Pienso que este argumento, basado en hechos reales, sólo daba para tres cuartos de hora. A partir de que las chicas desaparecen se me hace un tanto pesada.

En su segunda película Weir explora, y experimenta con cosas que en cintas posteriores utilizaría con mucha más eficacia para el desarrollo de la historia y la impresión para el espectador. Y ya era lo bastante bueno como para que merezca la pena verla entera por sí misma. Los amantes de la fotografía disfrutarán como los enanos. Si quieres usar la versión original subtitulada pero te cuesta, es muy cómoda: se habla poco y despacio.

Mi momento preferido es el tremendo plano de las chicas atándose el corsé.

Muy entretenida esta película, me ha gustado aunque al principio andaba como lenta y aburrida pero luego despega y se mantiene arriba hasta el final que por cierto, toda la parte final estuvo muy buena, muy interesante todo. La ambientación tan melancólica, la forma de hablar de los personajes y las locaciones, todo muy bueno y bonito. La parte final fue cuando más interesante se puso todo pero luego vino el final, fue una pena porque me hubiese gustado que mostraran más sobre ciertos personajes y situaciones, en fin, muy buena película.

Maravillosa y lírica recreación del final de la época victoriana en unos remotos peñascos perdidos en el Sur de Australia, unos paisajes bucólicos que son testigos de un terrible suceso. Destaca sobre todo la presencia de la vaporosa/misteriosa/bellísima jovencita Miranda (Anne Lambert), la verdadera protagonista del film (y por el que esta actriz ha sido más conocida). Fotografía portentosa, con un guión que adolece de ciertas lagunas.
Imprescindible para amantes del cine adaptado de época, y también de las colegialas hormonadas, pero encorsetadas y reprimidas de principios del S. XX. Tensión sexual tiene, y mucha, y morbo, más aún (qué bonitos esos adolescentes pies femeninos...)

Quizás la estética de "Las vírgenes suicidas", de Sofia Coppola, esté inspirada, en parte, por esta película cuyo misterio fantasioso, real y onírico no llega a satisfacer del todo por el excesivo desarrollo de algunas subtramas que, si bien están relacionadas con el suceso principal, no aportan prácticamente nada a la comprensión de la película. El metraje somnoliento es corto, pero empaña lo que podría haber sido un auténtico clásico victoriano de secretos, terror y poesía.

Podría parecer en un inicio un telefilme típico de domingo por la tarde, pero Peter Weir dota a su obra de una atmósfera hipnótica y mística, creada en parte gracias a la obsesiva banda sonora.

El guión es muy sencillo. Estamos en el año 1900 y las alumnas de un internado australiano se disponen a celebrar el día de San Valentín en plena naturaleza. Durante la excursión desaparecerán tres adolescentes y una profesora en extrañas circunstancias.

El gran acierto de la cinta es la ambigüedad de la misma, sin mostrarnos en ningún momento qué sucede en la misteriosa montaña, quedándose en una historia de fantasmas sin fantasmas y un enigma que no tiene solución. Los diálogos son escasos y pobres, importándole más al director australiano las poderosas imágenes que reinan en su filme. La escuela preparatoria femenina es mostrada como una institución severa y con una reglas marcadas, con unas alumnas que sufren la represión sexual de la época y que intentan liberarse de ella mediante ensoñaciones.

Exasperante y personalísimo ejercicio cinematográfico, más todavía tratándose de una obra de los años 70.