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Mátalos suavemente

Cine negro. Thriller Dos ex-convictos no demasiado brillantes son contratados para asaltar una lucrativa partida ilegal de poker. Las culpas recaerán sobre el organizador del juego y los ladrones podrán empezar una nueva vida. Por desgracia, el dinero robado pertenece a la mafia, que se pone en contacto con el investigador y asesino Jackie Cogan para encontrar a los culpables. (FILMAFFINITY)
Críticas 190
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9
15 de enero de 2013 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su argumento no es ninguna novedad, no cuentan nada que no se haya visto. Pero eso se ve compensado por planos exquisitos, interpretaciones estelares (como nos tienen habituados) de Brad Pitt, Ray liotta, James Gandolfini... y un tremendo cuidado por el detalle.

Le daría un diez, pero Luc Besson y su Quinto Elemento jamas me lo perdonarian.

Un saludo.
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Me parece de un gusto exquisito la escena en la que el personaje de Brad Pitt consigue lo que quiere de un Mcnairy que borda su papel sin utilizar la violencia gratuita. De vez en cuando se agradece ver un poco de ese miedo sin sangre.
Y las gafas tostadas y la bata de Gandolfini en el motel... la vieja escuela se hace notar. Un 10 para el vestuario.
6
22 de septiembre de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad que fui a ver la película ilusionado, parecía tener mimbres de peliculón; los actores participantes (Bradd Pitt sobretodo), la temática parecía interesante, etc. Pero nada más lejos de la realidad... Para empezar, que alguien me explique para que contratas a un gran actor como Ray Liotta para nada más que llevar palizas, verlo vomitar y decir apenas dos frases en todo el metraje. Por otra parte, el papel de Gandolfini me sobra por completo...no es nada más que un putero alcohólico y con proyección al fracaso que no aporta absolutamente nada a la película. Nada de nada.
Como cosas positivas, pues Bradd Pitt como siempre genial en su papel, las notas de humor negro, los asaltantes de la timba tienen su punto de gracia...aunque tampoco mucha.
Salí del cine con la sensación de quedarme corto, no me llenó por completo, aunque no me parece una mala película.
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Si lo de Bradd Pitt es "Matar Suavemente"...como será lo contrario?!!
8
24 de septiembre de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se agradece una peli del género que se toma a sí misma en serio. Se respira tensión y credibilidad. A ratos me ha recordado un poco a “Los Soprano” (de hecho se reconocen hasta 3 actores del antiguo reparto) o a la sordidez del cine de los Coen. En el atraco inicial uno sufre con los infelices atracadores, al igual que en la severa paliza infligida a Ray Liotta, que sientes la dureza de cada golpe como si lo recibieras tú mismo. Destacando posteriormente el contraste con un asesinato rodado con cámara lenta y cuidada fotografía de forma artística e indolente.

Si bien este filme no es una obra maestra del cine negro, pretende al menos no diluirse con el resto de estrenos de la taquilla. Una trama que no se pierde en su retorcimiento, las historias buenas son sencillas. Conversaciones telefónicas que se obvian, y personajes importantes que sólo se conocen de oídas ( el maestro de Pitt, el tal Dillon, y la mafia local que nunca se ve y que representa un siempre correcto Richard Jenkins) no toman al espectador por idiota. Sicarios que están humanizados, un James Gandolfini interpreta a un acabado y residual verdugo que ya no es el que era . Y un Brad Pitt que escoge con mucha sensatez sus papeles, y éste en concreto le va como un guante, de profesional pragmático y duro, que salpica con toques de humor negrísimo.

Y de fondo, como el rumor de una radio desintonizada, la campaña electoral que acabó con la victoria de Obama, que ni cambia la vida de los personajes , ni del mundo en general. En el fondo, vivimos unos tiempos de crisis en donde bastante tiene cada uno con preocuparse de sus propios problemas, y muchos de ellos se resuelven con la frase que cierra un indignado Brad Pitt:
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Págame, hijoputa!!!
8
28 de septiembre de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vertir en un bol un puñado de Guy Ritchie, dos cucharadas de tarantino y una pizca de Malick, aderezado con un toque de género independiente y..."voilá", aquí tenemos: "Killing them softly".
(solo para paladares intuitivos).

Desde el principio ya te atrapa, te mete en escena como si estuvieras jugando en la timba inicial, como si las palizas te las dieran a ti, como si los diálogos fuera contigo, como si te incitaran a ti a tomar las decisiones que se desarrollan en la trama. Tú recibes, tú matas, tú conduces, tú decides... Ese clímax hiper-real que envuelve a cada escena te atrapa poco a poco. Un estelar Pitt vuelve a sorprender (a algunos, porque a mí no) con otra vibrante actuación en géneros poco comerciales.

Andrew Dominik se saca de la manga un poderoso paralelismo con la política americana, una crítica ácida al "show" que montan los de ahí arriba para conseguir el beneplácito de aquellos que vivirán sus mentiras, los personajes de un cuento con una clara moraleja: "La Sociedad es un negocio".
9
7 de febrero de 2013 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Criminales de medio pelo, criminales de poca monta, ladrones vagos, atracadores despistados, asesinos a sueldo que prefieren entregarse al alcohol y el sexo antes que la cumplir con sus tareas... Killing them softly presenta un catálogo terminal de outsiders que llevan entre mal y fatal la crisis económica de estos últimos años en unos Estados Unidos convertidos en territorio abrasado. La trama principal, como es habitual, es irrisoria: un golpe chapucero que irrita a algunos mandos intermedios de cierta organización mafiosa trae una onda expansiva de consecuencias dramáticas para sus organizadores. Esto sirve de excusa para presentar la estructura temblorosa del crimen más o menos organizado de algún barrio periférico de alguna ciudad industrial en proceso de demolición.

Podríamos decir que el mundo del crimen es, simplemente, el del capitalismo sin regla alguna: todo es una mercancía en una sociedad de individuos que sólo persiguen la consecución de sus fines personales: todo está en venta, todo puede conseguirse si hay una cantidad suficiente de dinero de por medio.

Pero las crisis económicas también afectan a este mundo sin reglas. Las cadenas de mando funcionan deficientemente y los responsables de llevar adelante los negocios son descuidados y, muchas veces, prefieren desatender sus deberes y entregarse a sus vicios personales.

En este contexto de delincuencia funcionarizada y desganada transcurre esta película. Un poco exhibiendo sus deudas formales con el cine de Tarantino -largas digresiones delante de la cámara sobre cualquier cosa y explosiones de estilizada violencia concatenándose puntualmente- y otro poco recreándose en los paisajes abandonados, en las ruinas contemporáneas de la civilización posindustrial.

Tan crucial como las presencias hipermagnéticas de sus protagonistas (los diez minutos de James Gandolfini valen por diez mil películas de cientos de actores juntos) resulta la del único actor no nombrado en los créditos, el presidente norteamericano Barack Obama en los días previos a su primera elección. La contraposición entre el discurso de este y la realidad de las imágenes da a ratos la sensación de cierto gusto por el recurso fácil, pero, por su insistencia, este texto recitado en el que se habla de la tierra de las oportunidades, del optimismo de la iniciativa privadal, de la realización personal y de todas las estupideces que el discurso neoliberal sacraliza como dogmas de fe, se convierte en protagonista en la sombra de la película. Esa fachada de idealismo bobalicón enunciado por Obama y punteado por las réplicas aun más idiotas de los Bush jr y compañía tiene como cara b esa sociedad paralela organizada alrededor del crimen, anómica, desestruturada y en estado terminal en sus estratos más bajos, reflejada en crudo en cada fotograma de la película.

La democracia capitalista norteamericana es retratada en esta película con la cámara clavada en esas organizaciones que funcionan como reverso en la sombra de los negocios legales. Sus integrantes -dobles exactos de los asalariados de las empresas "normales"- sufren con idéntica virulencia los efectos de una crisis que, sin embargo, no afecta "a los de arriba". Ese juego de paralelismos entre los dos mundos es, al tiempo, el más divertido y el más dramático de las historias que se entrelazan en el film. Los gangsters de graduación media tienen problemas para llegar a fin de mes y odian sus trabajos tanto como los trabajadores legales. El sueño americano, nos dice la película, está encallado en un lodazal de podredumbre en el cual todo el mundo permanece atrapado en una lucha salvaje por la supervivencia. Los que quedan en el camino son los de siempre y sus esfuerzos por salir hacia un afuera inexistente son inútiles: la telaraña socioeconómica en la que viven está tejida para proteger los privilegios de una minoría que, legal o ilegal, controla a los agentes de la estructura y los elementos relacionales de esta cómo si fueran peones de un tablero de ajedrez. Sometidos a presiones intolerables, estos peones ejercen formas de violencia que siempre terminan volviendo multiplicadas considerablemente. El sistema regula su presencia mediante explosiones calculadas suficientes para hacer limpiezas y permitir que otros ocupen los vacíos que dejan los muertos. Capitalismo, mafia, capitalismo, mafia: la secuencia concluye en una síntesis dialéctica que podríamos llamar "democracia liberal", infectada desde su base por el mismo motor: la maquinaria desnuda del mero afán de lucro.

Al final, en el discurso que un enfurecido Brad Pitt le lanza a su superior jerárquico (maravilloso Richard Jenkins), en dos frases encontramos resumida la idea nuclear de la historia: "USA no es un país, es un maldito negocio. Así que ahora, dame el dinero".

God Save America.
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