El médico alemán

‘Wakolda’ me resulto bastante mejor de lo que esperaba. Dentro del intimismo del que el cine argentino no puede ni quiere escapar casi nunca (en este caso, una temática y una trama ambiciosas, pero una demarcación estrecha en cuanto a limites... ante tanta Patagonia, que desperdicio!), este film tiene mucha potencia en algunas de sus imágenes, seguramente ayudado por una mezcla que siempre resulta por lo menos incomoda: niños y nazismo.

Primero y principal, hay una construcción muy interesante que se basa en el entrelazado de temas dispares, que se van sucediendo linealmente a través de algún elemento común. Por ejemplo, en el inicio, el primer encuentro entre Lilith y Mengele (cuando todavía no sabemos que es él) pareciera querer poner sobre la mesa el tema de la pedofilia (tema que sobrevuela en cada encuentro entre ellos, más como una sensación terrorífica que como algo ciertamente posible de acuerdo a como se va dando la historia), sin embargo, rápidamente y tomando como elemento común a Lilith, nos pasa al tema de la familia y el cambio de vida, paisajes majestuosos mediante. Inmediatamente después, a través del personaje que interpreta Natalia Oreiro, Wakolda se posa sobre uno de los temas mas polémicos: la connivencia del nazismo en nuestro país (en el sur en este caso) y la complicidad de una sociedad a la que siempre le cuesta menos validar “lo europeo” que “lo propio” (que no ha cambiado casi nada, aun después de una supuesta "década ganada" en materia de reivindicación de pueblos originarios y costumbres argentas).

Además de la manera de construir la historia, es la forma de mostrar sus personajes lo mas virtuoso del film de Lucia Puenzo (que si hay algo que sabe, es hacer esto): ángeles y demonios al mismo tiempo, escindidos en dos, polémicos, corruptibles, inconclusos. Por un lado, los personajes interpretados por Oreiro y Peretti, Eva y Enzo, tan distintos entre sí que cuesta identificarlos como pareja, aunque hay una sensación de misterio y pasado que gira alrededor de ellos que hace posible la conexión. La fotogenia del actor de nariz prominente se combina muy bien con un personaje extraño que diseña muñecas, dominante y determinante respecto a su familia pero "corruptible" ante la posibilidad de hacer sus sueños realidad... como todos. La Oreiro (linda como siempre, medida como pocas veces, otra actriz respecto de la que trabaja en las espantosas series de tv) está muy bien en el papel de madre (mejor que en 'Infancia Clandestina') que busca, entre errores y aciertos, lo mejor para sus hijos, ahí donde "mejor" también tiene la influencia de su descendencia y su pasado en el colegio alemán, lo que complejiza bastante la identificación con este personaje. Con Lilith (Florencia Bado), el centro de la historia, Puenzo nos pone en una situación incómoda respecto a lo que siente la niña por el ideólogo y científico nazi quien, a su vez, no se nos muestra tan directamente como un monstruo hitleriano, al menos no desde la acción directa, hasta ese cruce de palabras en el baile con la fotógrafa interpretada por Elena Roger.

El gran acierto de la película es la construcción de Mengele (Àlex Brendemühl), es la muestra de cómo las ideas más malvadas pueden esconderse en "señores" que se muestran fríos, pero que son capaces de empatar con otros y manipularlos desde la necesidad. Es más violento el contexto en el colegio alemán que el propio Mengele, es la idea del mal, alimentado por sus propias víctimas, lo mas terrorífico. Peretti y Roger podrían haber estado mucho mejor aprovechados, podrían haberse evitado algunas metáforas burdas (como la producción en masa de las muñecas mejoradas respecto a las artesanales) y, seguramente, el cine argentino en general tendrá un salto de calidad cuando abandone este intimismo (que, como en esta ambiciosa propuesta, no siempre aparece de la mano de una idea minimalista) que viene siendo factor común desde hace varios años. Aun así, ‘Wakolda’ tiene más virtudes que defectos.

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Magnífica película realizada casi a mano por una directora que sabe lo que hace, por qué lo hace y, sobre todo, cuánto tiempo lo hace. Los actores hacen un trabajo excepcional. Unen su talento, probablemente, a una dirección impecable que les sabe llevar por el camino adecuado para llegar a la meta necesaria.

El cine argentino es de gran calidad, pero en el último año las películas que nos llegan a España son peores que hace unos años. La situación que plantea es interesante, darnos a conocer la historia de Argentina en la década de los 60, cuando era un lugar donde vivían muchos nazis que huyeron de Alemania.
A nivel histórica la película nos permite conocer esa época, pero una vez planteada la acción le falta indagar un poco más y se queda en una mera exposición de los personajes.
Está rodada en un ambiente natural muy bonito, al lado de un lago, siendo la fotografía el aspecto más destacado de la película.

Tanto Natalia Oreiro como Alex Brendemuhl están bien como casi siempre, en este último caso vuelve a interpretar a un personaje parecido al de " Insensibles " , otra película que ocurre en la misma época, aunque en otro lugar diferente. La gran sorpresa es Diego Peretti, actor encasillado en esos papeles cómicos, hace una gran interpretación dramática, luchando contra todo para mantener a su familia alejada de Mengele.
La actuación de Florencia Bado es muy prometedora, siempre con la sonrisa por delante, incluso en los malos momentos.
Se desaprovecha esa historia tan inquietante, simplemente vemos una sucesión de acontecimientos, pero nunca sabemos la vida anterior de los personajes. Es la decisión del director, tampoco me parece mal andar contando el pasado de los personajes, para complicarla más.
El título original " Wakolda " está bastante bien, en referencia a la muñeca de Lilith, pero también me gusta el que se ha usado para ser distribuido en España.
La película no aburre, pese a ser lenta. No creo que tenga opciones de ser nominada a los Oscar 2014, al igual que la candidata española.

Puenzo no sólo nos muestra este estudio “libre” de anatomía humana, sino que desnuda a sus personajes, y les hace entablar unas relaciones que quedan muy bien reflejadas en pantalla. Brendemühl y Florencia Bado (la niña que interpreta a Lilith) consiguen una simbiosis perfecta, y verlos en cada una de sus escenas es un júbilo para la vista. Ella, tan sólo con su mirada, consigue transmitir más que con cualquier palabra: su admiración se hace palpable, y su deseo hacia ese nuevo forastero que se ha colado en la vida de su familia se escapa a través de su sonrisa abierta y sincera. Por su parte, el interés de él hacia esa niña que crece a un ritmo más lento que sus compañeros de escuela, no sólo es visible, sino que puede captarse con todos los sentidos, como si estuviéramos viviendo en primera persona ese desliz de curiosidad, sexual por parte de ella y anatómico por parte de él. En resumidas cuentas, hacen un duo interpretativo muy delicioso que consigue satisfacer al espectador. Brendemühl lleva a cabo tan bien su papel que da miedo.
La directora además crea el ambiente perfecto: un hospicio en la región de Bariloche que en ningún momento demuestra ser el lugar acogedor, agradable y cálido que debería, sino todo lo contrario. Nos enseña un sitio lúgubre, frío, muy poco familiar, entorno que se recrudece con la llegada de las primeras lluvias y de las grandes nevadas. Un lugar que además no cuenta con un buen entorno, si olvidamos que su localización no puede ser más idílica: a orillas de un precioso lago que brilla intensamente con la primera luz del día, pero que desaparece absolutamente con esa amalgama de personajes oscuros y desconfiados. Puenzo podría haber caído en la trampa del morbo, pero resulta ser muy sutil en su planteamiento, y eso le sumo puntos, aunque a la hora de desarrollarlo cae en una ligera monotonía que puede mermar el espíritu de algún espectador, pero nada que no solucione con una trama sólida e interesante.

Para aquellos que disfrutan de lecciones de historia en pantalla grande con un buen argumento
Lo mejor: El rostro de Brendemühl encontrando la sonrisa de la joven Lilith
Lo peor: Sus minutos aletargados y una fotografía vacía de matices

Lucía Puenzo escoge un interesante tema para desarrollar, tan interesante y ambicioso como perturbador. Y lo hace con altura y virtuosismo técnico, valiéndose de un elenco de gran calidad, un guion prolijo y una fotografía sugestiva y sublime.

(continúa en "spoiler")