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La gran belleza

Comedia. Drama En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
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Críticas 297
Críticas ordenadas por utilidad
3 de diciembre de 2013
75 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran belleza es una película que habla de lo que significa para Jep Gambardella (Toni Servillo) ese frío y mundano universo de la alta sociedad en el que la riqueza puede ser el mayor capítulo de miseria. Fiestas chic, círculos intelectuales ahogados en copas de Martini, diálogos demoledores forjados con pluma de acero, inspiradoras estampas de la exquisitez de una silenciosa Roma con intenso aroma a Fellini que se erige como el mejor ejemplo del auténtico significado de la belleza, y cuyos caminos y rincones transitados por sus protagonistas suponen un deleite visual prodigioso…

Me he enamorado de esta película, en la que mi muy admirado Paolo Sorrentino (El amigo de la familia, 2006) se gusta más que nunca, se disfruta como nadie y arroja sin reparos contra el guión (escrito junto a Umberto Contarello, de Un lugar donde quedarse, 2011) y ante la cámara todo su potente despliegue de imaginación y atrevimiento, con ese buen manejo del ritmo que viene demostrando a lo largo de toda su filmografía. Ha vuelto a servirse de su mejor actor, Toni Servillo (Il divo, 2008, Las consecuencias del amor, 2004), para adentrarse en la historia de un antaño novelista, hoy periodista de reputada tinta en publicaciones artísticas y culturales, que recorre con parsimonia e incredulidad todo ese cielo de estrellas artificiales en el que se ve representado lo más selecto de la società.

Pero la cinta, una profunda y continua espiral de contrastes con fuerte arraigo filosófico, es más que Jep Gambardella aunque éste sea el hilo conductor de todo el argumento. Es la amistad, el amor, la religión, la vida. Un plano de todo ello. Son las intensas sensaciones que compone el entramado de una preciosa película de la que no quise desprenderme hasta el último crédito final. Un paseo a través de los parajes más bellos de Roma, atravesando las puertas de los lugares más prodigiosos de la capital italiana (a esto, en exclusiva, se dedica una monumental escena), en los que se filman toda una serie de secuencias memorables y sobre las que fluyen unos estupendos diálogos que dan lugar a la reflexión, pero que también divierten por lo que hay escrito en esas líneas que son pronunciadas por un exquisito reparto, encabezado por el siempre magistral Toni Servillo (enorme en su papel) y continuado por figuras como un extraordinario Carlo Verdone (Manuale d’amore, 2005), entre otros muchos.

Todo aquí es lo que el propio nombre de la película indica, pero la belleza podría resultar empalagosa si ésta fuera la única protagonista del film. Para que la belleza sea posible debe existir su contrapunto, y en la última creación de Paolo Sorrentino, pese al riesgo de quedar embelesados con los ambientes preciosistas que como en un lienzo son aquí trazados, la belleza siempre está cercada, amenazada desde no muy lejos, por la indigencia moral y carencia de humanidad de muchos de sus personajes y circunstancias, situados en el otro extremo de algunos roles tristes, solitarios y apagados que también se dan cita en La grande bellezza y por los que acabas sintiendo una tremenda simpatía.

La gran belleza es una obra maestra que navega a través de secuencias que transmiten una cautivadora y envolvente sensación hipnótica por la que te sientes atrapado, engalanada por un mundo de luces, colores y sombras perfectas —maravillosa fotografía de Luca Bigazzi—, un prodigioso guión y una banda sonora que, fusionados todos estos puntos, se generan los contrastes de los que nos quiere hablar Sorrentino. Y esto se hace mostrando sus situaciones a través de choques visuales, de armonía y de emociones que reflejan ese mundo explorado por el director napolitano y mostrado desde diferentes perspectivas. Una película para disfrutar sintiendo y para sentir disfrutando en la que Sorrentino se la juega siendo más él mismo que nunca (se permite el lujo de cortar una celestial secuencia inicial amenizada por un coro, con la estruendosa pero trepidante y disfrutable intrusión de una fiesta de más de seis minutos a ritmo del “Far l’amore” de Carrà remixado por Bob Sinclar, con más significado del que aparenta) para firmar la que para mí es la mejor película de este maestro, la mejor que he visto de 2013 y, sin duda, la más inspiradora en mucho tiempo.
Sandro Fiorito
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13 de diciembre de 2013
53 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Paolo Sorrentino, “La gran belleza” es con toda seguridad una de las mejores películas del año 2013. Una obra que rescata aquel cine italiano clásico, extraño, fellinesco y magistral. Son muchas las virtudes de esta obra, que profundiza con éxito en temas complejos como la vida, las apariencias, la nostalgia, los recuerdos y logra transportarnos, como espectador, a un estado de hipnosis profundo, principalmente por la belleza de sus imágenes y la fuerza sutil de su guión.

Una historia que contrasta el pasado con el presente en todo ámbito de cosas. El protagonista, dueño de una vida acomodada y fácil en lo material, pero carente de sentido y motivaciones en lo espiritual. Es un escritor que busca respuesta en personas y lugares equivocados. Dueño de una vida que trata de conectar el pasado, sus raíces, con el presente y más importante aún, con su futuro. “La gran belleza” combina, además, un guión que es rico en detalles y buenos diálogos con una dirección que resulta extraña, pero efectiva para sumergir al espectador en un cúmulo de emociones, donde la nostalgia es el invitado de honor.

En cuanto a lo visual, el director aprovecha al máximo la ciudad eterna, para rodar escenas increíbles y memorables, aprovechando el espacio en cada momento. Ese aprovechamiento se refleja en el contraste entre lo moderno y lo antiguo o clásico. La niña pintando un cuadro abstracto con muchos colores, contrapuesto a ese recorrido por la Roma eterna, abundante en esculturas y pinturas de los grandes maestros de las artes. La música, presente en toda la película, contrasta también en escenas en que se utilizan clásicas melodías para convertirlas en música electrónica, adorno necesario para aquellas fiestas en que lo banal, lo superficial y las apariencias maquillan una realidad a nivel individual muchas veces distintas. Situación que el protagonista percibe y se niega a aceptar al comienzo de la película esbozando aquella frase: “Yo estaba destinado a la sensibilidad”.

En definitiva, dudo que el inexorable paso del tiempo, le perjudique dejando en el olvido a “La gran belleza”. Es una obra llena de calidad, profundidad, precisión y hermosura. Construida como un poema visual, la cinta avanza con una seguridad inigualable a un final que no decepciona en absoluto, dejando al espectador con una sensación amarga por el desarrollo y el mensaje de la película, pero paradójicamente, con la sensación de satisfacción por haber visto cine de alta calidad.
Juan Antonio
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12 de diciembre de 2013
50 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez te has parado a pensar en todo aquello que estás perdiendo por el simple hecho de pertenecer a una sociedad que no mira atrás ni para coger impulso? Trabajamos concienzudamente en buscar lo que nos hace sentir bien. La inspiración que nutre nuestros deseos. Pero ponemos demasiado empeño en ello y obviamos el ahora. Nadamos en una corriente que impide alcanzar la meta porque de eso se trata. Una vez alcanzado el logro, éste de disipa por arte de magia y arranca una nueva pantalla. Queramos o no, estamos sometidos a esa sociedad que juega con nosotros sin delicadeza y de poco sirve la nostalgia pues las modas imperantes despejan cualquier acercamiento a la melancolía y ahí es donde camuflamos nuestra verdad. Lo artificial, el cinismo y la hipocresía en un aquelarre que no deja ver la luz al verdadero yo.

La gran belleza, lleva a cuestas todo este pesimismo. Alberga el aroma de la derrota, de la corteza del tiempo y sin embargo uno no deja de maravillarse ante semejante ejercicio artístico. Porque la magia del cine no sólo radica en trasladarnos a universos lejanos. Sirve también como doctrina y cuando toca los palos que zarandean la conciencia del individuo, el golpe se hace más duro. A lo largo de sus poderosas dos horas y media de metraje, el filme invita a la reflexión de lo que somos, fuimos y nos queda por ser, hurgando en la herida de nuestros miedos. Una ceremonia en la que la soledad y la cuenta atrás lucen en el frontal de un altar en el que Sorrentino despliega con lucidez una feroz crítica a la impostura del arte contemporáneo y a las capas de maquillaje que cubren el vacío. Contundente análisis de la sociedad ferviente en la ciudad eterna que aquí se exhibe más bella que nunca aún reflejando la decadencia en su mayor esplendor.

Jep Gambardella, un novelista de antaño, forma parte del circo de esa nueva aristocracia. Ha escondido sus sueños de juventud en los saraos nocturnos, incapaz de encontrar la belleza que siendo un muchacho distinguió en un acantilado y que le sirvió como fuente de inspiración. Ahora no es más que un sesentón forrado dispuesto a tirarse a cualquier cincuentona con media neurona y a pasar sus últimos días rodeado del fariseísmo imperante de las nuevas masas. Una vacuidad que contamina su talento. Con él vamos tanteando la belleza en sus diversas formas, adentrándonos en las empedradas callejuelas de una Roma que se niega a marchitar, para descubrir, a través de diversos personajes con los que no es difícil empatizar, su cara verdadera, sus crisis, su talento, y su verdad. Una realidad consciente en este cínico don nadie al que da vida un estupendo Toni Servillo.

Es evidente que en La gran belleza resuenan los ecos de Fellini y no se esfuerza en disimularlo. La superficialidad actualizada de las altas esferas de entonces son objeto del látigo de Sorrentino. También la filosofía sobre el existencialismo propio de Bergman y los encuadres de Visconti o Kubrick. Sin embargo, con todo ello el filme del napolitano tiene el carácter y personalidad suficientes para encumbrar a La gran belleza a ser uno de los estrenos más potentes del año. Su hipnótica fotografía sobre la que se cuentan escasos pestañeos, su excesivo guión en forma de dardo de la que no escapa la religión de ayer ni la Italia berlusconiana de hoy, sus contrastes musicales en cuestión de minutos y sus magistrales interpretaciones dirigidas por un maestro de ceremonias en su mayor esplendor, consiguen que suframos de Síndrome de Stendhal como el turista estupefacto que destapa esta joya.

Para aquellos que entiendan el cine como una lección de vida.

Lo mejor: su invitación a la fiesta de la reflexión.
Lo peor: que sus excesos puedan despistar hasta el punto de tropezar y no ver más allá.
Ulher
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10 de septiembre de 2014
106 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escena 1ª : Un turista japonés está haciendo una foto en Roma, de repente le da un yuyu, se cae al suelo y los otros turistas que van con él lo flipan.

Escena 2ª : Una panda de pijos cincuentones desfasados bailan en una disco mientras se pillan tremenda papa y se miran los unos a los otros como con curiosidad mezclada con algo de mala hostia.

Escena 3ª : Una enana sube a una terraza y se ve un anuncio de Martini al fondo.

Escena 4ª : Una tía desnuda con la cara tapada mira unas ruinas, luego echa a correr toda follada hacia ellas, se pega un tremendo testarazo y se abre la cabeza. Luego se levanta, dice "Os odio a todooooos", y un montón de público aplaude.

Escena 5ª : Una charla típica madre-hijo. "Mamá, cuando te veo me ruborizo". - "Pero Andrea, hijo, estás loco?" - "Nooooo, mamaaaaaaá, no estoy locoooooo; tengo problemaaaaaaas"

Escena 6ª : Un señor pasea por la noche en Roma con una señora y dialogan amigablemente. "A qué te dedicas?" "Pues soy rica".

Escena 7ª : Unas monjas bajan por unas escaleras y miran de reojo al señor que paseaba antes con la señora y ahora pasea solo. Una de las monjas se sube a un árbol a otear el horizonte mientras el señor le mira los bajos del hábito.

Escena 8ª : Una madre busca a su hija: Francesca, Francesca! Francesca pasa de su madre mientras charla con un viejo verde que debe parecerle mucho más interesante que mamá.

Escena 9ª : Un señor charla con su asistenta al modo habitual en que los señores hablan con sus asistentas: "El señor está triste?" "No, Clotilde, el señor está raro".

Escena 10ª : Un amigo habla con otro amigo: "Alguna vez has contado las mujeres con las que te has acostado?". "No soy bueno con la aritmética, pero sí sé con las que te has acostado tú. Son seis y todas te las pasé yo porque pasaba de ellas".

Escena 11ª : Un médico inyecta botox a sus pacientes, que están en fila esperando su turno, mientras el público entusiasmado aplaude y una diligente enfermera pasa la factura a los botulimizados.

Escena 12ª : Un imbécil le pregunta a una pedazo de bailarina de striptease: "Cree que todos los hombres que se le acercan solo quieren acostarse con usted?"

Escena 13ª : Una tía que está viendo en su casa una peli premiada con un Oscar, un Globo de Oro, un BAFTA y cienes de David di Donatello, coge el mando a distancia y dice "Ya está bien, hasta aquí hemos llegao". La mandíbula descuajaringada, los párpados en caída libre, la cabeza peligrosamente vacilante y la mala leche hirviendo por sus venas.

Escena 14ª : Una tía harta de bodriazos hiperpretenciosos y multipremiados se mete en el ordenador hecha un basilisco, abre su blog y se caga antes de irse a la cama en to la nación de un tipo que se llama Paolo Sorrentino, orgulloso artífice de este inmenso bodrio, y de otro llamado Toni Servillo, cuya cara de pijo desfasado difícilmente podrá olvidar jamás. Sorrentino y Servillo, suerte tenéis que los premios en el cine los dé gentuza sin ningún tipo de criterio ni escrúpulos ni ética ni nada. Conmigo tendríais que dar!
Talía666
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9 de junio de 2013
50 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llevé una sorpresa enorme y grata al cruzarme con esta película en el cine, máxime teniendo en cuenta el lamentable trailer.
Desde el primer segundo de metraje se aprecia una minuciosidad en el trabajo que deja boquiabierto. Una fotografía bellísima, una escenografía cuidada al milímetro, una estética casi poética que acompaña el retrato de la frivolidad extrema propia de una alta sociedad desconectada de la realidad que en este caso se ubica en Roma (ciudad que también se convierte en protagonista).
Notable además la revisión de Fellini que se lleva a cabo. Un gesto de honra, de reinterpretación, de reconocimiento, de actualización, con un resultado capaz de dialogar de tu a tu con los mejores filmes del propio Fellini y que conduce a degustar más si cabe la película.
Absolutamente recomendable. No dejéis nunca de verla en versión original.
xiketbalzagues
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