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Calabuch

Comedia. Drama En plena Guerra Fría, el profesor Hamilton, un sabio ingenuo que creía en las bondades de la energía nuclear, al darse cuenta de su error, huye y se lleva consigo todos sus secretos. Encuentra refugio en Calabuch, un pueblo mediterráneo que a él le parece maravilloso porque la gente se limita a vivir y conserva el sentido del humor y de la amistad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
13 de junio de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calabuch es otro retrato español de Berlanga, aunque sin la mordacidad ni la crítica de sus posteriores Plácido y El verdugo. En este caso, Berlanga parece conformarse con el costumbrismo y no carga las tintas en exceso con esa forma de vivir tan española: el pueblo, el alcalde, la autoridad, el pillo, el faro, el viejo cine…

Como en su anterior Bienvenido Mister Marshall, una llegada del exterior lo trastoca todo, en este caso la de un científico algo perdido pero que pronto encuentra en esa forma de vida su lugar, viniendo a pacificar las turbulencias de ese precioso pueblo costero. “Retocaría muchas cosas, casi la volvería a hacer” dijo Berlanga de Calabuch, pero aún así, aún no siendo tan perfecta como otras muchas, Calabuch es descanso vacacional para nuestros ojos.
jesus (of suburbia)
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12 de julio de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de estilo muy parecido a otras del 'universo Berlanguiano' , películas con un guión cuidado al detalle, con mucho personajes, todos ellos muy interesantes y una historia que , como siempre, parece una comedia simpática y es a la vez una ácida crítica de la sociedad. Pero yo creo que Berlanga no se mofa de la incultura de la gente, sino que se compadece de los que nacieron y vivieron en un sistema que les dejó desamparados y rodeados de pobreza. Ese pueblo idílico, esa frase de Edmund Gwenn (me gusta Calabuch porque aquí cada uno hace lo que quiere) , esa ironía de que la cárcel sea el mejor sitio para vivir y ese contrabandista con buen corazón. Las instituciones represivas que no lo son... Escapar de la vida de las guerras, las bombas...
Berlanga parece preguntarse por qué no pueden existir esos pueblos donde todo el mundo disfruta sin perjudicar a los demás, es una ironía realmente ácida, que no light, como dicen algunos.
Pepe Isbert en el faro, Manuel Alexandre de trabajador humilde, absolutamente geniales... ahí estaba naciendo nuestro cine
Hugo126
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24 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Berlanga es más que un homenaje al entretenimiento o una crítica a la sociedad española de posguerra, como normalmente se viene diciendo. Toda la filmografía del director valenciano es un retrato sociológico del español medio, con sus vicios y sus virtudes.

Calabuch es un microuniverso donde todos los elementos de una sociedad típica de los años 50 se unen. Es un experimento donde los factores chocan y se unen, un mundo mágico donde Berlanga utiliza a sus personajes para sacar lo más burdo que tienen y, a la vez, lo más humano de ellos. En efecto, el cine de Berlanga recurre a esos dobles juegos de la personalidad, donde lo bueno no es tan bueno, y lo malo es más humano y sentimental de lo que parece.

Personalmente, me recuerda mucho a un estilo recurrente en muchos artistas españoles, personificado genialmente en el Quijote, donde Cervantes a ratos juega con el desprecio más absoluto por lo que el propio caballero encarna, pero en el fondo transmite un profundo cariño y una melancolía disfrazada de locura.

Calabuch es eso y mucho más.
Hantoker
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15 de junio de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calabuch tiene un algo demasiado especial, un algo que te agarra desde el primer minuto y no te deja escapar ni siquiera al final.
Será el lugar en donde discurre la historia (una Peñiscola desconocida), serán los pintorescos personajes, o será la magia del cohete final. Quien sabe. Bueno, si se sabe, es la mano de un Dios: Luis García Berlanga.
Respecto a los actores, ¿a quien destacar? ¿A todos? Ves a Jorge, y estamos ante la mejor interpretación de Edmund Gwenn. La Cortese y su encantador personaje de la profesora que sueña, en secreto, con su amor. ¿Y que decir de los graciosos personajes del farero -Isbert-, del pintor de barcas -Alexandre-, del torero y su vaquilla -Ozores- o del Guardia Civil o el Cura.
Tremeda interpretación de todos ellos.
Para los que piensan que el cine no hace soñar, esta película es la puerta del paraiso.
JOSE GOMEZ
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3 de mayo de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Calabuch" (1956) fue filmada años después del primer gran éxito de Berlanga, “Bienvenido Mr. Marshall” (1953), y es inmediatamente anterior a dos de las más grandes obras maestras de la historia del cine, y no sólo del español: “Plácido” (1961) y “El verdugo” (1963), las dos con guión de Rafael Azcona. La película posee alguna de las principales características del cine berlanguiano: protagonismo coral, narrada en planos secuencia, aposentada en la sátira, la farsa, el humor negro y una visión crítica y esperpéntica de la realidad sociocultural y política española.

Se trata de una película coral con una serie de personajes absolutamente entrañables. Por un lado tenemos al profesor Hamilton, un impagable Edmund Gwenn, un sabio que ha inventado una máquina que podría ayudar a conseguir la paz en el mundo y que ha desaparecido de la faz de la tierra, encontrando refugio en un pequeño pueblo donde olvidar los problemas que le ha ocasionado su invento y ser feliz. Después tenemos a un inconmensurable Juan Calvo como el militar que controla la prisión, es entrañable pese a ser el represor y el que mantiene el orden del régimen en ese pueblecito costero. Está también el cura, un fantástico Félix Fernández, que sentía envidia del farero (el inolvidable Pepe Isbert) pues le ganaba jugando al ajedrez, es un sacerdote envidioso y tramposo en el juego, egoísta y materialista, pero a pesar de todo es un personaje que te cae bien. Y así podríamos seguir con una amplia galería de bribones, de pillos, de avispados, pero siempre con una tónica inocente, pues se trata de un lugar inocente, en el que los pobladores, ajenos al resto del mundo, viven su vida sencillamente, viven de la pesca, no se meten con nadie, y así viven de una manera, como podría decirse, todos felices.

Berlanga crea en Calabuch un ambiente cálido, pleno de paz, de entrañables relaciones humanas, todo en Calabuch se orienta a una búsqueda tranquila de la paz, que ya se ha conseguido con solo estar allí, nos ofrece un mundo posible (ficticio y verosímil), muy próximo al que encontramos en los cuentos de hadas.Una entrañable y agradable historia, en la que Berlanga deja por un momento el realismo y la crudeza, la sordidez de otros ejercicios, pero enmarca siempre todo en su ácido sarcasmo, una cinta, con todo, muy Berlanga, un ejercicio que todo buen admirador del titán ibérico sabrá apreciar.
Juan Marey
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