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Los dinamiteros

Comedia Don Benito (José Isbert), Doña Pura (Sara García) y Don Augusto (Carlo Pisacane) suelen coincidir cada mes en las colas de las ventanillas de la mutualidad para cobrar su pensión, ocasión que aprovechan para hablar de la vida pasada y de los achaques recientes. Así se enteran de que Don Felipe, un conocido, está muy enfermo y se encuentra solo y sin dinero para un entierro decente. Deciden entonces pedir un préstamo para ayudarlo, pero, ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
21 de diciembre de 2017
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encantador film con aires italianos a lo Alberto Sordi pero de espíritu castizo, un drama noble de fondo humorístico tristón, con tres protagonistas con la paga mínima de Vejez, sin mejora ninguna, que sobreviven en un Madrid que aquellos que lo conocen les encantará ver como fue una vez, un Madrid que merece la pena visionar porque las imágenes se hacen entrañables: Calles con carretas aún, Cibeles sin semáforos, guardias de la porra, etc.

Especial atención merecen los tres protagonistas, sólida base del entramado, y luego, los escenarios. Los patios interiores para Juan García Atienza (ayudante de dirección anteriormente hasta que dirigió éste, su único trabajo como director, luego se dedicaría a temas esotéricos de otra orbe) son marcos auténticos que destilan historia y enclavan la acción con el realismo debido. También las oficinas del Vuelva usted mañana del señor Larra, con la parsimonia vampírica de los funcionarios, encuadrados en algo tan nuestro como una mutualidad. Un paisaje urbano nacional perfectamente expuesto.

No es una comedia hilarante, sino una realidad social tierna y triste que toca nuestra fibra desde el primer momento, donde los personajes principales se introducen en la historia en una presentación admirable, a la que no se puede renunciar. Con dos pinceladas toda su completa/sencilla personalidad está vista. Y cierto que toca nuestra fibra porque nos daremos cuenta que esta gente, repito, pensionistas, actúan como niños, son niños jugando que llaman la atención a los niños auténticos con sus pruebas dinamiteras. Impresionante esa escena que la mujer le pide a don Felipe, moribundo en la cama, que se duerma un rato y él, le dice a ella como si realmente fuera un niño:
-¿Si me duermo me traéis un culín de sidra y unas gambas?

Si alguien no se conmueve es que no tiene corazón. Evidentemente existe una crítica social enorme, no al sistema, porque sistemas los hay en todas las mierdas de lugares del mundo por mucho que uno diga y alabe alguno, sino crítica a las conciencias, a la dejadez, al olvido, a muchas cosas que cada uno sabrá -el director de la mutualidad podría haberlos ayudado sin contravenir ningún reglamento, para eso es director, es un problema de voluntad como todo el mundo sabe-. Hecha con humor sensible, acompañada de una música de fondo que es ideal, apuntando los escalafones de los distintos gremios con una hábil interactuación. Así, en la mutualidad, el ordenanza se queda a recoger y a cerrar las oficinas; es el último en irse y será el primero en llegar, a cambio se tocará el cimbel todo el resto del día, con perdón, pero es así. El policía saludando en las escaleras a la mujer que escapa es una secuencia ... no creíble, no, sino real, que en la vida por supuesto que se daría de igual forma. El comisario es la estampa reconocible del policía que se las da de listo para patinar como nadie: "Este golpe está claro que lleva la firma de los seis o siete que se dedican a esto, trabajo de profesionales, pronto daremos con ellos".

Es lo que hay y lo que hay es muy bueno, tierno y veraz, y no absurdo. Una obra indispensable que no tiene por qué ir a rebufo de Atraco a las tres, hecha dos años antes (más lo sería de Rufufú). Los dinamiteros es una humilde comedia, es cómo son los personajes, es una historia en su sitio porque un director que es también autor del guion, aunque lo sea con otro, está a su trabajo, no al de los demás, por tanto en este caso no hay que señalar ningún antecedente. Una película para disfrutar con detenimiento, para saborearla; una película con identidad propia ajena a las comparativas que se les quiera hacer.
floïd blue
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29 de marzo de 2014
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo "Los dinamiteros" resulta evidente que con Juan García Atienza se perdió un cineasta de lo más curioso e interesante. Ante la superinjusta y menospreciable acogida crítico/comercial que tuvo la película, Atienza apenas lo volvió a intentar, salvo en el ámbito documental y centrado en el mundo que él más conocía, el de la antropología. Ahora, no le faltan defensores a la película pero el daño fue irreparable: y tanto más, cuando "Los dinamiteros" se define por su sencillez formal y estilística apabullante, sin filigrana alguna, pese al mestizaje cultural y cinefílico que supone en base a las personalidades de los tres adorables actores principales, lo que por otra parte es un inteligente y más que logrado canto crepuscular a tres formas distintas de hacer cine. Con Pepe Isbert, se configura un personaje cercano y cotidiano, canto de cisne de la comedia míserocostumbrista española de los 50 y de parte de los 60 que diera obras tan brillantes;la mexicana Sara García, encarna un personaje piadoso y tierno, surgido del clásico folletín mexicano; por último, el italiano Pisacane es una muestra atinadísima del personaje pícaro y gorrón, tan caro a la brillantez de no pocos títulos italianos de la comedia. Ahí, en su propia base, radica su gracia e inteligencia. "Los dinamiteros" en su nunca bien ponderada modestia está perfectamente dividida y ensamblada en tres partes: las típicas de presentación de la historia y de los personajes, el nudo y desarrollo de la misma, y el desenlace, de prácticamente igual duración y con un constantetono que oscila pendular y sabiamente entre la crítica social y lo agridulce. La música, brillantísima, de Piero Umilliani subraya todo ello de forma certera. De esta forma, "Los dinamiteros" surge vista hoy, con plena vigencia y autoridad, como una de las últimas grandes películas de la comedia míserocostumbrista española, una tragicomedia de espléndido alcance y tino, para quien esto suscribe una obra maestra, en la que a través del inteligente uso que hace Atienza de sus limitados recursos (empezando por fundamentar toda la película en el soberbio talento/encanto de los intérpretes, incluida toda la coralidad del film) se consiguen los más altos propósitos. Una pena que supusiera la propia guillotina de tan interesante realizador. Producción de José Luis Dibildos. A reivindicar urgentemente: forma un díptico sobresaliente con "Atraco a las tres" de Forqué.
kafka
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4 de noviembre de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película costumbrista con suaves toques de neorrealismo. Es la primera y última película de ficción de su director, Juan García Atienza, que en el futuro dedicaría su tiempo a otros menesteres: guiones, libros de investigación, televisión, etc..

Un terceto de jubilados (dos hombres y una mujer) que rozan los ochenta años deciden, para cumplir ilusiones (panteón, vacaciones, familia y obras de caridad) y para entretenerse, atracar la mutua donde cobran sus míseras pensiones....

Pepe Isbert, dos años antes de su muerte, nos regala otra interpretación única, y no le van a la zaga el italiano Carlo Pisacane (que trabajó hasta con Rosellini) y la mexicana Sara García; los tres abuelos cómplices, que transmiten ternura y vivos deseos de que todo vaya bien en esta nueva faceta de su vida.
A destacar la aparición secundaria de la gran Lola Gaos.
Sinhué
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25 de diciembre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos ocupamos hoy de una de las películas más injustamente olvidadas del cine español: “Los dinamiteros” (Juan G. Atienza, 1962), un claro ejemplo del severo ostracismo que han sufrido algunos de nuestros filmes a causa de su modesta producción y al escaso esmero en su lanzamiento comercial (la publicidad, promoción y distribución de la misma fue nula, confinándola en cartel a una semana y, al final, abandonándola al más absoluto olvido). Sin embargo, con el paso de los años y gracias al esfuerzo entusiasta y alentador de los profesionales, estudiosos e historiadores del cine español , se ha permitido volver a desempolvar esta pequeña joya que se había quedado enterrada en la memoria colectiva, una deliciosa comedia que por un lado sigue la estela negra de los trabajos de Marco Ferreri y Luis García Berlanga, pero con mayor ternura (y sin la hiel) que el primero y menor ambición que el segundo, y por otro está alimentada del irreproducible aliento de la maravillosa escuela italiana post-neorrealista, Mario Monicelli y su “Rufufú” de 1958 a la cabeza.

La película supone una mirada tierna, pero también crítica y burlona, de la sociedad española de la dictadura, y puede considerarse incluso un cuestionamiento de la cuota de injusticia que conlleva el desarrollo económico ligado al capitalismo salvaje. “Los dinamiteros” navega continuamente en un tono agridulce, si bien con un barniz de comedia que la hace grata, amable y, por momentos, hilarante. Inspirándose en novelas de tapa blanda compradas en los quioscos y en películas de serie B, los protagonistas trasladan a la cotidianidad española de un terceto de ancianos de los sesenta las claves y los lugares comunes del género negro, sección atracos, dándoles forma, adaptándolos a su realidad más inmediata. Así, conciben un plan rocambolesco sobre el papel pero tremendamente efectivo y sencillo en su ejecución, durante cuya preparación, extremo que la película explora durante buena parte de sus 93 minutos, tienen lugar momentos muy divertidos, en los que intercambian diálogos de una lógica “aplastante” además de cruzarse con toda una galería de personajes de la fauna de extrarradio de las grandes ciudades de la época de lo más pintorescos. García Atienza, coautor también del guion, se entrega a un humor sutil, negro en ocasiones, que recubre el contenido de crítica social y de mirada desencantada que posee el film, y que transita por la soledad de las personas mayores, por su situación de abandono económico, de amortización social. Los tres se encuentran solos, fuera de sitio, sin quehaceres en el tiempo que les queda, y además del afán de justicia, de lo que ellos entienden por hacer justicia, poco a poco les va poseyendo el ánimo de verse útiles, ocupados, comprometidos en algo que supone un aliciente, un proyecto, un objetivo para unas vidas que la sociedad considera ya dadas de sí, como una segunda juventud despertada y alimentada por la tentación de cometer un crimen justo.

Mordaz, inteligente, socarrona, sarcásticamente lúcida de principio a fin, excelentemente dirigida y planificada, en especial la secuencia de la ejecución del atraco, soberbiamente narrada, la película mantiene el pulso en todo momento, conserva el equilibrio entre sensibilidad en el tratamiento y comicidad en las situaciones, y destaca principalmente por las excelentes interpretaciones del terceto protagonista. En suma, una cinta atípica, más que estimable, obra de un Juan García Atienza curioso y pintoresco, castizo y sabio en su manejo de las claves del género, pero que no llegó a desarrollar una carrera propiamente cinematográfica, quedando este como su único largometraje, a causa de los problemas de distribución que hicieron que “Los dinamiteros” apenas gozara de repercusión comercial. En todo caso, una obra más que recomendable.
Juan Marey
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7 de mayo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son muchas las razones que hacen especialmente curiosa la existencia de una película como Los dinamiteros (1963). Para empezar, el ser la única obra de ficción rodada por su director, un Juan García Atienza, que había trabajado previamente como director de la 2ª unidad o ayudante de dirección para directores de la talla de José Antonio Nieves Conde, Florián Rey o Rafael J. Salvia, pero que tras estrenar Los dinamiteros nunca más se volvió a poner detrás de la cámara para rodar una nueva película de ficción, aunque sí algunos documentales, desarrollando también un decente labor como guionista, principalmente para la televisión.

Argumentalmente, Los dinamiteros bebe claramente de la enorme influencia que seguía ejerciendo en el cine europeo el éxito de la película italiana I soliti ignoti (Rufufú) (1958), de Mario Monicelli, sátira post-neorrealista de las películas con atracos perfectos, con Du rififi chez les hommes (Rififí) (1954), de Jules Dassin, o The Asphalt Jungle (La jungla de asfalto) (1950), de John Huston, a la cabeza de su paródica diana. Así, nos encontramos con tres jubilados, dos hombres y una mujer, que tras asistir a la muerte solitaria y mísera de otro jubilado conocido de los tres, que como ellos también ha venido cobrando una raquítica pensión, deciden dar un "golpe maestro" y atracar las oficinas de la mutualidad de pensiones armados con cartuchos de pólvora. En el mismo tono entre el sainete y la denuncia social que su coetánea Atraco a las tres (1962), de José María Forqué, Los dinamiteros parte de una tan absurda premisa inicial para efectuar un entrañable y lúdico retrato de la miserable realidad social de la España del momento. Bebiendo convenientemente de las influencias tardías del Neorrealismo Italiano, Atienza da forma a la maquinación y puesta en marcha de ese "atraco perfecto" desde una óptica verdaderamente naif, donde resulta incluso lícito pensar en el posible éxito final de semejante terceto de atracadores.

Sin la mala uva y la perspicacia, así como esa capacidad de observación tan soterradamente satírica del maestro Berlanga, Azcona mediante, pero ejecutando toda su peripecia argumental con notoria inspiración, Los dinamiteros se encuentra sostenida en una puesta en escena sencilla, sin estridencias ni alardes visuales de ningún tipo, con una cámara sumamente transparente, una adecuada y nada sibilina fotografía en blanco y negro, que puede aportar cierta atmósfera noir al conjunto sin perder, ni por asomo, su fuerte componente naturalista, obra del profesional Juan Mariné, y una óptima y evocadora banda sonora, con puntuales asertos jazzísticos, en la mejor tradición del género, debida nada menos que a Piero Umiliani, creador de la maravillosa partitura de Rufufú. Todo esto son excelentes virtudes para una comedia verdaderamente divertida y disfrutable, que si no depara unas grandes y estridentes carcajadas, por lo menos impide durante todo su metraje el que se nos borre una cómplice (y complacida) sonrisa, conteniendo momentos ciertamente brillantes (como la preparación de los explosivos, el ensayo en la Casa de Campo del atraco o la ejecución final del robo), sustentada toda la comicidad de la película en una disposición francamente rítmica y sostenida de los gags, en unos diálogos verdaderamente hirientes y mordaces, tremendamente ácidos y nada complacientes, y en el juego y química que se establece entre los tres protagonistas, auténticos motores de la comedia en Los dinamiteros.

Eso monstruo del género en particular, y del cine en general, que siempre fue José Isbert fue la estrella española escogida para esta co-producción con Italia, y, en uno de sus últimos papeles antes de su triste fallecimiento en 1966, el actor vuelve a hacer de las suyas, creando una composición inolvidable, tirando de lo absurdo de las situaciones para satirizar a placer a ese abuelo roñoso y solitario. A su lado, el italiano Carlo Pisacane, actor presente también en Rufufú y que aquí aportaba no poca picardía y diablura a su abuelo aficionado a quedarse embobado mirando a las jovencitas pasar, entablando un tronchante tira y afloja con la aspereza cascarrabias en la que se desenvuelve Isbert. La tercera en discordia fue la afable abuelita por excelencia del cine mexicano, una Sara García que jugaba con la aparente bondad inherente a su físico para componer un personaje de abuela marchosa y decidida, reaccionaria y subversiva por igual. Una auténtica delicia pues el campo interpretativo de una película en la que también destaca, en un papel secundario, de fácil y brillante ejecución, la estupenda Lola Gaos y los cameos de las estrellas del momento Adolfo Marsillach y Laura Valenzuela, en una irresistible parodia del cine con atracos perfectos, una parodia dentro de la parodia de jocosa eficacia.

Virtudes varias pues que dan de sí una encantadora película, que no ha perdido ni un ápice de su alcance crítico y mordaz, que se erige pronto en un interesante documento sociológico y con la que se ensañó muy especialmente la oscura y pésima distribución que sufrió a la hora de su llegada a las salas, para más inri, muy entrado ya el año 1964 y en circuitos de repertorio y dobles sesiones, lo que la condenó irremisiblemente a una injusta invisibilidad en la época y un más que obvio olvido con el transcurrir de los años. Quizás fue ésta la principal razón por la que Atienza no volvió a dirigir obra alguna de ficción para el cine español, con lo que es más que obvio afirmar que nuestro cine se ha perdido a un más que interesante realizador "apunta maneras". Ya es hora de sacar del ostracismo tremenda joya de la comedia costumbrista española, que no estará firmada ni por Berlanga ni por Ferreri, pero que merece un puesto de honor dentro del género cómico en la Historia del Cine Español.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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