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El príncipe y la corista

Comedia. Romance En 1911, embajadores de toda Europa acuden a Londres para asistir a la coronación de George V y la reina María. Uno de estos enviados pertenece a la embajada del reino de Carpatia y no es otro que el propio regente del país, el Gran Duque Carlos. En su primera noche en la capital británica, el Gran Duque decide visitar el Coconut, un cabaret en el que actúa como corista la señorita Marina. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
17 de julio de 2010
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marilyn Monroe está más natural que nunca. Y tan bella y deseable como siempre, -Niágara, Con faldas y a lo loco, Vidas rebeldes y tantas otras-. Por Dios, qué mujer.
Laurence Olivier, que es un rey de un país imaginario y que vive rodeado de lujos, pero que nunca se ha enamorado, conoce a la cantante corista, Marilyn Monroe, la invita a cenar a su castillo y surge el amor entre ambos. El problema es que él no está muy acostumbrado a expresar sus sentimientos, pues se ha tomado muy en serio lo de dirigir los destinos del mundo, y está demasiado preocupado por si estalla la Revolución, por lo que ella en varios momentos de la película se sientre más atendida por el hijo del rey, un chavalillo de 16 años, que es el regente, y que pronto se convertirá en rey.
Y las 2 horas de la película consisten en ver a Marilyn haciendo gamberradas en el castillo, las cuales atraen la atención primero y más tarde excitan sobremanera a su rígido rey Laurence Olivier, aunque éste tenga que guardar las apariencias durante toda la película antes los centenares de sirvientes.
Pero eso sí, Marilyn llena completamente la película, con sus risitas, sus borracheras, -papel que siempre borda Marilyn el de chica que ahoga sus penas amorosas en alcohol, ver la prodigiosa Con faldas y a lo loco-, sus besazos, sus reverencias, sus contestaciones cuando la habla en idiomas que no conoce, sus conversaciones a solas diciéndose a sí misma -Ten cuidado, no te enamores-, sus despedidas -hasta 4 veces es invitada a abandonar el castillo, con lo cual el cuento de Cenicienta parece terminar-.
Y ¿qué decir del final de la película?: ¿la admitirá el rey finalmente como parte de su vida, o la abandonará tras el tórrido romance?. No soy yo quien se lo cuente, pues la película merece, sin duda, ser vista.
Además la música del violinista detrás de la puerta y la de la Iglesia de Notre Damme en la coronación de otro personaje de la película son también muy bonitas.
Puro humor balcánico, diferente al humor inglés, -así describe ella a su rey ante las amigas-; humor balcánico, que no volcánico, aunque la peli sea un volcán en erupción. Cuanta pasión. Y que bien. Simplemente perfecta.
Nota 10 de 10.
Piano y yo
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8 de julio de 2013
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marilyn Monroe sorprendió a todo el mundo acometiendo su primer proyecto como productora junto al actor más distinguido del Reino Unido: Laurence Olivier. Pusieron en pie una versión cinematográfica de la comedia teatral romántica del célebre Terence Rattigan “The Sleeping Prince”, ambos en los papeles protagonistas, y Olivier desdoblándose como director. Marilyn tuvo algunos problemas con el rodaje, debido a una cierta inseguridad, influenciada negativamente por el método de la escuela de Lee Strasberg, que había hecho famosos a M. Brando y P. Newman, quizás abrumada a causa del tremendo respeto que sentía por la personalidad de Olivier, el director llegó a perder la paciencia en alguna ocasión.

Marilyn atravesaba su mejor momento a nivel profesional, con éxitos como “Bus Stop” de Josua Logan, “Los caballeros las prefieren rubias” de Howard Hawks y “La tentación vive arriba” de Billy Wilder. En cuanto al tema personal, justamente se acababa de casar con el dramaturgo Arthur Miller, que le acompañaba durante el rodaje en los estudios británicos de Pinewood. Evidentemente aún no habían llegado los verdaderos problemas personales de la actriz y eso se nota en la película.

Marilyn luce esplendorosa todo su glamour en esta deliciosa comedia, hasta el punto de llegar a solapar el arte escénico de Sir Laurence. La película que tiene una fascinante fotografía de Jack Cardiff, que supo extraer todo lo mejor de la diva a nivel estético, nos transporta a un Londres de principio de siglo en una residencia diplomática de un regente en un país imaginario que va a asistir a una coronación real en la capital, en mi opinión algo ridículo, pero eso es lo de menos. Nuestra corista americana que ha conocido al regente al terminar la función, es invitada de forma epistolar, como manda la pompa y el boato, a cenar en la embajada, y es donde seducirá con su encanto, no sólo al mandatario.

No cabe duda que el director creó esta película a la medida de Marilyn convirtiéndola en una tentación y luciendo un traje de ensueño, a pesar de que Vivian Leigh, la representó antes en el teatro londinense junto a su marido Laurence Olivier, pero es claro que la Monroe destilaba erotismo por todos sus poros, siendo capaz de seducir al más frío y distante de los mortales, como este anacrónico mandatario. Inolvidable película que no tuvo el éxito que merecía, el grueso de la crítica la aplaudió, pero el público no llenó las salas.
Antonio Morales
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21 de mayo de 2007
30 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película se observa muy bien que Marilyn Monroe no solo era una mujer preciosa, una "rubia", sino que realmente era una gran actriz, con un talento natural y que atraía al espectador. De hecho parece ser que Marilyn Monroe era superdotada, y no me refiero sexualmente sino a que tenía un coeficiente intelectual de 163 si mal no recuerdo. Vista esta película, que solo vale para disfrutar de la mejor Marilyn, me lo creo.
The Big Dipper
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25 de diciembre de 2008
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Londres, 1911. Ante la coronación del rey inglés Jorge V muchos son los invitados de distintas casas reales de toda Europa: Entre ellos, el regente de Carpatia, el Gran Duque Charles (Laurence Oliver) y su hijo Nicholas (Jeremy Spenser), quien en breve se convertirá en el próximo rey del país balcánico.
Tras acudir a una representación teatral, el Gran Duque requiere la presencia en su residencia de una chica de corista llamada Elsie Marina (Marilyn Monroe).

Una comedia con el único (y gran) interés que mostrar juntos a dos grandes personajes de la historia del cine: el actor shakesperiano Laurence Oliver y la sex symbol Marylin Monroe.
“El príncipe y la corista” adapta una obra teatral del dramaturgo británico Terence Rattigan (autor de “Mesas separadas”) significada por el encuentro sentimental entre dos caracteres centrales distanciados a nivel social y económico, con el manido asunto del “pez fuera del agua” en un contexto de comedia ligera y romántica.
La película, narrada con estilo y de manera rítmica por Olivier y dotada de una exquisita dirección artística, plena de refinamiento, lijo y boato, fracasa en parte por la flojedad de su guión, que poco más ofrece de relevancia que el primer intento de ligoteo por parte de Olivier, quien en principio solamente desea sexualmente a una Marylin enfundada en un ajustado vestido blanco, ofreciéndole una divertida cena tras acudir a contemplar su función en el West End londinense.
Este intento de conquista y juego de seducción, repetido posteriormente de manera muy diferente, con brillantes diálogos, una meritoria puesta en escena y una considerada química entre dos estrellas, es lo más salvable de una película que con posterioridad parece no despegar hacia ningún lado.
Ni la subtrama política que conlleva un miramiento a la relación paterno-filial y a los procedimientos dictatoriales, ni el aspecto más sentimental del film deparan grandes momentos cinematográficos.
El apreciable talento de Marylin Monroe para la comedia y sus atractivos atributos físicos no pasarían desapercibidos para Billy Wilder, quien posteriormente la haría brillar en “Con faldas y a lo loco” y “La tentación vive arriba”.
sans2222
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9 de marzo de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Laurence Olivier rodó El príncipe y la corista buscando aumentar su popularidad entre el público. Marilyn Monroe, por su parte, lo que ansiaba era ser tomada en serio como actriz. Ninguno de los dos lograría sus objetivos con este trabajo, una comedia romántica de enredo en la que el primero da vida al padre del futuro rey de Carpatia y la segunda a la mujer que lo trae de cabeza.

La cinta acaba resultando entretenida, pero estamos ante un trabajo decididamente menor. Es entretenida porque Monroe, aun no siendo la mejor actriz del mundo, destila carisma y demuestra, por enésima vez, que domina el género y que nadie ha sabido dar vida de manera tan fidedigna como ella a la típica ingenua sexy. Lo de menor lo digo porque no estamos precisamente ante uno de los títulos más recordados o representativos de los realizados por su pareja protagonista o porque su historia no da mucho de sí. Pero, insisto, su falta de pretensiones no impide que sea de lo más entretenida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ddarko_1980
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