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El caballo de Turín

Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 89
Críticas ordenadas por utilidad
7 de noviembre de 2011
9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede parecer increíble que un filme que sea tan largo y leeeento, con sentido nulo de la elipsis, repetitiva en cierto modo, con poco cine narrativo más bien contemplativo haya funcionado perfectamente desde mi punto de vista.

La visión apocalíptica de Tarr, seca y dura pero enormemente inquietante y aterradora, hace que la de Haneke en 'El tiempo de lobos' parezca una peli de Michael Bay.

El filme está rodado con mucha clase, de fotografía blanco y negro espléndida, técnicamente impresionante ¡¡que travellings!! y por otro lado, está el viento, ¡qué maravilla como lo muestra! nunca he visto retratar este elemento como lo he visto retratado en este filme.

Sinceramente, es una de esas películas que su visionado pasa a ser totalmente una experiencia. Hay momentos en los que te aburres pero hay otros tantos de mucho, mucho cine.

No es para todo el mundo pero al que le guste este tipo de cine se la recomiendo encarecidamente.
Maestro de Marionetas
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31 de diciembre de 2011
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo una sombra y una sensación de cataclismo inminente, el cineasta húngaro muestra este filme que logra captar la atención del espectador desde su introducción con una voz en off y el consecuente plano secuencia, algo realmente majestuoso. Una música depresiva acompaña esas imágenes y momentos calves a lo largo de la película.

El director se toma su tiempo para mostrarnos la miseria en la que viven los personajes, la monotonía de sus acciones que poco a poco se verán cambiadas, todo bajo un paisaje estéril y seco que constantemente es observado por ellos, donde el constante viento tiene una función abismal, terrorífica, casi apocalíptica.

El filme transcurre entre la delicadeza y obediencia de la hija, la tosquedad del padre, la negación (¿por la vida?) del caballo y un ambiente incómodo. Rescatar la impresionante fotografía, un hermoso juego entre el blanco y negro, entre claros y sombras. Una obra magnífica, casi carente de diálogos, no hacen falta ante el poder de las imágenes. Técnicamente formidable.
10P24H
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28 de agosto de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aclamada por unos, defenestrada por otros. ¿Por qué esas posiciones tan antagónicas? Para responder esa pregunta, pienso que hay que dividir la obra, por el lado del fondo, y por el lado de la forma.
Vamos al fondo. Ya en la ficha de filmaffinity, se refiere a una experiencia que habría vivido Nietzsche con un caballo, que lo habría marcado y llevado a la locura, sobre lo cual Tarr desarrolla un relato ficticio que emularía los sentimientos y sensaciones de Nietzsche, y marcados en su obra. Al respecto, Nietzsche era un ser ateo y con una mirada desesperanzada de la vida. Notemos (i) si se busca en la red, se indica que este relato entre Nietzsche y el caballo no se sabe si efectivamente ocurrió, es más bien un relato urbano; y (ii) de ser cierto, se señala que ello lo marcó y lo habría llevado a la locura, de modo que todos los libros que redactó Nietzsche fueron anteriores a ello, no estuvo incidido por este hecho para escribir lo que escribió. En definitiva, la ‘lectura’ que hace Tarr de Nietzsche y de la realidad con esta historia del caballo, azuzando los sentidos de la gente y en los pocos diálogos de entidad, resultan arbitrarios.
Vamos a la forma. Parece que Tarr se empecina en darle a su obra un carácter ‘artístico’. Fotografía en blanco y negro; cuidados encuadres; esa melodía repetitiva –un tanto opresiva, que parece buscar resaltar esa idea desde lo que refleja las imágenes-; sopor y lentitud; los 2 personajes: padre e hija, con poco contacto y casi sin vida; el ruido persistente del viento; esa voz en ‘off’ con cierto sentido literario pero poca sustancia; esos escasos diálogos –alguno de tipo filosófico-.
El punto, es que todo está construido para dar una mirada desangelada de la vida. Un padre e hija con escaso contacto físico y menos afectivo, en una repetición de aburridos hábitos -¿realista? no me parece-; un entorno que se nos muestra adverso –el viento fuerte y permanente, que presta a estar encerrado y abúlico-; esa música opresiva, aunque la imagen muchas veces no me diga nada. Y, claro, al referir Tarr al inicio a Nietzsche, alguna frase ‘filosófica’ –el diálogo, surgido de la nada entre el padre y este amigo-, la película pasa de ser ‘artística’, a ser ‘una obra mayor’, ‘una obra trascendental’.
No compren el señuelo. Esto es un engaño a los sentidos, que tiene poco de verdadera filosofía; en todo caso reflejará los sentimientos del director, pero usando ‘un envoltorio’ - un film de 2 hs y media, con todos los ‘tips’ reseñados- con poco argumento y sustancia REAL.
Y yendo al planteo general: ¿se debe ser tan pesimista sobre el género humano y el porvenir? Ello depende de todos. ¿Qué nos puede abrigar a pensar en un mundo mejor? Se me ocurre: ver la candidez e inocencia de un niño, el amor que pueden profesarse padres e hijos, la capacidad de algunos de conocer, vivir y disfrutar de la vida; ello, además de actuar activamente, no desde la crítica pasiva, para que mejoren las cosas y tengamos un mundo más humano. Recuerdo: algunos estudios revelan que uno de los países con la gente más feliz es Costa Rica. ¿Son los más desarrollados tecnológicamente?, ¿son los más ricos de todos? Seguro que no, y sin embargo disfrutan la vida. Esto es real, no lo que te muestra la película de Tarr.
nicson
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1 de abril de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El así llamado cine de autor europeo ha conocido a diferentes directores que han puesto su particular visión del mundo al servicio del arte, y concretamente en este caso, al servicio del cine.
Hemos conocido, de esta manera, a un sinfín de realizadores que han colocado a Europa como el continente referencial para este tipo de cine, altamente expresivo y que se ha desarrollado de diferentes maneras, dependiendo de la época y del país del que provenían este grupo de realizadores. Cineastas como el portugués Manoel de Oliveira, el sueco Ingmar Bergman, el soviético Andrei Tarkovski, o los italianos Michelangelo Antonioni y Pier Paolo Passolini son algunos ejemplos de realizadores reverenciados por los cinéfilos, pero que encontraron su gran mercado no en las grandes audiencias, si no en festivales especializados.
El húngaro Bela Tarr (Pecs, 1955) podría ser otro ejemplo de lo que veníamos comentando anteriormente. Con una filmografía bien conocida en círculos académicos, pocos son entre el gran público los que conocen la filmografía de este realizador, a pesar de los innumerables premios que ha recibido en diversos festivales con cada nueva obra que estrenaba. Gus van Sant lo califica como uno de sus referentes de los últimos años, y no son palabras gratuitas, pues se puede apreciar la influencia de Tarr en películas como GERRY (Gus Van Sant, 2002).
EL CABALLO DE TURÍN (2011) es, hasta el momento, la última película de Bela Tarr. Si hacemos caso a las palabras del cineasta húngaro, será de hecho su última película. El film que cerrará una obra que, pudiendo gustar más o menos, nadie podrá negar su autoría y su personalísima visión del mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Endik Larsson
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29 de marzo de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El galope inicial del caballo de Turín atrae, por la belleza del caballo. Así también por la caracterización del protagonista. La música de fondo y el blanco y negro hace esperar una buena obra.

Qué bueno! Pedazo de originalidad alargar tanto la primera escena, sin sonido, secuencia fija. Pero… tanto tiempo? Se ha pasado.

Llegada a la casa, y vemos las rutinas de esa familia de padre e hija, que nunca hablan entre ellos y solo comen una triste patata hervida. Bonito rememorar cómo vivieron mis antepasados hace tan solo 100 años. Alrededor de donde vivo, todavía quedan muchas casa así, y en eso divago entre escena y escena, pensando. Eso sí, la película te hace pensar.

Hasta que llega un momento, antes de la primera hora de película, que me doy cuenta que esto es un bodrio simple, que consiste en tener un escenario, personajes, historia, geniales, pero en no desarrollar nada. No pasa nada. Es como ver un cuadro o un canal de televisión con una pecera.

La última hora la he rebobinado, parando cuando creía que algo pasaría. Pero nada pasa.

Maravilloso grabar esta película enmedio de una tormenta de viento super molesta.
CHIRU
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