Carol
7.0
23,112
Romance. Drama
Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
14 de marzo de 2016
14 de marzo de 2016
5 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinta de amor lésbico ambientada en Nueva York durante los años 50. Su primera hora es parsimoniosa y la belleza de las imágenes no bastan para sostener una historia que carece de giros dramáticos. En la segunda hora aparece la trama, totalmente previsible, donde hay que conformarse con la fotografía y encuadres perfectos. Le falta vigor a esta película, es demasiado contemplativa. La excelente actuación de la pareja protagónica es la que sostiene el film. Cate Blanchett (Carol) y Rooney Mara (Therese) encarnan a personajes bien distintos, logrados sobre todo en el lenguaje corporal. Las miradas de las protagonistas expresan un amor que pasa desapercibido al mundo de la época. Emociona al final, pero queda la sensación de que la anécdota es elitista y en cierto modo trivial.
7 de febrero de 2016
7 de febrero de 2016
20 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema que se plantea da para una buena película, pero esta no lo es.
Una cuidada ambientación (que termina siendo un poco empalagosa), sirve de fondo para unos hechos que desde el principio se presentan artificiales, teatrales y poco creíbles, tanto en los momentos más dramáticos como en los domésticos y cotidianos. Por otra parte, no se ahonda en la personalidad de las protagonistas y en sus sentimientos más íntimos; todo es superficial con pretensiones de sutil, y a veces incoherente y errático. Tampoco hay conversaciones, gestos, actitudes, salvo en lo más obvio, que den verosimilitud a la atracción de las protagonistas; lo que se ve es frío, sin complicidad ni pasión. Cate B. se pone la careta de mujer sofisticada, mística y de mirada intensa, y no se la quita en toda la película, y a su vez, Rooney Mara, se pone la suya de joven especial, un poco mística también, y pasmada, y tampoco se la quita en ningún momento. Hasta la relación de Cate B. con su hija parece fingida y falta de naturalidad.
O sea que no me creí la película y me aburrí.
Y para colmo, el doblaje de Cate Blanchett es pésimo.
Para los que se queden con mono de ver una de amor y pasión entre dos mujeres, aunque con un tema muy distinto y en una época algo posterior, les recomiendo que vean "Lazos ardientes" ("Bound" en inglés), de los Wachowski.
Una cuidada ambientación (que termina siendo un poco empalagosa), sirve de fondo para unos hechos que desde el principio se presentan artificiales, teatrales y poco creíbles, tanto en los momentos más dramáticos como en los domésticos y cotidianos. Por otra parte, no se ahonda en la personalidad de las protagonistas y en sus sentimientos más íntimos; todo es superficial con pretensiones de sutil, y a veces incoherente y errático. Tampoco hay conversaciones, gestos, actitudes, salvo en lo más obvio, que den verosimilitud a la atracción de las protagonistas; lo que se ve es frío, sin complicidad ni pasión. Cate B. se pone la careta de mujer sofisticada, mística y de mirada intensa, y no se la quita en toda la película, y a su vez, Rooney Mara, se pone la suya de joven especial, un poco mística también, y pasmada, y tampoco se la quita en ningún momento. Hasta la relación de Cate B. con su hija parece fingida y falta de naturalidad.
O sea que no me creí la película y me aburrí.
Y para colmo, el doblaje de Cate Blanchett es pésimo.
Para los que se queden con mono de ver una de amor y pasión entre dos mujeres, aunque con un tema muy distinto y en una época algo posterior, les recomiendo que vean "Lazos ardientes" ("Bound" en inglés), de los Wachowski.
6 de febrero de 2016
6 de febrero de 2016
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cargante, lenta y repetitiva. El tema, sobado y sobre explotado de unos años para acá, aburre a las ostras y aquí se estira como un chicle sin sabor del que ya se han hecho infinidad de pompas; pum, aire: nada. La película no deja nada, sugiere menos y, al cabo, ni interesa ni entretiene.
Con todo, magnífica ambientación.
Sobre todo, la actuación de Rooney Mara, le bastan los ojos para llenar la pantalla.
Y lo peor de lo peor, el doblaje de la voz de Cate Blanchett. No sé quién la dobla, pero ya se cargó la versión española de Blue Jasmine. Es una voz plana, fofa y sin matices que no imprime carácter a la protagonista y casi no se ajusta a la boca ni a los gestos de la doblada.
Con todo, magnífica ambientación.
Sobre todo, la actuación de Rooney Mara, le bastan los ojos para llenar la pantalla.
Y lo peor de lo peor, el doblaje de la voz de Cate Blanchett. No sé quién la dobla, pero ya se cargó la versión española de Blue Jasmine. Es una voz plana, fofa y sin matices que no imprime carácter a la protagonista y casi no se ajusta a la boca ni a los gestos de la doblada.
1 de febrero de 2016
1 de febrero de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La he visto seis veces. Esta vez estoy intentando diferenciar lo que los personajes dicen de lo que sienten en realidad”, comenta un joven a sus amigos mientras ven El crepúsculo de los dioses en el primer cuarto de hora de Carol. La labor que lleva a cabo Todd Haynes en esta película es similar al minucioso análisis del chico, aunque habríamos de aplicárselo, además de a las palabras, a unas miradas y silencios cuya importancia es tan trascendental como la de aquello que se explicita. Es cierto que los matices y detalles venían implícitos en la naturaleza de la novela de Highsmith, pero eso no le quita mérito alguno a los excelentes trabajos de Todd Haynes en la dirección y de Phyllis Nagy en la escritura del guion adaptado.
Carol es una historia de amor secreto (o imposible) entre dos mujeres muy diferentes. Therese Belivet (Rooney Mara) es una joven dependienta de una tienda en Manhattan, atrapada en una relación con un hombre al que no desea. Su sueño es vivir una vida mejor, en la que pueda desarrollar su carrera como fotógrafa, su verdadera afición. Carol Aird (Cate Blanchett) es una mujer elegante y sofisticada, madre de una hija y en pleno proceso de separación matrimonial. Cuando un día se cruzan sus caminos, surge una conexión inmediata entre ambas, y comienzan una relación -en principio- de amistad, aunque cada gesto y cada mirada escondan mucho más. Y sí, la historia es de una relación homosexual, pero lo cierto es que es extrapolable a cualquier vínculo amoroso mal visto a ojos de la sociedad; en este caso, la ciudad de Nueva York a principios de los años 50. Lamentablemente, la verosimilitud de la historia seguiría prácticamente intacta en caso de desarrollarse ahora mismo, en pleno siglo XXI, pues son una minoría de países los que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Tendría que remontarme muchos años atrás para encontrar alguna película tan cercana a la perfección como Carol, que sin duda es la obra maestra que todos esperábamos de Todd Haynes, un autor con una sensibilidad cinematográfica de la que hoy en día nadie más puede presumir. El primer logro es su enorme capacidad de síntesis, la maestría narrativa presente en la obra desde la escena inicial -en apariencia arbitraria pero escogida minuciosamente y con acierto- hasta que aparecen los créditos finales. Pero ese es sólo uno de los muchos logros de esta película, el cual se manifiesta gracias a un montaje que transmite una sensación de continuidad -bastante lógica, teniendo en cuenta los escasos cinco meses en los que transcurre la historia- que aporta fluidez a la narración, a pesar de que la línea narrativa que sigue la película sea constituida a partir de un poderoso flashback en el que las imágenes hablan por sí mismas.
Hablar de las virtudes técnicas de Carol sería minusvalorar su inmensa valía cinematográfica, pues, más allá de su perfección formal, de las cotas de grandeza alcanzadas en todos los aspectos, es una película en la cual la suma de las partes consigue transmitir una amalgama de sensaciones como pocas cintas lo han hecho a lo largo de los tiempos. Es cierto que la banda sonora de Carter Burwell es de otro mundo, pero también lo es que jamás aparece si no debe hacerlo, haciendo de su uso una muestra de delicadeza y precisión. El trabajo fotográfico de Ed Lachman -colaborador habitual de Haynes desde Lejos del cielo– es digno de aplauso, pese a alejarse de la pulcritud de la era digital, de la sobreiluminación artificial, en pos de trasladarnos a los mismísimos años 50, como si estuviésemos viendo un film rodado en la misma década. En Carol se respira un aire añejo inestimable, heredero directo del cine clásico. Pero más allá de todos los aspectos a destacar en la película, se encuentra la mano encargada de coordinarlos y permitir que coexistan en perfecta armonía, que no es otra que la de Todd Haynes. La puesta en escena es soberbia, la planificación de cada escena y cada toma está estudiada al detalle, y la cámara capta a la perfección los rostros de las actrices, realizando los movimientos debidos cuando la acción lo requiere; pero siempre con elegancia, sin desprenderse de la esencia de la propia película. También es justo destacar el poder simbólico de las imágenes, algo que no debería sorprendernos teniendo en cuenta el detallismo característico de Haynes, que además aquí adapta una obra literaria igual de cuidada en ese aspecto. Así, el plano de apertura de las rejas del alcantarillado no está ahí por casualidad, como tampoco es casual esa obsesión por situar a la pareja protagonista prácticamente fuera del encuadre si es viable, o filmarlas a través de espejos, ventanas y puertas.
Sigue en el spoiler sin ser spoiler:
Carol es una historia de amor secreto (o imposible) entre dos mujeres muy diferentes. Therese Belivet (Rooney Mara) es una joven dependienta de una tienda en Manhattan, atrapada en una relación con un hombre al que no desea. Su sueño es vivir una vida mejor, en la que pueda desarrollar su carrera como fotógrafa, su verdadera afición. Carol Aird (Cate Blanchett) es una mujer elegante y sofisticada, madre de una hija y en pleno proceso de separación matrimonial. Cuando un día se cruzan sus caminos, surge una conexión inmediata entre ambas, y comienzan una relación -en principio- de amistad, aunque cada gesto y cada mirada escondan mucho más. Y sí, la historia es de una relación homosexual, pero lo cierto es que es extrapolable a cualquier vínculo amoroso mal visto a ojos de la sociedad; en este caso, la ciudad de Nueva York a principios de los años 50. Lamentablemente, la verosimilitud de la historia seguiría prácticamente intacta en caso de desarrollarse ahora mismo, en pleno siglo XXI, pues son una minoría de países los que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Tendría que remontarme muchos años atrás para encontrar alguna película tan cercana a la perfección como Carol, que sin duda es la obra maestra que todos esperábamos de Todd Haynes, un autor con una sensibilidad cinematográfica de la que hoy en día nadie más puede presumir. El primer logro es su enorme capacidad de síntesis, la maestría narrativa presente en la obra desde la escena inicial -en apariencia arbitraria pero escogida minuciosamente y con acierto- hasta que aparecen los créditos finales. Pero ese es sólo uno de los muchos logros de esta película, el cual se manifiesta gracias a un montaje que transmite una sensación de continuidad -bastante lógica, teniendo en cuenta los escasos cinco meses en los que transcurre la historia- que aporta fluidez a la narración, a pesar de que la línea narrativa que sigue la película sea constituida a partir de un poderoso flashback en el que las imágenes hablan por sí mismas.
Hablar de las virtudes técnicas de Carol sería minusvalorar su inmensa valía cinematográfica, pues, más allá de su perfección formal, de las cotas de grandeza alcanzadas en todos los aspectos, es una película en la cual la suma de las partes consigue transmitir una amalgama de sensaciones como pocas cintas lo han hecho a lo largo de los tiempos. Es cierto que la banda sonora de Carter Burwell es de otro mundo, pero también lo es que jamás aparece si no debe hacerlo, haciendo de su uso una muestra de delicadeza y precisión. El trabajo fotográfico de Ed Lachman -colaborador habitual de Haynes desde Lejos del cielo– es digno de aplauso, pese a alejarse de la pulcritud de la era digital, de la sobreiluminación artificial, en pos de trasladarnos a los mismísimos años 50, como si estuviésemos viendo un film rodado en la misma década. En Carol se respira un aire añejo inestimable, heredero directo del cine clásico. Pero más allá de todos los aspectos a destacar en la película, se encuentra la mano encargada de coordinarlos y permitir que coexistan en perfecta armonía, que no es otra que la de Todd Haynes. La puesta en escena es soberbia, la planificación de cada escena y cada toma está estudiada al detalle, y la cámara capta a la perfección los rostros de las actrices, realizando los movimientos debidos cuando la acción lo requiere; pero siempre con elegancia, sin desprenderse de la esencia de la propia película. También es justo destacar el poder simbólico de las imágenes, algo que no debería sorprendernos teniendo en cuenta el detallismo característico de Haynes, que además aquí adapta una obra literaria igual de cuidada en ese aspecto. Así, el plano de apertura de las rejas del alcantarillado no está ahí por casualidad, como tampoco es casual esa obsesión por situar a la pareja protagonista prácticamente fuera del encuadre si es viable, o filmarlas a través de espejos, ventanas y puertas.
Sigue en el spoiler sin ser spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mención aparte merecen Cate Blanchett y Rooney Mara, de las que he preferido no hablar hasta este párrafo. Antes de nada, me gustaría desmentir cierto detalle que leí en algunas crónicas de Cannes y que no es ni mucho menos cierto. Algún que otro cronista destacó que la principal variación respecto a la novela, The Price of Salt, era que en la película el punto de vista predominante era el de Carol. Pues bien, para nada es así: es cierto que se equilibra un poco el punto de vista, pero de existir una única protagonista, ésa sería Therese. Y es aquí donde entra en juego la más que incomprensible nominación de Rooney Mara como mejor actriz de reparto en los Óscar. Pero bueno, vayamos a lo que nos interesa: las impresionantes interpretaciones de ambas, amén de una química entre ellas que hace de cada plano, de cada mirada, una verdadera obra de arte. Sobre Cate Blanchett poco hay que decir, pues estamos acostumbrados a su elegancia y su capacidad para ponerse en la piel de cualquier personaje, dejándonos en Carol una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha. Sin embargo, quien verdaderamente sorprende es una Rooney Mara capaz de expresarlo todo con una simple y tímida mirada, además de llevar a sus espaldas prácticamente la totalidad del peso dramático de la cinta. No sólo es la mejor interpretación de su aún corta carrera, sino la confirmación de que nos encontramos ante una de las actrices con más proyección del panorama internacional. No creo excesivo considerar su trabajo en Carol como el más destacado de todo el 2015, incluyendo interpretaciones masculinas. Sin palabras.
Carol es una obra cuyas imágenes sumergen al espectador en un verdadero viaje al centro de las emociones. Una obra incomensurable que narra una historia de amor universal con suma delicadeza, con un mimo y una sensibilidad a la altura de muy pocos cineastas. Y algo bastante menos importante, pero que no hace más que darle más valor a esta obra maestra, es que como adaptación es realmente maravillosa. La esencia de la obra de Highsmith se mantiene intacta, incluso enriquecida por la envolvente maestría narrativa de Haynes. La mejor producción de 2015, y, muy probablemente, el mejor estreno de este año que no ha hecho màs que empezar.
Carol es una obra cuyas imágenes sumergen al espectador en un verdadero viaje al centro de las emociones. Una obra incomensurable que narra una historia de amor universal con suma delicadeza, con un mimo y una sensibilidad a la altura de muy pocos cineastas. Y algo bastante menos importante, pero que no hace más que darle más valor a esta obra maestra, es que como adaptación es realmente maravillosa. La esencia de la obra de Highsmith se mantiene intacta, incluso enriquecida por la envolvente maestría narrativa de Haynes. La mejor producción de 2015, y, muy probablemente, el mejor estreno de este año que no ha hecho màs que empezar.
2 de febrero de 2016
2 de febrero de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todd Haynes lo ha vuelto a conseguir. Más de diez años después de la extraordinaria Lejos del cielo, y casi un lustro desde su última incursión televisiva con la no menos buena miniserie Mildred Pierce, el cineasta estadounidense ha conseguido elaborar una nueva película que, compartiendo muchas de las características que denotaban los dos trabajos mencionados, logra realzar sus virtudes cinematográficas de una manera poco menos que magistral. Hablamos de Carol, una cinta que deslumbró a la crítica en Cannes y que no ha parado de recoger alabanzas tanto en el seno periodístico como en el académico. Elogios que, una vez vista la portentosa obra de Haynes, resultan más que merecidos.
La película comienza de la mano de Therese, una joven empleada de unos grandes almacenes que lleva una irregular vida en Nueva York, toda vez que su empleo no corresponde exactamente con aquellas metas que se marcaba. Un día pre-navideño contempla cómo al otro lado del mostrador aparece una mujer rubia de clase acomodada que busca un regalo para su hijo. Ella es Carol, ejemplo de elegancia con su caro abrigo y melena rubia al viento, portadora de una mirada que provoca un extraño impacto en Therese. Aunque las diferencias en edad, familia y estilo de vida son palpables, entre las dos mujeres se establecerá un vínculo que poco a poco irá fortaleciéndose.
Carol es la adaptación cinematográfica de una novela de Patricia Highsmith, novela que por sus tintes homosexuales, poco respetados en aquella época, y por salirse de la línea habitual de la autora (referente del suspense y policíaco) tuvo que ser publicada bajo seudónimo y con el título de El precio de la sal. No estamos ante un caso de novela cuya adaptación literal pueda requerir de una habilidad extraordinaria, pero al leerla se comprendía cómo lo que sí resultaba difícil era captar, en su plenitud, el magnetismo de la relación entre Carol y Therese. La realidad es que Todd Haynes y la guionista Phyllis Nagy no sólo han conseguido llevar a cabo tal empresa, sino que lo han hecho de una manera tan pura y gozosamente cinematográfica que es imposible imaginar un mejor tributo a la memoria de tan emblemática escritora.
Desde el primer plano, Carol deslumbra por su impecable factura técnica. La fotografía es tan sublime que no sería pecado afirmar que buena parte de ese magnetismo que despierta la cinta venga otorgado por este apartado, que nos remite inmediatamente a aquella Nueva York de los 50 y que, a través de planos con los justos movimientos de cámara, consigue realzar el dramatismo de las situaciones más íntimas. La banda sonora acompaña perfectamente cada escena, cada mirada, cada caricia, cada llanto, un ejemplo perfecto de cómo el apartado sonoro no es bueno sólo por nutrirse de buena música, sino por saber adecuarla a las imágenes.
Como es obvio, Carol no habría conseguido estas cotas de calidad de no ser por la fascinante dualidad que se construye entre sus actrices. Cate Blanchett está al notable nivel que acostumbra, pero aquí queda irremediablemente en segundo plano ante una Rooney Mara escandalosa. Pocas veces una mirada ha resultado tan poderosa, tan cautivadora, tan maravillosamente emotiva. En el restaurante, en el centro comercial, en el hotel o en ese triste trayecto de vuelta a casa en autobús, con Carol o sin ella, Mara tira de talento en todas las situaciones para elevar un buen personaje a la categoría de inolvidable, sin excesos ni alardes, simplemente metiéndose de lleno en su papel hasta difuminar la barrera que les separaba. No interpreta a Therese, ella es Therese.
Con el transcurso de los minutos, una sensación se va haciendo cada vez más palpable: a la cinta no le sobra ni un plano, ni una escena, ni un instante. Haynes ha conseguido elaborar un producto netamente redondo, provisto de una asombrosa capacidad para conmover a través de una sensibilidad extraordinaria, huyendo de cualquier atisbo de empalagosidad. Carol es una auténtica joya de la que es imposible abstraerse aunque hayan pasado días desde su visionado, un cautivador drama romántico al que sin duda merecerá la pena volver una y otra vez, para así aplaudir nuevamente a la que es, desde ya, una de las grandes películas de lo que llevamos de Siglo XXI.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
La película comienza de la mano de Therese, una joven empleada de unos grandes almacenes que lleva una irregular vida en Nueva York, toda vez que su empleo no corresponde exactamente con aquellas metas que se marcaba. Un día pre-navideño contempla cómo al otro lado del mostrador aparece una mujer rubia de clase acomodada que busca un regalo para su hijo. Ella es Carol, ejemplo de elegancia con su caro abrigo y melena rubia al viento, portadora de una mirada que provoca un extraño impacto en Therese. Aunque las diferencias en edad, familia y estilo de vida son palpables, entre las dos mujeres se establecerá un vínculo que poco a poco irá fortaleciéndose.
Carol es la adaptación cinematográfica de una novela de Patricia Highsmith, novela que por sus tintes homosexuales, poco respetados en aquella época, y por salirse de la línea habitual de la autora (referente del suspense y policíaco) tuvo que ser publicada bajo seudónimo y con el título de El precio de la sal. No estamos ante un caso de novela cuya adaptación literal pueda requerir de una habilidad extraordinaria, pero al leerla se comprendía cómo lo que sí resultaba difícil era captar, en su plenitud, el magnetismo de la relación entre Carol y Therese. La realidad es que Todd Haynes y la guionista Phyllis Nagy no sólo han conseguido llevar a cabo tal empresa, sino que lo han hecho de una manera tan pura y gozosamente cinematográfica que es imposible imaginar un mejor tributo a la memoria de tan emblemática escritora.
Desde el primer plano, Carol deslumbra por su impecable factura técnica. La fotografía es tan sublime que no sería pecado afirmar que buena parte de ese magnetismo que despierta la cinta venga otorgado por este apartado, que nos remite inmediatamente a aquella Nueva York de los 50 y que, a través de planos con los justos movimientos de cámara, consigue realzar el dramatismo de las situaciones más íntimas. La banda sonora acompaña perfectamente cada escena, cada mirada, cada caricia, cada llanto, un ejemplo perfecto de cómo el apartado sonoro no es bueno sólo por nutrirse de buena música, sino por saber adecuarla a las imágenes.
Como es obvio, Carol no habría conseguido estas cotas de calidad de no ser por la fascinante dualidad que se construye entre sus actrices. Cate Blanchett está al notable nivel que acostumbra, pero aquí queda irremediablemente en segundo plano ante una Rooney Mara escandalosa. Pocas veces una mirada ha resultado tan poderosa, tan cautivadora, tan maravillosamente emotiva. En el restaurante, en el centro comercial, en el hotel o en ese triste trayecto de vuelta a casa en autobús, con Carol o sin ella, Mara tira de talento en todas las situaciones para elevar un buen personaje a la categoría de inolvidable, sin excesos ni alardes, simplemente metiéndose de lleno en su papel hasta difuminar la barrera que les separaba. No interpreta a Therese, ella es Therese.
Con el transcurso de los minutos, una sensación se va haciendo cada vez más palpable: a la cinta no le sobra ni un plano, ni una escena, ni un instante. Haynes ha conseguido elaborar un producto netamente redondo, provisto de una asombrosa capacidad para conmover a través de una sensibilidad extraordinaria, huyendo de cualquier atisbo de empalagosidad. Carol es una auténtica joya de la que es imposible abstraerse aunque hayan pasado días desde su visionado, un cautivador drama romántico al que sin duda merecerá la pena volver una y otra vez, para así aplaudir nuevamente a la que es, desde ya, una de las grandes películas de lo que llevamos de Siglo XXI.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
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