del divo George Clooney, que plasma la autobiografía de Chuck Barris (productor televisivo de día y sicario de la CIA de noche, ahí es nada), con un estrafalario Sam Rockwell dando vida al personaje. El debutante realizador, asimismo presente en el reparto, combina registros y tonos sobre un guión escrito por Charlie Kaufman que guarda un difícil equilibrio entre thriller, drama y comedia. El resultado es una película tan curiosa como desigual, cuya premisa se remite a los orígenes de la telebasura y culmina en el previsible cameo del biografiado.



"Me llamo Charles Hirsch Barris. He compuesto canciones pop. He sido productor de televisión. Soy el responsable de contaminar las ondas hertzianas y embotar mentes con programas pueriles. Además, he matado a 33 seres humanos. Estoy condenado al infierno."

Es posible que la vida de Chuck Barris, productor de televisión y sicario de la CIA al mismo tiempo, sea de película y muy fascinante de contar, pero George Clooney, en su debut como realizador, patinó a la hora de transmitir al espectador su interés por la misma y por la figura de Barris.
A pesar de los elogios casi unánimes que recibió Confesiones de una mente peligrosa, sin duda comprensibles debido al estilo tan particular que imprime Clooney (ni comedia, ni drama, ni thriller, sino todo a la vez y mezclado de una forma sin duda original), la película es sorprendentemente escasa en su contenido, entendiendo por esto que en ningún momento el espectador siente un desmesurado interés por la vida de este hombre tan extraño que es Barris en la cinta. Quizás al director le entusiasme su historia, pero el espectador se queda frío ante los minutos que pasan demasiado despacio y con un ritmo irregular.
Sin duda, lo mejor de la película es la decisión de Clooney de escoger a Sam Rockwell como protagonista. Rockwell es uno de esos secundarios de lujo que hacen fácil lo difícil y que se manejan igual de bien en comedia y drama, y en esta película demuestra que merece mucha más atención de la que normalmente recibe, y que es perfectamente capaz de llevar una película sobre sus hombros como protagonista. Su recital de muecas, miradas y enorme carisma es memorable. El resto del reparto está a la altura, porque Clooney es un gran director de actores, y saca lo mejor de Drew Barrymore (que no es precisamente Meryl Streep) o de un Rutger Hauer en estado de gracia (atención a cuando mira a la cámara mientras dice lo que dice... y hace lo que hace).
En definitiva, un enorme reparto y un director entonces muy prometedor (hoy bastante más consagrado) al servicio de una historia y un guión que, sencillamente, no están a la altura de tanto talento.

Lo mejor: Sam Rockwell. Absolutamente espectacular.
Lo peor: La historia no es ni de lejos tan interesante como Clooney piensa.

Primera película dirigida por el actor George Clooney, quién se guarda un papel secundario en ella. Película nada complaciente y difícil de vender fuera de los USA, ya que está basada en la vida de un personaje para nada conocido por nosotros como es Chuck Barris, productor televisivo de programas de alta audiencia que tiene una doble vida al ser contratado como matón por la CIA. Desde luego, Clooney tuvo agallas al decidirse a estrenarse como director con una película de estas características y éso hay que reconocérselo y valorárselo al canoso actor, quién se rodea para su proyecto de profesionales de renombre como El director Steven Soderbegh en la producción, Charlie Kaufman en el guión y actores colegas como Brad Pitt y Matt Damon como cameos curiosos. Su también amiga Julia Roberts está presente en la película con una escena que, para mí, es lo mejorcito de esta irregular película, la del envenenamiento. La actriz Mary Gyllengal tiene un pequeñísimo papel y la limitadita Drew Barrymore se hace con el papel de la chica de la peli. El punto fuerte del film es la actuación de su protagonista, un magnífico Sam Rockwell que saca petróleo de este difícil film y que aporta la mayoría de los puntos de interés del mismo, una brillante actuación de un actor aún por reconocer. Interesante y diferente film que no gustará a una gran mayoría pero que merece la pena para conocer un poco más qué se cuece en la mente del Sr. Clooney.

Pasable, por los pelos. El guión no es malo, pero la historia de ese payaso, en el buen sentido, como agente de la CIA no cuela. A no ser que se la vea como un delirio de ese personaje televisivo. Y aún así....mal.
Las dos historias paralelas encuentran el problema del engarce, que aquí no está bien resuelto.
Las interpretaciones, correctas. Clooney haciendo una vez más ese papel. Rockwell cumple bien, teniendo que hacer ese doble papel, aunque el de asesino parece una parodia.
Julia Roberts en un papel de relleno, sin mucho sentido.
En fin, yo no la aconsejaría a no ser que la alternativa fuera un claro bodrio.