Shin Godzilla
2016 

5.9
4,407
Ciencia ficción. Acción. Drama. Fantástico
Godzilla, fuerza destructiva insondable para el hombre, resucita en el Tokio de hoy en día para acosar de nuevo a la civilización. Apremiado por la muerte y la desesperación, Japón deberá encontrar el poder para superar este desafío. Primera película de Godzilla realizada en Japón desde "Godzilla: Final Wars" (2004) de Ryuhei Kitamura. Dirigida por Hideaki Anno ("Evangelion") y Shinji Higuchi ("Attack on Titan"). (FILMAFFINITY)
20 de septiembre de 2017
20 de septiembre de 2017
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Película No. 30 del icono japonés, regresando a los orígenes y con un alto contenido político. Un Godzilla mas letal y modificado que destruye todo a su paso. Efectos bien utilizados y recursos bien aprovechados. Hay inteligencia en la trama. Al final pierde fuelle. Hay 20 minutos tediosos que se enfocan en explicaciones científicas del organismo gigante. Revitalizada versión sin enfrentamientos con otros monstruos y exagerada seriedad.
16 de mayo de 2018
16 de mayo de 2018
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Este "reboot" del clásico monstruo del cine japonés no decepcionará a quienes quieran ver a Godzilla haciendo sus cosas como destruir edificios como si nada o reírse en la cara de la humanidad en varias ocasiones. Si es lo que quieres, no te decepcionará.
Pero amigo, así son muchas películas de Godzilla y otros tantos seres como King Kong. Este "Gojira" no es del todo así. En este filme se explora una faceta que queda en segundo plano (o más atrás) en las películas de monstruos y catástrofes: la gestión gubernamental, que siempre está pero nunca reluce. Desde el principio se nos anima a encarar esta película con apertura, pues continuamente nos estarán bombardeando con imágenes del gabinete del Primer Ministro del país como el propio gabinete de crisis reunido y los mandos militares con la ayuda auxiliar pero no menos importante de especialistas en biología y otras materias. Incluso notaremos algo muy real en nuestros días, la interjerencia externa en conflictos internos, a través de los contactos diplomáticos y la coordinación con EEUU, Europa y la ONU.
Este aspecto está llevado al medio audiovisual a través de un montaje frenético de las conversaciones entre distintos nodos y sus conexiones, reforzando la idea de la complejidad burocrática de la gestión de una nación moderna incluso en tiempos de extrema gravedad. La burocracia no para (al contrario que pasa en algunos productos donde rápidamente se encargan de ellos los militares en una especie de simple dictadura militar).
Además, los directores consiguen que la gestión estatal (civil y militar) sea la acción en si misma, el núcleo de la historia, y no solo una preparación o excusa para asestarle varios golpes a Godzilla. Parece *casi* una deconstrucción del género.
Pero amigo, así son muchas películas de Godzilla y otros tantos seres como King Kong. Este "Gojira" no es del todo así. En este filme se explora una faceta que queda en segundo plano (o más atrás) en las películas de monstruos y catástrofes: la gestión gubernamental, que siempre está pero nunca reluce. Desde el principio se nos anima a encarar esta película con apertura, pues continuamente nos estarán bombardeando con imágenes del gabinete del Primer Ministro del país como el propio gabinete de crisis reunido y los mandos militares con la ayuda auxiliar pero no menos importante de especialistas en biología y otras materias. Incluso notaremos algo muy real en nuestros días, la interjerencia externa en conflictos internos, a través de los contactos diplomáticos y la coordinación con EEUU, Europa y la ONU.
Este aspecto está llevado al medio audiovisual a través de un montaje frenético de las conversaciones entre distintos nodos y sus conexiones, reforzando la idea de la complejidad burocrática de la gestión de una nación moderna incluso en tiempos de extrema gravedad. La burocracia no para (al contrario que pasa en algunos productos donde rápidamente se encargan de ellos los militares en una especie de simple dictadura militar).
Además, los directores consiguen que la gestión estatal (civil y militar) sea la acción en si misma, el núcleo de la historia, y no solo una preparación o excusa para asestarle varios golpes a Godzilla. Parece *casi* una deconstrucción del género.
21 de agosto de 2018
21 de agosto de 2018
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Ha despertado de su letargo y lo ha hecho en su lugar de origen, el lugar que le vio nacer, el que le dio la vida, Japón. No sabemos si Ishiro Honda -padre de la criatura fallecido en 1993-, habría imaginado que su retoño seguiría dando alegrías a estas alturas, a un lado y a otro del mundo. En su país natal desde luego, donde además es icono manga, pero también en Estados Unidos con quien las diferencias en el proceder siguen siendo manifiestas, aunque no tantas. He aquí algunas de ellas:
El Godzilla de Hideaki Anno y Shinji Higuchi cuida con mimo la figura original del monstruo. Su movilidad reducida y falta de autenticidad, especialmente en cuanto la cámara se acerca al rostro, debemos entenderlos como hechos voluntarios que opten más por el respeto y el recuerdo a Honda que como una imposibilidad técnica de imprimirle mayor realismo. La verdad que dicho lo cual, si uno lo lee y se fija en el tráiler o en imágenes de la película sin haberla visto, suena a obstáculo insalvable que pueda actuar como anzuelo para el grueso del público occidental, juvenil en su mayor parte, que acostumbra desde hace tiempo, y cada vez más, a recibir a los monstruos del tipo que sean, provengan de donde provengan, con naturalidad absoluta. Pues no. No, necesariamente. En esta ocasión el impacto causado sobre la ciudad de Tokio es tan grande, el hábil uso de la cámara al paso de la criatura y los poderosos y cuantiosos planos aéreos muestran una escala del desastre y la amenaza con realismo y precisión cirujana que contrarresta cualquier otra circunstancia a éste respecto menor.
Por otro lado, la gestión que se hace del problema desde el argumento así como el trato de los diálogos gozan de gran sobriedad, fuera de grandilocuencias y pomposidades, que acrecentado por su espléndida música, nos sitúa en una dimensión dramática mucho más seria que en aquel realizado, por ejemplo, por Emerich, con más empaque y menos revoltijo de frivolidades. Gran diferencia también se reserva para los planos utilizados. Los numerosos primeros planos y planos medios de los actores aportan más criterio a raíz de la forma en que están utilizados, justo al revés que acostumbran las producciones hollywodienses.
No es que se minimize el espectáculo, es que se prioriza la profundidad de la tragedia. No es que se le quite protagonismo a la bestia, es que se le da el que le corresponde a quienes son sus víctimas. Al hilo de esto último, también se celebra que sea una obra magnánima. Se reserva una magnitud dispuesta a ser compartida, no le importa verse sobrepasado y admitir la ayuda. Admirable. Algo que sabemos, jamás ocurriría en el reino de Oz.
Quiero puntualizar para acabar: soy el primero que disfruta del espectáculo hecho arte del entretenimiento; por los muchos ratos extraordinarios que lo más mundanal del séptimo arte me ha regalado y los muchos que espero me siga regalando, nunca denostaré gratuitamente una superproducción. Siempre pensaré en el cine como un compendio de arte y espectáculo y cuanto más tenga de los dos, mejor. Porque no son pocas las veces que no es fácil aunar ambos y porque tampoco es que esta notable producción nipona haya salido barata. Hay elementos en ella que se viven con disfrutado paralelismo a cualquier monster movie que hayamos visto, y hay otros en los que se agradece una marca personal, distinta. Resumiendo, no es que todo esto sirva para echar por tierra cualquier cosa concebida con altanería, es que de vez en cuando es bueno hacer parecer terrenal las cosas que no lo son.
El Godzilla de Hideaki Anno y Shinji Higuchi cuida con mimo la figura original del monstruo. Su movilidad reducida y falta de autenticidad, especialmente en cuanto la cámara se acerca al rostro, debemos entenderlos como hechos voluntarios que opten más por el respeto y el recuerdo a Honda que como una imposibilidad técnica de imprimirle mayor realismo. La verdad que dicho lo cual, si uno lo lee y se fija en el tráiler o en imágenes de la película sin haberla visto, suena a obstáculo insalvable que pueda actuar como anzuelo para el grueso del público occidental, juvenil en su mayor parte, que acostumbra desde hace tiempo, y cada vez más, a recibir a los monstruos del tipo que sean, provengan de donde provengan, con naturalidad absoluta. Pues no. No, necesariamente. En esta ocasión el impacto causado sobre la ciudad de Tokio es tan grande, el hábil uso de la cámara al paso de la criatura y los poderosos y cuantiosos planos aéreos muestran una escala del desastre y la amenaza con realismo y precisión cirujana que contrarresta cualquier otra circunstancia a éste respecto menor.
Por otro lado, la gestión que se hace del problema desde el argumento así como el trato de los diálogos gozan de gran sobriedad, fuera de grandilocuencias y pomposidades, que acrecentado por su espléndida música, nos sitúa en una dimensión dramática mucho más seria que en aquel realizado, por ejemplo, por Emerich, con más empaque y menos revoltijo de frivolidades. Gran diferencia también se reserva para los planos utilizados. Los numerosos primeros planos y planos medios de los actores aportan más criterio a raíz de la forma en que están utilizados, justo al revés que acostumbran las producciones hollywodienses.
No es que se minimize el espectáculo, es que se prioriza la profundidad de la tragedia. No es que se le quite protagonismo a la bestia, es que se le da el que le corresponde a quienes son sus víctimas. Al hilo de esto último, también se celebra que sea una obra magnánima. Se reserva una magnitud dispuesta a ser compartida, no le importa verse sobrepasado y admitir la ayuda. Admirable. Algo que sabemos, jamás ocurriría en el reino de Oz.
Quiero puntualizar para acabar: soy el primero que disfruta del espectáculo hecho arte del entretenimiento; por los muchos ratos extraordinarios que lo más mundanal del séptimo arte me ha regalado y los muchos que espero me siga regalando, nunca denostaré gratuitamente una superproducción. Siempre pensaré en el cine como un compendio de arte y espectáculo y cuanto más tenga de los dos, mejor. Porque no son pocas las veces que no es fácil aunar ambos y porque tampoco es que esta notable producción nipona haya salido barata. Hay elementos en ella que se viven con disfrutado paralelismo a cualquier monster movie que hayamos visto, y hay otros en los que se agradece una marca personal, distinta. Resumiendo, no es que todo esto sirva para echar por tierra cualquier cosa concebida con altanería, es que de vez en cuando es bueno hacer parecer terrenal las cosas que no lo son.
26 de junio de 2019
26 de junio de 2019
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Enorme regreso del Gojira de Toho el que nos conceden en “Shin Godzilla”. Una moster movie inteligente, efectiva y apegada a la realidad, que no por ello evita brindarnos el placer de un Godzilla espectacular, aterrador y carismático a partes iguales.
“Shin Godzilla” es el tercer reboot del kaiju que nos ofrece Toho, la creadora del mito; así que olviden todo lo anterior. La historia nos sitúa en el Japón actual, emplazamiento escogido por el bueno de Godzilla para renacer, haciendo de paso aflorar los miedos de la sociedad nipona a tragedias como la de Fukushima.
A partir de ahí Hideaki Anno y Shinji Higuchi desarrollan una monster movie de dos caras bien diferenciadas, aunque compactadas. Por una parte tenemos el espectáculo destructivo kaiju, y por otra tenemos una especie de pseudo sátira política con vocación de dardo envenenado. Ambas partes brillan en lo suyo, convirtiendo “Shin Godzilla” en uno de los mejores films sobre el personaje.
A nivel de guion “Shin Godzilla” es una absoluta exhibición. Hideaki Anno es poseído por el espíritu de Aaron Sorkin para entregar un avispado toma y daca continuo de diálogos raudos y veloces, con la burocracia y la negligencia política como diana. Y sobre esa interesante base se cimenta el ataque de un Godzilla imponente y de los que se recuerdan, apoyado por un plano visual de diez. La sensación de imbatibilidad que transmite, unida a la ferocidad visual que atesora, fruto de un gran diseño que para nada parece cgi, es perfecta. La evolución del kaiju es tan magnética como incierta, fomentando la intriga.
Todos los que aún hoy, cual amargados ermitaños, siguen echando pestes de la “Godzilla” (2014) de Gareth Edwards, casi mejor que ni se acerquen a “Shin Godzilla”, a riesgo de derrame cerebral. El film de Hideaki Anno y Shinji Higuchi es un setenta y cinco por ciento lúcida sátira política y un veinticinco por ciento monster movie pura y dura. Evidentemente aquí hay más inteligencia que en la cinta de 2014, pero el modelo es similar. Lo que sirve para afianzar lo estupenda que es aquella, consolidando de paso el esquema perfectamente válido y útil que usó Edwards, y mediante el que demostró que se puede hacer una monster movie en la que los personajes humanos y la historia también importen más allá de los clichés de turno.
En resumidas cuentas, me declaro devoto absoluto de “Shin Godzilla”. No me la quito de la cabeza. Y a Satomi Ishihara tampoco.
“Shin Godzilla” es el tercer reboot del kaiju que nos ofrece Toho, la creadora del mito; así que olviden todo lo anterior. La historia nos sitúa en el Japón actual, emplazamiento escogido por el bueno de Godzilla para renacer, haciendo de paso aflorar los miedos de la sociedad nipona a tragedias como la de Fukushima.
A partir de ahí Hideaki Anno y Shinji Higuchi desarrollan una monster movie de dos caras bien diferenciadas, aunque compactadas. Por una parte tenemos el espectáculo destructivo kaiju, y por otra tenemos una especie de pseudo sátira política con vocación de dardo envenenado. Ambas partes brillan en lo suyo, convirtiendo “Shin Godzilla” en uno de los mejores films sobre el personaje.
A nivel de guion “Shin Godzilla” es una absoluta exhibición. Hideaki Anno es poseído por el espíritu de Aaron Sorkin para entregar un avispado toma y daca continuo de diálogos raudos y veloces, con la burocracia y la negligencia política como diana. Y sobre esa interesante base se cimenta el ataque de un Godzilla imponente y de los que se recuerdan, apoyado por un plano visual de diez. La sensación de imbatibilidad que transmite, unida a la ferocidad visual que atesora, fruto de un gran diseño que para nada parece cgi, es perfecta. La evolución del kaiju es tan magnética como incierta, fomentando la intriga.
Todos los que aún hoy, cual amargados ermitaños, siguen echando pestes de la “Godzilla” (2014) de Gareth Edwards, casi mejor que ni se acerquen a “Shin Godzilla”, a riesgo de derrame cerebral. El film de Hideaki Anno y Shinji Higuchi es un setenta y cinco por ciento lúcida sátira política y un veinticinco por ciento monster movie pura y dura. Evidentemente aquí hay más inteligencia que en la cinta de 2014, pero el modelo es similar. Lo que sirve para afianzar lo estupenda que es aquella, consolidando de paso el esquema perfectamente válido y útil que usó Edwards, y mediante el que demostró que se puede hacer una monster movie en la que los personajes humanos y la historia también importen más allá de los clichés de turno.
En resumidas cuentas, me declaro devoto absoluto de “Shin Godzilla”. No me la quito de la cabeza. Y a Satomi Ishihara tampoco.
22 de abril de 2020
22 de abril de 2020
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Diría que es mi película favorita de Godzilla de los últimos tiempos. Una película tremendamente bien hecha, capaz de aunar todo el homenaje visual a las originales y aportar suficiente nivel de efectos como para verse como una película contemporánea.
Además de esto, Shin Godzilla se recrea en mi parte favorita de todas estas películas catastróficas: los momentos previos y las dudas a la hora de cómo actuar ante algo tan grave. Los ataques son tremendos, no nos engañemos, pero son más golpes contundentes que destrucción masiva durante su duración.
Todo se redondea con una capa de humor asiñatico que sirve tanto de sátira como de entretenimiento adicional, pero de una manera tremendamente sutil, sin ser tan descarada como por ejemplo The Host. Todo un acierto difícil de superar.
Además de esto, Shin Godzilla se recrea en mi parte favorita de todas estas películas catastróficas: los momentos previos y las dudas a la hora de cómo actuar ante algo tan grave. Los ataques son tremendos, no nos engañemos, pero son más golpes contundentes que destrucción masiva durante su duración.
Todo se redondea con una capa de humor asiñatico que sirve tanto de sátira como de entretenimiento adicional, pero de una manera tremendamente sutil, sin ser tan descarada como por ejemplo The Host. Todo un acierto difícil de superar.
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