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Los años más bellos de una vida

Romance. Drama Un hombre y una mujer, hace años, vivieron una historia de amor fulgurante, inesperada, atrapada en un paréntesis convertido en un mito. En la actualidad, él, antiguo piloto de carreras, se pierde un poco por los caminos de su memoria. Su hijo entonces intenta ayudarle a encontrar a la mujer que su padre no supo guardar junto a él, pero a quien rememora continuamente... Secuela de "Un hombre y una mujer" (1966) que a su vez tuvo otra ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
11 de septiembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La reincidencia del recuerdo

Claude Lelouch regresa a Jean-Louis y Anne, después de 33 años sin visitar la gran pantalla. Con Los años más bellos de una vida se cierra el círculo que comenzó esta pareja tan peculiar en 1966. Al más puro estilo de la saga “Antes del…”, pero con mayor mérito temporal al pasar más de 50 años entre la primera y última entrega. Hay un factor nostálgico que se palpa en el ambiente, una despedida con el espectador. El paso de los años, la demencia y la experiencia de vida se convierten en un paseo al que invitan al público a participar. Sin embargo, terminan cayendo en la tentación de reiterar en varias ocasiones el mismo recurso narrativo: recortes de la primera película. El problema no es que introduzca fragmentos de dicha entrega, sino que repitan varias veces los mismos.

El guion parte de una buena base y cumple su función: hablar de la vitalidad del ser humano y de esa necesidad de sentirse autorrealizado, tanto en lo personal como en lo profesional. Además, al tratarse de personajes ya conocidos por el gran público, permite una evolución psicológica en ellos mismo. La profundidad en la vejez mezclado con el elemento de fantasía de no discernir entre realidad y creatividad de Jean-Louis le da dinamismo al largometraje. El inconveniente surge al haber una fina línea que puede terminar desconcertando al espectador, muchas ideas disparatadas que van hacia dos direcciones distintas constantemente y distrae la atención del público. Es capaz de provocar en el público una sensación de confusión, pero habrá un sector de los espectadores que acaben sucumbiendo a estos encantos, mientras que otros terminen alejándose del relato.

*El agradable olor añejo

Volver a ver en pantalla a Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée como los reconocibles Jean-Louis y Anne es un placer cinematográfico en sí mismo. Su reunión en Los años más bellos de una vida es lo mejor de la película. Se puede percibir lo cómodos que se encuentran al revisitar sus personajes. Trintignant demuestra las razones por las que es todo un icono del cine francés, con esa templanza, ese porte y esa canallería de antaño. Tiene una personalidad escénica arrolladora. Por su lado, Aimée sigue teniendo esa dulzura, pero con una madurez que se refleja en su manera de interpretar. Su regreso al cine lo realiza con uno de sus personajes más queridos. Sabe hacerle un buen homenaje, pero queda ciertamente algo opacada por la presencia de Trintignant. Aún así, los dos siguen derrochando una química con ese romanticismo francés tan peculiar.

Este dúo interpretativo viene acompañado de actores que consiguen adornar esta fábula romántica cinematográfica sin un exceso innecesario. Hay que destacar el regreso de Souad Amidou como Françoise Gauthier, la hija de la protagonista y el de Antoine Sire como el hijo de Jean-Louis. Ambos revisan sus personajes pero todavía con una profundidad con la que no habían podido jugar anteriormente. Consiguen pisar fuerte en el film, aunque tristemente, acaban perdiendo fuerza según transcurre la acción de la película. Sin embargo, es un buen homenaje a la obra de Lelouch, que parte de la ventaja de ser todo un clásico del cine. Por último, mencionar la aparición estelar de Mónica Bellucci. La actriz italiana sabe enamorar al espectador en segundos, por lo que siempre es un gusto verla en pantalla. Una pequeña perla que no termina de encajar, pero tampoco chirría en exceso.

*Déjà vu

El regreso de la historia de amor de Jean-Louis y Anne, tras más de 50 años de la primera entrega, tenía el derecho de recordar momentos importantes de dicho film, pero no lo hace de una forma orgánica. En Los años más bellos de una vida no siempre termina de casar el «efecto melancolía» con la trama que está ocurriendo en pantalla. Después, el imaginativo del guion puede que funcione en papel, pero la manera de plasmarlo en pantalla se queda a medio gas. Tienen un buen producto que no termina de pulirse, por lo que, a excepción de ser un seguidor de la trilogía, el público no conecta totalmente y no terminan de desarrollarse las ideas que se plantean en la cinta.

El montaje se pausa en varias ocasiones, lo que produce un efecto de lentitud que no se justifica en escena. No hay una reflexión visual o narrativa que llene este espacio de tiempo dilatado, lo que crea una sensación de no avanzar, pese a su duración no muy extensa de 90 minutos. La música que acompaña en un primer momento es perfecta, pero acaba repitiéndose como un leitmotiv sin una coherencia explicativa, por lo que cierta canción podría provocar el cansancio de una parte del público. Tiene una dirección fotográfica muy interesante, al igual que una puesta en escena trabajada, pero al no enlazar bien con el montaje, no crea una atmósfera contemplativa, sino estática como ocurre con su última secuencia interminable. Una oportunidad perdida para poder atraer a una nueva generación de seguidores a esta trilogía francesa.

*Conclusión

Los años más bellos de una vida es un homenaje a la obra de Claude Lelouch que gustará a los fans fieles de la extraña pareja formada por Jean-Louis y Anne. Un guion que cumple su función, pero no llega a las entrañas de sus personajes. Grandes actuaciones de sus protagonistas, Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée. Un repaso por la historia vivida, pero que termina sucumbiendo a la repetición técnica nostálgica innecesaria. Un ritmo lento y un imaginativo confuso que provoca que una parte del público no conecte con la historia. Una ocasión desaprovechada para dar punto y final a esa pasión nacida en 1966, sin abrir las puertas a nuevos admiradores. Un adiós romántico con aroma francés que marca, pero no deja huella.

Escrito por Diego Da costa
Cinemagavia
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9 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1966 ganaba la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, así como los Oscar a la mejor película extranjera y al mejor guión una película romántica titulada "Un hombre y una mujer" la música de Francis Lai que acompañaba la película dio la vuelta al mundo. En 1986 se estrenaba una secuela "Un hombre y una mujer 20 años después" en la que volvíamos a saber algo mas de los protagonistas de aquella historia. 

53 años después se vuelven a reunir Claude Lelouch, Anouk Aimee y Jean Louis Trintignant (exceptuando a Francis Lai que falleció el año pasado) componiendo una historia sentimental de recuerdos y una vida no vivida juntos.  Para esta ocasión Lelouch filmo la película en tan solo 13 días, intentando captar lo mas rápidamente la espontaneidad de los dos actores ya bastante mayores, alternando imágenes del primer film para evocar recuerdos.

El guión es muy sencillo en este derroche de nostalgia, Jean Louis Droc (Trintignant) esta en una residencia de ancianos donde esta perdiendo la memoria, su hijo decide ir buscar a el amor de su vida que fue Anne Gauthier (Aimée) de la que no para de hablar, los dos han vivido vidas separadas y no saben uno del otro. Cuando encuentra a Anne, que tiene una tienda de antigüedades en Beaumont-en-Auge, le ruega que vaya a verle porque según el le hará sentirse mejor...

Todo un emotivo homenaje al séptimo arte y un canto a la vejez con la melancolía de los recuerdos vividos de sus dos actores protagonistas.
Destino Arrakis.com
videorecord
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30 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano Claude Lelouch vuelve a estar al frente del cierre de la trilogía iniciada hace 53 años con "Un hombre y una mujer ( 1966 )", una película de gran repercusión en su momento y que ganó entre otros premios los premios Óscar en las categorías de guion original y película extranjera y la Palma de oro en en festival de Cannes. No tenía buen recuerdo de esa película, y después de volver a verla creo que no ha envejecido bien, y tampoco me convence la segunda parte titulada "Un hombre y una mujer... 20 años después ( 1986 )", la continuación de la historia inicial de amor de Anne y Jean-Louis, que es la más floja de la trilogía.

Esta tercera parte, rodada por un director de más de 80 años, y con una pareja de protagonistas que están cerca de cumplir los 90 aporta alguna cosa diferente, aunque tampoco es nada del otro mundo, pero mantiene el interés en las escenas en donde los dos protagonistas vuelven a estar juntos, en esta ocasión en una residencia en la que está Jean-Louis.
Las conversaciones entre ambos, y los recuerdos del pasado son interesantes, sobre todo por las actuaciones de Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant, que siguen demostrando que el tiempo no pasa por ellos, sobre todo por la veterana actriz francesa.

En esta ocasión la banda sonora no ha sido compuesta por Francis Lai, fallecido hace un año, sino por e músico francés Calogero, pero los temas compuestos por Lai hace más de 50 años están presentes en varias escenas de esta nueva película, insertados de manera perfecta para que los admiradores de esa otra película se sientan identificados con esta continuación de la historia, que tuvo su presentación en la pasada edición del festival de cine de Cannes en una proyección especial fuera de concurso. El otro momento destacado de la película es ese recorrido final por las calles de París, que son imágenes de un corto del director, en lo que es un buen final para esta película, que gustará a los que disfrutaron con el inicio de la historia, y que aburrirá a los que no soportan "Un hombre y una mujer ( 1966 )".

LO MEJOR: Las escenas en la residencia con los dos protagonistas sentados en el banco recordando el pasado. El recorrido en la parte final por las calles de París.
LO PEOR: La primera mitad es bastante monótona.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
WILLY74
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30 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les Plus Belles Années d'une Vie (2019), o Los años más bellos de una vida, es una película francesa que evoca a Une Homme et Une Femme (1966), o Un hombre y una mujer, que ganó el Oscar a mejor película extranjera en 1967. El mismo director, Claude Lelouch, vuelve a reunir a Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant para un drama romántico.

Por Nicolás Bianchi

En la última estación de la vida, cuando a las piernas les cuesta sostener al cuerpo y la mente sufre intermitencias, lo más feliz puede ser recordar los años y amores de la juventud. Es así como Les Plus Belles Années d'une Vie combina la amargura que significa la proximidad de la muerte con las memorias dulces que seguramente el tiempo mejoró.

La película es una secuela, más de 50 años después, de Une Homme et Une Famme, la ganadora del Oscar en 1967 que contaba la historia de una pareja de jóvenes que intentaban superar un duro trance, ya que ambos habían enviudado. Los personajes, y los actores que los interpretan, son los mismos, al igual que el director. Lelouch realizó la película a los 81 años, Trintignant a los 88 y Aimée a los 87.

Jean-Louis Duroc (Trintignant), ex corredor de carreras de autos, se encuentra internado en un geriátrico. Su estado general no es del todo bueno. Se puede parar pero para desplazarse necesita de una silla de ruedas. Su memoria empezó a fallar y no siempre está conectado a la realidad que lo rodea. Lo que sí hace repetidamente y con lucidez es evocar su romance con Anne (Aimée, absolutamente espléndida), al que considera, ahora al final, como el momento más feliz de su vida.

Es por eso que su hijo Antoine (Antoine Sire) busca a la ex novia para proponerle una visita que a su padre seguramente revitalizará. Ella acepta y el encuentro se produce. Él la reconoce pero no del todo. Le cuenta que le hace acordar, por su rostro y su voz, a una joven que amó, y ella le sigue el juego. Hay en la escena cierto nerviosismo, como si se tratara de dos amantes adolescentes, que Lelouch logra generar a la perfección.

La película desarrolla entonces esta nueva vieja relación entre ambos, en la que pesan más los recuerdos que el presente. Lelouch inserta distintas escenas de la película de 1966, a modo de rememoraciones o sueños de ambos, lo que realmente viste al relato actual. Hay además un giro fantasioso u onírico, en el que Jean-Louis imagina lo que le gustaría hacer y no puede, que completan los diálogos presentes y pasados.

Eso es prácticamente todo y se puede decir que es suficiente. No hay mayor profundidad, porque quizás no sea posible o porque se trataría de un camino de mayor oscuridad, que Lelouch no está dispuesto a transitar. Al final priman los recuerdos más felices, el amor que se sintió con más intensidad. Y ya no importa tanto qué es real y que no.
El Golo Cine
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22 de septiembre de 2019
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Cuando en 1966 se estrenó “Un hombre y una mujer”, en su puesta de largo conquistó la máxima dignidad de aquellos entonces: una Palma de Oro (ex aequo) en el vigésimo Festival de Cine de Cannes; y consiguió también dos Oscar (mejor película de habla no inglesa y mejor guión). Pero hete aquí que el tiempo va que vuela, que camina implacable sin perdonar a nada ni a nadie. Así, esta tercera entrega de Lelouch, es quizá el último capítulo de una historia, unos actores (Trintignant y Aimée) y un amor aún con cierto color, pero vencido por los años y el olvido del protagonista masculino.

La cosa va del amor y del paso del tiempo. “Un hombre y una mujer” fue el inicio de una saga de películas que se comportaría a modo de franquicia. En 1986 se estrenó “Un hombre y una mujer: 20 años después”, significativo título en lo real y en lo romántico de una serie pensada para un desarrollo con el paso del tiempo, aunque esta segunda entrega fuera poco conocida y tuviera escaso éxito.

En esta cinta, al igual que en la primera y la segunda, el subrayado está puesto en un mal augurio de fin de viaje. Ahora la vejez ha asolado el cuerpo y la mente de los enamorados. Lo único que puede significar un hálito de consuelo son las doctas y poéticas palabras de Victor Hugo que la cinta exhibe: “Los mejores años de nuestra vida son los que aún no vivimos”. Pero sin duda es una obra agónica, aunque bien adaptada a las cualidades y ritmos de la edad postrera.

Además, Lelouch pone humor, el humor salvífico que se ríe de algunos detalles como la silla de ruedas de él, el Citroën dos caballos de ella; y también son lenitivos los flashbacks a modo de recuerdos terapéuticos con los abrazos y besos de antaño, la cara juvenil de los protagonistas sesenteros reflejadas en los cristales de un coche, en fin, todo eso que fue y ya no es: “tempus fugit”. Ver esta cinta es reencontrarse con la obra cinta de 1966 que siempre acompaña a quienes la vimos. Pero es también nostalgia que empuja, en un collage de imágenes de ayer, de hoy, de siempre; imágenes, diálogos y canciones familiares. Con estas mezclas y trenzamientos Lelouch ofrece al espectador una especie de legado artístico.

Fotografía estupenda de Robert Alazraki y regular las cancioncillas francesas del tipo Françoise Hardy, cursilonas y así…incluyendo las notas de la conocida música de la primera entrega compuesta Fracis Lai.

Es de valorar que el director Lelouch haya convencido a tan provectos actores para interpretar de nuevo a los antiguos amantes, solo que ya con ochenta y bastantes años, si bien Anouk Aimée está espléndida y mucho mejor que el anciano Jean-Louis Trintignant. Pero ambos cumplen sobradamente, ella como mujer aún enamorada que va a visitar a JL a una residencia donde vegeta; él, un anciano en silla de ruedas y evidentes signos de demencia, con cuya voz sostiene unos diálogos inteligentes, ingeniosos y emotivos. Es gozoso ver a Anouk Aimée en plano-contra plano, con el envejecido Trintignant. Y para que haya de todo, el ocurrente Lelouch hace una secuencia experimental, un collage de tres películas: la actual, la original de 1966 y un corto de 1976, una aterradora carrera por un París desértico de título “C'était un rendez-vous”, y en los vidrios del coche las imágenes de ellos en la primera entrega muy guapos y amorosos. Todo ello da la sensación de un video-ensayo sobre la vejez, un documento vívido y realista de los estragos y evidencias del paso del tiempo.

En conclusión, lo mejor que sabe hacer esta película es rescatar secuencias del film original del ’66. Sin duda Lelouch pretende homenajearse a sí mismo, más que aportar una obra nueva y sustancial. Y con los dos protagonistas ocurre algo similar, al poner en escena el reencuentro de los antiguos amantes, de lo cual, lo más destacable son los dos grandes intérpretes de siempre que aciertan a atravesar más de medio siglo, consiguiendo mirarse el uno al otro con profundidad, sintonía y franca emoción.
Kikivall
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