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El gran combate

Western En 1868, trescientos indios cheyennes expulsados de sus tierras vivían miserablemente en una árida reserva de Oklahoma. Tras esperar en vano una solución de las autoridades de Washington, sus jefes decidieron emprender un largo viaje hasta sus praderas natales. Pero la huida fue descubierta y la caballería salió en su persecución. En el primer combate murieron el comandante Braden y ocho de sus hombres. Cuando se supo la noticia, ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
10 de agosto de 2008
42 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Último western de Ford y penúltima de sus películas. Escrito por James R. Webb ("La conquista del Oeste"), se inspira en la novela "Cheyenne Autumn" (1953), de Mari Zandoz, y en la novela "The Last Frontier" (1941), de Howard Fast. Se rueda en exteriores de Utha (Monument Valley, Archer National Park...), Wyoming y Colorado, en los ranchos RKO Enciso (L.A.) y White (Utha) y en los Warner Studios, con un holgado presupuesto de algo más de 4 M dólares. Es nominado a un Oscar (fotografía). Producido por Bernard Smith y Ford, se estrena el 3-X-1964 (EEUU).

La acción principal tiene lugar entre el 7-IX-1868 y la primavera de 1869, en la reserva cheyenne de Oklahoma, Fort Laramie, Fort Robinson, las tierras nativas de los cheyennes en Yellowstone (Dakota) y el camino entre ellas. El gran jefe cheyenne, acompañado de los jefes Pequeño Lobo (Montalbán) y Cuchillo Sin Filo (Roland), al frente de los 286 superveintes cheyennes confinados en la reserva de Okahoma, vistos los incumplimientos por el Gobierno de los pactos acordados, deciden regresar a sus tierras de origen en un recorrido de más de 2.000 km. Forma parte de la expedición la cuáquera Deborah Wright (Baker), maestra de los niños, que simpatiza con el capitán de Caballería Thomas Archer (Widmark).

El film hace referencia a hechos reales que forman parte de la historia del país, por la que Ford siente admiración y en la que se inspira con reiterada frecuencia. La cinta es una obra largamente deseada por Ford, como medio para exaltar la valentía, el pundonor, la fortaleza y la grandeza de los cheyennes y de todos los pueblos amerindios. También, como instancia de reparación por la imagen que de ellos había ofrecido en sus westerns legendarios. La realización de la obra topa con problemas de producción que impiden a Ford construirla como deseaba. La Warner impone actores hispanos en sustitución de los indios nativos propuestos, introduce cortes (20 minutos), etc. Ford tiene problemas con el guionista y no le gusta la música engolada y enfática de North.

El relato se desarrolla como un largo peregrinaje de regreso a las tierras nativas, plagado de dificultades. Es una odisea, un regreso del destierro en Egipto, un retorno a la Tierra Prometida, un viaje sagrado, dramático y épico. Es una gesta titánica de un pueblo que lucha por la supervivencia y la libertad. La sinceridad y neutralidad de Ford hacen que la expedición, más allá del texto, la imagen y la palabra devenga una historia triste, amarga y desoladora. Guerreros, jefes, mujeres, ancianos y niños, mientras avanzan entre escaramuzas sangrientas, incidentes con jinetes desaprensivos, choques con personajes obtuso, borrachos y fanáticos, y disensiones internas, no se acercan al Paraíso, sino a una reserva, un espacio acotado y cerrado, una prisión sin barrotes, un escenario de reclusión y exclusión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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29 de agosto de 2010
83 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabía de ella pero todavía no la había visto: críticas elogiosas, calificaciones notables, en fin, augurios de gran cine: ¡El último western de John Ford!

Empieza regular. Con aires de denuncia falsa. Como si en este juicio el abogado defensor no fuera más que un escribano rutinario. No hay convicción en la defensa de los indios (de hecho, en el primer enfrentamiento, el indio tonto es el primero que dispara).

Cada escena me avergüenza. Me siento incómodo, como un mal nadador en el mar en un día de resaca. Me digo que ahí están los planos del maestro, con esos maderos verticales multiplicados, al fondo, por las agujas de los montes. No hay manera, las secuencias son plomizas.

Me vienen a la mente las imágenes de un boxeador sonado, tratando de aguantar un par de asaltos para así ganarse la soldada.

El cine de John Ford es inmortal. Debe de haber algún conejo en su chistera. Quiero creer que cuando comparezcan Karl Malden, Edward G. Robinson y James Stewart ‘El gran combate’ (el título español parece un guiño triste a mala uva) alzará el vuelo. Pero los tres resultan bochornosos en sus absurdos roles de opereta. Me consuelo pensando que la cinta busca el interludio cómico o festivo.

Cuando una película no me dice nada, si el director es solvente, trato de ampararme en la fotografía. Monument Valley, nada menos. Un lugar de culto... transformado en un desierto emocional. En un quiosco de postales. Con una historia que se arrastra por la arena indiferente.

La conquista del oeste fue abusiva. El uso de la fuerza como único argumento es despreciable. Los pieles rojas fueron masacrados. El hombre blanco es una mierda… pero dilo de otro modo. De un modo que parezca verdadero ya que, al fin y al cabo, fue verdad.

La voz en off nos alecciona. Los personajes son cartón. La tensión es una lipotimia.

Me entran ganas de llorar. Como cuando te encuentras con esa compañera de pupitre por la que suspirabas hace veinte años (sí, soy madurito) y te sientes reflejado en el espejo de su aspecto lamentable. Vuelves a casa con el alma jodida. Quieres refugiarte en el recinto de las cosas que no mueren. Ahí, en un rincón privilegiado, están las pelis de John Ford.

Necesito ver ‘El hombre tranquilo’ una vez más para quitarme este regusto a almendra amarga de la boca.

Ver de nuevo las fotos del colegio. Comprobar que no me equivocaba: la chica era un bombón. Y el verde de Innisfree deslumbra en su perpetua primavera.
Servadac
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9 de junio de 2010
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí. Ya lo sé. Las localizaciones son erróneas. Los cheyennes, cuentan las crónicas, estaban confinados en Oklahoma y no debían atravesar Monumental Valley (Utah) para regresar a sus tierras. Pero, Monumental Valley es una hermosura como escenario. ¿La fotografía en color de William H. Clotter nominada al Oscar? Cantado. Y de no haber sido por Cukor y su My Fair Lady, que era mucho toro que lidiar, premio seguro. Porque al buen hacer de Clotter se le unía ese ojo mágico de John Ford que aún con 69 años entre sus párpados tenía una cámara en lugar del globo retiniano.

Si esto fuese un documental del Canal Historia pues me indignaría muchísimo estos cambios de entorno, pero cuando de un western y del genio Ford se trata, lo agradezco y me maravillo ante ese plano, o secuencia, o como se llame, de los militares lanzados al galope sobre las arenas desérticas y bajo un sol de justicia. Yo lo llamo: Belleza plástica.

Y puestos a hablar de justicia, chapeau por Ford quien, con el exilio de los Cheyenne, revindicó la figura de todos los indios. Y si esa reivindicación pasaba por deteriorar la imagen del hombre blanco, pues no pasa nada. El público es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que en todos los tiempos hubieron canallas de todos los colores de piel. Por lo general, en cine, los asesinos impíos y detestables son los pieles rojas, pero Ford, por eso (y otras cosas) era un maestro, puso su cámara en el extremo opuesto.

Excelente Richard Widmark. Discrepo de quienes lo comparan con John Wayne, aunque no dejo de reconocer que es una comparación inevitable. Bien Carroll Baker. Respecto a James Stewart resulta curiosa su presencia. Junto a otros dos grandes: John Carradine y Arthur Kennedy ocupan lo que podría denominarse el intermedio del film. O sea que Ford no dejaba ni a los caballeros acercarse al aseo ni a las damas a la toilette.

No es una obra perfecta. Tiene sus gazapillos, digámoslo así. Por ejemplo ¿Cómo pudieron encerrar a medio centenar de indios en barracones cerrados a cal y canto sin registrarles previamente y quitarles las armas? Se lo perdonamos porque es Ford y porque la película es maravillosa con momentos notables. Esa estoica formación inicial de los indios con su jefe a punto de desplomarse es una secuencia mágica de un cine mágico, el de un John Ford que mimaba cada plano con la meticulosidad de un orfebre.

En una ocasión tuvo al personal preparado y de pie durante más de tres horas esperando que la longitud de las sombras fuese la adecuada. Y es que la genialidad no es un don que se reparte caprichosamente al primero que pasa por ahí. No. La genialidad hay que currársela.
FATHER CAPRIO
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21 de enero de 2009
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Última incursión de John Ford dentro del género de los westerns, esta vez se centra en todo en peregrinaje que inician un grupo de cheyennes fuera de las reservas a las que están destinados para poder volver a sus tierras y emprender una nueva vida fuera de la represión del gobierno estadounidense, que no les abastecen de recursos ni de alimentos suficientes para poder subsistir. El viaje, sin embargo, no será fácil, pues tendrán a un grupo de soldados de la caballería que les pisarán los talones.

Este último western de Ford tiene varios elementos que saltan a la vista, como podrían ser su hermosa fotografía o su solvente grupo de actores, muchos de ellos de gran reconocimiento y de fama internacional que aparecen en pequeños roles. A diferencia de sus otros westerns, John Ford no busca el dinamismo ni el nutrir a su obra de ningún ápice de épica, sino todo lo contrario. La película aparte de ser larga, tiene un ritmo lento y tranquilo, tampoco goza de grandes batallas ni el toque aventurero empañado en sus otros films. Aquí el director busca la empatía del espectador hacia los indios cheyennes, algo muy elogiable des de mi punto de vista, a partir de su lucha por la supervivencia a través de su peregrinaje que les hará vivir multitud de peligros. Es muy agradable de ver un western que trata con tanta humanidad a unos personajes que acostumbran a ser “los malos” de la función en la mayoría de cintas del género.

Es una película muy recomendable de ver para todo amante de Ford así como aquel que ame el género pero que no tenga miedo de ver algo totalmente diferente.
directorscut
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7 de junio de 2009
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se despidió Ford del western, a quien tanto le debe y a quien tanto le dió, de esta manera tan excelente y mítica. Dando las gracias a esos elementos que le permitieron hacerse grande, el más grande, y provocando también en el público esa gratitud a tantos títulos y años dedicados a crear un estilo que ha sido la referencia más importante de la historia del cine. Su forma de trabajar, de filmar, de crear historias y personajes sigue estando vigente hoy en día y sigue siendo fuente de inspiración para importantes cineastas que aprendieron y amaron el cine viendo a Ford.

“Natani Nez” (El Guerrero Alto). Así fue bautizado Ford por el pueblo Navajo quien, en agradecimiento por salvaguardar la auténtica memoria del pueblo nativo americano, acogió a éste y a Walsh en su propia tribu. Solo con un gesto de tal magnitud (por su simbolismo y por lo inaudito) sirve para reflejar lo que, por ejemplo, hizo Ford en "Cheyenne Autumn": contar fielmente un acontecimiento histórico, lleno de vergüenza para el pueblo americano, y que sirvió al director para rendir su úlitmo homenaje a uno de sus protagonistas más aclamados. Ese "indio arranca cabelleras" cuya historia siempre fue manoseada y manipulada por la insaciablidad del "hombre blanco" que no solo se encargó de arrebatarles sus tierras ilegítimamente, sino que se dedicó durante casi cincuenta años a masacrarlos a lo largo de toda la frontera americana.

Pero el homenaje no solo es para el pueblo indio. Wyatt Earp y Doc Holliday tienen su sitio más preferencial recordando la imborrable "My Darling Clementine". O Monument Valley, esa gran depresión al sur Utah, plana e infinita, roja y desértica, solo interrumpida por esas mesetas alargadas cientos de metros y cuyas siluetas presiden, viejas y arrugadas, las historias del maestro Ford. Nadie las filmó como él. Las sombras, el calor, el ardiente sol presiden una y otra vez las escenas, laboriosamente cuidadas y planificadas, en las que el pueblo Cheyenne inició su último camino, su camino de vuelta a casa (en la inicial, por ejemplo, estuvieron tres horas esperando de pie hasta que Ford quedó contento con la altura de las sombras proyectadas).

Lugar también para el caballo como animal omnipresente y amado por el cine de Ford. Filmado siempre poderoso desde proa y desde popa, desde babor y desde estribor, al trote y al galope. Asiento también para James Stewart y Arthur Kennedy como representates de esos actores emblemáticos que protagonizaron hasta el éxito universal sus historias. Narrada desde la pausa, la melancolía y la serenidad que le daban tantos años detras del objetivo "Cheyenne Autumn" es sin duda una de las despedidas mas excepcionales de todos los tiempos. Un repaso a medio siglo de carrera donde el sentimiento común por parte de todos, director,arte y espectador, es el mismo: gracias, gracias y mil gracias.
Alfie
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