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Mad Men (Serie de TV)

Serie de TV. Drama Serie de TV (2007-2015). 7 temporadas. 92 episodios. Aclamada serie dramática que narra los comienzos de una de las más prestigiosas agencias de publicidad de los años sesenta, y centrada en uno de los más misteriosos ejecutivos de la firma, Donald Draper, un hombre con un gran talento. "Mad Men" es la mirada a los hombres que dieron forma a las esperanzas y sueños diarios de los americanos de la época. En 1960 la publicidad era ... [+]
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2008
36 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de la cadena americana AMC ha sido llegar y besar el santo. Un canal que se dedica a emitir películas clásicas americanas y que decidió crear ficción propia y lo hizo con esta su primera serie, así que todo un acierto por parte del canal, que ha visto cómo "Mad Men" obtenía tanto el respaldo del público como de la crítica.
Una atmósfera excelente, unos guiones magistrales y unos actores para quitarse el sombrero, pero por encima de todo destaco al grandísimo Jon Hamm interpretando al protagonista, Don Draper. Es una serie que sabe a clásico, y que merece muchísimo la pena.
Leporello
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23 de abril de 2012
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matthew Weiner, creador, cerebro y autor de la serie, la define como una gran ‘mega-movie’ y sencillamente los aires narrativos divagan entre la soap opera estilizada por absoluto glamour y humeada con cientos de sudorosos cigarrillos. Pero esa consciencia de culebrón laboral y personal e incluso su tentativa por el melodrama y Douglas Sirk quedan soterradas por las declaraciones e intenciones del propio Weiner. Su fuente real de inspiración fue más kubrickiana y cercana a “Les bonnes femmes” de Claude Chabrol. En esa película, como musa poliédrica del creador de la serie, los problemas de los personajes eran proporcional y aparentemente diminutos, pero existía en la misma una tensión hitchcokiana cercana al policiaco desde una aproximación realista. Realmente “Mad Men” nos habla de la tensión dramática de lo cotidiano en un ‘novedoso’ contexto histórico-social-laboral.

La serie recrea con notables libretos, recursos de guión brillantes y magníficos personajes el alejamiento que existe entre las grandes esperanzas personales y las pasibles decepciones que repica la realidad diaria. Cuánto más se distancian ambas premisas, más queda destruida el alma de la persona. “Mad Men” es la tensión de la simple y liviana realidad, personal y laboral, de almas torturadas que deben vivir dobles vidas y retener sus secretos entre la condena de la sociedad de la época. Ya hemos visto esos recursos de estilizar la simpleza de la vida haciéndola tentadora y atractiva para los espectadores. Lo hizo Alan Ball tiempo atrás con la imprescindible “A dos metros bajo tierra” donde las tramas eran tan sencillas y cercanas a los espectadores dentro de sus propias realidades, pero el guión las diseccionaba con una precisión narrativa irrepetible y sobrecogedora.

Los personajes parecen convertirse en la mentira que pretender encarnar para cubrir los numerosos vacíos que tan sólo les provocan infelicidad. Lo que son es formado por los cambios que viven en su propio alrededor, de que el contexto erosiona y moldea a las personas. Realmente esas oficinas, estilismo y decoración humana no han cambiado en nuestros días. Los techos son los mismos y el propio creador remarca el guiño en el piloto con una mosca atrapada en el interior de un gran halógeno. Tal vez el abuso de picados sea apartarnos de esa visión igualitaria de nuestra perspectiva actual y centrarnos en esas tres generaciones de hombres, mujeres y secretarias atrapados en mundo corporativo. Lo interesante de “Mad Men” es que parece rodada en la propia época que retrata, como si la misma serie propusiera una impuesta autocensura con ejemplo de fineza, sutiliza y estilismo eludiendo lo explícito. Don Draper es el producto, nosotros, su agradecida audiencia.
Maldito Bastardo
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19 de mayo de 2015
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caminaba deliberadamente por aquellas oficinas mientras observaba con la mirada perdida a su alrededor. Tenía el pelo engominado y hacia atrás. Con un cigarro en una mano y en la otra una copa whisky. Eran las 9 de la mañana y tenía una sonrisa de muy malas ideas. Podíamos ver claramente sus ojos pero éramos incapaces de saber que pensaba. Su nombre era Don Draper.

Era un 19 de Julio del año 2007 y acababan de estrenar el primer capítulo de Mad Men. Lo que venía adelante era algo mucho más grandioso de lo que imaginábamos. Y tanto fue así, que ahora, de las entrañas de mis pensamientos, aún sigo dándole vueltas al final de la serie. Hay muchos aspectos a reflexionar pero lo único que se me ocurre es mirar hacia atrás y comprender hasta donde hemos llegado.

Allá en el año 2007, estábamos consumidos por la falta de calidad. Echábamos en falta series como “Roma”, “The Wire”, “Hermanos de sangre”, “El ala oeste de la Casablanca”, “A dos metros bajo tierra” y por supuesto, la aclamada y en mi opinión personal, “Los Sopranos”. La mejor serie sin duda de la historia. Nos habíamos acostumbrado a no exigirle al gremio lo que nos merecíamos. Matthew Weiner sabía muy bien esto y lo tuvo en mente mucho antes de que finalizara su trabajo como guionista en la serie “Los Sopranos”. Sus agallas y su total confianza en el proyecto le permitieron salir adelante y estrenarla aquel 19 de Julio. Si quería triunfar no dependía de estar entre las mejores de la audiencia, simplemente hacer su trabajo. Y así fue. Sin intención de ofender al resto de series, nos regaló una sonrisa. La misma con la que Don Draper se nos presentaba en el primer capítulo.

Destacar, sin ninguna duda, el impecable trabajo que hizo Janie Bryant y las demás costureras en el aspecto del vestuario. Porque si hacemos un repaso de todos y cada uno de ellas es que no hay ninguna que no merezca ser ovacionada. Tal fue su éxito, que acabó montando una tienda de ropa en pleno Nueva York sobre Mad Men. Pero esto no acaba aquí. Otro aspecto a destacar sería los escenarios. Es asombroso como han sido capaces de trasladarnos a los años 60. Es casi imposible no pensar que realmente estamos allí. Por otra parte, hay que nombrar también su banda sonora. Canciones memorables y míticas de aquellos años, escogidas meticulosamente para cada escena. Pero hay que agradecer a David Carbonara ser fiel al sonido de aquellos años, deleitándonos canciones tan memorables como “Beautiful Girls” o “Pacific Coast Highway”. Si realmente les gusta la música de ese estilo, les recomiendo que escuchen el álbum “Mad Men on the rocks”. Una maravilla.

El casting de actores es excepcional, lo mires como lo mires. Unas interpretaciones soberbias. Especialmente el de Jon Hamm. Al igual que le paso a James Gandolfini con su memorable interpretación del que parece que nació únicamente para eso, lo mismo le ocurre a Jon. Es que no llegamos a saber con claridad si es que Don Draper es Jon hamm o al revés. Pero al final, cuando realmente se trata de saber si ha sido una buena interpretación, lo único que tiene que preguntarse uno mismo es, ¿Jon Hamm volverá hacer Jon Hamm? Elisabeth Moss también está fabulosa. Lo que hace es maravilla y tiene un encanto sensual extraño y poco común. Vincent Kartheiser le vino al pego interpretar a Peter Campbell. Todos echaremos de menos sus peinados y su egoísmo. John Slattery haciendo de Roger Sterling es sublime. Siempre con su sentido de la vida tan optimista. Al igual que Christina Hendricks interpretando a Joan. La chica más sensata de toda la serie. Y mencionar por supuesto a Robert Morse y Jared Harris. Fue todo un ensueño descubrirles. El resto de actores, que son muchísimos, lo hacen muy muy bien.
Se nota por encima de todo, la enorme preproducción que hicieron y como todas las piezas encajan perfectamente. Es un único cuadro que sigue al son del ritmo la trama.

Y ahora viene lo más importante. La historia. Cuando hablamos de Mad Men, se habla de publicidad, de mujeres, de alcohol, de tabaco, de las relaciones amorosas, de los viajes, de los coches, de los negocios, de las reuniones, del egoísmo, de la mentira, de la verdad, del deber, del honor, del potencial de una imagen, de lo perdido que estamos todos, de aquellos años llenos de momentos históricos, etc… No es una serie donde hay explosiones, disparos, o por decirlo más general, mucho movimiento de acción. Pero si te puedes encontrar diálogos soberbios y giros argumentales totalmente imprevistos. Y es que esta serie por encima de todo tiene un AS como una casa. ¿A qué me refiero? Sencillamente por lo impredecible que es el transcurso de sus personajes y su trama. Es imposible saber qué demonios va a pasar. Es como la vida misma.

Pero ante todo, quiero resaltar la madre de todos los dilemas ¿Breaking Bad? o ¿Mad men? Hay que tener en cuenta antes de decir nada, dos cosas. En primer lugar, dar las gracias a la AMC por parir estas dos legendarias series. Junto a la HBO, estamos en deuda con ellos. Y en segundo, creo que no es justo menospreciar Breaking Bad y mucho menos la opiniones de los demás. Yo me he visto las dos y tampoco me voy a poner hablar de Breaking Bad y Walter White porque eso es otra crítica. Pero la diferencia entre las dos es mucha más que clara. La sinceridad. Creo que Mad Men ha sido honesta todo el rato y eso es mucho más que suficiente.

Gracias por todo.

(En Spoiler, reflexión sobre el capítulo final)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Berto Lahoud
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5 de octubre de 2010
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
- 4 partes de whisky rye, bourbon, o blended.
- 1 terrón o una cucharada sopera al ras de azúcar.
- 2 gotas de amargo (bitters) de Angostura.
- 1 golpe de agua o soda.
- 1 rodaja de naranja.
- 1 guinda al maraschino.
- 1 cáscara de limón.

Así es “Mad Men”, como el cóctel favorito de Don Draper: intensa pero sutil, con retazos ácidos de ingenio y una guinda de humor negro, dulce y distinguida en su presentación, pero con un poso de amargura que es imposible ignorar. La serie de moda, la que se lleva cada año los principales premios televisivos, esa en la que la crítica se deshace unánimemente en elogios, la única que ha conseguido llenar dignamente el vacío cualitativo que quedó tras acabar "Los Soprano". ¿Hay realmente para tanto? Pues sí.

Un mordaz retrato de la neoyorquina pijosociedad estadounidense de principios de los 60, empeñado en desmontar las idílicas estampitas del "american way of life". Centrándose en los tejemanejes profesionales y personales de la agencia de publicidad Sterling & Cooper, que sirve de reflejo y catalizador de la mentalidad de la época, conoceremos una colección de individuos, aparentemente triunfadores y pagados de sí mismo, para después ir escarbando y descubrir la carcoma de frustración que les corroe. Todo ello en un marco repleto de éxitos profesionales, infidelidades a mansalva, reflexiones existenciales, envidias, prejuicios, puñaladas traperas, denuncia soterrada del machismo imperante y más whisky y humo de Lucky Strike que en todas las pelis de Humphrey Bogart juntas.

La elegancia y el gusto de su puesta en escena es simplemente para ponerle un 10 como la copa de un pino, con una espléndida estética claramente deudora de los films de Douglas Sirk (la sombra de "Escrito sobre el viento" es alargada). Los actores, todos excelentes, destacando el carismático Don Draper (Jon Hamm), el publicista "number one" de la gran manzana y su preciosa esposa Betty (January Jones).

Draper es el gran triunfador, un genio de los comerciales capaz de venderle una nevera a un esquimal; pero tras esa fachada de perfección, de padre de familia modélico, se esconde un turbio pasado que trata de ocultar a toda costa y que le evoca irremisiblemente a la insatisfacción y el vacío interior, el cual trata de paliar a base de pasarse por la piedra una colección de zagalas de infarto. Alguien que lo tiene todo, pero no está satisfecho con nada; él es el eje y motor de la historia, el enigma a desvelar.

(Acaba en spoiler sin revelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RandolphCarter
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14 de julio de 2015
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serie maravillosa, de las mejores.
Una tremenda densidad informativa dentro de una narración virtuosa, brillante, muy ingeniosa.
Melodrama oscuro, ácido. Y retrato, muy profundo, hasta cruel, de una profesión, la de publicista.
En sus mejores momentos, muchos, logra atrapar, y reunir, en una misma historia todos los elementos a la vez: el suceso histórico (el asesinato de JFK o la llegada a la luna, por ejemplo), el movimiento empresarial general (continuos cambios de panorama laboral para los protagonistas, siempre al límite y al borde, el peligro de la bancarrota y la disolución, de la absorción por parte de agencias más poderosas; una encarnizada lucha de todos contra todos, una jungla atroz), la inseguridad profesional (despidos, fichajes, traiciones... ) y los terremotos personales (crisis matrimoniales, existenciales, huidas, debacles, iluminaciones, hundimientos, alucinaciones, desvíos, epifanías, amores, horrores... ); con maestría, uniéndose y alimentándose mutuamente todas las capas y temas, rimando y creciendo, explicando y descubriendo, sin respuestas definitivas, con constantes preguntas, llenas de inteligencia y verdad. Y todo ello contado con una frialdad incisiva, analítica, aligerada por un sentido del humor constante, salvaje, y por una fluidez y síntesis narrativa admirables.
Prosa feroz (las relaciones de sometimiento de los publicitarios respecto de sus ricachones clientes mostradas sin disimulos, con exactitud dolorosa, las dichosas cuentas como campo de batalla y esclavitud, todo por un puñado de dólares: una infinita gama de cafres con dinero, de brutos y desalmados, de truhanes sin escrúpulos, aprovechando su poder para comprar a estos publicistas tan desvalidos, pícaros y miserables -aunque la serie los salve finalmente, ya que los mira con piedad y cariño, a pesar de todo, de tanta ignominia y bajeza, les atribuye, por lo menos, conciencia, son capaces, unos más que otros, por supuesto, de cuestionarse sus atribuladas andanzas y poco edificantes decisiones) enriquecida por chispazos líricos audaces, por giros de guion sorprendentes y originales (escapadas, encuentros en la noche, quiebras, merodeos y fracturas a cada rato), por una obsesión, muy sana, por desterrar el lugar común y abrazar el riesgo que ilumina y plantea posibilidades imprevistas, por dar a sus personajes libertad, capacidad para perderse las veces que haga falta sin los obvios corsés de la corrección política, el sentimentalismo amañado y la moral uniformadora.
Metáfora de América, con sus valores, sueños y pesadillas. El dinero y el cambio; la falta de asideros y el abismo siempre presente, amenazante.
Creación de un personaje que excede al actor y, casi, a la obra: Don/Dick como representante, y cruce de caminos, de infinidad de asuntos y escondites; es el héroe del cine negro y el perdedor patético que siempre está en falso, un mentiroso compulsivo y un amante bandido (la serie se podría ver también como un recuento abigarrado y variado de sus mil y un polvos con todo tipo de señoritas y en todo tipo de ocasiones, el sexo como desesperación, abandono y evasión), un superviviente nato y un hombre hecho a sí mismo, nacido en la América más profunda, y sórdida y desoladora (su casa de la infancia sería un oscuro secreto, casi gótico, y un reflejo distorsionado, una imagen pesadillesca, deformada, de su futuro trabajo y vida, una antesala y un espejo esquinado; el mismo espanto con diferente fachada, terribles casas de putas las dos igualmente), y triunfador en la más reluciente y glamurosa, pasando por una guerra, una felonía y una usurpación de identidad; como salido de un anuncio (nunca mejor dicho) de colonias, de una sátira revulsiva o de un novelón del diecinueve, entre el realismo más clínico y la ficción más evasiva, del amor y lujo con reverso ominoso, o aventuras refinadas protagonizadas por sepulcros blanqueados.
Análisis de una época, la que surgió tras la Segunda Guerra Mundial, concretamente la década de los sesenta; con su revoluciones y crispaciones, llena de turbulencias y magnicidios, un millón de conflictos, de crispación política, Vietnam y el estallido hippie, de la lucha por los derechos civiles y el auge de los medios de masas (con la publicidad como mascarón de proa y símbolo del progreso y la mentira, de la superficie y la imagen, de los escapismos diseñados, manufacturados -"el amor lo inventamos publicistas como yo", dice Don en un momento dado).
También es muy rica y asimilativa, heredera tanto de la narrativa norteamericana de los cincuenta (Salinger, Cheever, Heller o Yates) como de la tradición europea ("La Divina Comedia" sale explícitamente en un capítulo y "La tierra baldía" de Eliot es citada por su creador como poderosa inspiración), con "El gran Gatsby" de fondo", además de la televisión o personajes famosos, reales, de aquella época, filtrado todo por el gran Matthew Weiner, por sus recuerdos y experiencias (las de sus padres y su misma infancia, nació en el sesenta y cinco).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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