Drive My Car

¿Es Drive my car una de las mejores películas de 2021? ¿Merecía tantísimos premios y reconocimientos?
Estas preguntas, como siempre, han de ser contestadas por cada espectador. Sin duda, es una película bellísima, muy hermosa, dotada de una sensibilidad exquisita. Tiene también unos personajes perfectamente definidos y construidos, y escenas que esconden una emotividad maravillosa (ver la final, con Misaki en el coche, o por supuesto la de la representación). Además, es una absoluta carta de amor al teatro y, en general, a las artes, no sólo como nexo de unión entre lenguas y culturas, sino también como instrumento para sanar heridas en el alma humana. Algo que cualquiera que haya practicado las artes y/o las disfrute sabe que es verdad.
Sin embargo, Drive my car tiene un problema, suficientemente importante como para no poder darle un sobresaliente y para bajarla de ese pedestal de obra maestra sobre el que algunos la han subido. Ese problema es la duración. Casi tres horas para contar esta historia, por bella que sea, es totalmente excesivo e indefendible, sobre todo porque es imposible que la cinta mantenga el ritmo y porque se alarga hasta la extenuación una trama que podría haberse resuelto perfectamente en 120 minutos.
Una lástima que esa manía de alargar hasta el infinito las cintas "oscarizables" acabe ensombreciendo los logros innegables de una hermosa película.

Lo mejor: Su exquisita sensibilidad, su diseño de personajes y su oda al teatro.
Lo peor: Es eterna. Indefendible duración.

No me parece una película larga o aburrida, al contrario, curiosa y entretenida (te arropa y acurruca bajo su protector manto, te lleva a otro mundo, eso sí que es viajar, te intenta rendir a fuerza de belleza silenciosa, de nieve hielo, trata de ser, también, la película conductora que ni arranca ni frena, amansa la fiera, literaria, ay Murakami de mi alma, grande, ni la notas o sientes aunque la tengas tan dentro), (es) simplemente fallida (teniendo en cuenta sus grandes ambiciones, su propuesta), no maneja mezcla, casa o encaja las enormidades (de aúpa) que plantea con las intimidades que elucubra (diserta o declama), los hechos luctuosos (agárrate que hay curva) y las extensas conversaciones o charlas, los silencios y los terrores, además de que resulta la mayor parte del tiempo artificiosa, impostada, (envaradamente) forzada, como si continuamente retuviese/ocultase/cortase la información y como si a veces sus personajes tuvieran o tuviesen diálogos de merluzos (tan besugos) o tardaran siglos (de inmensa soledad) en responder (si lo hacen, para nada) o en mirarse (si tocara) de forma, todo ello, exagerada o innecesaria (pedante/tonta).
Pasados terribles, dolores compartidos (son menos, se subliman), confesiones sanadoras (la fuerza de la desnuda palabra sincera, hable con ella, escucha), carreteras secundarias, el mal (caos, demolición, culpa, arrepentimiento, tanta tumba) que te cala los huesos y el bien que consiste en aguantar y resignarse (ya llegarán tiempos mejores), expiación, como el junco resiste, doble.
El Tío Vania era es japonés. Esperando a Godot nipón. Teatro, vida, actuación, interpretación, atención, contención, existencia (¿precede a la esencia?), éxtasis (poco, sexual, apalabrado) y tormento (mucho, callado, casi todo el rato, por dentro, conócete a ti mismo, cura).
La apuesta es hermosa (casi heroica), la mirada ausculta analítica y precisa se agradece, la sobriedad, la elegancia, el poso pozo, la calma (chicha), la intención (interpelación; la película, el texto te habla, calla, oye, atiende, para, templa), todo eso es un regalo, altura de miras, delicadeza, grandeza, no así la ortopedia, la camisa de fuerza, la mudez histérica, recurrir a tragedias aparatosas (de opereta o telenovela) que no están desarrolladas o graduadas (que no vienen a cuento según el propio transcurrir de la historia o de la pura humana lógica, salvo como golpes de efecto de guion para hacer avanzar la narración a trompicones o método burdo para mover los peones al son de la idea previa, desde fuera, la máquina, los hilos, el cuento de la vieja), a veces (es un recurso habitual entre los autores de mayores ávidas pretensiones, horror y estilo, hachazo y símbolo, chirimbolo y güito, sangre en la bañera y Schopenhauer o Dostoievski en las venas, toda la vasca o peña, tentetieso y lirio, ambidiestro, armisticio y timo, lo uno y lo otro) pasa, que no es fácil atraer o juntar polos tan opuestos extremos, el de la muerte a espuertas, el horror soterrado en ciernes, ultraviolencia, inesperada, y/con el de la sutileza minimalista decorosa tranquila, es querer jugar a todas las cartas (a ver si cuela), las más disparatadas u obvias y a la vez las más indirectas o sugeridas insinuadas, circunvalación, como si no te atrevieras a apostar por una sola, la que fuera, de veras, a ser valiente de verdad, coherente honesto (pasados de moda, mitos modernos), a ir entrar con todo, a cantar (los cuarenta de Alí Babá ladrones) contar la nada desde la ausencia o la brutalidad desde el palo seco, en fin, todo cabe y vale, pero en esta ocasión el experimento o cinematográfico sucedido tan chulo quedó a medias, exangüe, pidiendo la hora jaja, a mitad de camino, entre Hiroshima y Nagasaki, ¿agua de borrajas?

La ganadora del Oscar extranjero, “Drive my Car” es cine en estado puro, minimalismo al cien por ciento en una historia cargada de melancolía que se agradece entre tanta saga forzada en el cine actual.

Ver una introducción de la historia de cuarenta minutos es un ejercicio de paciencia que debes tener con el film japonés “Drive My Car”, que obtuvo el merecido Oscar Extranjero, BAFTA inglés, palma de Ooro en Cannes y Globo de Oro, en las mismas categorías convirtiéndose en unos de los films más galardonados de la temporada.
El film nipón narra la historia de Yusuke que dos años después de la inesperada muerte de su esposa, siendo un un reconocido actor y director de teatro, recibe una oferta para dirigir una producción de Uncle Vanya en un festival de teatro en Hiroshimam que recordemos es una de las ciudades víctima de la bomba nuclear de la segunda guerra mundial.
La organización de la obra le asigna a una conductora Misaki Watari (Toko Miura), una joven que lo lleva a diario en su amado automóvil retro Saab 900 rojo. A medida que se acerca el estreno de la producción, aumentan las tensiones entre el elenco y el equipo, sobre todo entre Yusuke y Koji Takatsuki. , una estrella de televisión que comparte una conexión no deseada con la difunta esposa de Yusuke. Obligado a confrontar verdades dolorosas surgidas de su pasado, Yusuke comienza, con la ayuda de su conductora, a enfrentar los inquietantes misterios que dejó atrás su esposa.
“Drive My Car”, que se cuenta que se inspiró en la Canción The Beatles, es cine en estado puro, una cámara que corre sin prisas donde verás actuaciones sublimes de todo el elenco que son capaces de confrontar largos diálogos sin cortes ni edición alguna. Es prácticamente una epopeya melancólica de tres horas sobre las mentiras que nos decimos a nosotros mismos para dar sentido a la vida está llena de fantasmas de tragedias familiares y traumas nacionales.
El realizador Hamaguchi tiene un sentido de lo sutíl centrado en el sentimiento de los personajes. Trata de regalar al espectador más exigente momentos lejos de las obviedades, los personajes tienen sus secretos y no están dispuestoz a sacarlos a la luz muy rápido. Esta muy bien filmada y actuada, con uno de los mejores guiones del último tiempo y mereció el Oscar como mejor película sobre Coda que es un film convencional y que seguro será olvidado en el tiempo.
El drama de Hamaguchi avanza lentamente a lo largo de su tiempo de ejecución, pero mantente firme y Drive My Car recompensa la paciencia como casi ninguna otra cosa. Esta adaptada de la colección de cuentos de Haruki Murakami, Men Without Women para quienes quieran conseguirlos por ahí.
El director Ryusuke Hamaguchi anteriormente fue conocido por películas independientes japonesas como Happy Hour (2015) y Asako I & II (2018), el perfil de Hamaguchi subió de nivel cuando se encontró nominado a cuatro premios Oscar, incluido el de Mejor Película, y finalmente ganó uno como Mejor Película Internacional.

Drive my car es una historia contemplativa y sosegada que pretende hacernos empatizar con la experiencia del duelo de sus protagonistas y reflexionar sobre el dolor como fuerza motriz.

Su director nos muestra el proceso hacia la intimidad entre su protagonista (en pleno proceso de duelo) y su chófer femenina, utilizando el emblemático Saab 900 rojo como espacio de sanación. El director se toma su tiempo, y en 3 horas de metraje, efectúa un desarrollo dramático infinitesimal, jugando a un juego de metalenguaje entre la trama del film y la de la obra teatral Tion Vania de Chéjov.

Para muchos sobria, elegante y maravillosa y para otros larga, fría y plana... Creo sinceramente que es un tema cultural, y el tempo que quiere marcar su director está fuertemente influenciado por la cultura nipona. Un tempo que para el público occidental (y no digamos si es seguidor de cine mainstream) puede parecer excesivamente lento, pero que casa muy bien cuando el film quiere hablarnos sobre emociones, sentimientos, y basa su narrativa, en silencios, detalles, elipsis, que requieren un tempo determinado.

El film sabe jugar sus cartas, pero obliga al espectador a desprenderse de las urgencias cotidianas y aceptar que una historia sobre la aceptación del dolor hecha desde Japón va a tomarse su tiempo. Un tiempo precioso o malgastado, según cada espectador en su óptica personal.

He visto... _Drive My Car_...
https://www.filmaffinity.com/es/film281888.html

Un 7. Es una película larga, tres horas, y cuando la he empezado a ver, viendo el tono, me ha dado un poco de miedo. Pero al final todo me ha cuadrado, tanto los tiempos, como el tema.

Me he asustado porque ha empezado con relatos un tanto retorcidos que una pareja de artistas compartían mientras eran creados. Y no soy muy amigo de ese tipo de relatos, compuestos de ocurrencias, porque no suelo empatizar emocionalmente con gente de las artes. Al menos es mi experiencia y mi prejuicio.

Pero la película se acaba convirtiendo en un drama reposado, con gente tremendamente formalista, pero también educada y muy civilizada. Y digo civilizados porque, salvo uno, reaccionan de formas tremendamente "tranquilas" a situaciones terribles. Para hacerlo, hay que entender que hay emociones, debajo de otras emociones, debajo de otras emociones... como si fuese una cebolla emocional. Y al final los sentimientos mas primarios y más fuertes llevan a unas reacciones tremendamente civilizadas, por contenidas, y por controladas. Aunque al final, ese "civismo" en realidad enmascaren otras emociones, como el miedo o el rencor.

Todo va sucediendo de forma pausada, paso a paso, paulatinamente... hasta la propia violencia apenas es un pequeño alboroto.

Es una película de pocos personajes, pero no me ha dado sensación de intimista. Bueno, un puntito. Pero poco, para lo que realmente es. Porque teniendo dos personajes principales, no se genera una burbuja que acote su espacio. No hay complicidad, no hay intimidad más allá del acercamiento a través de la sinceridad y de compartir experiencias de gran calado. Pero sí hay amabilidad, comprensión, aceptación. Y eso no me resulta tan íntimo, aunque tenga su punto.

En fin, que me enrollo pero no diciendo mucho, porque no quiero spoilear, así que, creo que ya he hablado bastante.

Si quieres una película reposada, que pueda invitarte a una reflexión existencial, y a sumergirte en sentimientos y experiencias ajenas, esta película puede encantarte. Si no, dura tres horas, así que, tú sabrás.

A mi me ha parecido buena, no se me ha hecho larga, pero tampoco tengo intención de repetir. De hecho, no he sido capaz de seguirla del todo, aunque sí suficiente como para creer que la he pillado y que me ha gustado. Pero no tengo ganas de dedicarle tres o seis horas más, para intentar pillar o comprender lo que se me haya escapado.