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Funny Games

Thriller Anna, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones a su bonita casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred y Eva han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo preparan el velero, Anna prepara la cena. De repente, Peter, un joven muy educado que se aloja en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. De ... [+]
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Críticas 324
Críticas ordenadas por utilidad
25 de noviembre de 2005
364 de 451 usuarios han encontrado esta crítica útil
1997 será recordado como el año en que Michael Haneke rodó su obra magna, un thriller que se puede considerar a) la película de suspense definitiva, b) una de las más crudas patadas al estómago que se le han dado nunca al espectador, y c) la primera parodia que en lugar de hacer gracia te amarga la tarde...

El caso es que un par de psicópatas austriacos se ponen a joder la vida a una família de veraneantes de clase alta... pero bien bien jodida, eh, no se piensen que se limitan a rallarles el audi como haría cualquier persona sensata.
Y puede parecer que la cosa no va en serio, pues los guionistas se dedican a usar absolutamente todos y cada uno de los tópicos y clichés del género, y además los personajes a veces hablan con el espectador para recordarnos que lo que estamos viendo sólo es una película (un juego, quizá) y hacen alguna broma tonta digna de un gag del Terrat...
Pero luego cuando se cargan a alguien consiguen que no lo veamos como un inofensivo charco de salsa de tomate y una pieza de ajedrez menos, sinó que los muy cabrones son capaces de hacernos sufrir emocionalmente... y casi también físicamente cuando nos someten a un eterno plano secuencia (dura sólo diez minutos pero parece más largo) que da tiempo de sobras para meditar sobre a) la fascinación que produce la violencia en el espectador medio, b) lo estrictamente estereotipados que son la mayoría de productos de entretenimiento y c) lo insensibilizados que solemos estar ante la muerte de personajes de ficción o incluso de carne y hueso.

Así que si todavía no han visto Funny Games, vale la pena que lo hagan.
Lo pasarán fatal, pero les aseguro que luego podrán ver cualquier otra peli de psicópatas y partirse el culo.

Nota: matrícula de honor.
Listocomics Puntocom
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27 de enero de 2008
188 de 224 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ficción no es real. Es ficción. Eso dicen siempre, como dando por zanjado el término.

Haneke nos guiña el ojo y rebobina nuestras ideas preconcebidas, parodiándolas. Nos indica que, aunque la obscenidad que vemos está en una pantalla y no tiene tacto, ha sido imaginada, ha sido pensada, ha sido cocinada. Quizás exista.

Que quizás el simple hecho de que la mente humana sea capaz de inventar algo así ya sea una realidad insoportable en sí misma. Y que en el mero disfrute de estos juegos, aunque sólo sea a través de una ficción subrayada de forma socarrona, hay algo de patológico en el director que inventa, como bien afirma Servadac, pero también en el espectador… ¿Qué hay por tanto del espectador que se recrea? ¿Somos cómplices? ¿No guiñamos acaso el ojo a los asesinos también? ¿No somos los que rebobinamos la cinta?

Lo que está claro es que no somos los que apagamos la tele ni nos salimos del cine. Nos quedamos hasta el final. Intrigados, subyugados. Entretenidos.

Y Haneke, con su provocadora, distanciada y macabra realización (también demasiado autocomplaciente y didáctica, como siempre), nos traslada al horror del ser humano y nos aleja de lo que vemos para, paradójicamente, acercárnoslo. Para hacernos partícipes de la tortura a través de nuestro disfrute. Él se lava las manos subrayando la ficción (a través de una fría y nada enfática realización y de esos guiños que nos separan de la película en cuanto película), y nos pasa la pelota acentuando de esa forma nuestra propia responsabilidad para con lo que estamos viendo. La ficción no afecta al terreno de los hechos y los actos materiales contra los que no podemos oponernos, sino que se ciñe a aquello que imaginamos en nuestras cabezas, a aquello que recibimos, procesamos y... decidimos. Nos incrimina a nosotros al ser ya nuestra responsabilidad.

Hay algo perverso en disfrutar de esta película, eso es lo que digo; porque Haneke, al subrayar el carácter de film, de invención, nos indica que no hay en esta ocasión lugar a la falsa coartada de que los malos son los actores, porque esta vez, claramente, los actores sólo son actores. La película claramente sólo es una película. Y si en todo esto hay algo amoral no es sino la mirada del que, desde fuera, ve y saca conclusiones. Se viene abajo la eterna excusa... "creí que la película era real". Ya está bien de que el espectador se vaya de rositas cuando disfruta de pelis así. Aquí no hay personajes con apariencia de realidad a los que cargar el mochuelo para liberar nuestras conciencias.

Esta cinta, por tanto, no creo que trate sobre el sinsentido de las acciones humanas (ajenas), sino sobre el sinsentido de los pensamientos (propios). Y ahí quizás seamos más culpables que los dos aborrecibles protagonistas. Para ellos, como actores, esta representación de la tortura fue un trabajo.

¿Qué fue para ti?

Un entretenimiento quizás. Y lo decimos así, tan tranquilos.
Bloomsday
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28 de diciembre de 2006
194 de 276 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay, en el panorama fílmico actual, un director austriaco al que le fascina la violencia y sus oscuros laberintos. Un director amante de los planos fijos, casi eternos, y que alterna con sabiduría los silencios y el sonido. Un director que trata de llevar la tensión emocional al límite de lo soportable para el espectador. Pero, curiosamente, en esta cinta no termina de salirse con la suya. La película es, en lo técnico, más que notable; cuenta con actuaciones solventes -no brillantes- y se apoya en un guión sencillo y bien urdido. Un mecanismo de relojería que debiera acongojar y, sin embargo, se observa desde la distancia infranqueable que proporciona la butaca de un cine o el sofá de la sala de estar de nuestras casas.

Es éste un Haneke voluntariamente provocador que juega con una pareja de psicópatas-bufones (el payaso serio y el payaso patoso) dedicados al irritante entretenimiento de destrozar las vidas apacibles de sus semejantes (y digo semejantes porque desde el inicio queda claro que todos los personajes de la cinta pertenecen a la clase acomodada).

No me disgustan los guiños de Arno Frisch al espectador, subrayando el carácter irrenunciable de la manipulación a la que el director nos quiere someter. Todo es previsible, incluso el azar más escalofriante. Lo que tiene que suceder, va a suceder. Y sucede, vaya si sucede. Aunque deban vulnerarse las leyes de la propia ficción o de la supuesta realidad.

Un acierto no demasiado original: sacar de cuadro la violencia.

Un acierto pleno: el paso abrupto de la música de Handel a la estridencia del heavy metal. Con eso queda dicho del modo más directo y efectivo todo lo que va a acontecer.

Cuando se le pregunta por la violencia de su filmografía, Haneke pretende llevarnos al huerto (ese huerto macabro y un punto sanguinolento, tan suyo) declarando que su propósito es sensibilizarnos y hacernos reflexionar. Intuyo que, en realidad, ese mundo le apasiona más allá de lo, digamos, saludable. De ninguna manera quisiera residir en el cerebro de este austriaco.
Servadac
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5 de junio de 2006
123 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo lo que Haneke pretende en Funny Games está resuelto con maestría y virtuosismo narrativo. Un ejercicio de realización impecable tanto en ritmo como en dirección de actores, verdaderamente fuera de lo común. Consigue transmitir ultraviolencia y pánico con explicidad cero, jugando únicamente con fueras de campo, planos estáticos, eternos, impensables en una cinta de terror convencional. El tratamiento del silencio, de cada mirada. Lo inquietante de un conflicto argumental tan verosímil y la sensación contínua por otro lado de que la horripilante situación a la que ha sido gratuitamente expuesta esa familia, debería ser más fácil de solucionar. Pero no. Vaya que no. Estamos ante una prueba de fuego para un espectador que al igual que esa familia no deja de preguntarse “por qué” sin hallar respuesta. Estamos posiblemente ante uno de los tratados de psicopatía más completos de la historia del cine. Por suerte o por desgracia de vez en cuando el cerebro de toda esa carnicería apela al espectador para recordarle que lo que está viendo es ficción y de paso que tiene el control absoluto, casi divino de la situación, control que se materializa en la escena del mando a distancia, uno de los momentos de inspiración más sublimes que he visto nunca. Todo en Funny Games son sutiles contrastes que le sirven a Haneke para perfilar más el horror, la tensión, la incertidumbre. El predomino del incorrompible blanco, tanto en la ropa de la pareja de psicópatas (recién sacados del Wimbledon) como en el mobiliario y la luz. El enclave de ensueño, la ausencia de armas por parte de estos dos jóvenes asaltantes, que únicamente usando las palabras y un palo de golf anulan a una familia al instante. La premisa de los inocentes huevos. ¿Qué pasa ahí?. Si la hubiera visto en el cine me hubiera girado para comprobar que la cara y la sensación de la gente era exactamente la misma que la de ella conforme avanzaba la escena de los dichosos huevos. Del mismo modo, en el plano general fijo del salón tras el primer clímax narrativo, el sonido y la imagen desvirtuada y turbadora de las carreras de coches en esa televisión salpicada de sangre, y un padre sucumbiendo a la rotura del alma en un alarido escalofriante y al arrepentimiento más doloroso seguidamente. Más de diez minutos para palidecer, insuperable. Lo nunca visto.
Funny Games es un triunfo cinematográfico, una joya de realización, ritmo y dirección de actores. Un laboratorio en el que Haneke explora la raíz del verdadero terror psicológico, los instintos más primarios y a la par más irracionales, la entidad amoral, las clases sociales y las clases mentales; la impotencia, la desgracia y la desdicha; la humillación y la injusticia. Siempre en silencio, siempre al acecho y sin concesiones. Así es Haneke, así es Funny Games.
borx
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22 de agosto de 2007
86 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que admitir la obviedad de que este señor nos está sometiendo a un juego. Obviedad por el mero hecho de que se dedica a restregarnoslo durante toda la película. Pero yo soy de los que ha salido de verla con la palabra exceso en la cabeza.

De primeras, juega con producir tensión, desasosiego, y doy fe absoluta de que lo consigue. Pero su ímpetu de lograrlo le provoca uno de sus mayores excesos: el tamaño de los planos. No es que no considere acertados sus planos fijos interminables, algunos, como ya se ha dicho, superando los 10 minutos. Pero en algunos momentos se ha pasado, y ha conseguido hacer perder la atención del espectador (yo, en este caso, igual soy el único). Digamos que ese es mi único pero en cuestión narrativa, pero tiene importancia siendo la base sobre la que se sustenta. Respecto al guion, le he visto algún fallo igual que he visto aciertos, que comentaré en el spoiler. Me he quedado impresionado con Susanne Lothar. Ulrich Mühe está notable también, pero si has visto antes "La vida de los otros igual" el impacto es menor, a mi me ha pasado. La propuesta es original, o si no, al menos muy personal, pero eso no lo justifica todo. Sin embargo, pese a lo que parezca, creo que es una película recomendable, tanto como experiencia como en cuestión de ejercicio cinematográfico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
sankmanda
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