Calabuch

Extraña comedia costumbrista, de ritmo ágil y buena fotografía, pero también con una premisa argumental totalmente inverosímil, continuos fallos de montaje y un doblaje parcial de alguno de los actores que termina por descolocar (¿Por qué cambiar una voz tan característica como la de Manuel Alexandre?).

La primera hora de metraje presenta una imagen idílica de un pequeño pueblo de la España profunda de la posguerra. Todos los habitantes del pueblo son entrañables y ninguna de las instituciones (educativa, religiosa y policial) actúan en modo alguno como agentes opresores. El pueblo de Calabuch parece funcionar aquí como metáfora de la infancia o del retiro ideal de Berlanga.

El último tramo de película, que contiene algo de carga ideológica, contrapone esta tranquila y placentera vida de la comunidad pequeña y cerrada al individualismo de la gran ciudad y el militarismo de los gobiernos, sin especificar signo.

Una crítica bastante light, en cualquier caso.

Bueno, qué delicia de película, qué derroche de entrañabilidad.
Lo cierto es que es mi segunda diana de dos intentos con Berlanga. Primero fue Plácido, que se me antojó una mezcla de la faceta neorrealista más humorística de De Sica y una película de Billy Wilder, y ahora esta Calabuch, donde Berlanga se erige en una suerte de Frank Capra castizo pero con los ramalazos azucarados mucho más contenidos y la catana más afilada. Ese maravilloso final jamás lo hubiera filmado Capra. Por lo demás, brillantes toda la galería de secundarios, al igual que en Placido. Y quién no querría tener como abuelo a Edmund Gwenn? Y mención especial para el delicioso momento en que Juan Calvo estrena su trompeta.
Maravillosa.

Anarquia en pleno franquismo, donde las fuerzas vivas del régimen (civiles, eclesiásticas y militares) juegan a favor del pueblo, que las torea igual que a la vaquilla en la playa. Como siempre Berlanga no deja títere con cabeza y, como siempre, con mucho sentido del humor y mucha mala leche sumergida. Esta vez no se libran ni los americanos.

Calabuch es a Berlanga lo que El Hombre Tranquilo a Ford, si el ilustre tuerto volvía a su tierra natal Irlanda para narrar una bella historia coral, Berlanga situaba una historia de gente amable en su litoral valenciano.

Entre El hombre Tranquilo y Calabuch hay muchas coincidencias; la llegada de un extraño amable y con un secreto que no quieren que los demás conozcan, la necesidad de paz interior de dicho personaje, sea John Wayne o Esmund Gwenn; pero también la definición de cada uno de los ciudadanos de tal pintoresco pueblo y de sus pequeñas historias, en el caso de Calabuch: el guardia civil, el cura, la maestra, el aspirante a torero, los enamorados..., también hay una escena festiva junto al mar, la carrera de caballos en El Hombre Tranquilo y la corrida de toros en Calabuch...

Al contrario a lo que dicen los demás, esta película no rezuma vitriolo, sino amor a la vida sencilla y a la humanidad, a la búsqueda de la felicidad a la que todos tenemos derecho, pues solo estamos en este mundo una vez y tenemos que aprovecharlo.

-"Calabuch" ... el pueblo donde Berlanga disfrutaria escribiendo guiones y haciendo mil y una peliculas.

-Magistral obra de caridad y del mejor pueblo imaginario que ha existido nunca: Calabuch, un sitio agradable donde el bonachón y arrepentido profesor Jorge encontrara lo más parecido al "Cielo en la Tierra" que ha existido nunca.

-Sin duda, una joya infravalorada del cine español.