El príncipe y la corista

Siempre se agradece el sentido del humor fresco y vivaracho, la rapidez de reflejos, el ingenio que se viste de sencillez, el ritmo ágil, la fluidez narrativa y el adecuado lenguaje cinematográfico.
Comedia de altos vuelos, nos encontramos ante una película generosa por su excelente puesta en escena, por la magistral interpretación de sus principales protagonistas (L. Olivier y M. Monroe) y por la sublime labor de dirección a cargo del propio Olivier.
Encantadora y desenfadada, pícara e ingenua, sucinta y pizpireta, conforma, gracias también a su brillante escenografía y a su cuidada ambientación, un enredo ligero y cautivador.
Hay que degustarla con tranquilidad y sosiego, sin prisas, como una experiencia singular, como un pequeño tesoro que inscribe su nombre entre las joyas del cine.

Una corista de cabaret es invitada a cenar por el regente de un pequeño pero importante país centroeuropeo que ha acudido a Londres a la coronación de Jorge V. Nada dispuesta a dejarse conquistar la muchacha poco a poco va viéndose enredada en un doble juego de seducción mientras los acontecimientos políticos se suceden a su alrededor.

Deliciosa comedia en la que Marilyn se muestra como una gran actriz (que le costase más o menos, tras la anécdota de las casi cien repeticiones en una escena de Con faldas y a lo loco, no lo sé, pero el resultado sí queda a la vista), haciendo de algo más que de una rubia tonta (casi arregla la política europea -y de paso mundial- ella solita) en una historia de seducción de ida y vuelta (genial la segunda cena, casi un espejo invertido de la primera) que sinceramente vale la pena.

El universalmente reconocido Sir Laurence Olivier, también director en este caso, casi queda eclipsado por la adorable rubia, no dejando de ser su menos llamativa interpretación toda una lección. Valga como ejemplo el momento en que, ante una de las múltiples meteduras de pata con el protocolo de Marilyn, su fiera mirada de reproche (casi de rabia) se transforma en un instante en una de cariñosa y divertida resignación… sin mover casi un músculo.

Fantásticos también los secundarios como Northbrook, enviado del Foreign Office para hacerle la vida agradable al Gran Duque, y que con su mejor intención no hace más que interrumpir, la despistada (o no tanto) reina madre, y el casi coprotagonista rey menor de edad que se rebela contra su padre el regente, sin olvidar a casi figurantes como el pobre mayordomo o el barbero violinista.

Un ocho.

No me creo crítico ni estudioso del cine clásico . Ni del cine en general. Simplemente me considero un admirador al que, por fortuna, el tiempo me permitió descubrir, a parte de mi profesión o de otros gustos, una pasión por el séptimo arte y sobre todo, por el a veces mal comprendido género que ocupa al de las películas añejas. Esto lo digo, porque respeto mucho a los que sí son estudiosos del tema y que me permiten generalmente aprender mucho sobre su punto de vista cuando los leo en cuanto a la realización y pormenores de una película. Confieso que Marilyn Monroe, es una de las razones clave para que se me halla despertado el cinéfilo que algunos llevamos dentro, y que por ella, halla descubierto ese gigante mundo. Por eso, a parte de solo ser uno de sus millones de seguidores que a través de la historia la han venerado, también le agradezco a ella ser la tapa del libro gigante de mis ganas de seguir disfrutando del buen cine. Y por eso, valga la redundancia, jamás podré ser imparcial con ella, además de que no quiero serlo. Y siempre que leo o escucho, de que no era buena actriz y que sólo la ven como el prototipo de mujer superficial y hasta tonta, simplemente no me aguanto las ganas de contradecir este argumento tan generalizado, ya que razón no tienen.Aquí, en ésta cinta, se puede comprobar lo gigante que era esta mujer porque Laurence Olivier, a pesar de todos los contratiempos durante la filmación a causa de la conocida inestabilidad emocional entre otros percances de la diva, halló fuerza de voluntad finalmente para completar su obra y dejar al mundo, no sé si sabiendo el posible efecto debilitador sobre sí mismo, de la contestación a la ternura, la inocencia, el carisma, la sensualidad, la sexualidad y la picardía sin parangón todos reunidos en esa hermosa dama. Y es que Olivier, queda inevitablemente reducido al lado de ella, porque su figura acapara todo este ejercicio casi teatral, con visos de comedia romántica y grandes diálogos depurados, lo que demuestra que la diosa estuvo más que a la altura del veterano coloso. La historia cuenta, que él quedó satisfecho con el resultado final. porque finalmente comprendió que ella era única, a pesar de todo lo que sufrió por dirigirla. La película en sí, es de un guión sencillo, sin pretensiones más allá de disfrutar un duelo interpretativo de la pareja protagonista y caer ante los encantos de la máxima figura, con embarazo incipiente y que a la postre no duraría, de ese monumento a la mujer. Por tanto, vale la pena verla y disfrutarla, en un papel que no me parece que sea de chica tonta y superficial, al contrario, creo que logra darle el toque de sensibilidad e inteligencia para enamorar al regente inalcanzable e impedir casi que una guerra política. Bueno, al final de cuentas, ello no es lo importante. Lo importante ya sabemos qué es y seguirá siendo hasta el fin de nuestros días, los seguidores de la diosa, que donde fuere, la haremos respetar. Amén.

Descubro aquí a Marilyn Monroe y me quito el sombrero ante ella. Gracias a la película "Mi semana con Marilyn" protagonizada por Michelle Williams y que tiene como argumento el rodaje de esta película que nos ocupa, decidí darle una oportunidad a esta película y conocer así a la actriz californiana y su trabajo así como el del Sir Laurence Olivier, del cual tampoco había visto nada hasta la fecha. Qué puedo decir más que me ha encantado el eltrabajo de Marilyn, sensacional, divertida, bella, sexy, encantadora. La actriz quería que se la tomara realmente en serio en su profesión. Esta película basada en una obra teatral que Olivier ya había interpretado en los escenarios londinenses junto a su mujer en aquel entonces, la actriz Vivien Leigh, y es el primer trabajo producido por la compañía creada por Monroe y el primero que la californiana hacía fuera de América, ya que se trasladó a Inglaterra para su rodaje. Olivier también participa en la producción de la misma, así como en su dirección además de tomar el papel principal de nuevo como príncipe regente de Carpatia. Los dos tuvieron sus más y sus menos durante el rodaje. Marilyn estaba muy insegura a la hora de rodar, llegaba tarde la mayoría de las veces y sufrió un aborto durante el mismo, por lo que las cosas se complicaron para Olivier que no la soportaba y que se burlaba constantemente de ella, cosa que la hería enormemente. De todas formas, el resultado es magnífico y aunque no ha sido una película que les haya reportado ni dinero ni espectaculares críticas a ambos, mereció la pena, y el inglés reconocería que la bella actriz se comía la pantalla cada vez que salía en escena haciéndole sombra incluso a él, el rey de las obras de Shakespeare. Richard Wattis esta magnífico también, todo hay que decirlo. Muy recomendable y disfrutable.
Tess

Una Marilyn, como siempre, espléndida y preciosa, hace mil y una gracias en esta entretenida comedia plagando la pantalla con toda su imagen y presencia. Los decorados, vestuario y maqullaje son correctos y acordes a la época. Marilyn y Laurence se conjugan perfectamente bien creando una buena simbiosis para protagonizar esta película. La banda sonora también es acorde a los hechos narrados y el entretenimiento es patente durante las casi dos horas de film, aunque el trama y argumento podrían haber estado más minuciosamente cuidados.