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Noches blancas

Romance. Drama En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su ... [+]
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
22 de enero de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La acción, en el cuento original de Fiodor Dostoiewski, se desarrolla en cuatro noches de San Petersburgo, "la Venecia del Norte", representada ahora en tiempos más modernos por una escenografía pobre y en ruinas (como en una Italia de posguerra), con cantidades de pobres durmiendo en las calles. Las noches blancas son las del comienzo del invierno en San Petersburgo, extremadamente cortas. Un hombre modesto y tímido, Mario (Marcello Mastroianni) que, sin embargo, intenta seducir a una bella joven , Natalia (Maria Schell) enamorada de otro hombre (Jean Marais, imperturbable y misterioso) que ahora no está pero que prometió volver, desarrolla con ella una conmovedora historia de verdaderos héroes románticos en un estilo algo expresionista. María Schell tiene un encanto y una sonrisa deslumbrantes y Marcello es un gran actor. Los "héroes románticos" son verdaderos "modelos de humanidad", llenos de buena voluntad, amor e idealismo. La joven vive su amor como un espejismo, una ilusión sin sustento y mágica, como un cuento de hadas. Magistral, inolvidable.
Leonel
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6 de octubre de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el solsticio de verano, en las tierras altas rusas, las puestas de sol ocurren a altas horas y los amaneceres son más tempranos de lo habitual. Esto hace que la oscuridad no sea plena y a este fenómeno natural se le conoce como Las Noches Blancas. Cuando Fiódor Dostoyevski, escribe su novela con este título en 1848, creo que las cuatro noches en que esta transcurre son, sobre todo, una metáfora de lo blancas, luminosas y esplendorosas que se vuelven las noches cuando el amor palpita en los corazones.

En la novela, el protagonista y narrador de la misma, no tiene nombre, lo que hace fácil suponer que es el mismo autor quien asume un referente autobiográfico. Habitual paseador nocturno, un día conoce a Nástienka, una bella joven a quien descubre llorando, y él se afana por consolarla y acompañarla, naciendo, así, el amor a primera vista que lo lleva a desear su presencia y a apoyarla en el momento angustioso, y aparentemente crítico, por el que está pasando.

Suso Cecchi D’Amico, fue la escritora quien, animada por su propio padre, decidió escribir el guión basado en la corta novela de Dostoyevski y se lo presentó a Luchino Visconti para ver si le interesaba. Así nace la versión cinematográfica de una obra que no figura entre los grandes hitos literarios del genial escritor ruso, pero que, no por eso carece de encanto y de un toque romántico capaz de conmover a muchísimos corazones.

La historia se traslada a un pueblecito italiano que recuerda a Livorno, y son, Mario y Natalia, la pareja que ansía, casi desesperadamente, el amor... pero, hay un puente material y afectivo que espera ser cruzado definitivamente para que este sentimiento pueda tomar forma entre sus vidas.

Con <<NOCHES BLANCAS>>, Luchino Visconti ha hecho un filme de poderoso magnetismo, protagonizado por una Maria Schell y un Marcello Mastroianni que nos hacen respirar sus afanes, su ternura, sus improcedencias y su deseo impetuoso por conquistar el amor. El guión se cuida de matizarlos, de mostrarlos como seres simples y normales, y al mismo tiempo, con unos sentimientos tan fuertes y claros que logran, sin restricciones, que nos conectemos con ellos.

Apenas, ciertos rasgos de evidente misoginia, empañan un filme que emociona y que consigue que, también nosotros, veamos blancas aquellas desoladas noches donde los demás seres parecen fantasmas y apenas una prostituta (¿alusión a la Giovanna de “Obsesión”?) y unos atrevidos motociclistas, nos devuelven a la realidad de las noches de cualquier ciudad. Pero, el encanto persiste y el romanticismo se mantiene en alto como si una blanca nube envolviera con ternura nuestros corazones.

Título para Latinoamérica: PUENTE ENTRE DOS VIDAS
Luis Guillermo Cardona
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13 de julio de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciudad de Livorno, reconstruida en los estudios de Cinecittá, sustituyó a la de San Petesburgo de Dostoievski en la adaptación de Noches Blancas que llevó a cabo Luchino Visconti. El sentido de esa reconstrucción, que ya de entrada presta a Noches Blancas cierto aire fantasmagórico, no se encuentra sólo en la huida del realismo o, si se prefiere, del neorrealismo, el cual había conferido una identidad propia al cine italiano de posguerra, sino en que para el realizador era una forma adecuada para tratar de concentrar en el filme sus otros amores arísticos: el teatro, la ópera y la literatura.

La artificialidad del decorado invoca la carpintería teatral, la ópera aparece evocada en una representación de “El barbero de Sevilla” (en la que curiosamente no aparece el escenario, sólo el palco donde los personajes asisten a la función mirándose en silencio: el canto en over es como un sustituto de las palabras que no llegan a pronunciar), y la literatura es el relato de Dostoievski, continuamente presente en escena del que el cineasta milanés recupera el tema de la soledad del ser humano.

Por lo demás, Noches blancas es un film de espectros y de gestos, en el que los dos patéticos personajes principales, Natalia (una preciosa Maria Schell) y Mario (un estupendo Marcello Mastroianni), se relacionan noche tras noche en una representación que cada uno de ellos efectúa de cara al otro: Natalia para justificarse a sí misma su actitud, su espera, su negativa a vivir el presente y su utopía amorosa; Mario para evadirse de su existencia mediocre e intentar asumir que también él puede ser capaz de soñar con otra utopía amorosa.

En contra de la que era habitual en el cine italiano de autor en los años cincuenta. Visconti miró más el complejo mundo de los sentimientos que la realidad social que los envolvía, aunque sin olvidar ésta. He hablado de espectros. No es otra cosa todo lo que rodea a Natalia y Mario en ese Livorno donde la vida parece suspendida o confinada a los interiores de bares o casas, sombras reflejadas en las paredes de las oscuras calles, incluso los tañidos de las campanas suenan irreales, como si no hubiera una iglesia, y el hombre al que espera Natalia, el amante soñado, es un individuo que adopta la pose de una estatua y parece incapaz de conmoverse por nada. La música de Nino Rota merece ser destacada por su belleza y su oportunidad para armonizar esta estimable película.
Antonio Morales
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10 de enero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ruido de ciudad; un plano secuencia inicial descubre esa soledad no buscada aun rodeada de personas. Una mascota se acerca y tras un hermoso plano picado, necesario, (el único de todo el film) aparece Natalia/Nastenka. Parecería que hablo del inicio de Noches Blancas, en realidad, me refiero a mí.

Mi 8, denota mi capacidad para descubrir lo objetivo, pues la película de Visconti es bella, de un lirismo excelso, que en realidad absorbe y transmite la esencia del relato corto de Dostoievski... Pero destroza sin piedad la perfecta construcción de sentimientos que presentan los personajes del maestro ruso y casi invierte los papeles. Tal vez Visconti, al contrario que el escritor, no crea en el amor ágape, ese que se entrega sin esperar nada a cambio, ni piense que la conciencia pueda pesar más que la soledad... O tal vez, simplemente, le resultara insoportable que la bondad no consiga frutos y ha de hacer que en parte "odiemos" a Mastroianni y "amemos" sin límites a Schell, pero yo me quedo con la incomprensible soledad que transmite Dostoievski, que no exenta de deseo, ni de sufrimientos no piensa en sí misma, excepto cuando están casi perdidas las esperanzas.

Prefiero la "putada" de Dostoievski a la tristeza de Visconti. Y a mi particular Nastenka, a la que espero cada noche sobre el puente, para compartir unos minutos, sin esperar nada a cambio.
poverello
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5 de febrero de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Increíble manera de adaptar un cuento de San Petersburgo para situarlo en cualquier lugar de cualquier planeta. La historia es universal, pero la manera de contarla es especial, intensa, tan dramática o más que la obra del genial escritor ruso. Se abandona el tono más lúgubre de los rusos pero se vuelve más encendida la pasión. Hasta dónde es capaz de esperar un ser solitario por una promesa, por un mañana incierto... algún día, la niebla se puede disipar y deja traslucir una hermosa jornada brillante...
angel
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