En el estanque dorado

Drama sobre la vejez protagonizado por dos titanes clásicos: Henry Fonda y Katharine Hepburn (trabajo reconocido con un Oscar para cada uno y un total de 10 nominaciones para su conjunto). Menos presencia tiene Jane Fonda, la hija del primero en la vida real. Un drama que se centra en hablar de la muerte, del paso del tiempo, de las generaciones venideras, de la valía de las personas mayores, etc. Un bonito drama con una escena final que te encoge el corazón. Lástima que no la encontrase redonda ni llegase a emocionarme en el resto de metraje, aunque ya digo que sí me gustó en general.

No la vi en su día y acabo de hacerlo ahora, cuando la cinta tiene ya más de 40 años. ¿Qué se puede decir de esta película?, creo que el mayor logro del sr. Mark Rydell, director a quién yo no conocía de nada (o eso pensaba) es haber conseguido un éxito tan apabullante con una obra sencilla, aunque eso sí, entrañable. Ha sabido tocar la fibra sensible, conectar con el espectador, hacer reír, llorar (no a mí, pero si a muchas personas), pensar (la vejez, la muerte, las casi siempre difíciles relaciones entre padres e hijos-as, el matrimonio, etc., lo que quieran añadir), y cuando menos, hacernos pasar un rato entretenido.

El guion: como he dicho, sencillo, lo que contribuye a hacer grande la película.
Los actores: Sin lugar a dudas, lo mejor
- Henry Fonda: el viejo cascarrabias, inconmensurable. Se viste por los pies. Es media película.
- Katherine Hepburn: No le va a la zaga.
- Jane Fonda: Bellísima, se agradece que (a sus 43 años) nos muestre generosamente su anatomía, sin una gota
de grasa, ¡que tipazo!
- Dabney Coleman, el dentista, pareja de Chelsea, (Jane Fonda), sale poco pero lo borda, ¡me encanta!, creo que es un gran actor.
- El muchacho: convence
La fotografía: magnífica. Bellísimos paisajes de del lago Squam, en New Hampshire, Estados Unidos

Según parece, esta película, estrenada en U.S.A. en noviembre de 1981, fue la despedida de Henry Fonda del séptimo arte. El actor, ya muy enfermo, fallecería en su casa de Los Ángeles en agosto de 1982. Por su parte, la inmortal (o casi) Katherine Hepburn dejó este mundo en 2003 a los 96 años. Dos grandísimos actores a los que el cine debe mucho.
Si no la han visto y pueden hacerlo háganlo. Les gustará, o cuando menos les entretendrá.

Somos testigos de las vacaciones de Ethel y Norman Thayer, un matrimonio mayor, en un idílico lugar llamado "el Estanque Dorado". La llegada de su hija Chelsea agita las aguas tranquilas de su retiro, trayendo consigo tensiones familiares y la confrontación con la realidad de la vejez y la mortalidad.

La dirección de Mark Rydell en esta película es sensible y conmovedora, capturando la belleza serena del entorno natural mientras explora los conflictos internos de los personajes. Rydell logra crear una atmósfera emotiva y auténtica que invita al espectador a reflexionar sobre la vida, el amor y el paso del tiempo.

El guion es una delicada exploración de las relaciones familiares, especialmente entre padres e hijos, y la manera en que enfrentamos los desafíos que la vida nos presenta. A través de diálogos profundos y momentos emotivos, la película aborda temas universales como el perdón, la aceptación y el legado familiar.

Las actuaciones en la película son excepcionales, con Henry Fonda y Katharine Hepburn brillando en los roles principales como Norman y Ethel Thayer, respectivamente. Su química en pantalla y su habilidad para transmitir la complejidad de sus personajes elevan la película a otro nivel. Además, Jane Fonda ofrece una interpretación conmovedora como Chelsea, capturando hábilmente las emociones conflictivas de su personaje.

Desde el punto de vista técnico, presenta una cinematografía impresionante que realza la belleza natural de su entorno. La banda sonora también contribuye a la atmósfera nostálgica y contemplativa de la película, añadiendo una capa adicional de profundidad emocional a las escenas más importantes.

Al agua, patos.
Película conservadora que ensalza los viejos tiempos y valores en detrimento de los actuales, sea, una crítica feroz (bueno... ) al Mayo del 68, a Jane Fonda con sus muchos sucesivos maridos o parejas (este último es un Juan Lanas de manual o campeonato, un melifluo petimetre, aburrido de él, a no tardar, ella le dará la tan merecida patada, claro, y a por el siguiente, otro) y sus continuas recriminaciones o quejas cuitas victimistas freudianas a cuestas, dignas de mejor causa, bastante chuscas o zarrapastrosas y/o ridículas, esa turra (mi papito no me mima ni me quiere, qué hago yo ahora con mi puta vida tras tanto) tópica.
Él es un cascarrabias de buen (el mejor que se muere de tanto usarlo) corazón y ella es un buen corazón que es un amor o primor. Una pareja de las de toda la vida de dios, de las de antes, cuando la gente se casaba para siempre, hasta que la muerte, de verdad, los separe, no se divorciaban ni se separaban, no les cabía en la cabeza semejante trauma, era otra cosa, se iban a la tumba después de un matrimonio pleno de felicidad y sentido, enamorados hasta las trancas como el primer día, indisolubles e indivisibles, unidos frente a la parca, he dicho. No como sus hijos o nietos descastados y grotescos, preñados de insatisfacción y deseo sin dirección ni motivo, envasados al vacío.
La película es ñoña y pesada tontorrona, previsible y telegrafiada, muy remarcada, parece, por lo poco sutil, más bien gritada, el mensaje te lo lanzan o arrojan a la cara. Es de las que tanto gusta a todo quisqui porque al final to er mundo é güeno y, claro, nos deleita y hasta hechiza mirarnos en ese justo y delicado espejo que nos devuelve siempre el mejor reflejo, el que nos habla de la inusitada belleza interior que se nos sale por los poros y de los mejores sentimientos que rebosan como el agua en la cascada, de que, tarde o temprano, los problemas más incrustados y añejos se arreglan o redimen resuelven y que hasta la muerte espera pacientemente, a la cola se pone, si tú tan amablemente se lo propones.
La sobriedad de él le gana la partida a los muchos mohínes de ella.
Cómo estaba Jane Fonda, artificiosamente estupenda, mayestática, hermosa, esplendorosa, pintada, prieta, fibra, dibujo, animada.

Comedia buenista absolutamente manufacturada para triunfar en los medios comerciales. Lo cual no tiene por qué significar nada malo. El problema principal es que ha pasado el tiempo y envejece regular. Mención especial a la acaramelada e insufrible banda sonora (parece la intro de Alf o de Padres Forzosos; ese tipo de pianos ochenteros que causan sarpullido al oyente con criterio musical) que pone de los nervios cada vez que hace su aparición.

Aquí resulta muy válido lo del poeta de "pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma, envejecer, morir, es el único argumento de la obra". En esta peli conjugan bien comedieta con drama, algo que no es tan fácil de llevar y que se puso muy de moda posteriormente, como la genial American Beauty, que me viene ahora a la cabeza. Un viejo cascarrabias pero dotado de una notable vis humorística y su amantísima esposa, siempre amable y familiar. Una hija con sus traumas y una trama que no es tal, porque en realidad, aquí de lo que nos quieren hablar es de cómo gestionar el otoño de la vida con la mayor dignidad posible.

Qué decir de Henry Fonda o la Hepburn, dignifican cualquier libreto que interpretan. La peli sin ellos no sería igual. Lo peor de todo es que la peli resiste mal los embates del tiempo, pero igualmente tiene un texto con frases acertadas y ese tono teatral que lo impregna todo.

Se deja ver, aunque está apolillada, como mis sueños de juventud. Así y todo, hay que seguir remando siempre, a pesar de la adversidad, del vacío que nos aguarda a todos.

O como le dijo un jardinero a otro, disfrutemos mientras podamos, amigos.