Ambiciones que matan
1951 

7.6
8,160
Romance. Drama
George Eastman (Montgomery Clift), un joven sin recursos, consigue un trabajo gracias a un pariente lejano, el rico industrial Charles Eastman (Herbert Heyes). El empleo es un puesto en su fábrica, pero tan modesto que le impide la entrada en su círculo social. A pesar de ello, el joven conoce a Ángela Vickens (Elizabeth Taylor), una bellísima aristócrata de la que se enamora. Pero George tiene novia, una humilde empleada de la fábrica, ... [+]
21 de octubre de 2013
21 de octubre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera de las tres películas en que la pareja formada por Elizabeth Taylor y Montgomery Clift rodaron juntos y al parecer fue a petición de la actriz inglesa que fuera el actor que se convirtiera en su pareja en éste clásico del melodrama firmado por uno de los grandes del género, y con el permiso de Douglas Sirk, George Stevens.
La película, basada en la novela “An American Tragedy” de Theodore Dreiser, sintetiza con acierto el golpe la búsqueda del Sueño Americano cuando vemos a su desventurado protagonista George Eastman (Montgomery Clift), haciendo autoestop rumbo a la fábrica de su tío Charles (Herbert Heyes). Un principio que se irá desarrollando progresivamente a las condiciones en la que es sometido su protagonista: su baja condición social no le impide sin embargo a asistir a la recepciones de su tío y conocer a la prestigiosa Angela Vickers (Elizabeth Taylor) a la vez que mantiene relaciones con una compañera de trabajo Alice (Shelley Winters).
Eses choque de escenarios opuestas lidia completamente con el destino de cuyo incapacidad de sobrevenirse a las situaciones llevará a la perdición sus propios objetivos. Así esta visión amarga y nada complaciente del sueño americano queda tan bien reflectado por la firma de Stevens, a pesar de que el alemán Josef von Sternberg ya había intentado había ejecutado una primera adaptación de la novela de Dreiser, después del fuerte portazo de la Paramount al soviético Serguei M. Eisenstein al intentar apoyar una primera visión del texto, acoplado a sus cánones marxistas y lo que le ofrecía la posibilidad de triunfar al otro lado del Atlántico.
La película, basada en la novela “An American Tragedy” de Theodore Dreiser, sintetiza con acierto el golpe la búsqueda del Sueño Americano cuando vemos a su desventurado protagonista George Eastman (Montgomery Clift), haciendo autoestop rumbo a la fábrica de su tío Charles (Herbert Heyes). Un principio que se irá desarrollando progresivamente a las condiciones en la que es sometido su protagonista: su baja condición social no le impide sin embargo a asistir a la recepciones de su tío y conocer a la prestigiosa Angela Vickers (Elizabeth Taylor) a la vez que mantiene relaciones con una compañera de trabajo Alice (Shelley Winters).
Eses choque de escenarios opuestas lidia completamente con el destino de cuyo incapacidad de sobrevenirse a las situaciones llevará a la perdición sus propios objetivos. Así esta visión amarga y nada complaciente del sueño americano queda tan bien reflectado por la firma de Stevens, a pesar de que el alemán Josef von Sternberg ya había intentado había ejecutado una primera adaptación de la novela de Dreiser, después del fuerte portazo de la Paramount al soviético Serguei M. Eisenstein al intentar apoyar una primera visión del texto, acoplado a sus cánones marxistas y lo que le ofrecía la posibilidad de triunfar al otro lado del Atlántico.
18 de enero de 2014
18 de enero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar en el sol de George Stevens, es un drama romántico efectivo aunque algo sobrevalorado. Dirigida con un ritmo tranquilo pero dinámico, es algo embrollada y con una trama particular y propia, que es competente e impecable por estar realizada de modo inteligente, aunque a su definición le falta absorber algo más al público y crear algo más de interés a un trama que aunque sustanciosa, carece de atractivo en gran parte del film.
La fotografía en blanco y negro hace un ingenioso uso de los claroscuros, con imágenes confortantes y seductoras que son idóneas y maravillosas en su acertado uso decorativo lleno de detalles. Y la música, es bella y hermosa, con sonidos sensacionales, agraciados e inquietantes en un sutil acompañamiento de la trama en los momentos oportunos, gracias a la mano experta de un clásico como Franz Waxman.
Las actuaciones son auténticas, lustrosas y remarcables. Con Montgomery Clift convincente y apropiado, Elizabeth Taylor radiante y natural, y Shelley Winters emotiva y persuasiva en un personaje inestable psicológicamente. Todos con vestuarios y caracterizaciones elegantes y distinguidos, refinados y estilosos, evocadores a la clase alta. Y empleando unos movimientos de cámara originales para la época en un trabajo técnico distinto y algo arriesgado por salirse de los cánones de la época en sus excesivos movimientos.
El guion, es interesante y sustancioso en sí, con toques retorcidos e incitadores, y con algunas partes comprometedoras que inquietan en algún momento, pero aún estando trabajado de modo pernicioso e implacable, no penetra en el espectador durante todo el film, creando gran posibilidad de desinterés por parte de este. Y emplea para llevarlo a cabo, una narrativa clásica, académica e impoluta, usada con educación, naturalidad y sencillez.
En definitiva, la considero un drama romántico inmortal por sus 6 oscars que la sobrevaloran algo, pero que, aunque no sea una cinta imprescindible mezcla la emotividad e intriga con profundidad en determinados momentos. Y es recomendable por su dirección, guion, fotografía, interpretaciones, vestuarios y caracterizaciones, montaje, originales planos y movimientos de cámara, música y narrativa que hacen de Un lugar en el sol una obra técnicamente notable y significada, aunque no esencial en la filmografía más exigente.
La fotografía en blanco y negro hace un ingenioso uso de los claroscuros, con imágenes confortantes y seductoras que son idóneas y maravillosas en su acertado uso decorativo lleno de detalles. Y la música, es bella y hermosa, con sonidos sensacionales, agraciados e inquietantes en un sutil acompañamiento de la trama en los momentos oportunos, gracias a la mano experta de un clásico como Franz Waxman.
Las actuaciones son auténticas, lustrosas y remarcables. Con Montgomery Clift convincente y apropiado, Elizabeth Taylor radiante y natural, y Shelley Winters emotiva y persuasiva en un personaje inestable psicológicamente. Todos con vestuarios y caracterizaciones elegantes y distinguidos, refinados y estilosos, evocadores a la clase alta. Y empleando unos movimientos de cámara originales para la época en un trabajo técnico distinto y algo arriesgado por salirse de los cánones de la época en sus excesivos movimientos.
El guion, es interesante y sustancioso en sí, con toques retorcidos e incitadores, y con algunas partes comprometedoras que inquietan en algún momento, pero aún estando trabajado de modo pernicioso e implacable, no penetra en el espectador durante todo el film, creando gran posibilidad de desinterés por parte de este. Y emplea para llevarlo a cabo, una narrativa clásica, académica e impoluta, usada con educación, naturalidad y sencillez.
En definitiva, la considero un drama romántico inmortal por sus 6 oscars que la sobrevaloran algo, pero que, aunque no sea una cinta imprescindible mezcla la emotividad e intriga con profundidad en determinados momentos. Y es recomendable por su dirección, guion, fotografía, interpretaciones, vestuarios y caracterizaciones, montaje, originales planos y movimientos de cámara, música y narrativa que hacen de Un lugar en el sol una obra técnicamente notable y significada, aunque no esencial en la filmografía más exigente.
7 de julio de 2014
7 de julio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas más significativas de esta película es, sin duda, que los traductores de títulos españoles, por una vez en su vida, hicieran bien su trabajo, y tradujeran como debe ser el título de esta película, "A place in the sun". Por suerte para nosotros no la aniquilaron como hicieron en Sudamérica.
Ironías a parte, "Un lugar en el sol" es uno de esos clásicos eternos que es casi requisito ver, al menos para todo cinéfilo que se precie. Fue producida y dirigida por George Stevens, conocido también por ser el director de "Gigante" y "Raíces profundas". Está basada en la novela "La tragedia americana" de Theodore Dreiser, título sumamente inferior al de la película, que es mucho más sutil y que más parece una metáfora del lugar que tanto ansía por encontrar el protagonista.
George Eastman (Montgomery Clift) es un joven sin recursos que pide ayuda a su adinerado tío para conseguir trabajo. Este, a pesar de su parentesco, le pone a trabajar en su fábrica en un puesto muy modesto, y le niega la entrada a su círculo social. George comienza a salir con Alice (Shelley Winters), una mujer joven y alegre que trabaja con él, pero mientras tanto conoce a Ángela Vickens (Elizabeth Taylor), una bella aristócrata de la que se enamora rápidamente. Sus ganas de ascender socialmente y de conseguir el amor de la inmaculada Ángela le harán jugar peligrosamente con el bien y el mal.
Montgomery Clift está soberbio y convincente en su papel, que quizás sea uno de los mejores de su vida junto con el de "¿Vencedores o vencidos?". Taylor y Winters también están fantásticas y encajan a la perfección con el mundo en el que se envuelven. El mundo de Alice es oscuro, lluvioso, amenazador; sin embargo, el de Ángela es luminoso, cálido, tranquilo... es el sol a fin de cuentas. El sol que George espera poder alcanzar. El mundo de la alta sociedad americana, sin preocupaciones.
En esta historia se expone con maestría las diferencias entre las clases sociales, la discriminación, la ambición y la hipocresía, el destino, la búsqueda de la felicidad, pero también de la estabilidad económica y social. Quizás todo esto quedó demasiado patente en la película, así que no es de extrañar que poco después Michael Wilson (el guionista) entrara en una de las listas negras de la "caza de brujas" que se estaba llevando a cabo en Hollywood.
Es una obra maestra de los pies a la cabeza. Cuenta con un brillante elenco, un guión inteligente... La fotografía es también digna de mencionarse, especialmente en algunas escenas en las que se acerca a los patrones del cine negro, aportando una tensión que solo los juegos de luces y sombras son capaces de ofrecer. Fue galardonada con 6 Oscars y el Globo de Oro a Mejor película, aunque para mí, su mayor éxito fue la unión de Monty con Taylor, quienes serían amigos el resto de sus vidas, o más bien hasta que él falleció trágicamente en un accidente de coche por culpa de su alcoholismo, cuando tenía solo 46 años.
Ironías a parte, "Un lugar en el sol" es uno de esos clásicos eternos que es casi requisito ver, al menos para todo cinéfilo que se precie. Fue producida y dirigida por George Stevens, conocido también por ser el director de "Gigante" y "Raíces profundas". Está basada en la novela "La tragedia americana" de Theodore Dreiser, título sumamente inferior al de la película, que es mucho más sutil y que más parece una metáfora del lugar que tanto ansía por encontrar el protagonista.
George Eastman (Montgomery Clift) es un joven sin recursos que pide ayuda a su adinerado tío para conseguir trabajo. Este, a pesar de su parentesco, le pone a trabajar en su fábrica en un puesto muy modesto, y le niega la entrada a su círculo social. George comienza a salir con Alice (Shelley Winters), una mujer joven y alegre que trabaja con él, pero mientras tanto conoce a Ángela Vickens (Elizabeth Taylor), una bella aristócrata de la que se enamora rápidamente. Sus ganas de ascender socialmente y de conseguir el amor de la inmaculada Ángela le harán jugar peligrosamente con el bien y el mal.
Montgomery Clift está soberbio y convincente en su papel, que quizás sea uno de los mejores de su vida junto con el de "¿Vencedores o vencidos?". Taylor y Winters también están fantásticas y encajan a la perfección con el mundo en el que se envuelven. El mundo de Alice es oscuro, lluvioso, amenazador; sin embargo, el de Ángela es luminoso, cálido, tranquilo... es el sol a fin de cuentas. El sol que George espera poder alcanzar. El mundo de la alta sociedad americana, sin preocupaciones.
En esta historia se expone con maestría las diferencias entre las clases sociales, la discriminación, la ambición y la hipocresía, el destino, la búsqueda de la felicidad, pero también de la estabilidad económica y social. Quizás todo esto quedó demasiado patente en la película, así que no es de extrañar que poco después Michael Wilson (el guionista) entrara en una de las listas negras de la "caza de brujas" que se estaba llevando a cabo en Hollywood.
Es una obra maestra de los pies a la cabeza. Cuenta con un brillante elenco, un guión inteligente... La fotografía es también digna de mencionarse, especialmente en algunas escenas en las que se acerca a los patrones del cine negro, aportando una tensión que solo los juegos de luces y sombras son capaces de ofrecer. Fue galardonada con 6 Oscars y el Globo de Oro a Mejor película, aunque para mí, su mayor éxito fue la unión de Monty con Taylor, quienes serían amigos el resto de sus vidas, o más bien hasta que él falleció trágicamente en un accidente de coche por culpa de su alcoholismo, cuando tenía solo 46 años.
7 de mayo de 2017
7 de mayo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A George Stevens el destino le puso en sus manos la cámara que rodó la entrada de las tropas norteamericanas en el horror de Dachau dando a conocer al mundo la tragedia del holocausto y de lo que es capaz de hacer el ser humano en su versión más sombría. Hasta entonces era un director de estudio conocido por sus musicales con Fred y Ginger y un puñado de comedias ligeras con interpretes de la talla de Tracy y La Hepburn. Pero a partir de la traumatica experiencia de la guerra el tono de su cine cambió y se volvió más descarnado.
Stevens, a pesar de las nominaciones a sus películas y dos Oscars como director incluida la que nos ocupa no está hasta la fecha claramente identificado como "uno de los grandes" y hay quienes le consideran solo un buen artesano. Esto es precisamente lo que de él pensaba Montgomery Clift, quizás cabreado porque Stevens se desembarazó para el rodaje de su inseparable "coach" de método a la que Clift consultaba todo. Por contra, las chicas Winters y Taylor hablaron maravillas de él como director de actores. Sea como fuere Stevens nos dejó un puñado de films en diferentes géneros que forman parte de la historia significativa del séptimo arte.
La novela cumbre del norteamericano Theodore Dreiser , "Una tragedia americana", publicada en el 26 con una fuerte carga autobiográfica y a la vez inspirada en un hecho real, ya había sido estrenada sobre las tablas y en una primera versión de 1931 precisamente también para la Paramount bajo el título homónimo, dirigida nada menos que por Stemberg y que no gustó mucho al público de la época.
Paradojicamente esta nueva versión a pesar de ir a contracorriente con el cine vitalista de los años de posguerra fue un éxito premiado, quizás por el tirón comercial de sus jóvenes, guapos y excelente trío protagonista (aunque a Shelley Winters le tocó el patito feo que condicionaría de alguna forma su posterior y por otro lado brillante carrera) y básicamente porque la pareja de guionistas desnivelan la balanza hacia el drama romántico donde el amor gana la partida a la medra social más presente en la novela original. Para ello no tienen reparo en hacer más guapa y atractiva el personaje de Taylor que el de Winters (¿Quién no se enamoraría de esta Elizabeth Taylor de 17 años, a parte de la cámara?).
Clift encarna al apocado y sufridor sobrino Eastman, acomplejado por su pasado y temeroso de perder su futuro como nadie, Shelley Winters impone su poderosa presencia y su maestría actoral en cada uno de sus planos y Elizabeth Taylor sorprende con una madurez como actriz tan brillante como su belleza.
Stevens tuvo dos años para editarla a conciencia dado que la Paramount retraso el estreno para que no interfiriese con "El crepúsculo de los dioses". El resultado es un montaje exquisito sobre una planificación muy cuidada. El trabajo de fotografía en blanco y negro para apoyar el tono de tragedia del asunto consigue momentos notables de contraluces y sombras que apoyan los múltiples encadenados que utilizó Stevens. Capítulo aparte el tratamiento del sonido, con una presencia clave de la radio en un par de escenas fantásticas.
Lo previsible del asunto no impide que Stevens consiga tensión en las escenas de clímax que rueda con elegancia, aguantando el tiempo de los planos en un estudio psicológico de los personajes, por otro lado es el propio director el que juega a su favor con esta previsibilidad e inserta planos en el desarrollo de la trama que anticipan lo venidero. Famosos son los primerísimos primeros plano sobre todo de La Taylor rodados con una lente especial.
El personaje de George Estman consigue permanecer todo el tiempo en el fiel de la balanza consiguiendo por parte del espectador comprensión, lastima al igual que rechazo por su comportamiento, no siendo otra cosa que un títere en manos del destino.
A "Un lugar en el sol" le costó encontrar su título ya que el estudio no quería repetir el de la novela original cuya adaptación había fracasado en el 31 y se llegó a ofrecer una prima de 100 dolares para quien sugiriese uno adecuado. Ivan Moffat socio del director dio con el título inmortal. Pero nunca cobró.
Stevens, a pesar de las nominaciones a sus películas y dos Oscars como director incluida la que nos ocupa no está hasta la fecha claramente identificado como "uno de los grandes" y hay quienes le consideran solo un buen artesano. Esto es precisamente lo que de él pensaba Montgomery Clift, quizás cabreado porque Stevens se desembarazó para el rodaje de su inseparable "coach" de método a la que Clift consultaba todo. Por contra, las chicas Winters y Taylor hablaron maravillas de él como director de actores. Sea como fuere Stevens nos dejó un puñado de films en diferentes géneros que forman parte de la historia significativa del séptimo arte.
La novela cumbre del norteamericano Theodore Dreiser , "Una tragedia americana", publicada en el 26 con una fuerte carga autobiográfica y a la vez inspirada en un hecho real, ya había sido estrenada sobre las tablas y en una primera versión de 1931 precisamente también para la Paramount bajo el título homónimo, dirigida nada menos que por Stemberg y que no gustó mucho al público de la época.
Paradojicamente esta nueva versión a pesar de ir a contracorriente con el cine vitalista de los años de posguerra fue un éxito premiado, quizás por el tirón comercial de sus jóvenes, guapos y excelente trío protagonista (aunque a Shelley Winters le tocó el patito feo que condicionaría de alguna forma su posterior y por otro lado brillante carrera) y básicamente porque la pareja de guionistas desnivelan la balanza hacia el drama romántico donde el amor gana la partida a la medra social más presente en la novela original. Para ello no tienen reparo en hacer más guapa y atractiva el personaje de Taylor que el de Winters (¿Quién no se enamoraría de esta Elizabeth Taylor de 17 años, a parte de la cámara?).
Clift encarna al apocado y sufridor sobrino Eastman, acomplejado por su pasado y temeroso de perder su futuro como nadie, Shelley Winters impone su poderosa presencia y su maestría actoral en cada uno de sus planos y Elizabeth Taylor sorprende con una madurez como actriz tan brillante como su belleza.
Stevens tuvo dos años para editarla a conciencia dado que la Paramount retraso el estreno para que no interfiriese con "El crepúsculo de los dioses". El resultado es un montaje exquisito sobre una planificación muy cuidada. El trabajo de fotografía en blanco y negro para apoyar el tono de tragedia del asunto consigue momentos notables de contraluces y sombras que apoyan los múltiples encadenados que utilizó Stevens. Capítulo aparte el tratamiento del sonido, con una presencia clave de la radio en un par de escenas fantásticas.
Lo previsible del asunto no impide que Stevens consiga tensión en las escenas de clímax que rueda con elegancia, aguantando el tiempo de los planos en un estudio psicológico de los personajes, por otro lado es el propio director el que juega a su favor con esta previsibilidad e inserta planos en el desarrollo de la trama que anticipan lo venidero. Famosos son los primerísimos primeros plano sobre todo de La Taylor rodados con una lente especial.
El personaje de George Estman consigue permanecer todo el tiempo en el fiel de la balanza consiguiendo por parte del espectador comprensión, lastima al igual que rechazo por su comportamiento, no siendo otra cosa que un títere en manos del destino.
A "Un lugar en el sol" le costó encontrar su título ya que el estudio no quería repetir el de la novela original cuya adaptación había fracasado en el 31 y se llegó a ofrecer una prima de 100 dolares para quien sugiriese uno adecuado. Ivan Moffat socio del director dio con el título inmortal. Pero nunca cobró.
30 de julio de 2021
30 de julio de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven, pariente pobre de una familia acaudalada, está atrapado entre su novia, una humilde compañera de la fábrica en la que trabaja, propiedad de su tío, y una chica de la alta sociedad de la que está enamorado, representación de la sofisticación y la abundancia; todo lo contrario a la fealdad, el puritanismo y la pobreza con la que se ha criado. Un lugar en el sol es un apasionado y absorbente melodrama que adiciona aspectos morales y sociales a la romántica historia de amor principal. Los protagonistas son Montgomery Clift y Elizabeth Taylor, magníficos ambos, así como Shelley Winters, en un desagradecido papel. Un clásico que siempre es vigente y que siempre conmueve.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here