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Las hijas de Abril

Drama Valeria tiene 17 años y está embarazada. Vive en Puerto Vallarta con Clara, su hermanastra. Valeria no ha querido que Abril, la madre de ambas, que lleva mucho tiempo ausente, se entere del embarazo. Sin embargo, Clara, ante la presión económica y las responsabilidades que implica tener un bebé en casa, decide llamarla. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
16 de octubre de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Las hijas de Abril, Michel Franco ha confirmado su idilio con la crítica francesa y no es baladí que haya sido con esta película. Este filme es, por encima de todo, un magnífico ejemplo de women picture. Cine de mujeres. Ese subgénero del melodrama más desatado al que tan habitual fue el cine de Hollywood en los años cincuenta y salvó la carrera de actrices que pasaban el medio siglo: Joan Crawford, Bette Davis, Lana Turner…Las Hijas de Abril llega a las salas de cine españolas tras conseguir el Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard en el pasado Festival de Cannes.

Para el cine mexicano este tipo de películas tampoco es una novedad. En los sesenta, actrices como Amparo Rivelles o María Félix protagonizaron ejemplos con historias desmadradas donde el tono conservador impregnaba todo y, por tanto, toda ruptura de la moral imperante acababa teniendo su castigo. Lo que sí es una novedad es el tono. Es un cine de mujeres donde realmente se habla de los sentimientos de éstas. Sin juzgar bajo el tamiz masculino.

Las hijas de Abril se enmarca en la mejor tradición del melodrama femenino pero huyendo de sus principales errores. Siendo el mayor el maniqueísmo de los personajes. Aquí tanto Abril (Emma Suárez) como sus hijas (Ana Valeria Becerril y Joanna Larequi) tienen su propia historia. Su propia película.

Por encima de todo, está la maternidad, el auténtico leitmotive de la película. Mejor dicho, una amalgama de maternidades. La maternidad temprana, deseada pero irresponsable. La maternidad madura y amortizada. La maternidad como reflejo de culpabilidad. La maternidad entendida como tabla de salvación. Como segunda oportunidad. Como anhelo de enmendar los errores de una primera vida tomada como un ensayo de la nueva, la plena.

Desde el punto de vista interpretativo, la película es casi un recital de Emma Suárez. Sobre todo en la segunda parte cuando la acumulación de acontecimientos hacen que la historia discurra por las sendas del melodrama clásico con más fuerza que en el resto del metraje. A Suárez le llega este papel después de la Julieta de Almodóvar, donde encarnaba otra madre. Eso sí, una completamente distinta. En la obra de Franco, Abril ve en la maternidad de su hija una posibilidad de enmendar los errores de la suya propia. Una segunda oportunidad para volver atrás en el camino de la maternidad joven e inexperta.

Emma Suárez está en un momento triunfal y ha enlazado dos papales donde da lo mejor de sí misma. Una anomalía en el cine que relega a las actrices al olvido una vez pasada la cincuentena, como si a esa edad no les pasara nada interesante a las mujeres. Como dato curioso no deja de ser llamativo que, a priori, sea una mamma más almodovariana, la de Las hijas de Abril que la de Julieta, el drama menos almodovariano del manchego, que tan aficionado es a homenajear al melodrama clásico.

Cuando Abril toma la decisión de vivir una segunda vida a través de la de su hija, Emma Suárez llena de matices un papel que discurre por lo enfermizo y que, desde un punto de vista maniqueo, entronca con la madres perversas del cine clásico como la Lana Turner de Imitación a la vida.

Ana Valeria Becerril y Joanna Larequi están acertadas en sus respectivos papeles, de hijas que tienen una relación complicada con su madre, pero que nunca acaba de romper del todo, hasta que lo hace en añicos que convierten la relación materno-filial casi irrecuperable. En la primera parte de la película Ana Valeria consigue hacer que el espectador perciba como insufrible a su personaje para en la segunda parte lograr generar empatía en el el mismo.

¿Y los hombres ? En la película aparecen desdibujados. No son relevantes y cuando lo son no quedan bien parados. El que más protagonismo ocupa durante el metraje es el joven Mateo (Enrique Arrizón) que afronta junto a la hija de Abril una paternidad completamente irresponsable. Es manejable y poco maduro y adopta la posición de contentar a las mujeres de la película antes de ser capaz de tomar una decisión por sí mismo.

Es tratado también Mateo en la cinta como objeto de deseo. Un joven guapo y lleno de de vida con el que Abril intenta recuperar el tiempo. Del mismo modo que a través de su nieto se da una segunda oportunidad como madre, con Mateo lo hace como mujer. Como ser deseable y que su vez anhela el placer.

El hecho de mostrar el hombre como objeto de placer siempre es novedad en el cine. No deja de ser curioso que siendo así, los únicos desnudos del filme sean femeninos, si bien es cierto que sin carga sexual. En este detalle muchos verán el toco masculino heterosexual.

La película gustará a los que han perdido el interés en el melodrama como género y aquellos que gusten de disfrutar del trabajo de una actriz en estado de gracia. Las hijas del Abril es cine de mujeres en el mejor sentido del término. Del que utiliza a la mujer como elemento narrativo sin miedo, mostrando su fuerza dramática en sus contrastes. Como una Joan Crowford, una María Félix… y desde ahora una Emma Suárez, claro.

Crítica escrita por David González
https://cinemagavia.es/pelicula-critica-las-hijas-de-abril/
Cinemagavia
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28 de noviembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver dos películas de Michel Franco (lástima que no sean más), creo que puedo afirmar que sus argumentos son perfectamente aprovechables para una telenovela. O un folletín, en caso que estuviésemos en el siglo XIX. Y no lo digo como un reproche, al contrario, afirmo tal cosa como un halago, pues en él se demuestra que lo que suma en un director es su estilo, más que ofrezca narraciones más o menos intelectuales o filosóficas. Tanto en "Después de Lucía" como en ésta, encontramos traiciones, venganzas y otras muchas pasiones afectas al estrépito melodramático.

Franco gestiona este material con sabias y acertadas elipsis, con una dirección de actores precisa como una calculadora, con rigor dramático y con un uso de la puesta en escena lo bastante distanciado como para que las acciones amorales y reprochables de sus personajes no vengan acompañadas de un grimoso juicio moral. Es un director moderno por definición. En una industria como la cinematográfica, tan dada a lo complaciente, lo fácil y lo obvio, este tipo de creadores, por su atrevimiento y poco afecto a las convenciones, resulta de rara aparición. Si no, pensad en diez directores de éxito y cómo lo habrían tratado. La mayoría habría construido una oda a la victimización. Mares de lágrimas. Madres de lágrimas. Madres malvadas. Michel Franco no es de ésos.

Por eso celebro el doble una historia como "Las hijas de Abril", en la que sin recurrir a lugares comunes nos quiere hablar de un escenario en el que los lazos familiares están en camino de la disolución. Vemos a personajes conducidos, en un momento u otro de la obra, por el egoísmo, empujados por sus pasiones y la necesidad auto-satisfacerse. Es por eso que cada uno se equívoca a su manera y lo que parecía un amor incondicional vemos que se enturbia y se mezclan con otros elementos que terminan provocando cambios radicales en sus personajes. En ese sentido el personaje de Abril es determinante.

En un principio la joven madre es una muchacha inmadura que reacciona muy mal a los primeros momentos de su maternidad y luego vemos que Abril, empujada por esas muestras de irresponsabilidad e inmadurez, toma una decisión tajante que no consulta con nadie más. De ahí el drama se transforma y se convierte en la historia de una mujer (hipotéticamente cuarentona) que se sabe atractiva, que cuida su cuerpo y no acepta la llegada de la edad madura. El logro de Franco es que, desde esa distancia prudencial, hace que el egoísmo de sus personajes tenga relieve y verosimilitud y se manifieste de tal forma que resulta desagradable o impactante porque en el fondo ataca a algo que percibimos como sagrado: los lazos familiares. En una sociedad cada vez más atomizada, esta narración, aunque de una forma hiperbólica pero no impostada, muestra hasta qué punto ese virus corroe las mismas bases en las que se sostiene. Creo que la clave de "Las hijas de Abril" se encuentra en esa colisión de los valores modernos con los moldes tradicionales. ¿Qué vigencia o fuerza siguen teniendo los roles sociales del pasado en un mundo en el que los vínculos son cada vez menos sólidos y a la vez se sacraliza la individualidad?

Puerto Vallarta, la colonia de La condesa, debían ser escenarios como éstos, que albergaran a este tipo de personajes, de vida desahogada, con más tiempo para ocuparse de otros menesteres que no sean la mera subsistencia y por lo tanto capaces de llegar a puntos tan poco convencionales.

No es una película complaciente hecha para encandilar. Los espectadores más afectos a pasiones más templadas o más amables pueden sentir gran rechazo. Pero por otro lado también es verdad que hay que mostrar la realidad sin paños calientes y plantearse hasta qué punto de descomposición hemos alcanzado, cuanto tardará en extenderse todavía más, si es necesario o no replantear los esquemas habituales y como es que se tolera con tanta desidia inercias tan sumamente disolventes. Obviamente Franco no entra en ideologías, se mantiene ajeno a las respuestas, y deja en el aire estas y otras preguntas. Qué cada cual piense y juzgue. O si no, que disfrute de una narración llena de sabores picantes y virulentas curvas.
Jean Ra
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24 de junio de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michel Franco presenta la que es ya su quinta película en su filmografía, la cual se caracteriza por su narración fría y distante, plagada de personajes que tarde o temprano muestran ser seres detestables que en algún momento se enfrentan a situaciones complejas.

Valeria es una chica de 17 años que vive con su hermana Clara en la casa de su madre en Puerto Vallarta, despreocupada de la vida y con una muy activa vida sexual, Valeria está embarazada de Mateo su novio, de la misma edad y ha decidido ocultárselo a su madre.

Las cosas cambian cuando Abril (Emma Suárez), quien no vive con ellas, llega a la casa después de ser avisada de la situación por Clara, decidida a ayudar a Valeria, quien se muestra incapacitada en poder atender a la pequeña.

La película tiene un arranque interesante, mostrando desde su mirada siempre fría un caso de maternidad adolescente dentro de una familia “bien” y con el clásico estilo distante de su director, y como es típico en sus películas, sin saber bien hacia donde irá la historia.

Pero el inevitable giro de tuerca llega promediando el relato, y esa segunda parte se convierte otra película, en la que los personajes toman decisiones que no parecen sostenerse en lo que conocemos y hemos visto de ellos, mostrándolos como seres viles y despreciables, capaz de cometer cualquier acto bajo.

Así, ‘Las hijas de Abril’ se sostiene como una película en la que Michel Franco explora el cine que le gusta y le genera premios, un cine con personajes malvados y sin alma, plagado de tragedias y situaciones torcidas y carente del más mínimo esbozo de presentar una situación noble o emotiva, resultando un paso atrás respecto a su filme anterior ‘Chronic’.


http://tantocine.com/las-hijas-de-abril-de-michel-franco/
Quique Mex
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8 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una historia protagonizada por mujeres. Sin embargo, su carácter universal hace que cualquiera que la vea saque conclusiones aunque sea sin juzgar a nadie, tal y como también hace el guion. La maternidad como vínculo de unión de madre e hija alcanza cotas inimaginables condicionando de manera irremisible las decisiones que ambas toman.

También es una historia sencilla: una joven embarazada que vive con su medio hermana recibe la visita de su madre, desconocedora de la situación hasta entonces. Lo que comienza como algo esperanzador, con una buena noticia que las unirá para siempre, se convierte en un grave problema que solucionar, convirtiendo a cada una en una leona que cuida de sus cachorros. El guion, muy bien estructurado, sabe no solo presentar a los personajes, sino también desarrollarlos hasta tal punto que el espectador podrá comprender las decisiones que se toman sin preguntarse el por qué, simplemente entendiendo las motivaciones.

Una película de este tipo concede a sus actores el privilegio de mostrar la cara más amable y a la vez la más oscura de sus personajes, un trabajo complicado que Suárez y Becerril perfeccionan a cada secuencia. Madre e hija, como si tuvieran un vínculo real, no necesitan de artificios para componer sus roles, y realizan unas interpretaciones brillantes y sinceras.

“Las hijas de abril” es un relato áspero y sencillo, en el fondo tan aterrador como cualquier historia real que aparezca en las noticias, que narre una huida hacia delante sin rumbo fijo. Una historia en la que la madre se convierte en madrastra de cuento para arrebatar a su propia hija aquello que más quiere. Determinación de fuertes personalidades que también se hace presente en la figura de Michel Franco, director de la película y responsable de esa mirada perdida y carente de esperanza que tienen sus planos.
Moody
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29 de octubre de 2017
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El humor se nutre de opuestos, de planos enfrentados, de una desesperada búsqueda del golpe de efecto, del asombro, la sorpresa y el choque de conceptos.
Esta película es una comedia. Mala. Y no porque no tenga maldita la gracia que la parió. Qué va. De hecho, el humor cuando es muy bueno suele ser siniestro, cruel, feroz, te hiela el alma y espesa la sangre, son arrojadas pedradas en toda la cara, una verdad de hierro contra la que no hay defensa posible ni repertorio, te pone los ojos en el disparadero ciego. Hace pasar lo imposible por real y lo inverosímil por creíble.
Es fallida porque no juega limpio, porque no tiene estilo ni hace recorrido, es tramposa, no explica nada y procura provocar para esconder el gran vacío.
El folletín o su hijo bastardo el culebrón viven de las familias frondosas como selvas hermosas, saturadas de endogámicos ajetreos y de sábanas mojadas, de consanguinidades turbias y parientes secretos. Todos son hermanos, descendientes, maridos y mujeres de los mismos seres. Habitan un incesto promiscuo, una pasión a degüello, un frenesí revoltoso de camisones desgarrados, vidriosos amaneceres, turbamultas dichosas y truculentos pescozones.
Además de tratar de poner al espectador, el pobre, en el papel, injusto, de juez supremo, como si estuviera en el alto tribunal de la moral y juzgara a sus criaturas según el bien y el mal. Categorías abstractas de prístina claridad e indiscutible territorio de moralidad. Aquel que disfruta un folletón siempre sufre los infortunios de la virtud y exige justicia contra los perversos seres que dañan el amor, la verdad y el rigor.
Esta película es un mal culebrón. Por su mirada chata y poco espectro. Por reducir el foco y querer fiarlo todo a una simple urraca. Por desdibujar el coro, por dejar en cueros a sus personajes y embestir los hechos a traición y jirones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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