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Carol

Romance. Drama Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
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10
24 de enero de 2016
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oscar Wilde, por las circunstancias en las que se vio inmerso ―al ser acusado de «sodomita» por el padre de su amante― o, quizá, simplemente por un arranque poético en el que seguiría persistiendo hasta el final de sus días ―por no cambiar la manera de describir lo mismo―, llegó a confesar que lo que sentía por su querido Bosie no era más que un «amor intelectual», o, más precisamente, como el propio Lord Alfred Douglas diría en uno de sus poemas inspirados en el escritor irlandés-británico, un «amor que no se atreve a decir su nombre». Una elegante y hermosa expresión que se concibió como una perífrasis de algo que se podía haber dicho de otra forma más directa y cruda: «amor homosexual».

«Carol» (2015), basada en una novela de Highsmith ―la propia Blanchett ha estado en la adaptación de otra novela suya: «El talentoso Sr. Ripley», 1999―, retrata justamente un amor homosexual entre dos mujeres. Quizá se podría haber llamado «Mujer contra mujer», pero eso sólo habría sido una referencia algo problemática ―la canción de Mecano del mismo nombre―. El nombre es lo de menos, sin embargo. Y si bien el argumento podría parecer lo suficientemente sencillo como para resumirse en «el amor homosexual entre dos mujeres», lo importante no es ―tal y como expresa una de esas frases que conoce cualquiera y son de autor anónimo― lo que se dice sino cómo se dice, al menos en casos como éste: donde lo que se busca es ahondar en la psicología de los personajes más que enfocarse en hacer una historia emocionante en términos de acción, suspenso, giros inesperados y demás ―de los cuales se ocupa cualquier «thriller» fílmico y literario, cabe decir―. Algo curioso si se tiene en cuenta que las novelas que hicieron famosa a Highsmith fueron precisamente «thrillers» y no dramas como «Carol».

Hay quien cree y promulga, por otro lado, que esta es una época donde se aboga por ser «políticamente correcto» ante todo, y por ello se explica y se justifica la mayor presencia de películas sobre minorías que, por largo tiempo, fueron discriminadas y/u oprimidas. En el caso del feminismo, por ejemplo, la propia «Maleficent» (2014) ―aunque en el contexto de la fantasía― o «Suffragette» (2015) ―basándose o inspirándose en personas que existieron en la realidad efectiva―. En el caso de la homosexualidad o la transexualidad (LGBT, para decirlo sin rodeos), ésta obra y otra como «The Danish Girl» (2015), y eso sin mencionar muchas otras... Esta mayor presencia de historias no contadas con anterioridad, para aquellos que piensan que este fenómeno dentro de la industria es sólo una astuta estrategia de marketing para atraer al público potencial que pertenece a las minorías antiguamente discriminadas, es, por ello mismo, un gesto hipócrita y/o manipulador. O, para decirlo de otra manera, simplemente una «moda». Con ello pretenden desestimar lo que de verdadero y de humano tienen algunas de esas historias ―porque no todas buscan expresar algo común a toda la condición humana―, que no sólo tratan sobre un amor homosexual o las inclinaciones de un transexual, sino que lidian a su vez con aquello de lo que todos hablan, sea para alabarle o despotricarle: el amor. Así: a secas, sin etiquetas. El amor, simple y llanamente.

Decía Heráclito que la armonía o paz verdadera era la lucha de los opuestos, o, también, la guerra misma ―tanto en un sentido literal como metafórico―. Que no podía haber equilibrio alguno si no hubiesen «fuerzas contrapuestas» que quisieran dominar las unas a las otras. Y decía también, en cierta forma, que el mundo se presentaba como una dualidad de opuestos correlativos ―pares en constante y compartida concreción― en continua pugna y relación con los demás. Así, por ejemplo, teniendo en cuenta ya lo que dijera Platón, lo bueno/malo, lo verdadero/falso y lo bello/feo estaban íntimamente relacionados entre sí ―y seguirían así hasta que Kant los separara y diferenciara unos de otros―. De modo, pues, que podría haberse dicho incluso desde la antigüedad, que el amor y el odio son las dos caras (los dos opuestos) de la misma moneda (la unidad subyacente que los engloba). Que, además, el amor se define y se afirma negando al odio y viceversa, pero que, justamente en este estar «juntos pero no revueltos» de su oposición mutua, estaba la clave de algo importante: ambos son necesarios el uno para el otro. Y este amor y comprensión o este odio y rechazo ante el otro conforma el espacio en el que se desenvuelven las relaciones humanas. «El otro es el garante de lo que soy», parafraseando a Sartre. O, dicho de otro manera, «me reconozco en el otro», que me objetiva y me cosifica. Todo esto se muestra en «Carol» (dirigida por Todd Haynes), aunque de manera ciertamente implícita, en las miradas compartidas, en los suspiros y gemidos susurrados, en las afrentas disimuladas o directas, y, en fin, hasta en algunos de los diálogos ―donde se puede obtener un retrato del amor homosexual en la época de los 50―. A ello me refería con que había, detrás de la «historia simple», un trasfondo verdadero y humano, que, además, es filosófico. Efectivamente, como ya se ha dicho, al afirmar algo se niega otra cosa, o, como decía Spinoza, «toda negación es una de-terminación». Y, también se sabe, una palabra sin significado es sólo un término vacío, una mera abstracción. El concepto de alguna palabra, su significado, viene dado por una serie de determinaciones que necesariamente deben corresponder con la realidad efectiva a la que dicha palabra alude, por otro lado... Por ello, en los 50, cuando se rechazaba abierta y consistentemente el «amor que no se atreve a decir su nombre», sólo se le daba de-terminaciones, identidad y, con ello, mayor realidad concreta. Es decir, que se pretendía eludir el problema justamente dándole mayor fuerza.

(Sigo en spoiler...)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero en esta historia hay más: no sólo el amor íntimo en oposición al odio generalizado que se le expresaba por su mera existencia, sino que, también, se muestra la pugna implícita de aquel sentir compartido entre amantes escondidos en habitaciones de hotel. Pugna, lucha u oposición que también conforma al amor en general, sea el de la adolescencia, el de la madurez o el de la vejez; sea entre hombres, entre mujeres o, por supuesto, entre hombres y mujeres. Guerra delicada que, sin embargo, no se fundamenta en las diferencias o igualdades de un género con el otro o consigo mismo, sino en la propia identidad del uno y del otro. Es decir, en lo que Carol es (alegato a su esencia) más allá de ser madre, y lo que Therese es más allá de ser su amante. Es en este contexto donde esta «historia simple» trasciende a la mayoría de los intentos fallidos de hacer cine sobre las personas que pertenecen o pertenecieron a una minoría discriminada y/u oprimida: muestra lo que es común a todos ―heterosexuales, homosexuales, bisexuales y demás―, y que la diferencia entre uno y otro es vital para definirnos como personas, pero, por supuesto, teniendo en cuenta que en la medida en que amo también odio y en la medida en que odio también amo. «El infierno son los otros», como dijo Sartre en una de sus obras de teatro.
2
30 de marzo de 2018
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Menuda decepción. Que aburrimiento. Que tostonazo. Cuanta sutileza. Cuanta delicadeza. Que hartura.
Supongo que esperaba algo con intensidad, drama, pasión y no hay nada de eso. Nada en la historia vacía y plana. Nada en las interpretaciones de Blanchett y Mara, una de exquisita pasada de rosca y la otra sosa sin remedio.
Fotografía tan bonita que empalaga.
Lástima de oportunidad perdida de contar una historia interesante.
Para una vez que hacen una película con mujeres de protagonistas les sale este trullo.
Comparen con la viveza, intensidad, energía, humor y drama de “Thelma y Lousie”, me refiero a una historia donde las mujeres son protagonistas que da lo mismo que si fueran hombres. Ya está bien, que no somos tan delicadas ni frágiles para merecer esto. Bufffff.
4
14 de febrero de 2016
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamento que los críticos y muchas de las calificaciones dadas a esta película estén por encima de lo que realmente se merece, no trasmite nada, es lenta y pesada, ni siquiera hay química entre las dos actrices, eso tal la hubiera salvado, se salva el vestuario y el escenario de los años 50, me imagino que por algo no esta nominada como mejor película, las actuaciones correctas.
10
17 de enero de 2016
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha sorprendido muy gratamente la última película de un director, Todd Haynes, que ya destacaba por su esteticismo y su mimo en la técnica, hasta hacer de cada fotograma una pequeña obra pictórica cuidada hasta el más mínimo detalle. En "Carol" vuelve a repetir esta fórmula: los planos, las miradas, los colores, los encuadres... todo cobra un matiz plástico, extremadamente sugerente, palpablemente atmosférico y envolvente. Nada de regodearse con morbo gratuito, aquí no hay escenas que sobren ni alargadas hasta lo innecesario, todo es pura estética, sobriedad pero a la vez emoción bien contada y mejor reflejada con los recursos justos. Y Cate Blanchett es una actriz como la copa de un pino, claro, pero eso ya lo sabíamos todos.
Una delicia para los sentidos.
10
14 de febrero de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película me ha sacado de mi. Me ha conmovido hasta tal punto que salí de la sala mareada. A lo mejor hay que ser lesbiana para sentirla así pero, no parece, porque a mi pareja no le ha pasado lo mismo. A ella le ha encantado la música, la ambientación, las actuaciones, la fotografía, pero no le ha emocionado. Lo mismo me han dicho varias amistades, que aunque todo era preciosista, no les ha llegado al alma. En mi caso, no sé lo que ha sido, qué he puesto de mí en la película, pero me he reconocido en tantos detalles que me cuesta hasta explicarlo. Ni siquiera me había enfrentado completamente a tantas situaciones y de repente las he visto reflejadas en una pantalla de cine.
La forma de narración, con ese flashback interminable, me ha parecido sublime. Igual que el final. Toda la pelicula me ha parecido una completa maravilla. He ido al cine a verla cuatro veces, me he leído el libro, he escuchado y leído todas las entrevistas que he encontrado sobre quienes han participado en ella.
Ha entrado de lleno en una de las 5 películas de mi vida. Se la recomiendo a todo el mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nunca había visto a otra persona por pasar por mi misma situación. Ese ligar sin saber si estás ligando o si la otra persona no percibe nada de lo que está ocurriendo. El hacer como siempre durante tu día a día, hablar con los amigos, tomar la cerveza con el novio, como si no hubiese pasado nada, pero tener la mete dedicada a pensar en mantener el contacto con la persona hacia la que sientes una atracción irresistible. El momento en el que por primera vez Therese monta en el coche con Carol, me ha parecido sublime. Es la primera vez que están ellas dos solas, aisladas del mundo, y entran en el tunel Lincoln y de repente la oscuridad las envuelve y se ve en la pantalla el momento de enamoramiento total de Therese. La voz de Carol le llega como distorsionada, todo la envuelve, se deja llevar por el movimiento del coche que es un símil perfecto de cómo te arrastran los sentidos cuando estás enamorado. En ese mismo instante nos sacan del plano del flashback para volver a la escena en la que Therese está yendo hacia la fiesta del final; lo que hace es recordar cuando ya parece que todo ha terminado, los sentimientos tan abrumadores que tuvo hacia Carol, y de nuevo nos llevan en la pantalla, porque sólo ha sido un segundo, al tunel Lincoln, en el que se atisba ya la luz y la siguiente escena es la de los puestos de árboles en la carretera donde Therese, fascinada, toma fotos de Carol. Hay tantos, tantos, detalles que alabar en la película que no terminaría nunca de escribir. Cuando Therese compra un disco para Carol y en la tienda hay un par de lesbianas mas "hombrunas" a las que Therese mira, preguntándose si ella será así. Cuando no puede seguir tocando el piano de la conmoción que le causan las manos de Carol sobre su cuerpo, el llanto en el tren cuando lo que había estado anhelando, la maravillosa tarde de domingo en casa de Carol por primera vez, se torna en un momento amargo y se siente violentamente expulsada, como hubiese sido lo esperado si toda su relación fuese sensata, de la vida de Carol. El libro no es tan sutil, no suprime todo lo que no es indispensable. El trabajo de todo el equipo haber sido exquisito. Al final Therese decide por ella misma volver hacia Carol, a pesar de que ahora ya no es una cándida dependienta y es independiente, escoge una vida con Carol. Los momentos de sexo parecen la explosión de todo el sentimiento contenido, no son un fin, ni son vividos con drama, son nada más y nada menos que la consecuencia natural de la afinidad que hay entre ellas dos. Película inmensa.
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