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Tú y yo

Drama Lorenzo es un adolescente de catorce años que engaña a sus padres con la coartada de que se va a esquiar a una estación con unos amigos para, en realidad, pasar esos días en el sótano abandonado del propio domicilio familiar. Allí planea vivir en compañía de sus libros de terror y fantasía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
3 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lorenzo (Jacopo Olmo Antinori), un chico de 14 años con muchas preguntas en la cabeza y en una situación familiar que le oprime (la relación con la madre es mala y no cuenta con la presencia del padre) decide escapar de todo, construirse su búnker. Aprovechando que en teoría debería estar fuera una semana por una excursión del colegio a los Alpes, se refugia en el sótano de su bloque de edificios. A pesar de que al principio pueda costar empatizar con el chico por sus rabietas caprichosas y su manera de comportarse en general, no tiene ninguna maldad en mente. Sólo quiere estar solo.

La película en sí es muy sencilla. Bertolucci se mete en la vida de un adolescente para mostrar la dificultad del que quiere estar solo y lo difícil que es conseguirlo. Se muestran momentos en el colegio en el que se ve la relación del protagonista con sus compañeros de clase y ahí uno no llega a estar tan seguro si la decisión de aislarse es propia o más bien ha sido aislado socialmente por sus allegados. Lorenzo tiene problemas para controlar su ira y la relación con su madre es bastante mala, no empatizan. Cuando parece que va a conseguir su propósito de pasar los próximos 7 días alejado del mundo, entonces aparece ella.

Ella es Olivia (Tea Falco), una chica que acaba de rebote en el mismo sótano. Viene de una fiesta y no sabe dónde ir. Resulta ser su hermanastra 9 años mayor que él. Mismo padre (el gran ausente de la película), diferente madre (primera mujer de éste). Lorenzo la recibe con rechazo. Ellos dos apenas se conocían y dentro de las paredes de ese sótano con la premisa de que él no quiere salir y ella no sabe dónde ir, acabarán cuidado el uno del otro.

No creo que sea casualidad que ‘Tú y yo‘ recuerde inevitablemente a ‘Soñadores’, ese ménage à trois para modernos afrancesados. Las comparaciones son odiosas e injustas, pero la protagonista está tallada con el mismo patrón que Eva Green en Soñadores, son ellas que tienen conocimiento, la curiosidad y la sensualidad para hacer que los chicos a su alrededor participen en sus juegos. A parte tienen otros elementos muy parecidos como son la juventud de los personajes, las dudas propias de la edad, espacio donde intimidar, evasión social (al menos al principio de Dreamers) y momentos de catarsis de los protagonistas. Lorenzo y Olivia irán mostrándose tal como son, quitándose esa máscara que muestran cuando salen al mundo.

La película merece la pena solo por el hecho de ver el viaje que realizan durante esa semana. Hay un proverbio que dice que un hombre al cruzar un río no es la misma persona que antes de hacerlo. Tampoco el río es el mismo. Y es bien cierto, ellos no son los mismos que cuando se conocieron. Tampoco lo es el sótano.

En la BSO hay cosas muy interesantes, a parte de la música creada para film, podemos encontrarnos con Muse, The Cure, Arcade Fire… y un temazo cara B de Bowie de 1969 (La letra que está entrelazada en este post), una rareza del Space Oddity que parece estar creado para la ocasión.

http://intrepidocinefilo.wordpress.com/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ronnie
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25 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una gran película, que nos muestra dos personas que tratan de escapar del sufrimiento de vivir recurriendo a las drogas o al aislamiento hasta que, al convivir con la angustia del otro, al sentir el amor, aunque de naturaleza fraterna, surge la esperanza, comienza la revolución del alma, que se nutre de ese afecto, de la necesidad de no defraudar a quien te ama pese a todo.
Cierto es que los primeros treinta minutos pueden llevarte al tedio, es la presentación del personaje al que todavía no comprendes y desde esa incomprensión te repulsa, son como esas primeras cincuenta o cien páginas de una novela, ese límite que concedemos para engancharnos a una historia, pero, ¡ay, ragazzo!, de pronto, el drama se desarrolla y con esta hermosa canción se llega al clímax, devolviéndote la esperanza en la vida, a pesar de los cientos de moratones que te va dejando.
Carlos
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8 de agosto de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tu y yo" es una oscura, agónica y bella película de un Bertolucci crepuscular que, a pesar de su progresiva decrepitud física, muestra su aún espíritu transgresor en el acercamiento a los mecanismos de aprendizaje e iniciación de un adolescente reñido con el mundo.
En el fondo subyacen las obsesiones recurrentes de su cine más personal, la dificultad de relacionarse (tu y yo) y de empatizar con el grupo, el conflicto en sí mismo que supone vivir - recordemos "El último tango en París"- y la heroina como falsa salida -"La luna"-.
Las tinieblas y angustias del cosmos adolescente están tratadas con honestidad y los dos jóvenes actores están a un nivel notable.
Recomendable film, esperemos que no sea el último de este iconoclasta y libertario creador llamado Bernardo Bertolucci.
floren
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26 de julio de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Bertolucci es un director moderno y destroza moldes se desprende de casi toda su filmografía. No hace falta acudir a Ültimo tango en París, peli erotizadora de toda una generación con su famoisa escena de la mantequilla que sigue poniéndonos burros, basta con acudir a las más cercanas Soñadores o Belleza robada.
Aquí, Lorenzo, un chico freak obsesionado por los armadillos decide engañar a su familia, contarles el típico viaje a esquiar que todos nos hemos montado alguna vez en la vida, para realmente distanciarse de todo y de todos y encerrarse en un sótano. Un sitio oscuro pero luminoso, barroco, con perros de escayola y lámparas art-decó.
A este escenario hace su entrada Olivia, su hermanastra, drogadicta en pleno mono.
Así, en esos días de escapada, a ratos a oscuras, a ratos iluminada por el propio carisma y luminosidad de ambos actores, cada uno se despoja de lo malo que llevan atragantado para irse pareciendo cada vez más a lo que podría llamarse familia en un código civil moderno y poco facha.
Lo mejor: Tea Falco. Impresionante. Jacopo está de miedo también, en un personaje bombón, pero a la sombra de la escandalosamente hermosa Falco.
Lo peor: No es una peli convencional y descoloca al espectador a ratos.
Imprescindible.
javieritos
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26 de julio de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi 9 años después de su excelente Soñadores, Bernardo Bertolucci, con setenta y dos años y en silla de ruedas, demuestra con Io e Te, la adaptación de la novela homónima de Niccolò Ammaniti, que continúa dando muestras de plenas facultades a la hora de representar los temas que han caracterizado, en términos generales, gran parte de su carrera: la adolescencia, la familia y la conflictiva relación entre sus miembros, la incomunicación y, por supuesto, la soledad movida por un espíritu libertario de rupturismo individual.

A través de los ojos de un adolescente de mirada y mente inquietas, que decide enclaustrarse en el sótano de su casa para lograr el tan ansiado espacio que necesita sobre el mundo, Bertolucci se recrea como su joven alter ego ficticio para continuar retratando sus obsesiones emocionales más características en relación reflexiva con el séptimo arte, algo de lo que su anterior obra se veía claramente salpicada. El proceso creativo del artista rebelde e insomne, y también comprometido, requiere de una ausencia total, de un cataclismo que extinga temporalmente la vida, para elucubrar una hazaña imperecedera: el paso hacia nuestra perenne madurez. Nuestro protagonista se refugia; esconde su cuerpo y da salida a sus ideas. Se deja llevar por el aprendizaje y la aprehensión, libre de maestros y varas de madera, de la literatura clásica, de la música independiente moderna, tomando a estas como subterfugio, como una manta calentita que abriga a aquel sabedor de que no necesita más. Quien nunca ha pasado por esa etapa en su vida, es que nunca ha nacido.

Bertolucci narra una no historia sobre la deconstrucción de la juventud que se señala a sí misma con el dedo como contradictoria, narcisista y egomaníaca, asumiendo que dicho estadio de rebeldía no es sino aquel que dicta, llamémoslo, la subjetivización del alma.
Esto, como suele ser habitual en el italiano, actúa como artefacto dramático que logra una gran variedad de matices psicológicos a los ademanes y actitudes espontáneas injustificadas de sus creaciones más identificativas.

Pese a la aparente pedantería formal de dichas abstracciones, que se han convertido en su sello autoral a plomo, este fenómeno de singularización de los caracteres, en actitud aversiva hacia cualquier convencionalismo, me evoca a los “surfistas” franceses de la década de los cincuenta, que bajo la denominación Nouvelle justificaban que los personajes que veíamos gritar, correr y bailar por la pantalla no eran sino coartadas de dichos creadores acuáticos para retratarse a sí mismos, en el esplendor de aquello que eran y de aquello que querían ser, rompiendo la cuarta pared a base de confesiones íntimas, deseos y anhelos. El paralelismo que veo con Bertolucci hacia este fenómeno me resulta incuestionable.

Io e Te es una película con la que, en definitiva, el excelso director italiano parece poner el contrapunto a una carrera caracterizada por vulnerar los cánones del entretenimiento intrínsecamente adheridos al cine. Véase aquí, la acción se desarrolla, en gran medida, dentro de un solo escenario, reducido y oscuro, en el que la acción es teatralmente limitada, dejándose llevar por las agravadas histerias espontáneas de los adolescentes. El carácter de inmovilismo narrativo nos hace creer que ni la película ni los personajes van a algún sitio.
Estos últimos no se trasladan; se estancan y se afligen por ello. Ergo la aparente retórica plúmbea y artificiosa que sale de sus bocas sería una lacra si no reconociéramos que el retrato que se nos ofrece es el de la cerrazón enfermiza como sentido de la vida, como concepto vital.

Hay quienes verán en esta última película de Bertolucci sus habituales dosis de estridencia gafapasta y el habitual tono moroso de su falta de explicaciones pero, con o sin depresiones, el viaje que nos propone, indudablemente más espiritual y catárquico que físico, supone una proyección de relativismo subjetivo que presenta un obvio sentido de la paranoia personal más orgánica e identificable de lo que cabría esperar, algo que concede a la película una honestidad inestimable.
Weis
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