Una pistola para un cobarde

Un poco conocido pero interesante western que refleja el drama de un joven que, como consecuencia de la obsesión de una madre excesivamente protectora, no encaja muy bien en la violenta y hostil vida del oeste americano. Una de las cosas que mas me gustan de esta película es que, al final, no se recurre al tópico de que el cobarde pusilánime se convierte en una maquina de matar dando una lección a todos...
Jeffrey Hunter interpreta de forma muy correcta al atormentado joven protagonista en el momento de fugaz auge de su corta carrera cinematográfica (hacia poco que había protagonizado junto con John Wayne nada menos que "Centauros del desierto"), ya que acabaría en la década siguiente, olvidado casi del publico, rodando películas de dudosa calidad, algunas de ellas en España, hasta su temprana muerte con tan solo 42 años.

Producida por Universal en 1957, tiene el mediano atractivo de ser un Western sencillo rodado en technicolor y Cinemascope con una fotografía adecuada y una interpretación correcta, y además de no haber sido exhibida con profusión.
El argumento no da para mucho pero sí mantiene interés hasta el final, que es lo principal para pasar el rato y visionar una película del Oeste con los clásicos tópicos del género,aunque no todos.
Creo que con un guión más amplio, y por lo tanto con un mayor metraje, pues no llega a la hora treinta minutos, se podía haber sacado un mayor resultado de este film.


José Antonio ZG

Tres hermanos buscan su ser y su sitio en este western dramático de componentes casi freudianos, donde cada uno de ellos tratará de ajustarse a lo que se espera de ellos, en cumplimiento de un rol impuesto que no han decidido por sí mismos. Como la vida misma vamos. Con la familia hemos topado.
El mayor (Fred MacMurray), cabeza de familia del clan, obligado a tomar las riendas del rancho y asumir sus responsabilidades tras la muerte de su padre, ha de posponer sus deseos para cuidar de su madre y hermanos asumiendo el rol de padre.
El mediano,(Jeffrey Hunter), hombre inteligente, sensible y prudente, vive asfixiado ante las demandas posesivas y sobreprotectoras de su vulnerable madre, que ha cargado sobre sus hombros todas sus esperanzas de alivio de su soledad y orgullo materno y a quien no piensa dejar volar.
Y el pequeño, (Dean Stockwell), dejado de la mano de Dios, busca su hueco llamando la atención, piando y cacareando como ave de corral, dispuesto a hacerse un sitio distinguiéndose de los demás e incapaz de discernir todavía la temeridad de la hombría.
En el amor fraternal siempre hay buenas intenciones pero también incomprensión, falta de confianza y recelos.
Hunter no encaja en ese mundo violento, no como sus hermanos, cuyos valores se rigen más por la demostración de la fuerza y el poder de las pistolas que por la inteligencia o por la prudencia. Habrá de ponerse a su altura si quiere ser admitido en igualdad de condiciones. En el Oeste nadie es un hombre si no lo demuestra primero.
Un amargo melodrama, más que western, diría yo. Aunque no le falta ninguno de los tópicos de este género, el ritmo se hace lento y cansino, se echan de menos más escenas de acción o conflictos más potentes
Los intérpretes actúan bien y la cinta no deja de tener su interés aunque la amargura se come el resto. Dedican mucho tiempo al drama que, en realidad, es previsible y la acción se presenta convencional.
Una cinta mucho más aconsejable para los amantes del melodrama que para los amantes de la acción.

Con estas palabras define una madre viuda el territorio donde vive con sus tres hijos. Son los Keough, Will (MacMurray) el mayor que hace también las veces de padre y de máxima autoridad del rancho familiar, los otros dos son un atormentado Bless (Hunter) y el bravucón Heik (Stockwell).
La trama se centra en Bless desde el primer momento. Su carácter prudente, en ambientes donde la vida vale muy poco se toma a menudo por cobardía, por mansedumbre. Y más teniendo una madre absorbente y egoísta que por todos los medios quiere llevárselo al Este "donde podrías estudiar Medicina si quieres".
La dureza del entorno, el ejemplo de sus hermanos, incluso la misma presencia de Audie (Rule), novia de Will, aumenta la angustia de Bless que, incluso, llega a plantearse a sí mismo sino tendrán razón los demás y su voluntario rechazo de la violencia no será una forma de miedo o de terror. Estamos por lo tanto ante un western psicológico, donde la autoestima zarandeada y los remordimientos por posibles errores cometidos producen una ansiedad que atormenta continuamente al protagonista. Llega un momento en que se muestra incapaz de discernir con claridad cuál debe ser su comportamiento, cómo debe ser su actitud ante las burlas de los demás, ante sus propios sentimientos, al cabo "Las mujeres escasean y los hombres luchan".
Buena ambientación y precioso el color, pero puesto al servicio de un guion desordenado. En una obra centrada en gran medida en los caracteres es necesaria una mínima coherencia a la hora de mostrarlos, no ver cómo estos cambian de una escena a otra. Este es el gran defecto que encontramos en la cinta, la mezcla de las personalidades, acentuada por una elección de actores en nuestra opinión poco acertada. No están los protagonistas a la altura de la hondura de los personajes. Se salva algún secundario como el bondadoso capataz (Wills), que presume de tener una voz que "es medicina para los enfermos", de ser "como un bálsamo", y algo de esto debía haber pues con la ayuda de un rifle y de una cuerda reduce y entablilla perfectamente una pierna fracturada.
Aunque tal vez a la película no se la haya sacado todo el partido que prometía y roce a veces el melodrama, por el tema psicológico que trata pensamos que merece la pena darle un vistazo.

Atrevido, atractivo, interesante, misterioso, intrigante y emocionante western, en el que uno de los tres hermanos de un famoso clan familiar de rancheros, comienza a ser cuestionado en temas de valor y honor.

Abner Biberman, apuesta por una incursión en un relato de intereses e intrigas personales con poderosas dosis de suspense y emoción.

Cuenta con un tratamiento serio y estilizado de la imagen, con el que el director de fotografía George Robinson, logra desarrollar una trama atractiva y emocionante.

La selección del reparto está a la altura del relato y cada uno de los diferentes personajes, presenta claros aspectos definitorios, que hacen comprender e intuir el desarrollo de algunas situaciones.

Amor, dudas, suspense, osadía, paranoia y emoción, van de la mano hacía terrenos ilusionantes.

Una pistola para un cobarde , queda como un western diferente y digno de recomendación.