El acorazado Potemkin

El éxito mundial obtenido por Sergei M. Eisenstein con "El Acorazado Potemkin" hizo que, de forma inmediata, la atención internacional se volcara sobre el nuevo cine soviético. De esta forma se cumplían, hasta cierto punto, las esperanzas depositadas por las autoridades bolcheviques en su programa de subvenciones estatales a la cinematografía, cuyo objetivo era crear un cine explícitamente propagandístico que contribuyera a consolidar la Revolución en su propio país y a desarrollar la conciencia de clase a escala internacional.

Habiendo recibido el encargo de conmemorar el 20 aniversario de la Revolución de 1905, Eisenstein decidió ceñirse exclusivamente a la sublevación de la marinería y a la subsiguiente masacre de civiles en la ciudad portuaria de Odessa. En la película se plasma la idea del héroe colectivo, un concepto asimilado por su director durante la etapa que colaboró con Meyerhold en la creación de un teatro revolucionario, mediante la aplicación de una serie de criterios tipológicos para seleccionar marineros y ciudadanos reales que dieran mayor auntenticidad a la interpretación. Lo más significativo fue, no obstante, que "El acorazado Potemkin" se convirtió en una demostración de manual del enfoque teórico y práctico que Eisenstein tenía sobre el montaje. Partiendo de fuentes tan diversas como el materialismo dialéctico de Marx, los trabajos de Pavlov sobre la relación entre estímulos y respuestas, la psicología freudiana y la oleada de arte constructivista que siguió a la revolución soviética Eisenstein había elaborado un concepto del montaje de carácter marcadamente matemático, según el cual, el significado de una película se creaba a partir de las síntesis que surgían de la confrontación entre imágenes sucesivas. Si bien, hoy en día, son pocas las películas que adoptan el enfoque doctrinal de Eisenstein sobre la técnica cinematográfica, su tesis básica constituyó una inmensa aportación al enriquecimiento de la sintaxis fílmica. La proverbial precisión de la secuencia de la masacre en las escaleras de Odessa la ha convertido en uno de los momentos más famosos de la historia del cine, que ha sido objeto de innumerables imitaciones y homenajes, el más reciente de ellos, el realizado por Brian de Palma en "Los Intocables de Elliot Ness" (1987).

FUENTE: http://voodooshoock.blogspot.com

Es conocida ya en la historia la revolución rusa, tanto su causa y lo que desencadenó como lo que se produjo con el paso de los años para la nación y otros países. A partir de este contexto histórico surge este relato que toma ciertas libertades para recrear de una forma impactante y hasta poética los acontecimientos abordo del navío. Ante esto es necesario que el expectador viaje a 1925 para sumirse en la época donde se gesta la obra y entender el valor histórico y cinematográfico que ésta posee.
La película sirve como propaganda de los acontecimientos recientes en su país de origen, pero esto no es motivo de restarle valor ya que se denuncian los actos inhumanos de los oficiales al mando y cómo el hombre común se levanta para hacer valer sus derechos y vida ante el conflicto. La forma en que Eisenstein transmite esto es magistral por su creatividad en cada uno de los cinco fragmentos, mostrando una gran variedad de planos y travelings de una narración poco convencional para la fecha.
Alejándose un poco de su historia obtenemos el máximo logro del film: su montaje. Con una suma amplia de recortes en escenas claves, el ruso da forma precisa y a gusto durante todo el metraje, proporcionando una riqueza absoluta en su lenguaje cinematográfico. Allí se acentúa sentimientos y problemas, da un sentido épico a las imágenes y secuencias, para que al final logre un modelo narrativo del cuál marcara un antes y después en la cinematografía.
También destacar la presencia de su música, los personajes interpretados por personas comunes sin estudios de actuación y las escenas memorables (la inscripción en el plato, el motín en el Potemkin, la escalatina de Odesa y el encuentro con el escuadrón). Ésta es una película histórica que hizo historia. Un legado asombroso que sirvió de base a muchas películas (para no decir que todas) y que simplemente no se puede dejar desapercibida.
Calificación: 10 (Obra maestra).

No sé mucho de cine, pero sé lo suficiente para decir que esta película supuso una revolución técnica en el mundo del cine al alejarse del lenguaje teatral típico de planos fijos de películas anteriores y añadir planos en movimiento y otro tipo de recursos que se siguen utilizando a día de hoy y afirmaron al cine como género artístico en sí mismo y no como una especie de teatro grabado. No solo es buena por lo que supuso sino también por el uso de sus innovaciones, ya que cada plano, cada escena y secuencia consiguen producir el efecto que desean, lo que se ve maximizado con un excelente uso de su banda sonora no como un mero elemento que acompañe a la acción sino como parte de la acción en sí misma, ofreciéndonos el soporte sentimental de los diálogos sonoros que, por ser muda, no pueden dar tanto dramatismo y sentimiento a las escenas.

Como reflejo de la una revolución o revuelta histórica (la de Rusia en 1905) no deja de ser interesante aunque haya obvios tratamientos propagandísticos, pero eso no impide que la trama sea disfrutable y nos veamos absorbidos por el ciclón del sentimiento revolucionario.

El Acorazado Potemkin no es exactamente una película para cualquiera en general, sino para aquellos que son amantes del cine o que al menos tienen algún conocimiento de La Revolución Rusa. La verdad que esta película retrata de buena manera una parte de la tiranía en Rusia y el surgimiento de la revolución. La historia va narrando los acontecimientos que llevaron al gran motín que sería un gran paso para dar comienzo a una lucha contra el imperio que dominaba Rusia en aquel entonces. Tiene un buen montaje y una buena dirección, así que no cabe duda que es una buena película en su mayoría y cumple como otra buena obra más del arte cinematográfico. Es una película bastante decente y por eso le doy un 9/10.

No entiendo de cine, por lo tanto, omitiré en esta crítica los asuntos pertenecientes a la técnica cinematográfica.

Sé que el film puede resultar maravilloso, pero me gustaría resaltar el susodicho tema de la propagandística: Stalin fue un traidor y un dictador, más eso, agravó profundamente, debido también al aumento progresivo de la población, los totalitarismos zaristas. Evidentemente, nunca sabremos qué hubiera ocurrido si Lenin hubiera vivido 200 años. Hay que tener en cuenta que el bolchevismo también fue muy traidor y sangriento con el pueblo ruso.

Los comunismos siempre son rectilíneos, son como escribir con una tiza una línea mal hecha en una pequeña pizarra y, luego, el resultado resulta ser todo lo contrario.

Por lo que atañe al film, se puede observar de maravillosa forma. Más la tragedia queda patentemente muy bien armonizada y emocionalmente, aunque con ciertos puntos de suspicacia, atractiva.

No diré más.