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Carretera perdida

Intriga. Cine negro Fred Madison (Bill Pullman), un músico de jazz que vive con su esposa Renee (Patricia Arquette), recibe unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece una grabación de él con su mujer dentro de su propia casa. Poco después, durante una fiesta, un misterioso hombre (Robert Blake) le dice que está precisamente en su casa en ese instante. Las sospechas de que algo raro está pasando se tornan terroríficas cuando ve la siguiente cinta de video... (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 258
Críticas ordenadas por utilidad
14 de enero de 2007
203 de 286 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente y arriesgándome a ir en contra de la naturaleza de filmaffinity.com no creo que esta crítica le sirva a nadie (a excepción de mi!). Pero es que después del brutal ataque hacia mi lógica, discernimiento, raciocinio y demás atributos mentales de parte de este film; lo único que quiero hacer es; estimulando mi cerebro, recuperarme por medio de este escrito.

De igual forma tampoco pretendo disimular con paradójica objetividad el alcance que esta increíble obra ha tenido en mí. Por que? Sencillamente es prolija en todos los aspectos artísticos, cinematográficos, iconográficos, semióticos, psicoanalíticos etc. etc. etc. Curiosamente ni siquiera me atreveré a esbozar el aparentemente impenetrable argumento. Me limitaré entonces ha mencionar algunos de los aspectos que más me agradó descubrir:

1. La dinámica perturbadora entre el incontenible impulso sexual-pasional masculino frente a esa frialdad femenina que raya en el cinismo. De esta cualidad brotan las emociones más suculentas de la película.
2. Las actuaciones de Bill Pullman y Patricia Arquette, él cada vez más desconectado de la realidad y ella de témpano de hielo a iceberg. Loco loco y manipuladora.
3. El metafórico uso de la luz como indicador de transformaciones en los personajes y del estado mental de los mismos.
4. Música inquietante e idónea que embona maravillosamente cada escena.
5. Los típicos Freaks Lynchianos (menos deformes físicamente pero más corruptores moralmente) encarnando la locura que induce la venganza y la complacencia y autoindulgencia frente a los placeres más bajos.
6. El inefable uso del tiempo.

Y para hacer justicia a tan brillante realizador debería subrayar muchos, muchos más aspectos de esta pieza maestra de la cinematografía universal, quedándome solo recomendarla con mucho entusiasmo pero no a cualquiera, solo a aquellos que acepten la aniquilación de todos los convencionalismos que esta obra propone y para quienes deseen utilizar un poco más su cerebro. Gracias.
Hetrigan
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1 de octubre de 2016
110 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
No censuro a quienes no han podido, no han sabido o no han querido perderse en esta carretera que Lynch nos brinda en forma de fuga psicógena o disociativa. En arte no hay refutación ni prueba universal.

Tampoco censuro a quienes, bisturí en mano, pretenden urdir un mar de explicaciones cartesianas. Cuadrar el círculo es gimnasia mental muy placentera y de altos vuelos especulativos.

Los primeros tienden a escudarse en un ‘se’ decididamente impersonal y declaran, a menudo con mueca despectiva, “No ‘se’ entiende”. No dicen “No la entiendo”; eso sería, quizás, pedirle al ego demasiado.

Los segundos replican, en primera persona, “Sí la entiendo”. Y alaban la complejidad del argumento. En ese elogio suele percibirse, de forma más o menos velada, un autohalago de las propias facultades deductivas.

No seré yo quien niegue haber caído en esos vicios.

Después de al menos cinco visionados, mi acercamiento a ‘Carretera perdida’ discurre por otros derroteros. No busco en ella las mieles de un guión cerrado, medido y ordenado. Ni trato de encajar la obra en un corsé intelectual diseñado por mi mente a su medida (y a la medida, claro está, de mis limitaciones). No pretendo resolver un puzle de mil piezas. Mi acercamiento es simplemente emocional; mis herramientas, los sentidos, y una cierta sensibilidad que riego casi cada día.

Si uno se empeña, cualquier obra es reducible a alguna explicación. Si uno lo desea, cualquier creación es risible o parodiable. Cada cual es libre de elegir su itinerario.

Cuando quiero gozar del pensamiento deductivo, me gusta recurrir –admito que es deformación profesional– a la lógica matemática. Entender o realizar una demostración es, para mí, puro placer del intelecto. La claridad, en ciencia, es un valor incontestable. El arte, sin embargo, es algo muy distinto, y, en su acepción más positiva, más impuro.

David Lynch no me parece un cineasta cerebral; me choca, por tanto, que se trate de llegar al fondo de sus obras centrándose en desentrañar las tramas o, más exactamente, en la reconstrucción metódica de los sucesos que conforman el diseño argumental de sus películas.

También me choca que se le tilde de farsante. Negar que su filmografía desborda de imaginación genuinamente cinematográfica no tiene más explicación que la ceguera (voluntaria, inducida o natural) del crítico de turno. Al fin y al cabo, el cine ha de ser cine.

El arte nos lleva a conocer aquello que, sin él, quedaría fuera del alcance de la inteligencia en su sentido restringido. Por ello el arte que se basa en el ingenio y en la fabulación reglada y deductiva, el arte, por así decirlo, encadenado, suele dejarme entre dos aguas. Por ello, quizás, jamás he conseguido disfrutar de los retruécanos y juegos de James Joyce en su ‘Finnegans Wake’, aun cuando el 'Ulises' me apasiona.

‘Carretera perdida’ tiene un germen accesible que expongo en zona ‘spoiler’. Todo lo demás en ella es sólo cine, y del mejor. Olvida el manual y déjate atrapar por sus arenas movedizas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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11 de agosto de 2009
190 de 281 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy propio de la condición humana (y así nos va) la idea de que, además de los más guapos (que por descontado), somos los tíos más listos del mundo y que nada puede escapar a nuestro supremo entendimiento: “Si yo, con lo listo que dice siempre que soy mami, no lo entiendo, es que, ¡coño!, no se puede entender”. Ese pensamiento, postulado axiomático que define al gilipollas occidental contemporáneo, tiene además un corolario casi igual de popular y aceptado: “Y si alguien dice que lo entiende… es mentira. ¡Al pilón con él!”

Pues no, mire usted. Existe una cosa llamada inteligencia, otra llamada sensibilidad y una tercera...Quizás la más importante: el sustrato cultural adquirido. Me explico: que yo sea incapaz de valorar un haiku, no significa que sea "una mierda sin sentido", ¿verdad? Más bien, y en eso estaremos todos de acuerdo, viene a significar que tendría que empezar por aprender japonés y empaparme de la cultura japonesa antes de tener pajolera idea de qué tengo entre manos. Sin embargo, con el cine, no pasa tal cosa: todo dios, tras ver cinco películas de superheroes, dos clásicos de Chuck Norris y una de Cine de Barrio cree saberlo todo del medio y se cree capaz de entender y valorar cualquier película. ¿No es fascinante?

Esta reflexión (ligeramente cabrona, lo sé) viene a cuento de que me jode comprobar cómo un peliculón tan audaz, complejo y fascinante como ésta se queda tan abajo por culpa de unos cuantos “enteraos” que dicen que “no se entiende” o que “es una tomadura de pelo”… Y no solamente lo digo por gente de aquí, ¡qué va!: los hay que se dicen “críticos de cine”, con todas las letras, y que te sueltan las mismas… ¡Animalicos!

Porque, los que así piensan, ¿se habrán percatado de la continua presencia de “cosas raras y fuera de sitio”: cortinas, teléfonos sonando, luces parpadeantes y diálogos aparentemente absurdos? ¿Se creerán estos que Lynch deja caer estas cosas aquí y allá para rellenar plano y por aquello del “estilo Lynch”?

A continuación, para los hombres de poca fe, destripo la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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7 de febrero de 2009
96 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
SUJETO 1: no soporta el cine de Lynch. Le parece un estafador, un tío que sabe plasmar sus pajas mentales con cierta atmósfera malsana, pero que termina por perderla, tarde o temprano, en la maraña argumental. Y es que la principal y doble arma del cine será la imagen y el sonido, pero sin un guión que las coordine el sujeto se duerme. Qué coño, entra en coma.

SUJETO 2: le fascina "Carretera perdida". Esa oscuridad que destila cada fotograma le empapa, le mantiene pegado a la pantalla. Le da igual lo que esté pasando en la historia, pero el caso es que su esencia (el mal rollo, vamos) lo atrapa. El guión pasa a un segundo plano. Sólo es una excusa. Lo grande está en la sinfonía visual y sonora que se logra (y mantiene) durante buena parte del metraje. Es cierto que en ocasiones pierde fuelle, pero los momentos de gran intensidad son la hostia.

¿Quién es el SUJETO 1 y el SUJETO 2? Pues los dos responden al nombre de un tal GVD, al que se le ha ido definitivamente la olla.

Y eso que iba con ganas de meterme con Lynch, como siempre, de confirmar por enésima vez que ver cine de este tío para mí es tan productivo como ver llover. Pero esta vez la lluvia me ha alcanzado. Y por poco me cala.

Va a haber que dejar de ver cine de Lynch, que en una de éstas me va a pasar como a Bill Pullman y voy a sufrir una transformación, pero la mía va a consistir en cubrir mis ojos con unas gruesas gafas de pasta. Y eso si no la he sufrido ya. Habrá que rezar tres padrenuestros a Eastwood por si las moscas.
GVD
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14 de noviembre de 2008
117 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las imágenes son tan cojonudas, el sonido tan potente y sus tres diálogos tan buenos, que no se puede decir que sea una película mala, pero la paranoia mental para que cuatro flipaos discutan sobre su significado enunciando teorías baratas, da asco.

Me jode, porque si se dejase de gilipolleces, el señor Loncha podría hacer un cine negro apasionante. De los mafiosos saca imagen de respeto, con los atormentados hace pensar, de las femmes fatales nos hace pensar mal y de los chulos de puta obtiene la peor sonrisa maléfica y socarrona. Sabe crear tensión con la puesta en escena y explicar un sentimiento cambiando de plano, dar continuidad con los sonidos y trasladar sus intenciones con una banda sonora sencillamente maravillosa. Pasarían de ser thrillers oníricos a ser thrillers cojonudos. No hay más que ver la escena de Robert Loggia (clásico secundario de Hollywood, de frondosa carrera, que tuvo tiempo para hacer sus pinitos en España presentando "Su media naranja") apoyándole una pipa en la sien al clásico gilipollas que se te pega en carretera... el sueño de mi vida. Esta misma mañana, en la carretera de Barcelona, al gañán de la fregoneta... Dios, qué a gusto me habría quedado.

Como director "onírico", personalmente me quedo con Buñuel. Era menos triquiñuelas que este. Me ha decepcionado bastante que el señor Lonchamen haga uso en un par de ocasiones de truquillos de baja calaña para impresionar. Si es cine para iluminados, debería esconder mejor el conejo en su puta chistera de doble fondo.

Marilyn Manson es la clave. Claro, yo también tengo mis teorías baratas. Cinco, ni más ni menos. Las expongo en el spoiler para no destripar semejante sinfonía de luz a nadie, no vaya a ser que una de ellas sea la correcta (si es que la hubiere)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sines Crúpulos
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