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En el estanque dorado

Drama Ethel y Norman Thayer son un anciano matrimonio que pasa sus vacaciones en un paradisíaco lugar, "el Estanque Dorado", entre los bosques y al lado de un lago. Norman, un hombre muy activo, soporta muy mal las limitaciones de la vejez y la cercanía de la muerte. Inesperadamente, llega de visita Chelsea, la hija de los Thayer, que siempre ha mantenido unas relaciones muy tensas con su padre. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
25 de julio de 2009
22 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo Tantra dice, tan emotivamente (y es que hablamos de la película emotiva por definición), yo también adoro a los viejos.

Pero además, odio a los adolescentes, aunque aquí y ahora, pasados los años, el nieto imberbe de Fonda y Hepburn, comparta más valores con Espinete que con cualquier quinceañero fuera de madre de los que pululan por ahí persiguiendo tangas.

Adoro a los viejos porque ojalá todos lleguemos a vivir, una de dos: o la sensación que sufre Fonda ante el espejo, no derrotado sino reflexivo y dando válvula de escape a su negra ironía o, el optimismo desbordado de la Hepburn, que por Dios juro que es la que se lanza en plancha al estanque con sus setentaytantos y con cuya convicción y alegría, vive de hecho, unos 20 años más que el inolvidable Henry.

Con la que no me quedo es con la actitud de Jane Fonda. No me refiero a su interpretación, emotiva otra vez; de las que humedecen el lacrimal como siempre consiguen los de esta estirpe (con los Fonda, lloras), sino a lo perdida y acomplejada que se siente; incapaz de mostrar afecto y paralizada en lugar de exclamar, de una buena vez y a los cuatro vientos algo que no podrá escuchar su padre cuando ya esté bajo tierra.

Algo, además, que sí ocurrió en la vida real. No se llevaron bien nunca. Ni Peter, ni Jane profesaban cariño a Henry. Pero esa es otra historia.

MoraLeja: qué arrogancia entre los 30 y los 60...
MoraVieja: hacedlo a tiempo. Decidlo a tiempo. La “T” con la “E,” la “Q” con la “U”...
MoraDJay: la adolescencia es una enfermedad que se pavonea transitoriamente.

No hace falta que os déis fraternalmente la paz.
Pero sí, que os emocionéis con esta película.
De lo contrario seréis monstruos.
Valkiria
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5 de octubre de 2017
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé que mi crítica no se entenderá, y la mayoría pensará que intento ensuciarla. Prometo que no es así, incluso he llegado a dudar si escribirla o no. Porque, de verdad que entiendo a quien le ha dado un 9, un 10, o cualquier nota elevada, porque están en lo cierto. Y ahora, si quien lee mi crítica, me permite contar, sin juzgarme ni juzgarla, al final quizá consiga hacerme entender.

Me parece una bonita historia, hermosa, emocionalmente profunda, con personajes entrañables con una evidente carga que empatiza desde el minuto uno con el espectador. Todo eso lo he encontrado, no falta, ni sobra, pero cinematográficamente hablando, habría que pulir su guión. Adolece de una cierta superficialidad al no mostrar la evolución de los personajes; ciertas escenas se alejan de la complejidad que tal vez la historia hubiera necesitado y otras, entran con calzador, donde el zapato aprieta. El niño Billy, se integra sin proceso previo, en la vida de aquellos ancianos a los que no respeta. El mismo personaje, interpretado por Jane Fonda, que desea recuperar a su padre; lo consigue en los últimos minutos de manera poco creíble y precipitada.

Fue creada como una adorable y dorada película, que consiguiese tocarnos el corazón. Ningún crítico profesional, en el momento de su estreno, la desmenuzó, para ofrecer una crítica que fuese más allá de la alabanza.
H. Fonda premiado con un Oscar en 1.981, estando ya muy enfermo, moriría el 12 de agosto del verano siguiente . Otro premio para K. Hepburm, merecido Oscar, como colofón a toda una carrera, en su último papel como protagonista.
LEUGIM
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21 de mayo de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Triste es ver a tantos ancianos que parecen rendidos ante la vida. Ya no ofrecen otra cosa que un gran fardo de inutilidad, de pesadumbre y/o resentimiento. Renuncian a pensar con optimismo, a perdonar, a aprender algo nuevo, y sobre todo, renuncian a amar la vida, ¡esta maravillosa vida!, que con ansia espera, de cada hombre, un pequeño acto de creación.

¡Cuánto reconforta ver a los viejos de esta película! No podían haber sido otros que Henry Fonda y Katharine Hepburn. El de 76 y ella de 74 años, incansables, dispuestos a morirse en un set o encima de las tablas, pero no por apego al dinero, sino por amor al arte, a su profesión, y a la vida activa.

Ninguno de los dos había tenido una década del 70 muy afortunada en lo referente al cine. Fonda, recorriendo a Europa, se mantuvo en el oficio haciendo filmes de segunda línea y algo de televisión, y Miss Hepburn, hizo algo semejante sin que nada de lo realizado animara las taquillas… pero, cada uno por su lado, seguía vivo y en la jugada.

Quizás fuera esta constancia, la que les depararía otra nueva y gran oportunidad en 1981, cuando son convocados para trabajar, por primera vez juntos, en la película de Mark Rydell “EN EL ESTANQUE DORADO”. ¡Y vaya acierto! Vitales, divertidos, sensibles, aventureros, osados y encantadores, logran un filme edificante que exulta los encantos que puede brindarnos la vejez, sólo con desprendemos de las falsas emociones que estancan y oxidan la existencia.

Norman Thayer Jr. (Fonda) es el viejo mordaz, con resquemores con su hija Chelsea –episodio que semejaba la relación de Henry y Jane en la vida real- pero que aquí se da porque anhelaba un hijo varón. Ethel (Hepburn) es la paciente y equilibrada esposa quien, a sabiendas de que, con serias afecciones del corazón, su esposo celebrará su cumpleaños 80, decide pasar con él los mejores días en aquella casa junto al lago en Nueva Inglaterra. Bill, el nuevo prometido de Chelsea, y sobre todo su inconforme y rebelde hijo Billy, serán ocasión para ejercitar valores quizás adormecidos, y pronto, algo muy importante se renovará en quienes comparten aquel encantador verano.

Magníficos diálogos, una atractiva fotografía, una evocadora ambientación y unos emotivos temas musicales, redundan en un grato filme, que haría merecedor a papá Fonda de su primer premio Oscar y a la Hepburn la subirían a la cumbre con el cuarto.

Título para Latinoamérica: “LOS AÑOS DORADOS”
Luis Guillermo Cardona
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13 de diciembre de 2007
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mark Rydell un director no muy conocido, consigue hacer de ésta a parte de su mejor película, un muy buen relato a la vida cuando uno cree que está en sus últimos suspiros, destila veteranía, humildad, costumbres, sosiego, clase. Henry Fonda al que ya John Ford contestó en una entrevista que el cine para el era ver a Henry Fonda andar, aquí hace un grandísimo papel que le valió el oscar pese a su elevada edad, cosa que me parece mericidisima pero debería de ser su segundo o tercero por lo menos, igual pasó con Katharine Hepburn, encantadora como siempre, la que nunca perdió su sonrisa tambien le valió otro oscar, y Jane Fonda de reparto, acertada, tambien mencionar al papel del chaval Doug McKeon, y el Dabney Coleman. El guión, fantástico, y la banda sonora igual.

Es recomendable para todos los públicos, estaría muy bien que las personas, los abuelos, viesen esta película y reflexionaran sobre su vida, integrarse en las nuevas generaciones, lo que son y lo que fueron, pero lo más importante es no perder el autoestima, el amor, la alegría. las ganas por seguir viviendo...

Simplemente genial.
Dusty Rivers
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20 de agosto de 2008
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi hermano me dice siempre que EN EL ESTANQUE DORADO le recuerda nuestros veranos en un pueblo de Córdoba de cuyo nombre no voy a acordarme. Allí, en un chalet en medio de ninguna parte en el que unos tíos de mi madre vivían en uso de buen retiro, mi hermano y yo pasamos dos o tres de los mejores veranos de nuestra infancia.
EN EL ESTANQUE DORADO es un canto a la vida y un apremio para perezosos. Los Thayer, una encantadora pareja de ancianos enamorados doblando la última esquina, nos avisan que no hay un minuto que perder, que no hay nada que no tenga su sentido. EN EL ESTANQUE DORADO te anima a coger el teléfono para hablar con aquel compañero al que echas de menos desde los tiempos del colegio o a hacer las paces con tu hermana, que es alguien que estará a tu lado hasta que a ti mismo no te queden esquinas por doblar.
Henry Fonda y Katharine Hepburn brindan al espectador unas interpretaciones de las que ya no quedan, Jane Fonda acomete con solvencia el papel de la hija díscola, Dabney Coleman le mantiene la cara al viejo Fonda en sus diez minutos de gloria mayor, la partitura de Dave Grusin es por completo milagrosa y los colimbos del estanque no cesan en su empeño de hacerte reparar a ti, amigo, que aún estás vivo; en su empeño de hacerte reparar en que aún estás aquí y que te quedan cosas por hacer.
Supongo que todos guardamos el recuerdo de un lugar en donde fuimos absolutamente felices. Posiblemente, como a mi hermano, ver EN EL ESTANQUE DORADO te haga regresar a aquel pueblo de tus tíos más queridos o a aquella casa que tenían tus padres cerca de la playa en la que te hiciste un hombre o te convertiste en una preciosa mujer.
A un tiempo en el que al mirar al cielo no se veía más que el más apacible y engalanado de todos los colores.
PROT
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