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Tú y yo

Drama Lorenzo es un adolescente de catorce años que engaña a sus padres con la coartada de que se va a esquiar a una estación con unos amigos para, en realidad, pasar esos días en el sótano abandonado del propio domicilio familiar. Allí planea vivir en compañía de sus libros de terror y fantasía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bernardo Bertolucci dirige “Tu y yo” con 73 años, postrado en una silla de ruedas eléctrica debido a su enfermedad, y después de 10 años alejado del cine. Y lo que le sale es asombrosamente una obra libre, salvaje y lúcida, con el ápice justo de amargura. Oscura y luminosa al mismo tiempo, sencilla y compleja a la vez, poliédrica.

El italiano se mantiene fiel a su estilo y a sus obsesiones de siempre. Para él, el paraíso perdido no es la infancia como para todos, sino la adolescencia. Es el tiempo en el que uno se abre a la vida y a las experiencias, con la posibilidad además de cierto margen para rectificar y desandar lo andado. Para lo que viene después sin embargo ya no cabe esconderse ni hay margen de maniobra posible.

Lorenzo es un joven de catorce años que se niega a ir a la semana de la nieve que organiza su instituto. En un acto de rebeldía y autoafirmación, decide engañar a todos y convenientemente aprovisionado ocultarse en el sótano de su edificio durante los siete días que dura la excursión. Casi por casualidad, se encuentra con su hermanastra a la que apenas conoce; tras someterle a una especie de chantaje emocional, ésta consigue quedarse con él y acompañarle en su peculiar cautiverio.

Con un sentido muy teatral tanto en lo que respecta a la puesta en escena como a la línea narrativa, Bertolucci se encarga de planificar muy bien los espacios; diferencia entre el mundo acomodado de los adultos, simbolizado en el lujoso apartamento del protagonista, y el incorformismo adolescente que representa el destartalado sótano. Hay también espacio para la palabra que domina buena parte del tempo de la obra. Gracias a ese “ tú y yo” ese “tête a tête”, el protagonista logrará madurar o al menos ponerse a ello. Lorenzo comienza la película manifestando un complejo de Edipo galopante. Al final logra salir a la superficie…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Solo
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10 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las características típicas de la adolescencia se representan en Lorenzo de forma descarada: bigote incipiente en forma de pelusilla, enormes granos en el rostro, relación conflictiva con los padres y sentimiento de incomprensión. La mayoría de sus compañeros de clase se preparan para ir a esquiar con las expectativas propias de la edad. Esperan divertirse lejos de la vigilia familiar y los primeros escarceos amorosos.

Pero a Lorenzo no le interesa nada de esto. El prefiere refugiarse en el sótano del edificio donde vive, previo aprovisionamiento de sus complementos vitales: refrescos, comida rápida, novelas góticas. Este confinamiento es el paraíso para Lorenzo. Pero una visita inesperada irrumpirá violentamente en este oasis...

Un buen día aparece por allí Olivia, hermana por parte de padre de Lorenzo. Ellos casi no se conocen; solo guardan la información que sus respectivas madres, rencor mediante, les han facilitado. Pero Olivia también necesita un refugio, y forzará la convivencia...

"Io e te" supuso la vuelta al cine de Bertolucci después de casi 10 años de ausencia. Y lo hizo con esta obra intimista y sosegada, donde la acción transcurre durante buena parte del metraje en un escenario único: el refugio de nuestros protagonistas. El director contrapone las distintas vivencias de estos hermanos que apenas se conocen; suelta dos fieras en una jaula. Y el resultado es esta pequeña obra maravillosa, contenida para lo que nos tiene acostumbrado su autor.

Por supuesto, casi todo el peso de la película recae en Jacopo Olmo Antinori y Tea Falco, que llenan la pantalla con esta relación minada por el odio ajeno y la necesidad de encontrarse. Ambos, hermano y hermana, dan convicción a sus personajes y se dejan llevar por la fluidez y profundidad de los mismos.

Curiosa es la elección de la música del filme: Bertolucci opta por clásicos modernos, entre ellos el "Boys don't cry" de The Cure. Mención aparte merece la bella escena en la que Olivia le canta a Lorenzo la "Space Oddity" de David Bowie en su versión italiana ("Ragazzo solo, ragazza sola"). Una película muy recomendable y disfrutable, que llena la pantalla y nos deja satisfechos, con la sensación de haber disfrutado del Cine, con mayúsculas.
Vito Corleone
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28 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueve años hemos tenido que esperar debido a la enfermedad que le postró en una silla de ruedas, para degustar el nuevo trabajo de este mítico director italiano de 73 años que se consagró mundialmente en el 87 con "El último Emperador".
Dice el propio maestro que esta cinta le ha devuelto la ilusión de seguir rodando. Para ello el "abuelo" mira con nostalgia y experiencia la ebullición y desorientación de unos jóvenes que se encuentran en la encrucijada de caminos de un sotano donde se acumulan trastos viejos y donde ellos empiezan a encontrarse a si mismos en un viaje que comenzará cuando termine el tiempo de su voluntaria e inconformista reclusión.
Apenas sin acción, casi que vemos como la presión de estas dos vidas a punto de explotar encuentran la válvula de salida el uno en el otro observandose y reconociendo sus "puntos de vista", como dice la actriz protagonista, sin el cual todos seriamos iguales. En la sordidez de un sotano, en los rostros "Pasolinianos" deformados por la adolescencia y la droga, en la luz de un semisotano Bertolucci encuentra el angulo, el plano, la iluminación, la atmosfera y nos da una clase magistral de cine. Surge la belleza, el trampolín que nos hace saltar a comernos el mundo, a vivir un camino demasiado corto que siempre en sus últimos recodos nos hace volver la vista atrás y recordar unos días en un trastero como la mejor aventura de nuestra vida. Adelante maestro.
ELZIETE
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29 de junio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si es que no lo hace ya, la ciencia de la antropología social debería incluir en sus estudios un concepto clave en las relaciones humanas: la reputación. Siempre hay casos flagrantes y clamorosos de personas que se cargan toda su trayectoria con algún gesto chocante, pero en general no tendemos a valorar a alguien por acciones puntuales, sino que consideramos sus hazañas y fracasos anteriores antes de formarnos una opinión. De tal manera, si el balance es positivo, inconscientemente somos más propensos a perdonar sus pecados, mientras que en caso contrario nos lanzamos al cuello ante cualquier desliz. Es una actitud probablemente injusta, pero tan natural como inevitable.

El italiano Bernardo Bertolucci es un tipo con la fortuna de contar con una reputación excelente en lo suyo, que es dirigir películas. No cabe duda de que se la ha ganado, como se comprueba con facilidad repasando su filmografía repartida a lo largo de varias décadas y llena de obras que público y críticos acostumbran a tener en alta estima. Quien va a ver “una de Bertolucci” acude a la sala predispuesto a aplaudir su arte y su talento… aunque lo que aparezca en pantalla sea tan raro como difícil de asimilar.

Don Bernardo nos plantea en esta ocasión la historia de Lorenzo, un adolescente romano de personalidad, digámoslo sutilmente, compleja, con el que espera que el espectador se sienta identificado. Pero, a pesar del buen trabajo del jovenzuelo debutante Jacopo Olmo Antinori (sólo por comprender lo que exigía de él el guión ya merece elogios), vive de forma tan extraña que cuesta un mundo entenderle y solidarizarse con él. Las dos intervenciones femeninas, la de la hermanastra (Tea Falco, que da el perfil perfecto para hacer de yonki) y la madre (Sonia Bergamasco), no llegan a ser brillantes, pero sí bastante convincentes. De hecho, la película ganaría bastante si la segunda tuviera algo más de protagonismo en la trama.

Argumentará alguien que si el chaval fuera “normal” todo esto no tendría gracia alguna, lo que no deja de ser cierto… pero, pese a tratarse de una edad tan difícil como los 14 años, en ocasiones el sinsentido es de tal calibre que se hace casi imposible de creer. Tampoco ayuda que durante muchos de los 103 minutos de metraje únicamente aparezca Lorenzo, en completa soledad y silencio (ni siquiera hay música), en poses variadas a cuál más desconcertante. No esperen acción vertiginosa, pues se trata de un filme de esos “de pensar”, en los que, en teoría, no se ahonda en lo que los protagonistas hacen o dejan de hacer (que es más bien poco), sino en sus conflictos psicológicos. Algunos de ellos afectan a las relaciones entre personajes, lo que se agradece porque aportan un poco de ritmo, pero en ciertos casos (permítanme no desvelar cuáles) se quedan sin resolver, y otros muchos son propiedad exclusiva de la mente de Lorenzo, estando tan mal explicados que carecen de interés. De hecho, avisados están, la primera media hora se hace pesadísima, si bien con el tiempo remonta el vuelo.

Tengan por seguro que si preguntan por esta película en según qué círculos no oirán más que alabanzas, consecuencia de la devoción casi religiosa que despierta el nombre de su director. Fíense de ellos sólo hasta cierto punto: no es una obra ni mucho menos mala, tiene incluso momentos de brillantez, pero hay demasiados altibajos como para poder considerarla buena, y a ratos resulta lenta y repetitiva. Si les da por ponerse técnicos podrán admirar cosas como la fotografía, o lo inusual del encuadre de algunos planos en un espacio físico tan reducido, pero si van con mentalidad de espectador común, corren grave riesgo de aburrirse.


Otras críticas de películas en http://espectadormedio.blogspot.com
El espectador medio
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2 de junio de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Io (Lorenzo / Jacopo Olmo Antinori) plantea moderadamente una visión muy justa y acertada sobre la adolescencia. Un personaje solitario y curioso que desea por unos días alejarse del contacto físico y la rutina. Quizás gracias a él –y a la exacta actuación del joven Antionori–se consigue que los primeros minutos del filme se tornen tan placenteros y conecten ejemplarmente con el espectador (lamentablemente esto solo sucede cuando se hace la presentación de los personajes). Es imposible que nadie se haya sentido identificado ya que nadie sale indemne de esa etapa de despertares y confusiones sexuales y cuestionamientos de la norma social (el engorro por el todo). Te (Olivia / Tea Falco) representa la tensión y confrontación de esta historia. Quizás esté un poco estereotipado su personaje de adicta a la heroína, pero se comprende que viene a representar la contrapartida del personaje de su medio hermano. Tal contraste consigue (pese a sus flaquezas) un momento de coalición en su desenlace convirtiendo esta anécdota un tanto irregular, es una experiencia que finalmente se torna algo entrañable.

Ahora bien, el filme que evidentemente parte con buenas intenciones no termina de cuajar del todo. Bertolucci al confrontar estos personajes no consigue la fuerza necesaria para que nos interesemos del todo en lo que allí se cuenta. El director que dedica minuto tras minuto para conectar con el espectador, finalmente no logra su cometido. La confrontación y relación de estos hermanos no acaba de interesarnos y la película se vuelve repetitiva hasta llegar a perder el poco interés que incito en sus primeros minutos de metraje. Por esto Io e te, se convierte en una mera experiencia rutinaria moderada por la nostalgia del recuerdo de este realizador italiano y sus películas de antaño.

José Barriga
http://academyawards2009.blogspot.com/
José Barriga
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