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El beso del asesino

Cine negro Un boxeador rescata a una cantante de las lascivas garras de su jefe. Intriga y melodrama para una película de bajo presupuesto producida, dirigida, escrita, fotografiada y montada por Stanley Kubrick. (FILMAFFINITY)
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Críticas 60
Críticas ordenadas por utilidad
28 de diciembre de 2006
19 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído las críticas que de esta película y no estoy nada de acuerdo con vosotros. No se si estamos hablando de la misma película. ¿Es esa en la que hay unos planos magistrales casi axonométricos de una azotea? ¿Esa en la que el director crea tensión con música de jazz? (en eyes wide shut lo consiguió también con 3 notas de piano) ¿Esa en la que Frank Silvera nos muestra un registro inalcanzable? A mi me parece una película GENIAL (de un genio, claro).
Borja
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13 de junio de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde las primeras imágenes de una película, se puede muchas veces identificar el talento de un director. “EL BESO DEL ASESINO” comienza con Davey Gordon esperando en una estación de trenes, atormentado al recordar lo fácil que es para cualquiera meterse en un lío sin poder controlarlo. En flashback, nos contará entonces lo sucedido en los últimos tres días… y vemos una serie de posters anunciando la pelea de boxeo que tendrá lugar horas más tarde, entre él y Kid Rodriguez. Enseguida, vemos a Davey en su cuarto y diversas fotos nos enteran de su origen campesino y de sus seres queridos. Tras beber un poco de agua, busca una toalla para secarse, y a través de una ventana, vemos al fondo la silueta de una chica rubia quien, en ese momento, se arregla las cejas. Davey contempla los dos peces que tiene en su pecera... como si solo necesitara una pareja para sentirse bien. Echa un ligero vistazo a la chica y se dirige luego a su cama mientras el reloj marca 10 para las 7. Su manager le telefonea para decirle que se vean en el estadio, y en contracampo, vemos ahora a la chica mirando a través de su ventana mientras termina de beber algo. Cuando nota que Davey se dispone a salir poniéndose la chaqueta, ella toma su abrigo y su bolso, y sale a continuación. Ambos se cruzan en la salida de dos edificios ubicados uno frente al otro, y por un corredor se dirigen hasta la calle sin mirarse siquiera, siendo ella recibida por un hombre ya mayor que la espera en un auto, mientras Davey se encamina a la entrada del tren subterráneo desde donde echará una última mirada.

Con esta precisa secuencia, lograda tan solo con movimientos y miradas, Kubrick nos habla de la fuerte atracción, del deseo contenido que pugna por salir a flote, y de la dificultad de materializarse por el fuerte control que pesa sobre la chica. Después, la relevante secuencia en que interviene el Fatum para que su manager sea confundido con Davey. Y esa tercera brillante acción ejecutada en una bodega de maniquíes femeninos, nos indicará a la mujer como eje central de incontables conflictos entre hombres, mientras ellas son usadas, apaleadas, y en muchos casos, destruidas.

Estamos ante la segunda película de un principiante que, con créditos y aportes familiares, apenas pudo invertir en ella la modesta suma de ¡75 mil dólares! Para lograrlo, él mismo asumió cuanto pudo: escribió el guión, hizo la fotografía, editó, incorporó efectos de sonido y dirigió. Y con los actores… ¡comprendió cuanto pueden sacrificar muchos de ellos por la feliz ocasión de aparecer en una película!

No estamos ante una gran obra. El argumento es bastante modesto, algunos momentos de la actuación de Irene Kane resultan bastante rígidos… Pero el conjunto, permite presentir que estaba ahí el magnífico realizador que conoceríamos después. No por nada, este filme casi experimental, conseguiría después distribución mundial por parte de United Artists.

Título para Latinoamérica: “MARCADO PARA MORIR”
Luis Guillermo Cardona
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15 de mayo de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que yo soy admirador de Kubrick y que, cuando empecé a ver esta película, tenía muchas expectativas... Pero ni por ésas. Si la aguanté, fue porque no dura más que una hora... Pero una hora que se pasa como tres. El comienzo, con una larguísima, minuciosa y anodina presentación del cuarto del boxeador, te va preparando para lo que te espera.

La historia, ya de por sí, es increíble, simplona, de mínimo enredo y poco original; el ritmo que lleva, totalmente inadecuado para una película tan corta; los personajes, trillados, nada auténticos y poco interesantes hasta el vómito, sin que se aprecie en ellos la menor evolución. Puede que a esto último hayan colaborado los actores que se encargan de interpretarlos, que son todos para echarlos de comer a parte.

El interés lo pierdes muy rápido, cuando empiezan los absurdos. El acercamiento sentimental entre el memo del boxeador y la ridícula prostituta (una mujer que, al parecer, trabaja en un burdel donde la especialidad son los bailes de salón), es artificial y está muy mal contada.

La música es cargante y no se aviene para nada a las circunstancias de cada escena.

Lo único que me ha gustado algo ha sido la fotografía, muy animada y ágil, en la línea de estos primeros pinitos de Kubrick.

Las escenas finales son graciosas, aunque creo que no era ésa la pretensión de nadie. El final es ridículo.

Me parece curioso que, a una peli tan mala, tan de aficionado, le siguiera, sólo un año después, una gran película como es Atraco Perfecto...
Giunmito
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30 de enero de 2007
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El beso del asesino es inquietante, pero no lo es por la historia, más bien simplona, ni por cómo está contada. Aquí no hay giros inesperados o sorpresas que dejan a uno boquiabierto, pero las bocas se me antojan importantes. La chica tiene un gesto en su expresión que me resulta desconcertante. Parece incapaz de evitarlo y uno no llega a saber si es que forma parte de la interpretación o no, porque es general y se presenta reflejo, como causado para aliviar la tensión de una presencia próxima. Desde el principio, no quieres confiar en ella porque te obliga a confiar. El esbozo de sonrisa, que aparece en toda situación cómplice, por dramática que sea, es tan ambiguo como la actitud finalmente desvelada por esta superviviente. El beso del asesino es inquietante por todo lo que no cuenta.
ROMO
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16 de abril de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La "casi" primera película del maestro Kubrick sorprende por su madurez y por que ya desde los cincuenta este Orson Welles de la segunda mitad del XX dejaba claro que quería reinventar el cine en cada plano. Como Welles, no siempre lo lograba, pero nadie puede poner en duda su originalidad en la huida de los esquemas clásicos, aunque alguno la pueda tachar de barroquismo pretencioso.

La historia es sencilla, propia del cine negro con personajes al borde del precipicio con demasiado pasado y muy poco futuro. Un boxeador acabado que nunca llegó a triunfar y se debate en la idea de volver al campo, su lugar de origen; una joven que poco a poco deja de serlo al ritmo de su infelicidad, sóla en la ciudad y con un trágico pasado familiar que la conduce a los estertores de la noche; y el dueño de un night club de escaso estilo, ya entrado en años y que se ve obligado a robar los besos de las mujeres que le atraen y a las que pretende poseer. A los tres les conduce un motor idéntico, el deseo, como medio de huir de sus insatisfechas vidas. Las imagenes irradian dicho deseo, mezclado con frustración, casi del mismo modo que más adelante veremos en por ejemplo Lolita o Eyes wide shut.

Y las imagenes son el hilo conductor del interés de este film. Inquietantes a veces, como los planos movidos del ritual de la preparación del boxeador antes del combate. Espectrales, en la escena del callejón en la que el manager es confundido con el boxeador. Sensuales, como en las miradas nunca cruzadas de los protagonistas a través de las ventanas que comunican sus pequeños pisos. Enigmáticas, si recordamos los planos del almacén de maniquíes. Y cargadas de otros muchos epítetos si pensamos en los travelling de la gran ciudad, la puesta de sol sobre los rascacielos, la espesa niebla, el combate de boxeo, las persecuciones por unas azoteas grandilocuentes, el delicado número de ballet de Ruth Sobotka, etc...

Claro que a veces Kubrick se pasa, como suele suceder en toda su carrera, y una alargada pelea entre maniquíes, muy sucia y realista, acaba provocando la carcajada del espectador con tanta pierna y cabeza de PVC volando de un lado a otro de la pantalla. Se pasa en la excesiva voz en off, en el continuo flash back y seguramente en tantas otras cosas como en el número de puros que se fuma Frank Silvera. Pero en suma para empezar está bien, señalando ya desde su juventud que este director no quería pasear anonimamente por Hollywood, sino que más bien pretendía crear su propio paso.
REXMUNDI
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