La vida secreta de Walter Mitty

Nada menos que 66 años separan a esta película de la protagonizada por Danny Kaye en 1947. Dos épocas bien distintas, la primera bajo la sombra de la II Guerra Mundial, y la nuestra, por una situación social y económica, que no solo vive una crisis de índole monetario, sino también de valores humanos y morales.
Dentro de este marco, Ben Stiller afronta su trabajo más personal, no solo como actor, sino también como director, otorgando una película, que no solo se aleja de la original, sino que la convierte en un vehículo de transmisión de positivismo a raudales y de sobre todo, una sensación constante de amor por la vida.
En ella hay dos películas bien diferenciadas, la que transcurre en el tedioso y gris trabajo de oficina, y la de los grandes y fantásticos viajes por el mundo.
El día a día de Mitty es aburrido y sin alicientes, en una revista como “Life”, que no es ni de lejos el reflejo de su propio nombre. Una empresa que ha perdido sus valores fundacionales, en detrimento de una colección de jóvenes directivos que son el fiel reflejo de la idea, de que en un trabajo estás para ganar dinero, y nada más. Gran error.
Hay que tener en cuenta que en nuestra vida cotidiana, pasamos muchas más horas en el trabajo, que con nosotros mismos, y tratar a la gente exclusivamente como un medio para ganar más y más dinero es algo alineante y sin sentido.
Y ¿quién no se ha sentido inadaptado en uno de estos grupos?. Muchos sin duda, muchos somos Walter Mitty. Yo al menos lo fui durante mis años como vendedor en un gran almacén, lugar donde veía día tras día, que mis ilusiones por vivir y desarrollarme como persona, eran arrojadas por el retrete.
Pero harina de otro costal es el lado fantástico de nuestra imaginación, la que nos permite viajar a lugares lejanos y vivir aventuras extraordinarias. Alejarnos por un momento de nuestra gris existencia.
Y es en este punto donde la película coge el vuelo y se convierte en una aventura vitalista repleta de situaciones que harán pensar a más de uno y cansarán (hasta el hartazgo) a muchos otros.
La carga filosófica de su mensaje es alta, muy por encima de la media de los títulos que llegan de los grandes estudios. Es algo así como una película de autor, llena de grandes mensajes trascendentales, pero envuelta para su consumo fácil por parte de los espectadores mayoritarios. Me echo a temblar al pensar que hubiera hecho gente como Terrence Malick con semejante material.
Los dos grandes viajes, Groelandia/Islandia y Afganistán, son una preciosa postal no solo de paisajes sino de nuestro interior más profundo.
Y es que solamente los que hayan viajado en solitario, solo comprenderán esa sensación de libertad y de ser uno mismo. Es una práctica que recomiendo encarecidamente hacer, y que debería ser condición indispensable para nuestro desarrollo vital.
Stiller firma unos planos bellísimos, gracias especialmente a una estupenda dirección de fotografía, que junto a un magnífico uso del montaje y de la música, harán a más de uno levitar en la butaca.
Sin duda ha logrado el difícil arte del viaje emocional, algo que muy pocos realizadores logran alcanzar, aunque comprendo a todos aquellos que se sientan defraudados por ella, ya que esta película depende mucho de lo que hayas vivido o de lo que te falte por vivir.

Ben Stiller, actor de divertidísimas películas como “Algo pasa con Mary” o “Los padres de ella”, se coloca tras las cámaras a la hora dirigir esta producción, de la que también es protagonista, en la que se fusiona la comedia y el romance en una fantasiosa historia que narra las peripecias de un técnico en revelado de fotografías de la prestigiosa revista Life, quien a la hora de recuperar un negativo presuntamente perdido y del que podría depender su propio puesto de trabajo, se verá enfrascado en un viaje lleno de aventuras que le ayudarán a superar todas esas barreras emocionales y sentimentales que le impiden conquistar a la mujer de la que está locamente enamorado.

Cuando se estreno el trailer muchos pensamos que esta cinta podría ser algo así como un “Forrest Gump”, protagonizado por Stiller y con grandes posibilidades a la hora de triunfar en la próxima ceremonia de los Oscars; si bien una vez vista he de decir que el trabajo de Ben Stiller dista bastante de estar a la altura del maravilloso trabajo realizado por Robert Zemeckis y Tom Hanks.

Si bien la película arranca con una currada presentación de los créditos del film, en la que brilla una cuidada fotografía de Stuart Dryburgh, colorida y acentuada por un calidad de imagen muy detallada y totalmente disfrutable en formato digital, de manera global me ha parecido un producto que no ha conseguido cautivarme durante sus interminables 114 minutos, en los que seremos testigos de innumerables escenas de relleno, y que más parece un documental de National Geographic o un conjunto de anuncios publicitarios (Heineken, Life, etc…)

La película, que se podría autodefinir como una historia de aventuras, muy fantasiosa y con toque romántico, no consigue ninguno de sus objetivos al dejarte con una tremenda sensación de hastío y decepción.

Ni existe química entre Stiller y su “partenaire”(Kristen Wiig), y tampoco acabamos de entender esa serie de sucesos fantasiosos, sin demasiada lógica y que podrían hacer pensar que todo lo vivido por el protagonista es fruto de su propia imaginación (cambiar un monopatín por un muñeco de plástico), puesto que se juega demasiado con esa dualidad de fantasía y realidad, que en vez de beneficiar a la cinta, la perjudica.

Entre los actores secundarios, caras conocidas como las de Shirley MacLaine o Sean Pen, los cuales, con unos papeles triviales y anodinos, son un ejemplo más del poco partido que ha sacado Ben Stiller a unos mimbres que ya quisieran tener muchos otros directores.

Una pena que el brillante acabado estético, con las acertadas y variadas localizaciones por todo el mundo, se vea empañado por un guión bastante pobre, previsible en varios segmentos y con unas actuaciones muy muy justas; siendo algunas de ellas directamente lamentables (el jefe y la prescindible hermana)

Lo mejor: Fotografía, localizaciones y efectos visuales.
Lo peor: Guión y actuaciones.

Tras acudir al cine las últimas semanas y cruzarme con decepciones, me encontré con esta película casi por casualidad.

A veces, en la vida, uno se cruza con canciones, guiones o películas que te permiten soñar y pensar que estás aquí para hacer cosas importantes.

"La vida secreta de Walter Mitty" no será recordada por ser la mejor película en escenas de acción, la mejor comedia, las mejores interpretaciones o el mejor argumento. Esta película será recordada porque aúna todo lo anterior de forma muy diligente con la sensación transmitida al espectador de poder elegir, poder mejorar nuestras experiencias vitales y, finalmente, poder soñar con una vida más rica y diferente.

Con una banda sonora espectacular, unas interpretaciones aceptables y correctas, un argumento y tempo redondos y una variedad de acción, comedia y tensión en su justa medida, hacen con total seguridad a "La vida secreta de Walter Mitty" la mejor película que he visto en el último año, considerándola casi a la altura de obras maestras como “American beauty”.

Un saludo.

P.D. Esta película está puntuada a fecha de redacción de la presente crítica con un 6,5, mientras que bazofias como “Drive” tiene un 7,2. Lo que demuestra que ésta película no es para todo el mundo, es para gente normal con esperanzas de salir de la rutina y necesidad de fantasía, y no para gente acostumbrada a películas de acción, ciencia ficción, superhéroes, thrillers o similares.

Lo que ocurre en Hollywood cuando Ben Stiller quiere realizar una película con un guión más que aceptable es que maquillan el estilo. Viendo el trailer de esta película uno va a la sala de cine en busca de sensaciones fuertes incluso con un pequeño tufillo a Forest Gump. Nada más lejos de lo que se ve. De hecho agradecería no haber visto este trailer. A priori la película despista, se aleja de la trama principal, evade torpemente en muchos momentos lo que podría haber sido una historia redonda (porque la tenía) y se queda en una suma de efectos especiales y el ya famosos repertorio de los últimos avances tecnológicos de la productora de turno.
El caso es que aquí podría haberse contado la historia de una superación, pero en vez de profundizar en lo que le ocurre al personaje se dedica a regalarnos manuales de efectos especiales que en mi opinión no llevan a nada. Eso sí el compendio de imágenes Islandia, Groenlandia y Afganistán ya merecen la pena pagar la entrada. Por algo se dejan las millonadas de presupuesto que se dejan, en esto y en marketing, puro cine americano.
Y ahora lo que no me gusta es lo liviano en que se queda la historia que toma fuerza y sorprende algo al final, incluso con dosis de belleza narrativa. Con moralina algo caótica y rebuscada que creo que para muchos quedará en el tintero. Me gusta el cambio en el personaje que incluso adquiere color en la pantalla, tenemos a otro protagonista al final de la película, pero todo lo demás demasiado previsible, demasiado torpe y poco trabajado.
De todas formas es una aceptable película para una tarde de domingo o de navidad.
No busquéis brillantes interpretaciones, en todo caso curiosas como la de Sean Penn que le da locos momentos de luz a la película y merece la pena la aportación de Shirley MacLaine y ver cómo envejecen las estrellas.
Amigos de Los Ángeles, más historia y menos espectáculo por favor.

Cuando veo que una película es de Ben Stiller, sólo puedo esperar una comedia absurda, sin pretensiones, lo que no quita que yo siga disfrutando de “su mirada acero azul”, y no me importe reconocerlo, pero lo curioso es sentarme a ver esta película y conocer una faceta de él completamente desconocida, que me ha llevado de las risas a las lagrimas en cuestión de minutos. Sólo puedo decir que me gustaría parecerme un poquito más a Walter Mitty.