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Argentina Argentina · Capital Federal
Voto de nicson:
3
Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
28 de agosto de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aclamada por unos, defenestrada por otros. ¿Por qué esas posiciones tan antagónicas? Para responder esa pregunta, pienso que hay que dividir la obra, por el lado del fondo, y por el lado de la forma.
Vamos al fondo. Ya en la ficha de filmaffinity, se refiere a una experiencia que habría vivido Nietzsche con un caballo, que lo habría marcado y llevado a la locura, sobre lo cual Tarr desarrolla un relato ficticio que emularía los sentimientos y sensaciones de Nietzsche, y marcados en su obra. Al respecto, Nietzsche era un ser ateo y con una mirada desesperanzada de la vida. Notemos (i) si se busca en la red, se indica que este relato entre Nietzsche y el caballo no se sabe si efectivamente ocurrió, es más bien un relato urbano; y (ii) de ser cierto, se señala que ello lo marcó y lo habría llevado a la locura, de modo que todos los libros que redactó Nietzsche fueron anteriores a ello, no estuvo incidido por este hecho para escribir lo que escribió. En definitiva, la ‘lectura’ que hace Tarr de Nietzsche y de la realidad con esta historia del caballo, azuzando los sentidos de la gente y en los pocos diálogos de entidad, resultan arbitrarios.
Vamos a la forma. Parece que Tarr se empecina en darle a su obra un carácter ‘artístico’. Fotografía en blanco y negro; cuidados encuadres; esa melodía repetitiva –un tanto opresiva, que parece buscar resaltar esa idea desde lo que refleja las imágenes-; sopor y lentitud; los 2 personajes: padre e hija, con poco contacto y casi sin vida; el ruido persistente del viento; esa voz en ‘off’ con cierto sentido literario pero poca sustancia; esos escasos diálogos –alguno de tipo filosófico-.
El punto, es que todo está construido para dar una mirada desangelada de la vida. Un padre e hija con escaso contacto físico y menos afectivo, en una repetición de aburridos hábitos -¿realista? no me parece-; un entorno que se nos muestra adverso –el viento fuerte y permanente, que presta a estar encerrado y abúlico-; esa música opresiva, aunque la imagen muchas veces no me diga nada. Y, claro, al referir Tarr al inicio a Nietzsche, alguna frase ‘filosófica’ –el diálogo, surgido de la nada entre el padre y este amigo-, la película pasa de ser ‘artística’, a ser ‘una obra mayor’, ‘una obra trascendental’.
No compren el señuelo. Esto es un engaño a los sentidos, que tiene poco de verdadera filosofía; en todo caso reflejará los sentimientos del director, pero usando ‘un envoltorio’ - un film de 2 hs y media, con todos los ‘tips’ reseñados- con poco argumento y sustancia REAL.
Y yendo al planteo general: ¿se debe ser tan pesimista sobre el género humano y el porvenir? Ello depende de todos. ¿Qué nos puede abrigar a pensar en un mundo mejor? Se me ocurre: ver la candidez e inocencia de un niño, el amor que pueden profesarse padres e hijos, la capacidad de algunos de conocer, vivir y disfrutar de la vida; ello, además de actuar activamente, no desde la crítica pasiva, para que mejoren las cosas y tengamos un mundo más humano. Recuerdo: algunos estudios revelan que uno de los países con la gente más feliz es Costa Rica. ¿Son los más desarrollados tecnológicamente?, ¿son los más ricos de todos? Seguro que no, y sin embargo disfrutan la vida. Esto es real, no lo que te muestra la película de Tarr.
nicson
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