La posesión
6.6
6,030
Terror
Berlín, antes de la caída del muro. Cuando Marc regresa de un viaje encuentra a su esposa Anna cambiada, muy nerviosa y perturbada. Por fin, le confiesa que tiene una aventura y lo abandona. Marc cae en una terrible depresión que lo lleva casi al borde de la locura. Poco después Marc se entera de que su mujer también ha abandonado a su amante, y la verdad sobre la aventura secreta de Anna se revelará monstruosa.
18 de diciembre de 2018
18 de diciembre de 2018
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Es una película de sensaciones, el relato es solo una excusa, muy vaga, la narrativa se va perdiendo, es un laberinto lleno de trampas y sin posibilidad de salida, donde el único hilo que ahí nos lleva hacia lo perturbador, lo sórdido, lo insano.
Lo mejor las interpretaciones, Adjani y Neill se entregan por completo y brindan trabajos excepcionales, dándoles vida y corporeidad a estos seres absurdos y delirantes.
La creatividad del director es desbordante, soberbia, molesta, cautivadora, oscura, mórbida, todo a la vez.
Verla se quiere algo incomodo e intenso, raro, y visceral, si no solo van a lograr terminar irritados y tal vez descompuestos.
Lo mejor las interpretaciones, Adjani y Neill se entregan por completo y brindan trabajos excepcionales, dándoles vida y corporeidad a estos seres absurdos y delirantes.
La creatividad del director es desbordante, soberbia, molesta, cautivadora, oscura, mórbida, todo a la vez.
Verla se quiere algo incomodo e intenso, raro, y visceral, si no solo van a lograr terminar irritados y tal vez descompuestos.
3 de mayo de 2024
3 de mayo de 2024
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Possession.
Una película que bien podría abarcar el ser brillante como pretenciosa, con la casualidad de que tranquilamente ambas definiciones pueden ser otorgadas como correctas, donde aquello que brilla es todo lo que se genera alrededor y en lo que probablemente poco tenga la intención de llegar a algún destino más que disfrutar del recorrido.
El manejo de los tiempos en su desarrollo es de precisión quirúrgica, tal como va trazando cada una de sus etapas para así, poco a poco ir tensando cada vez más de la cuerda en un ambiente casi apocalíptico sobre la ruptura de una pareja, quiebre del que apenas de empezado ya se nos introduce en ese conflicto y que va acrecentándose a cada minuto que pasa con todos los matices y menoscabos que surgen en las personas involucradas.
Es interesante como se utiliza el encuadre y los elementos arquitectónicos para crear una línea divisoria entre los personajes como si separarlos por interés se tratase dentro de sus disputas, en las que, por lo general, todo el tiempo nos trasladará a una incertidumbre acerca de qué es lo que realmente está sucediendo, componente que lo manejará muy bien con el montaje y su ritmo, ya que nos habremos de sentir confundidos y desorientados por momentos.
El terror como tal, es más del estilo psicológico sobrevolando con el cine de posesiones donde su mayor aliado es la inquietud en la necesidad de sumergirse hacia lo desconocido, hacia aquello que no logramos percibir muy bien en lo que está sucediendo y en lo que está mostrando, terror que, como virtud, figura en destellos sin abrumar con el género al espectador, sino que además da destellos de un drama durísimo.
La virtud más grande de este largometraje, sobre todo en los trayectos de drama, aunque en realidad en la totalidad de su progreso, en la enormísima actuación de Isabelle Adjani, quien se devora la pantalla de principio a fin, el histrionismo magnifica del que impregna a su personaje y la comunión para con la trama que le otorga, ha de ser hasta el día de la fecha digna actuación objeto de inspiraciones y de estudio, secundada por una buena química con su compañero de elenco, Sam Neill, pero realmente la actriz francesa es quien se lleva todas las luces y se carga al hombro toda la película.
El que considero su punto más flaco, es la extensa duración que abarca, siendo que en cierto momento se me hizo que empieza a divagar en su ritmo y en el que al menos media hora antes de su final, uno ya desea que empiece a redondear lo que pretende contar, quizás si tuviera la capacidad de resumir toda la información que quiere contar, en menor tiempo, sería más eficiente para su consistencia.
A final de cuentas, Possession, posiblemente a algunos les deje sabor a poco, y está bien, porque su belleza radica en el manejo de las tensiones donde goza de magnificas etapas de dramatismo que hacen gala de una brillantísima actuación de su protagonista femenina y unos trayectos donde el terror que se nos presenta, genera efectivamente turbación y desconcierto.
Calificación: 7.0
Una película que bien podría abarcar el ser brillante como pretenciosa, con la casualidad de que tranquilamente ambas definiciones pueden ser otorgadas como correctas, donde aquello que brilla es todo lo que se genera alrededor y en lo que probablemente poco tenga la intención de llegar a algún destino más que disfrutar del recorrido.
El manejo de los tiempos en su desarrollo es de precisión quirúrgica, tal como va trazando cada una de sus etapas para así, poco a poco ir tensando cada vez más de la cuerda en un ambiente casi apocalíptico sobre la ruptura de una pareja, quiebre del que apenas de empezado ya se nos introduce en ese conflicto y que va acrecentándose a cada minuto que pasa con todos los matices y menoscabos que surgen en las personas involucradas.
Es interesante como se utiliza el encuadre y los elementos arquitectónicos para crear una línea divisoria entre los personajes como si separarlos por interés se tratase dentro de sus disputas, en las que, por lo general, todo el tiempo nos trasladará a una incertidumbre acerca de qué es lo que realmente está sucediendo, componente que lo manejará muy bien con el montaje y su ritmo, ya que nos habremos de sentir confundidos y desorientados por momentos.
El terror como tal, es más del estilo psicológico sobrevolando con el cine de posesiones donde su mayor aliado es la inquietud en la necesidad de sumergirse hacia lo desconocido, hacia aquello que no logramos percibir muy bien en lo que está sucediendo y en lo que está mostrando, terror que, como virtud, figura en destellos sin abrumar con el género al espectador, sino que además da destellos de un drama durísimo.
La virtud más grande de este largometraje, sobre todo en los trayectos de drama, aunque en realidad en la totalidad de su progreso, en la enormísima actuación de Isabelle Adjani, quien se devora la pantalla de principio a fin, el histrionismo magnifica del que impregna a su personaje y la comunión para con la trama que le otorga, ha de ser hasta el día de la fecha digna actuación objeto de inspiraciones y de estudio, secundada por una buena química con su compañero de elenco, Sam Neill, pero realmente la actriz francesa es quien se lleva todas las luces y se carga al hombro toda la película.
El que considero su punto más flaco, es la extensa duración que abarca, siendo que en cierto momento se me hizo que empieza a divagar en su ritmo y en el que al menos media hora antes de su final, uno ya desea que empiece a redondear lo que pretende contar, quizás si tuviera la capacidad de resumir toda la información que quiere contar, en menor tiempo, sería más eficiente para su consistencia.
A final de cuentas, Possession, posiblemente a algunos les deje sabor a poco, y está bien, porque su belleza radica en el manejo de las tensiones donde goza de magnificas etapas de dramatismo que hacen gala de una brillantísima actuación de su protagonista femenina y unos trayectos donde el terror que se nos presenta, genera efectivamente turbación y desconcierto.
Calificación: 7.0
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025
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Es difícil hacer una crítica sobre una cinta como La posesión (1981); lo es por cómo su director pretende transmitir su mensaje, y aún más por la profundidad del mismo.
Andrzej Zulawski configura un panegírico críptico sobre las crisis personales en el seno del matrimonio mediante la ambigüedad que se crea entre lo que es real y lo que no. El polaco es cruel con el espectador y no le ofrece respuestas sencillas y absolutas; prefiere quedarse en la comodidad que supone crear un producto tan interpretativo. El matrimonio entre Anna y Marc es el sinónimo de una descomposición sobrevenida del enfrentamiento de los demonios internos de cada uno, en especial los de una Anna disoluta de su propia identidad y transformada en el caos, encarando el horror tanto físico como psicológico.
A nivel simbólico, la cinta es una epopeya sobre la fractura personal y la infelicidad que acecha la mente de unos protagonistas que ven en el exterior de su matrimonio lo que realmente anhelan, ya sea Marc con el doble de Anna o Anna con su idilio monstruoso. Esta reflexión, en forma de pesadilla, instrumentaliza el horror corporal y la fragilidad humana como ensayo sobre la vulnerabilidad del individuo.
En su faceta más cinematográfica y artística, La posesión (1981) es uno de los ejercicios fílmicos que consigue más escenas y planos perturbadores que recuerdo. Lo más sorprendente de esta apreciación es que esos momentos son aquellos donde el horror corporal y la sangre son ajenos a la escena.
Al encontrarnos en un Berlín antes de la caída del muro, la cinta adquiere una atmósfera apagada, incluso desesperanzadora, que se potencia aún más por una paleta de colores fría que, en muchas ocasiones, se torna azulada.
A nivel interpretativo, el matrimonio se luce en cuanto al dramatismo hipertrofiado que Zulawski le quiere imprimir a la cinta mediante unas actuaciones, en muchas ocasiones, intencionalmente sobreactuadas. Isabelle Adjani deja varias miradas y una escena para la historia del cine.
La posesión (1981) no es sencilla de ver y mucho menos de aguantar con el mismo nivel de atención durante sus dos horas debido a un histrionismo constante. Y, pese a su agotador visionado e hiperactivo montaje, es un viaje que merece la pena por la arriesgada y estimulante experiencia que proporciona.
Andrzej Zulawski configura un panegírico críptico sobre las crisis personales en el seno del matrimonio mediante la ambigüedad que se crea entre lo que es real y lo que no. El polaco es cruel con el espectador y no le ofrece respuestas sencillas y absolutas; prefiere quedarse en la comodidad que supone crear un producto tan interpretativo. El matrimonio entre Anna y Marc es el sinónimo de una descomposición sobrevenida del enfrentamiento de los demonios internos de cada uno, en especial los de una Anna disoluta de su propia identidad y transformada en el caos, encarando el horror tanto físico como psicológico.
A nivel simbólico, la cinta es una epopeya sobre la fractura personal y la infelicidad que acecha la mente de unos protagonistas que ven en el exterior de su matrimonio lo que realmente anhelan, ya sea Marc con el doble de Anna o Anna con su idilio monstruoso. Esta reflexión, en forma de pesadilla, instrumentaliza el horror corporal y la fragilidad humana como ensayo sobre la vulnerabilidad del individuo.
En su faceta más cinematográfica y artística, La posesión (1981) es uno de los ejercicios fílmicos que consigue más escenas y planos perturbadores que recuerdo. Lo más sorprendente de esta apreciación es que esos momentos son aquellos donde el horror corporal y la sangre son ajenos a la escena.
Al encontrarnos en un Berlín antes de la caída del muro, la cinta adquiere una atmósfera apagada, incluso desesperanzadora, que se potencia aún más por una paleta de colores fría que, en muchas ocasiones, se torna azulada.
A nivel interpretativo, el matrimonio se luce en cuanto al dramatismo hipertrofiado que Zulawski le quiere imprimir a la cinta mediante unas actuaciones, en muchas ocasiones, intencionalmente sobreactuadas. Isabelle Adjani deja varias miradas y una escena para la historia del cine.
La posesión (1981) no es sencilla de ver y mucho menos de aguantar con el mismo nivel de atención durante sus dos horas debido a un histrionismo constante. Y, pese a su agotador visionado e hiperactivo montaje, es un viaje que merece la pena por la arriesgada y estimulante experiencia que proporciona.
2 de mayo de 2025
2 de mayo de 2025
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Una película con actuaciones crudas, poco convencionales.
Una Isabelle Adjani dándolo todo, encarnando un papel desgarrador, sublime y performático. Solo podría verla a ella en tremendo papel.
La trama suele parecer que no tiene un punto específico y por momentos te preguntas, ¿hacia dónde va todo esto? Pero eso es lo fantástico, quedarte atrapada o atrapado por lo inquietante que puede llegar a ser.
No apta para personas que aún no han visto cine de autor.
Una Isabelle Adjani dándolo todo, encarnando un papel desgarrador, sublime y performático. Solo podría verla a ella en tremendo papel.
La trama suele parecer que no tiene un punto específico y por momentos te preguntas, ¿hacia dónde va todo esto? Pero eso es lo fantástico, quedarte atrapada o atrapado por lo inquietante que puede llegar a ser.
No apta para personas que aún no han visto cine de autor.
1 de octubre de 2006
1 de octubre de 2006
52 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Monumental estupidez sin pies ni cabeza, con unas sobreactuaciones bochornosas (lo del amante es una interpretación como para acabar ante un paredón), el guión escrito por un esquizofrénico en pleno ataque, un argumento isípido e insustancial, y con una fotografía convulsa y mareante que acaban por aburrír mortalmente y, en algunos momentos, incluso por indignar hasta conseguir cabrear. Si esta porquería es una obra maestra, entonces mi culo debería estar en el museo del Prado. A destacar el muñecote de goma que representa un monstruo follador, como ejemplo de lo que jamás debe salir en una pantalla, si se desea que al producto pueda llamársele película.
Sólo recomendable como broma pesada, de aquellas que crean enemigos de por vida.
Sólo recomendable como broma pesada, de aquellas que crean enemigos de por vida.
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