Carol
7.0
23,112
Romance. Drama
Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2016
17 de enero de 2016
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante el acierto en la ambientación y en la interpretación de la Blanchett. El color, el tono, parece una secuencia de cuadros de Hopper.
Dicho esto la película es premiosa, con una multitud de escenas que terminan abruptamente y que tardan mucho en contar la sustancia del asunto, el amor entre dos mujeres. Todo es lento, detallista, sin ningún punto dramático, sin una intriga que corra hacia un desenlace.
Película para cinéfilos empedernidos que disfrutarán al máximo, pero quienes además de la maestría esperamos mayor enjundia dramática nos quedamos con que muy bien pero no transmite emoción.
Dicho esto la película es premiosa, con una multitud de escenas que terminan abruptamente y que tardan mucho en contar la sustancia del asunto, el amor entre dos mujeres. Todo es lento, detallista, sin ningún punto dramático, sin una intriga que corra hacia un desenlace.
Película para cinéfilos empedernidos que disfrutarán al máximo, pero quienes además de la maestría esperamos mayor enjundia dramática nos quedamos con que muy bien pero no transmite emoción.
31 de enero de 2016
31 de enero de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carol es el primer drama y la primera historia de amor entre dos mujeres, contada con la elegancia y la intensidad de las historias de amor de la deliciosa América de los años cincuenta. Deliciosa en la estética y perversa en las convenciones morales. Es por tanto, no solo una historia de amor entre dos mujeres. En ella abunda la elegancia, la delicadeza, la belleza, la dulzura. Era una necesidad y una obligación cinematográfica escenificar una historia que lleva más de sesenta años en las estanterías, probablemente porque ha hecho falta esperar a la madurez de Cate Blanchett para poder hacer esta película como la historia del libro se merece. Y también a la madurez de los espectadores para entender que una película puede contar un historia sobrecogedora sobre amor lésbico, sin acudir a estereotipos y sin fin reinvindicativo. Es una historia de corte universal, para todos los públicos, al menos para aquellos que entienden el amor sin prejuicios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Carol no es solo una joya del cine moderno. Es una joya de la literatura. La conexión película-libro es de esas tan intensas que no puedes entender una sin la otra. O al menos eso me pareció a mí, pues nada más salir del cine no pude hacer otra cosa que ir a buscar el libro, para responder preguntas y diseccionar las escenas “por dentro”. Es decir, darle contenido verbal a todo aquello que en la película se transmiten con miradas y en el libro se describe casi siempre en pensamientos. Pese a ser de lectura rápida, su estilo desgarrador, sincero y directo, basado en transmisión inmediata de sensaciones, pensamientos, deseos e impulsos sucedidos en cascada hasta completar la historia, hacen del libro puro arte atemporal. El arte de la psicología humana, tan bien retratado como en otras grandes obras más conocidas de Highsmith y de otros. Ver Carol tienta mucho a leer, a escudriñar los detalles de la historia que hay detrás, para volver a saborear todo ese lenguaje no verbal, toda esa intensidad en las miradas, gestos y reacciones ocurridas ante una atracción que en la mayoría de casos queda en el terreno de lo platónico, en el limbo donde queda aquello que no nos atrevemos a verbalizar, a veces ni a formular en pensamiento. Therese no termina de creerse que Carol, la mujer casada, la madre, la mujer con la vida hecha, que siempre lleva el seductor carmín rojo en los labios, las uñas impecables y el perfume embriagador, sea la misma que la invite a almorzar, a su casa, la recoja en coche, la lleve de viaje, a ella, todavía casi una niña, y bastante sola en el mundo. ¿Se acabará todo el hechizo si intenta besarla, si le confiesa su irresistible seducción por ella? Todo esa perplejidad cargada de deseo, todo eso que a veces sólo nos atrevemos a verbalizar a medias, se transmite con miradas y gestos en la película, y con cascadas de palabras íntimas en el libro.
Para todos, recomiendo ver y leer. Carol fue, y no de cualquier manera, el primer drama de amor entre mujeres con final feliz publicado en la historia de la literatura. Que no se haya hecho cine de ello antes, no es por descuido. Es porque iba a ser Cate Blanchett la que encajaría en reencarnar la mujer que inspiró la historia de Patricia Highsmith, la misma que entró en los grandes almacenes donde Patricia estaba trabajando la temporada de navidad, en un aprieto económico antes de que le fluyera el dinero de Extraños en un Tren, una mujer cuya imagen quedó en el fértil terreno de una mente que se atrevió a darle forma a lo platónico.
Leer el libro viene bien también, para “pillar” al guionista en sus cambios caprichosos, que, si bien, han sabido mantener el enfoque original de la historia y el espíritu de la misma. Para las cuestiones que surgen al espectador avidoso y lector voraz, la entrevista – en inglés – a Phillys Nagy, la guionista y amiga de Pat Smith, es de lectura obligatoria. Aquí os dejo el enlace: http://www.vanityfair.com/hollywood/2016/01/phyllis-nagy-carol-interview?mbid=social_twitter
Para todos, recomiendo ver y leer. Carol fue, y no de cualquier manera, el primer drama de amor entre mujeres con final feliz publicado en la historia de la literatura. Que no se haya hecho cine de ello antes, no es por descuido. Es porque iba a ser Cate Blanchett la que encajaría en reencarnar la mujer que inspiró la historia de Patricia Highsmith, la misma que entró en los grandes almacenes donde Patricia estaba trabajando la temporada de navidad, en un aprieto económico antes de que le fluyera el dinero de Extraños en un Tren, una mujer cuya imagen quedó en el fértil terreno de una mente que se atrevió a darle forma a lo platónico.
Leer el libro viene bien también, para “pillar” al guionista en sus cambios caprichosos, que, si bien, han sabido mantener el enfoque original de la historia y el espíritu de la misma. Para las cuestiones que surgen al espectador avidoso y lector voraz, la entrevista – en inglés – a Phillys Nagy, la guionista y amiga de Pat Smith, es de lectura obligatoria. Aquí os dejo el enlace: http://www.vanityfair.com/hollywood/2016/01/phyllis-nagy-carol-interview?mbid=social_twitter
16 de febrero de 2016
16 de febrero de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he encontrado un solo medio de comunicación que no ponga por las nubes esta historia de amor entre dos mujeres, ambientada en los años 50. Curioso. Solo Atticus en su blog se siente decepcionado. Como él, copio a Boyero, de El País, para llevarle luego la contraria: “Hasta el mínimo detalle desprende realidad; nada suena a decorado o a impostura- dice Boyero-. Y el juego de miradas, el retrato de lo que va sintiendo progresivamente esa pareja, lo que expresan, y sus silencios, su necesidad de huir y de quedarse, está descrito con belleza, sentimiento y profundidad psicológica”. Pues bien, lo siento, Boyero, pero no. No he logrado conectar con el acercamiento de esas dos mujeres, ni con los conflictos colaterales de su amor, ni he detectado una auténtica y conmovedora pasión en su historia; solo he notado el esfuerzo ímprobo del director por hacer que todo resulte bello y sutil. A pesar de su innegable estética y de la primorosa ambientación, y a pesar de lo que nos cuentan es una preciosa historia de amor, la película resulta lejana y artificial. El personaje de Carol (Cate Blanchet), la neoyorquina rica en proceso de divorcio, elegantísima y guapísima, resulta frío como un témpano, aunque está enamorada locamente. Y otro tanto ocurre con la dependienta con la que se enreda (Rooney Mara), una chica desorientada que encuentra en Carol todo cuanto no ve claro en su gris existencia. En ninguna de ellas he percibido la intensidad que se espera de una historia como la suya. Sobra afectación y falta garra.
7 de febrero de 2016
7 de febrero de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Todd Haynes se caracteriza por sus retratos íntimos y críticos, donde posa la mirada en historias amorosas no convencionales, que le permiten observar el contexto histórico y social refractario a todo lo que supere su propio modelo prefabricado.El amor entre dos mujeres, en los años cincuenta era un escándalo impensable como tema de un libro o una película, lo que explica en su momento la publicación con pseudónimo y otro título (El precio de la sal) de la novela de Patricia Highsmith, y que a pesar de su enorme repercusión no fue reeditada hasta cerca de los noventa.
La narración de la película -con mucho desplazamiento de camara y talentosa profundidad de campo- está estructurada con una introducción que presenta a las protagonistas sentadas en la mesa de un bar, en una charla que es interrumpida, seguida de un largo flashback, después del cual esa escena inicial -que se retoma- queda resignificada.
Los créditos iniciales de la película aparecen sobre el fondo de una sofisticada reja, tramada como una joya nouveax, donde las palabras animadas permanecen un rato hasta que la cámara sigue subiendo y nos traslada desde un subsuelo al nivel del piso, para arrojarse seguidamente al ajetreo de las calles neoyorkinas en vísperas de Navidad. Ese arranque desde una reja dorada no es una simple decisión estética sino toda una síntesis anticipatoria del contexto de férreas limitaciones camufladas primorosamente y los esfuerzos de las protagonistas por trascenderlas.
Carol y Therese
Carol, como título resulta paradójico, dado que el relato está llevado por el punto de vista de Therese Belivet Rooney Mara
desde el primer momento que descubre entre la gente que entra a la tienda de Manhattan, donde ella vende juguetes, a la sofisticada y elegante Carol Aird Cate Blanchett, con quien rápidamente establece una relación que pasa por las etapas del deslumbramiento y la idealización.
Mara posee algo de la Audrey Hepburn de los sesenta, una mezcla infrecuente de ingenuidad, sensibilidad y audacia. Trabaja a pesar suyo en una cadena de jugueterías pero su vocación es la fotografía artística. No tiene amigas sino un pretendiente insistente que quiere casarse con ella, sin reciprocidad. Carol, por su parte. está rodeada de riqueza pero aprisionada en un matrimonio desdichado.
Opuestas, complementarias y coincidentes en la infelicidad presente, ambas se descubren y valoran. Cada detalle de este proceso está trabajado aprovechando cada milímetro del cuerpo para expresar los sentimientos: es una película de gestos, miradas y cuerpos. La tensión erótica está sostenida y contenida durante todo el film, y también llega a momentos de expansión. Tan sensible como elegante, apasionada, pudorosa, romántica y distante, la película transmite sexualidad y romanticismo intenso.
La narración de la película -con mucho desplazamiento de camara y talentosa profundidad de campo- está estructurada con una introducción que presenta a las protagonistas sentadas en la mesa de un bar, en una charla que es interrumpida, seguida de un largo flashback, después del cual esa escena inicial -que se retoma- queda resignificada.
Los créditos iniciales de la película aparecen sobre el fondo de una sofisticada reja, tramada como una joya nouveax, donde las palabras animadas permanecen un rato hasta que la cámara sigue subiendo y nos traslada desde un subsuelo al nivel del piso, para arrojarse seguidamente al ajetreo de las calles neoyorkinas en vísperas de Navidad. Ese arranque desde una reja dorada no es una simple decisión estética sino toda una síntesis anticipatoria del contexto de férreas limitaciones camufladas primorosamente y los esfuerzos de las protagonistas por trascenderlas.
Carol y Therese
Carol, como título resulta paradójico, dado que el relato está llevado por el punto de vista de Therese Belivet Rooney Mara
desde el primer momento que descubre entre la gente que entra a la tienda de Manhattan, donde ella vende juguetes, a la sofisticada y elegante Carol Aird Cate Blanchett, con quien rápidamente establece una relación que pasa por las etapas del deslumbramiento y la idealización.
Mara posee algo de la Audrey Hepburn de los sesenta, una mezcla infrecuente de ingenuidad, sensibilidad y audacia. Trabaja a pesar suyo en una cadena de jugueterías pero su vocación es la fotografía artística. No tiene amigas sino un pretendiente insistente que quiere casarse con ella, sin reciprocidad. Carol, por su parte. está rodeada de riqueza pero aprisionada en un matrimonio desdichado.
Opuestas, complementarias y coincidentes en la infelicidad presente, ambas se descubren y valoran. Cada detalle de este proceso está trabajado aprovechando cada milímetro del cuerpo para expresar los sentimientos: es una película de gestos, miradas y cuerpos. La tensión erótica está sostenida y contenida durante todo el film, y también llega a momentos de expansión. Tan sensible como elegante, apasionada, pudorosa, romántica y distante, la película transmite sexualidad y romanticismo intenso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sutileza y Verdad
La fotografía de Ed Lachman hace un significativo uso del color que evoca el technicolor de los cincuenta y abunda en planos reflejados en espejos y notables retratos heredados del manierismo de Douglas Sirk, un realizador bisagra entre lo puramente clásico y lo rotundamente moderno. El haber sido filmada en súper 16mm le otorga una textura y dimensión estética muy particular, acentùa el intimismo y permite una experiencia óptica muy profunda.
Es un placer sumergirse en deliciosas atmósferas con un patinado de colores cálidos, rojos, rosas y verdes entremezclados con sombras en tomas influenciadas por el pintor de New York, Edward Hopper (1882-1967). Otra influencia presente es la fotografía de Vivian Maier, que fue una importante fuente de inspiración para el vestuario y la ambientación. Las bellas melodías de Carter Burwell se suman acompañando y elevando la calidad emocional de la historia. El guion que aborda una de las mas líricas intimas y diferentes novelas de Highsmith, justifica ampliamente la nominación al Oscar de Phyllis Nagy. quien conduce el libreto con profundo calado y una inteligente sutileza que no busca el sentimentalismo ni la lágrima fácil pero deja un nudo en la garganta. En todo momento busca una intención de verdad y esa búsqueda (esa intención) lo vuelven más profundo.
La fotografía de Ed Lachman hace un significativo uso del color que evoca el technicolor de los cincuenta y abunda en planos reflejados en espejos y notables retratos heredados del manierismo de Douglas Sirk, un realizador bisagra entre lo puramente clásico y lo rotundamente moderno. El haber sido filmada en súper 16mm le otorga una textura y dimensión estética muy particular, acentùa el intimismo y permite una experiencia óptica muy profunda.
Es un placer sumergirse en deliciosas atmósferas con un patinado de colores cálidos, rojos, rosas y verdes entremezclados con sombras en tomas influenciadas por el pintor de New York, Edward Hopper (1882-1967). Otra influencia presente es la fotografía de Vivian Maier, que fue una importante fuente de inspiración para el vestuario y la ambientación. Las bellas melodías de Carter Burwell se suman acompañando y elevando la calidad emocional de la historia. El guion que aborda una de las mas líricas intimas y diferentes novelas de Highsmith, justifica ampliamente la nominación al Oscar de Phyllis Nagy. quien conduce el libreto con profundo calado y una inteligente sutileza que no busca el sentimentalismo ni la lágrima fácil pero deja un nudo en la garganta. En todo momento busca una intención de verdad y esa búsqueda (esa intención) lo vuelven más profundo.
12 de febrero de 2016
12 de febrero de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Por fin un romance entre dos mujeres que realmente vale la pena, que es sincero, que se trata con realismo, emoción, sutileza y buen gusto! Por fin una película de amor lésbico que va más allá de eso para hablar del amor, en general, del amor que se ha de ocultar, del deseo prohibido, de lo que la sociedad de los años cincuenta esperaba de una mujer y de lo que estas mujeres en realidad querían y necesitaban. "Carol" habla de eso precisamente, trasciende la mera anécdota romántica para tratar una temática mucho más necesaria y poderosa: la rebeldía, la urgencia de ser uno mismo por encima de estereotipos y expectativas de género, de buscar la verdadera realización por encima de imposiciones tópicas, de vivir, en suma, una vida auténtica y sin disfraces. Esto es de lo que habla la película de Todd Haynes, por debajo de una historia de amor magníficamente tratada que dura lo justo y que ofrece una ambientación inmejorable. No entiendo de qué se quejan los que la acusan de "lenta": el ritmo que desarrolla es el propio ritmo del proceso de seducción y aceptación, que nunca es rápido ni trepidante... es un ritmo espaciado, pleno de sugerencias, de miradas, de silencios. Y los que la comparan con la terrible "La vida de Adèle" tampoco parece que sepan ver más allá de la mera carnaza, deben ser los mismos a quienes les cuesta apreciar la belleza de la insinuación y se decantan por el fácil reclamo del morbo. Nada de eso encontrarán en "Carol", por lo que quizá se sientan defraudados.
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