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La melodía interrumpida

Drama. Musical Biografía de Marjorie Lawrence, cantante de ópera de origen australiano, desde que abandonó la granja de sus padres para estudiar canto y triunfó en los escenarios de todo el mundo hasta que su carrera se vio truncada por la poliomielitis. A pesar de ello, su tenacidad le permitió superar la enfermedad e incluso volver a los escenarios. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2011
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama musical realizado por Curtis Bernardt (1899-1981). El guión, de William Ludwig y Sonya Levien, adapta la autobiografía de Marjorie “Marj” Lawrence (1950). Se rueda en los MGM Studios (Culver City, L.A., CA). Nominado a 3 Oscar, gana uno (argumento y guión). Producido por Jack Cummings para la MGM, se proyecta por primera vez en sesión de preestreno el 20-IV-1955 (Melburne, Australia).

La acción dramática tiene lugar en Winchelsea (Australia), París, NY y Florida, entre 1924 y 1949. El film, que Marjorie Lawrence calificó de inexacto, no facilita las referencias cronológicas del relato. Por ello conviene decir que la protagonista nace en 1907, es la quinta de 6 hermanos, debuta en Montecarlo en 1932 y su libro autobiográfico concluye en 1949, aunque ella vive 30 años más, hasta 1979.

La película se desarrolla como un biopic cinematográfico al uso. Sigue los trazos básicos de la vida de la protagonista, pero modifica algunos aspectos en beneficio de la concisión propia del cine, omite hechos en aras del ritmo de la narración y hace uso de algunos datos imaginarios o de ficción. El desarrollo narrativo, a cargo de un especialista en melodramas tan destacaddo como Curtis Bernardt, se beneficia de las habilidades de éste por lo que respecta a claridad, pulso y ritmo narrativo. La historia mantiene el interés del público sin desvanecimientos, gracias a la rapidez con la que se explican los hechos y la ordenada utilización de las transiciones. Éstas se resuelven sin pausas y sin rodeos. El encadenado de escenas se ajusta a una pauta de avance sostenido, que resulta grato y atractivo. La inquieta precipitación con la que se mueve el personaje de Marjorie desde la primera escena, justifica el ritmo diligente del relato y, a la vez, lo explica y fundamenta.

Otro mérito de la obra atribuible al buen hacer del realizador es la inclusión de varias escenas de un intenso dramatismo, que se presentan tratadas con rigor y seriedad. Sobresalen varias escenas por su intensidad dramática. En una de ellas se combinan planos de interior y de exterior de la casa, de la protagonista y de su pareja, en un juego de ritmos, luces, sonidos y color, que elevan la tensión a niveles considerable. En otra escena, vista en perspectiva general, se muestran las reacciones de Marjorie ante estímulos destinado a provocar en ella acciones que la lleven al límite de sus posibilidades. En ambos casos, y en otros similares, Bernardt luce mesura, serenidad, expresividad y contundencia, sin salirse de los límites que marcan el rigor y las reglas de la buena dirección.

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Miquel
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27 de febrero de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comenzó de manera similar a otras tantas películas: joven con talento que no se amilana ante las dificultades, ascenso a la fama, problemas con su marido por no ajustarse al rol de esposa...todo ello intercalado de actuaciones (quizás demasiadas, ralentizando la acción) de famosas arias de ópera (Wagner, Puccini, Verdi, Bizet, etc.). Sin embargo, desde el momento en que se desencadena la enfermedad de la cantante, la película cobra gran interés, enriqueciéndose notablemente.
Las escenas emotivas son tratadas con seriedad, sin excesos y de manera cercana. Incluso la obligada parte patriótica referente a los soldados que regresan o están en la guerra resulta menos indigesta que en otras películas de la época. Respecto a los actores, Eleanor Parker está impecable en su papel y Glenn Ford, lejos de odiosos roles desarrollados en películas como "Gilda", conmueve por la sensibilidad que transmite a su personaje: es el suyo el que experimenta una mayor evolución, muy positiva, como hombre y marido, superando prejuicios en pos del amor. ¡Qué manera tan sobria, elegante y sencilla de hacer cine!.
Elena
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15 de abril de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pregunto cuántos de nosotros no hemos acudido alguna vez a una tienda de discos preguntando y teniendo que tararear tímidamente, por miedo o vergüenza, alguna melodía que hemos escuchado a través de la televisión, la publicidad o la radio, esa música maravillosa que no paramos de recordar, que nos inspira emociones profundas, desconociendo que forman parte de algún fragmento de una ópera. Ya sea aria, obertura, intermedio o coro. La ópera como decía Wagner, es el espectáculo total que combina música, teatro, danza y todo ello se puede apreciar en directo con sus decorados y vestuario que pueden combinarse de mil maneras. Un espectáculo total y majestuoso por su grandeza, y que no pertenece a ninguna clase social, forma parte de cualquier persona con sensibilidad que ame el arte y la cultura.

Si, la vida de la soprano australiana Marjorie Lawrence (1907-1979) fue, en efecto, una sucesión de melodías, compuestas por Puccini, Verdi, Bizet, Saint-Saëns y, en especial, Wagner, interrumpida por haber contraído la poliomielitis. El film de Curtis Bernhardt a partir de la autobiografía de la soprano, conocida especialmente por sus interpretaciones en óperas de Wagner, sugiere ya al comienzo de los títulos de crédito, con unos acordes wagnerianos (que recorren el cuerpo de la “Tetralogía”, pero también el de “El holandés errante”) la importancia que ese compositor tuvo en su vida profesional. Pero el “Tristán e Isolda” que cantó en el MET de Nueva York, pasaría a la historia, debido a su incapacidad para moverse libremente.

El final de esa ópera es tan conmovedora que emociona siempre, y aún más, cuando la secuencia está filmada con convicción por Bernhardt, mostrando la fuerza de la voluntad humana y del poder transformador del arte, de su influencia sobre quienes son sensibles a él. Puede haber otra forma de entender la película: verla como un ejemplo de la alineación provocada por la obsesión por el trabajo (al fin y al cabo, cantar ópera no deja de ser un trabajo), que impide vivir una vida con plenitud; pero eso nos llevará a otras cuestiones, como qué significa vivir con plenitud. Yo tengo mis dudas, en todo caso el sacrificio por una carrera artística es evidente.

El film narra la vida de la soprano, desde su juventud en una granja que desea cantar ópera y se presenta a un concurso en su ciudad, seguidamente irá a París a continuar su formación y mediante una rocambolesca casualidad obtendrá sus primeros papeles para cantar “La Traviata” y “La Bohéme”, conociendo al que será su esposo, un doctor norteamericano. Excelentes trabajos de Eleanor Parker y Glen Ford, así como uno de los primeros trabajos re Roger Moore, que encarna el papel de hermano de la soprano. Todo ello con una estupenda fotografía en Cinemascope, que el cineasta maneja con soltura en la puesta en escena, resaltando las magníficas representaciones operísticas, así como las interioridades del mundo del “bell canto”.
Antonio Morales
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24 de abril de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La, como siempre, sublime Eleanor Parker da vida a una famosa cantante de ópera que, en la cima de su éxito, ve truncada su carrera a causa de una enfermedad. Nadie más que Glenn Ford podía interpretar a su amoroso esposo. Una maravilla de película.
Atención a la presencia de un jovencito Roger Moore.
deanwire
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14 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que el título habla lo suficiente. Es que Eleanor Parker se roba todo. Hermosa, talentosa, hasta con una buena voz para ser lo que es (y es que muchas actrices sufren duro cuando les dan melodías para interpretar) y con un carísma que atraviesa la pantalla.

La historia no da para ser exageradamente relatada aquí. Si, también podemos destacar a Roger Moore y Cecil Hellaway, ambos están más que correctitos, cosa que se aprecia mucho cuando uno se acostumbra a las mediocridades o sobreactuaciones de hoy día. Estar correctos, cosa que era considerada floja en los años dorados, hoy es una bendición y quizás mis ojos se están engañando nada más, pero peor pero pero peor nada.

Lo que también es admirable es el trabajo de Curtis Bernhardt, hay un no se que oculto en sus pictogramas. Es que no hace nada de otro mundo, es más, hasta es muy "de cine tipo" su estilo de filmación, pero no se, es infinito, es único. Será que estoy harto de la pretenciosa grandilocuencia de los directores de hoy, que ni siquiera películas épicas consiguen lograr sin grietas? A veces, hay demasiada delicadeza en la sencillez. Será algún truco que tenían los años 50?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Emile
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