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Escarlata y negro

Bélico. Drama Historia del padre Hugh O'Flaherty, un sacerdote destinado en el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que acogió y escondió a judíos, prisioneros de guerra huidos y a familiares de los partisanos italianos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
4 de febrero de 2010
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en hechos reales y realizada para la televisión, no ha tenido demasiada repercusión en España, esta loable realización sobré el papel que jugó la iglesia con las fuerzas de ocupación Alemanas.
Se nos relata la historia del monseñor Hugh O`Flaherty, un osado sacerdote Irlandés destinado en el vaticano, en tiempos de la segunda guerra mundial. Este valeroso cura dedico enormes esfuerzos y energías a ocultar refugiados de guerra, construyendo una especie de red de inmumerables personas ayudando en su loable, pero arriesgada labor. En tanto el papa Pío XII intentaba mantenerse neutral al conflicto, haciendo del papel de la iglesia, poco más que un inmenso paño de lágrimas.
Muy buena interpretación de Gregory Peck como el intrépido sacerdote. También merecen reconocimiento especial, el siempre eficaz Christopher Plummer dando vida al temible Coronel Alemán Herbert Kappler, y el sobrio John Gielgud como Pío XII, así como otros secundarios que desarrollan una muy correcta labor.
Fue nominada a los Gramy Awards en el apartado de mejor montaje, en película para la pequeña pantalla.
En mi opinión, me ha parecido un muy interesante trabajo. Correcto guión. Excelente reparto. Una trama bien urdida, con grandes dosis de emoción. Si acaso, con mayores medios se podría haber hecho una obra mas grandiosa ,aunque eso no implica que estuviese mejor acabada.
Si tienen oportunidad de verla descubrirán el significado de la línea blanca.
Walter Neff
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15 de abril de 2009
35 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero al fin de cuentas, vale la pena por acercarse a la vigorosa biografía de monseñor Hugh Flagerthy, auténtico héroe en el cautivo Vaticano de la ocupación nazi, quien con mucho coraje e ingenio salvó a 4.000 fugitivos del nazismo sin preguntar a nadie procedencia ni religión. Sobre todo este irlandés boxeador en sus ratos libres odiaba a los ingleses a su vez feroces ocupantes en su tierra original, ahora aliados de fuste y víctimas tan débiles como cualquier judío.

La historia es la contrapartida de Amén y El noveno día, por mencionar dos buenas películas recientes acerca del polémico papel de la Iglesia Católica frente al nazismo. En este caso es una realización para la televisión italiana que se sostiene por el vigor de la historia y el protagonismo de Gregory Peck, francamente sensacional, y el siempre eficaz Cristopher Plummer.

Aquí se muestra a un papa sin fuerza alguna y un grupo de sacerdotes capaces de dar su vida por la causa.

Es una pena que semejante biopic, con tantos elementos apasionantes para crear buenas emociones palomiteras y a la vez profundas reflexiones no haya encontrado su Spielberg. Pero si te quieres acercar a estos acontecimientos-modelo de solidaridad cristiana, ésta es su película, basada en un personaje real que fue, en vida, al acabar la contienda, agasajado por Israel, Reino Unido, Estados Unidos e Italia: un genuino y entusiasta luchador que pasó por numerosos peligros para hacer lo que le correspondía: ayudar a los más necesitados con energía, imaginación y mucho talento.
horacio
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31 de mayo de 2010
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película del que fuera, entre otras, director de la mítica Chiefs, Jerry London. Se desenvuelve muy bien este director, sabiendo generar situaciones que atraen el interés del espectador. Gregory Peck resulta contundente y absolutamente creible en el papel de un monseñor irlandés del Santo Oficio. Christopher Plummer quizás pueda resultar más plano en sus registros como coronel de las SS, pero no menos eficaz en los resultados. Y la música de Morricone no hace sino ayudar, al igual que los magníficos escenarios y exteriores del Vaticano.

Un título vibrante que engancha, con sus dosis de suspene policial, intriga política y drama. No cae en la beatería y convence en su misión de mostrar la vida de un auténtico héroe, de aquellos que necesariamente surgen en tiempos difíciles, y en recordar el papel activo que en algunas ocasiones sí se atrevió a dar el Vaticano, no carente en otros casos de ambigüedad.

En resumen, muy recomendable y entretenido film, o telefilm, de los que ya apenas producen las televisiones de hoy en día y que no era raro encontrar en los setenta y ochenta.
REXMUNDI
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2 de octubre de 2022
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Negar los asuntos turbios que la Iglesia ha ido manejando durante la Historia (cuando no descaradamente en tiempos más ancestrales), sería engañarse de forma bellaca. Machacar a tal institución sólo por su vertiente más tenebrosa y contraria a sus propios predicados, no sería justo. Y emitir juicios banales y fáciles como se está haciendo últimamente, porque algo o alguien tiene que pagar los platos rotos del despropósito social en el que vivimos actualmente, sería sin duda algo pueril, y una soberana gilipollez. Pero harto sabido es que los juicios categóricos callejeros o de taberna, fruto de la ignorancia y el saber intelectualoide de un «mainstream» que impone valores e ideologías bajo el disfraz de la demoracia, son los que van tomando solera, obviando que los responsables de las acciones son simpre las personas, y no aquello a lo que presuntamente representan.

En cierto modo, esta cinta es un firme alegato a la titularidad de cada individuo, de sus sentimientos, decisiones y conductas, más allá de la vestimenta de cualquier adscripción o etiqueta que se le atribuya, o el disfraz de sus roles y atributos.

El director y productor televisivo Jerry London («Kojak», 1973; «La Doctora Quinn», 1993; «El Guardián», 2001…) fue el escogido para coger el timón y llevar un barco que, sólo con la presencia de tres grandes (Gregory Peck, Cristopher Plummer y Sir John Gielgud), con el apoyo de los brillantes secundarios de lujo Raf Vallone, Walter Gotell y Barbara Bouchet, se podría decir que anda solo a buen puerto. De hecho, merecía más que haber sido un producto hecho para la «caja tonta», y podría haber optado por estrenarse en la gran pantalla, dada su incontestable calidad, en todos los sentidos. También por la sólida historia real (que J.P. Gallagher noveló con título homónimo a la película) de Mons. Hugh O’Flaherty, el obispo irlandés que salvó miles de vidas durante la ocupación nazi de Roma, dramático episodio de la Segunda Guerra Mundial, que también es conocido por títulos como «Roma città aperta» (1945), de Roberto Rossellini, o «Rappresaglia» (1973), de George Pan Cosmatos, en la que el tándem Marcello Mastroianni – Richard Burton debió inspirar al que forman en «Escarlata y Negro» Gregory Peck y Christopher Plummer.

La trama es sostenida fundamentalmente por ambos actores, en los 136 minutos del metraje. Un tenso pulso en el que se enfrentarán en desiguales condiciones: el Coronel Herbert Kapplan, que contará con el desproporcionado poder que le confiere su misión como oficial de la SS en Roma; y Mons.O’Flaherty, parapetado en la neutralidad del Vaticano y en su atuendo eclesiástico, que combinará con toda clase de disfraces para burlar el descomunal dispositivo que su enemigo ha articulado para darle caza.

Cada uno de ellos sabe lo que el otro se trae entre manos, y se afanan en cumplir su respectivo objetivo, perfectamente definidos en sus roles: uno, el de «cazador», cada vez más desesperado y dispuesto a aplicar peores sistemas de represalia; y el otro, de presa escurridiza, decidido a ocultar a personas fugitivas, de las garras de Kapplan. Uno de los grandes méritos de este telefilm, es el de conseguir que el espectador mantenga el corazón en un puño hasta el acto de resolución, en el que de una forma gráfica, simbólica, tiene lugar el clímax dramático en la conversación que mantienen los dos, de noche, en el tan tétrico como fascinante decorado escénico de las ruinas del coliseo romano (por cierto, curioso simbolismo el que el «set» los sitúe en aquel momento donde hace dos mil años tenían lugar los duelos a muerte entre los gladiadores).

Un punto de inflexión, un bello momento en el que, casi súbitamente, como por arte de magia en este giro del «script», el cetrero se pone a merced del perseguido, una vez los acontecimientos han dado su vuelco, y el invasor se tiene que batir en retirada.

Detrás de las vivencias reales que recrean los protagonistas de la película, el guion de David Butler propone unos cuantos simbolismos con los que enriquecer la electrizante contienda entre dos acérrimos antagonistas. En principio asimétrica por lo que representa el triste capítulo de la cronología europea en el que se suceden los acontecimientos relatados. Parece que al espectador se le pone fácil qué procesos de identificación llevará a cabo, y cuál sería el posicionamiento moral que tomar. Estamos seguros que la mayoría de la audiencia lo tendría claro.

Pero es evidente también, si escarbamos en el perfil de los personajes, en la intimidad más profunda que se puede atisbar en la elocuencia de su expresión dramática, más allá de los diálogos, que no estamos asistiendo a una maniquea exposición de la típica confrontación del Bién y el Mal, proyectado cada uno de estos conceptos en su correspondiente papel. La contienda entre estos principios se da en cada una de las figuras escénicas principales, de manera que en ambas hay una parte de «negro» y una parte de «escarlata» (o «púrpura», tonalidad a la que se refiere el título de la película en francés). El negro de la sotana de Monseñor es el negro del uniforme de Kapplan, y el escarlata del brazalete donde éste luce la esvástica, es el escarlata (o púrpura) de la faja que ciñe la sotana del obispo; y el color de su capa. Ah, y en medio está el blanco de la linde. Esa línea blanca que los alemanes pintan en el suelo para marcar donde se extingue la protección del Vaticano; donde acaba ese poder tan endeble del Papa (como delgado es el brochazo de pintura), al que vemos vestido de esta blanca neutralidad que no puede permitirse tomar partido. Que tan firmemente le para los pies al despiadado militar, como advierte a O’Flaherty del punto en el que no podrá interceder ya por él y sus colaboradores. Grande es la actuación de un más que veterano John Gielgud, que a pesar de ello se ve demasiado «inglesa» (tanto por su presencia como por su forma de interpretar, muy a lo «british»), para parecerse al Papa Pío XII.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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23 de mayo de 2010
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen biopic de la vida de Hugh O'Flaherty, uno de los tantos Santos no reconocidos. Todo un ejemplo de un buen cristiano, cumpliendo las enseñanzas de Cristo. Un hombre que arriesgo todo por sus próximos, en condiciones realmente difíciles. Esta cinta cuenta una la vida de un hombre que lucho por hombres más allá de su procedencia y si le simpatizaban o no. Como debemos hacer, y dice el refrán "haz bien sin mirar a quien". Nosotros que estamos llenos de nuestro egoísmo y nos cuesta dejarlo de lado para ayudar a otros, sin arriesgar la vida en ello.
La trama tiene varias situaciones poco creíbles, que intentan producir algo de humor en el público, que se podrían evitar.
La película es algo extensa pero no se torna aburrida en ningún momento.
Esta cinta cuenta con las excelentes actuaciones de Gregory Peck y Christopher Plummer.
megracia
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