Futbolín (Metegol)

Campanella se anota un autogol con esta cinta de poca fortuna a nivel de desarrollo argumental, donde lo técnico desplaza por completo todo indicio interesante por narrar; plagada de clichés vistos y por ver de cualquier cinta de género aunado a esa pasión desgarrada y localista por el fútbol. Una pena que el cineasta se haya engolosinado con sus propios alcances y hoy ese dechado de confianza le cobre factura a través de la mala crítica.

Y los deseos me vieron nacer
los árboles me vieron crecer
el océano me vio navegar
las estrellas me vieron cruzar
las estrellas me vieron llegar
las estrellas me vieron perder
las estrellas me vieron ganar
las estrellas me vieron correr
las estrellas me vieron volar
las estrellas me vieron perder
las estrellas me vieron ganar.
Calle 13

Por: John Harold Giraldo Herrera
Periodista y docente universitario
[email protected]

Ver Metegol la película del argentino ganador de premio Oscar Juan José Campanella, resulta un triunfo ante las adversidades. El fútbol es una pasión, ese deporte masivo y que muchos cuestionan, es una forma del divertimento y del espectáculo. Pero en la película es apenas un pretexto para insinuarnos una serie de hechos del mundo actual. Se ubica en un contexto cualquiera (un lugar de provincia), donde un muchacho llamado Amadeo, disfruta de jugar Metegol (un juego casero donde los jugadores son de palo y rueda una bolita), ahora ese niño ya es grande y ve como su hijo cuenta con una Tablet. Le cuenta una historia y se emprende un recorrido maravilloso.

Campanella parece que se anda especializando en contar historias, donde la estructura del narrar es primordial. Ha hecho su primera película animada en 3D y compite con esos grandes titanes de Disney, más Dreamwork. Una película que cuenta con todos los efectos, calidades y el nivel, y sobre todo con una historia de esas como suelen decir en Argentina: increíbles. No obstante, (es tan cercana, sin ser amantes del fútbol) que de inmediato caemos presa de sus insinuaciones. Nos insinúa por ejemplo una conexión con aquello –en apariencia- anodino pero por lo cual nos apasionamos. Nos conecta con lo que queremos y debemos defender. Y nos tiende una red para enlazarnos con aquellos con los que siempre estamos y en momentos definitivos son nuestros amigos y dan todo de sí por una causa.

La historia es sencilla. Un joven que quiere triunfar y ser el mejor, lo logra y al tenerlo todo encuentra que le hace falta sacarse una derrota mínima que le causó Amadeo en su adolescencia. Es así como incluso compra el pueblo y pretende derrumbar todo e imponer su ego y sus obsesiones. Para detenerlo, se plantea una especie de desafío: jugar un cotejo, entre el equipo arrasador de Grosso y unos pueblerinos que nunca habían visto amenazado su contexto (la variopinta gama de personajes es llamativa: un emo, un cantinero, un cura, una abuela, un ladrón, en fin, figuras de toda índole).

La película se alinea hacia aquellos que no triunfan ni tienen trofeos ni han sido los más destacados y de repente ante una adversidad sacan su casta y su perfil y son capaces de todo. En el fondo es una película sobre la nostalgia. El mundo actual parece de progreso, está determinado por la tecnología moderna; las otras tecnologías, las de antaño, como jugar Metegol, nos hacen vivir un apego al pasado, sobre todo a unos valores derivados de esos juegos artesanales: el balero, el yoyo, y este de jugar fútbol en una cajita.

Sigo en spoiler

Primera introducción de Campanella en el mundo de la animación. Es curioso que, cuando lo fuerte en sus películas suele ser el guión, en esta ocasión lo mejor sea la animación en si... Perfectos en su diseño los muñecos del futbolín. Pero el guión está resuelto de manera absolutamente infantil, lo que hace que los adultos la veamos cómo una sucesión de momentitos para que disfruten los chavales...
Una pena... mejor que Campanella se dedique a lo que sabe hacer bien, dirigir bien a sus actores en buenas tramas.

La película tiene algún gran momento, sobre todo a nivel visual, y una segunda mitad muy entretenida.
A nivel técnico la película está bastante bien, y yo he elegido la opción de verla en 3-d. En este formato solamente merece la pena por la media hora final, durante el desarrollo del partido de fútbol. Exceptuando ese aspecto técnico el resto de la película está bien hecha.
El protagonista no tiene mucho futuro, su único entretenimiento es jugar al futbolín. La historia prometía mucho, pero el guión carece de fuerza. El principal éxito del director argentino es contar con unos guiones muy estudiados, con grandes detalles, pero sobre todo con unos diálogos muy ágiles y que mantienen el interés de las películas hasta el final. En " Futbolín ( Metegol ) " esos diálogos están ausentes.
La historia se estanca, y tiene que llegar esa parte final para despertarnos del aburrimiento. En ese final parece que estamos viendo un capítulo de Oliver y Benji, con un partido de fútbol interminable.
No creo que guste al público infantil, pero tampoco al adulto.
Se encuentra entre las cinco candidatas a ser nominada a los premios Goya 2014, junto a " Justin y la espada del valor " como la otra película estrenada en cines. Ninguna de las dos me termina de convencer, pero son las dos claras favoritas al premio.
En los premios de la academia argentina ha ganado en categorías de guión adaptado y banda sonora. Lo del guión no hay quien lo entienda, pero la banda sonora es de los aspectos más destacables de esta propuesta.
Animo a las familias para que se acerquen a verla, ya que es bastante entretenida, y la calidad no es inferior a las películas animadas americanas que están en la cartelera.

Magistral crítica al negocio en que se ha convertido el fútbol. Aunque se podría haber utilizado cualquier otro deporte de masas, se elige este quizá por ser el más internacional y de los más baratos para iniciarse... Se nos enseña que lo realmente importante es jugar y competir, y no ser un mero escaparate de patrocinadores. Narrada en forma de cuento, no deja títere con cabeza. Hormonados, prepotentes, infantiloides y demás fauna son humillados por el juez más severo que existe: el Tiempo.