Los Blandings ya tienen casa

Esta es una de esas películas que recuerdas con agrado y que hubiera sido mejor que no revisaras. La película está bien, pero yo la recordaba más divertida. H.C. Potter estira, en mi opinión, demasiado algunas situaciones y se decanta por un sentido del humor más visual que dialéctico que sólo le da resultado en algunas ocasiones.

La historia parte de los problemas de una familia tradicional de clase media que decide afrontar la aventura de construir una casa. Potter recurre a la saturación de dificultades para ir consiguiendo un efecto de agobio en los protagonistas que resulta divertido. La película conoció una secuela dirigida por Richard Benjamin en la década de los 80, protagonizada por Tom Hanks, llamada "Esta casa es una ruina", más espectacular y que incidía en los aspectos catastróficos de la construcción, resultando francamente divertida.

La película se inicia con un recorrido por Nueva York, con voz en off del narrador, papel asumido por el personaje de Melvyn Douglas. Este es un recurso muy utilizado en los años cuarenta y cincuenta como introducción y que fue asumido por muchas cinematografías, española incluida. Por ejemplo, recientemente he revisado El Tigre de Chamberí y tiene un principio similar. Ese toque costumbrista hoy resulta curioso y le da un cariz levemente documental que es de agradecer.

No está entre las mejores películas de sus protagonistas, pero hay que reconocer que, como gran parte del cine de la época dorada de Hollywood, tiene un encanto que difícilmente se consigue hoy en día y que ya quisiéramos que la media de las comedías actuales estuviera en ese nivel.

Me encanta esta película, y todas las de Cary Grant. Su cara tras ser "rescatado" de la habitación de su casa aun en obras es lo mejor de la cinta.
El guionista de ESTA CASA ES UNA RUINA se inspiró claramente en esta historia. Pero Tom Hanks dista mucho de ser Cary Grant.
Una gran película que te deja con la sonrisa en los labios y alguna que otra carcajada.

Un Cary Grant en su papel de cómico como tantas que hizo en aquellas fechas nos enseña los apuros que pasa un directivo de empresa cuando su mujer quiere realizar unos cambios en su pequeña casa de la ciudad.
La idea le lleva a adquirir una casa en el campo, a una hora del trabajo -en aquel entonces-, pero los problemas vienen cuando lo primero que tienen que hacer es tirar lo que han comprado para poder vivir allí.
Es una película cuyo atractivo está en que al espectador le complace, humorísticamente hablando, ver a un astro de la pantalla como Cary Grant pasar por tantos quebraderos de cabeza y por tanto gasto que supone una casa.
La película nos enseña paso por paso la construcción de la nueva, el papeleo, los permisos, las minutas de los albañiles, igual que ahora, o ahora peor incluso...
En fin, apuros que el Sr. Blanding tiene que ir solventando a costa de dólares y más dólares.
El argumento se enreda un poco más con ciertos celos que le surgen al ver a su mujer con el abogado, amigo de ellos desde hace años, y el estrés lo lleva hasta el trabajo. Está bien en cuanto a narración, con argumento desenfadado, una película humilde en su idea y construcción, sin afán de llegar más allá, con buenos actores y bien hecha.
Hay una conclusión que aún hoy sigue siendo de rabiosa actualidad al preguntarse él (un hombre con recursos económicos) cómo podrán conseguir su casa la gente joven que apenas se ha puesto a trabajar.

Descontando las propias experiencias que he vivido en las que, como los Blandings, solo he sentido complacencia en el momento en que pude decir: “ya tengo casa”, veo ahora al frente de mi hogar un modesto edificio de cinco pisos, propiedad de un anciano jubilado a quien, un día hace ya varios años, un oficial de construcción lo convenció de aprovechar los dos pisos que ya tenía para que los convirtiera en un edificio de cinco pues, según él, 60 millones le bastaban y sobraban (así es como los constructores avivatos atrapan algunos negocios). El anciano vendió entonces una casita que tenía en Bogotá, y para acabar de reunir el dinero, se endeudó ¡con un banco! (así es como uno comienza a amargarse la vida) convencido de que con los alquileres pagaría holgadamente la deuda (así es como la gente sueña ilusamente). Al poco tiempo, don Saúl comprobó que sumados los costosos arreglos de los dos primeros pisos, con el dinero restante solo le alcanzó para tirar muros y planchas de los tres pisos restantes y que necesitaría, no menos de 80 millones más, para terminar la obra blanca. Ahora lo vemos a él, junto a su anciana esposa y a su hijo con retraso, viviendo en el quinto piso en condiciones precarias, los dos primeros pisos alquilados a ratos, el tercero y el cuarto convertidos en refugios de murciélagos… y cargando con una deuda que amenaza con asfixiarlo cada día, porque ya sabemos que los bancos tienen por corazón una caja de caudales.

Ha sido un ingente esfuerzo el que ha hecho el director, H. C. Potter, para contar una historia de este tipo sin perder ni un segundo el sentido del humor, causándonos una deliciosa hilaridad, y haciéndonos sentir que todo lo ocurrido no fue más que una loca aventura que, al final, dejará sus deliciosos frutos. Inspirado en el maravilloso filme de William Keighley “Aquí durmió George Washington” (1942) –la pareja que sueña con un nuevo hogar, que termina comprando una casa en ruinas con un singular "valor agregado", y los grandes obstáculos que saldrán al paso antes de alcanzar ese hogar de ensueño-, Potter impone sus toques personales y otros tomados del libro en que se basa, y el filme logra distanciarse con creatividad y a veces genio, de su predecesora, dando como resultado otra refrescante comedia que deja bien plasmado el calvario por el que suele pasar casi toda familia que se aventura en el ideal de construir su propia vivienda.

Cary Grant tiene aquí una de sus más memorables actuaciones y Myrna Loy se mueve a sus anchas en un género con el que ya estaba bastante acostumbrada. Por supuesto, Melvyn Douglas resulta genial como el “tío” Bill, y valga mencionar la presencia de quien luego se lanzaría como otro exitoso Tarzán, Lex Barker, en un pequeño papel como el oficial de obra negra.

Si usted también tiene entre sus planes construir la casa de sus sueños, antes de dar ese paso no vaya a dejar de ver este par de refrescantes películas… y después de reír cuanto pueda con sus numerosos gags y divertidas situaciones, ¡tómeselas muy en serio!, porque de seguro van a ahorrarle unos cuantos dolores de cabeza.

Título para Latinoamérica: “HOGAR, DULCE HOGAR”

Esta película define para mí aquello de "los años dorados de hollywood". Es una comedia fresca, familiar y con el inolvidable cary grant, que se luce de principio a fin. A su lado Mirna Loy y Melvyn Douglas construyen un terceto que deslumbra por las situaciones graciosas, humanas, hasta conmovedoras. La vuelvo a ver cada vez que puedo.