Bastante buena muestra de cine kinki, ya pasados demasiados años de aquella moda de De la loma y sus Perros callejeros, Eloy De la Iglesia, Carlos Saura etc.
La verdad es que recrea perfectamente aquella época y la esencia de esas películas. Daniel Monzón hace un impecable trabajo, construyendo una historia de amor en un terreno difícil y cinematográficamente llamado al éxito, pero con calidad y gusto. El elenco protagonista es muy bueno, sobre todo los 3 jóvenes principales.
Salgado nos ofrece un gran trabajo, en lo que hasta su voz nos recuerda al "Torete" de Perros callejeros.
Marcos Ruiz también borda su papel. Y ¿qué decir de Begoña Vargas?. Otro papelazo bien interpretado por una joven bellísima y con grandes dotes para la interpretación. Tanto la historia, como el ritmo y sus protagonistas hacen que te enganches rápidamente a una producción no corta precisamente.
El giro final también me gustó bastante.
Muy recomendable.

Producto prefabricado con una historia simplona, mal contada, con un guión que parece hecho deprisa y sin demasiado esmero y un casting que homenajea lo peor de la ficción española con actores y actrices que nada pegan con sus papeles, alejados al máximo del ambiente "setenta-ochentero" yonki macarra y que sólo parecen estar ahí por su cara bonita y para enseñar carnaza, como reclamo para el público adolescente ya que su target parece ser el espectador medio que devora series como Élite.

Todo esto forma un cocktail que parece edulcorar como si se tratase de una versión Disney, el panorama ochentero decadente de los barrios humildes provinciales, la drogadicción, la delincuencia y la corrupción. Aquí los yonkis no van mellados ni llevan un chándal raído, son todos modelos de revista, van impolutos, peinados de peluquería y parecen el yerno o la nuera que toda madre querría para sus hijos. Eso sí, la Tere va "con las largas" el 120% de sus escenas y no escatiman en tórridas y gratuitas escenas subidas de tono que solo aportan un subidón de grados al calentamiento global.

Funciona la fotografía, el escenario daba para mucho más y la idea podía estar bien. La música es de lo mejorcito y de lo poco que realmente genera ambientación con una genial mezcla entre temas rumberos, punk cañí setentero y la frescura que aporta a la BSO los Derby Motoreta. Exceptuando lo mencionado sobre el elenco interpretativo, la ambientación es correcta (dan ganas de visitar Girona) pero se queda en eso, en un escenario vacío de ideas y de alma con la cuota justa de catalán para que ciertos políticos puedan sacar pecho. Si mezclas El Pico con una story de tiktok de Aitana te podría salir un producto similar.

Vuelve el cine quinqui. Daniel Monzón dirige con maestría su nueva película, basada en parte de la novela homónima de Javier Cercas, con guion de Jorge Guerricaechevarría, que transcurre en los años 70 en el Barrio Chino de Girona y aledaños. Le interesó al cineasta esta historia por su proximidad con ella en otro lugar; vivencias personales de una época que tenía en la marginalidad a grupos de delincuentes salidos de extrarradios con bolsas de inadaptados y oprimidos sociales, que optaron por los atracos y vivir deprisa derrochando el dinero de sus tristes gestas, al mismo tiempo que despreciaban a su familia y amigos; y a sus vecinos que madrugaban para trabajar a cambio del mal sueldo, pero honrado, que a fin de mes llevaban a casa para ir tirando con dignidad en un mundo difícil, constituido en gran parte por hijos de inmigrantes que en los años de posguerra acudieron a las grandes ciudades a ganarse el pan. Es decir, que estamos hablando de unos protagonistas ya nietos de esos primeros colonos, a los que desdeñaban como antepasados muertos de hambre y fracasados. Nietos que preferían la navaja, la pistola, los puños y la fiesta continua, antes que el esfuerzo, el madrugón y la honradez mal pagada, pero honradez al fin y al cabo. Carne de cañón predestinada a un balazo, a una sobredosis, al sida y a la cárcel, eso sí, con esa chulería rabiosa que los corroía por dentro y corrompía por fuera todo lo que tocaban. Pegaban, mutilaban y mataban a costa de sentirse los amos del mundo al volante de un Seat 124 a gran velocidad por una autopista que conducía al cementerio, cantando canciones de Los Chichos y cargados de farlopa hasta las trancas. Vida de película sin duda. Y así la recogieron José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia en su cine quinqui y casposo de los 70 en España, un subgénero que redimió más tarde Carlos Saura con su magnífica y reconocida "Deprisa, deprisa" (1981). Fue esta última del maestro Saura, así como la nueva de Monzón, películas que recogen a sus personajes del infierno, como las de de la Loma y de la Iglesia, pero que no se regodean en él para mostrarnos hazañas escabrosas y persecuciones de policías de gris y de guarda civil de verde, sino que procuran adentrarse en la humanidad de los personajes a caballo de cualquier frontera, sus miserias, sus inquietudes y su humanidad, y sus amores y amoríos. Como en cualquier banda de pistoleros del viejo Oeste, se mantienen unos códigos, liderazgos y traiciones, hasta bondad, preferencias y amistad en ocasiones. Por qué no, aunque malhechores llenos de caballo, y a caballo, seres humanos condenados por una sociedad y un poder que abusó de los más honrados de otra manera. Basta recorrer hoy en día, no hace falta volver a los 70, esos barrios que todos conocemos en nuestros pueblos y ciudades, con locales donde se fía a interés de banquero, donde los neones rojos compiten con las alfombras rojas de las estrellas Michelín, con clientes esnifados y soñolientos, al margen de la justicia, como esos modélicos banqueros que nos enseña la tele, esos héroes con carreras y másters, más embrutecidos que la calle más sórdida del extrarradio. Unos y otros se retroalimentan con el resto de ciudadanos honestos, aunque no es oro todo lo que reluce, despreciables a sus ojos, esos pobres o ricos trabajadores a los que poder pichar con su chirla. Todo un fenómeno social que no ha sido analizado lo suficiente a mi juicio.

Daniel Monzón vuelve a dar la cara más sabia, como ya lo hiciera con "Celda 211", y ha rodado una película que retrata una época y un lugar con mucho acierto. Y a unos jóvenes que traspasan la línea o que siempre han vivido al otro lado, al amparo de una choni, dirían muchos, hermosa y lista, atenta a todo y a todos, intocable y deseada. Una actriz que encarna a Tere, la mujer de la banda, una actriz que sin duda veremos a menudo en las pantallas, Begoña Vargas, quedémonos con el nombre. El resto del reparto también está a la altura de esta más que acertada película. No sé si el director ha querido hacer ese homenaje del que todos hablan, lo que sí sé es que ha sabido filmar una película que está a la altura de unos personajes de carne y hueso, reconocibles y reales, odiosos y tiernos a la vez, y de un gafitas que los ve mejor que nadie, con el mismo acertado punto de vista del propio cineasta y de Tere.

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Para los que rondamos los 50 y vivimos nuestra adolescencia en un barrio, con sala de recreativos, futbolín, Space Invaders y sin un duro en el bolsillo, esta película es un regalo para los sentidos, un viaje en el tiempo. Me ha encantado la ambientación y la historia. La Perros Callejeros del siglo XXI no desmerece al cine quinqui. Solo me ha decepcionado un poco el final, la última media hora (spoiler)

Con" Las leyes de la frontera" viajo al pasado y toco tierra en 1981, año en el que - con tan sólo 20 añitos- fui al estreno de la película "Deprisa, deprisa", del gran Carlos Saura. Es un título que aún recuerdo y que me dejó un buen sabor de boca durante mucho, mucho tiempo.
"Las leyes de la frontera", adaptación de la novela homónima de Javier Cercas, también habla de robos, quinquis, amor y amistad... y todo ello en el seno de un grupo de chavales charnegos (emigrantes de otras zonas de España que iban a Cataluña en busca de una vida mejor y que nunca llegaban a hablar el catalán) de finales de los 70. Dirigida por Daniel Monzón, ha sido una de las cintas con mayor presencia en la gala de los Goya llevándose a casa 5 de los "cabezones": Mejor actor revelación (Chechu Salgado), Mejor guion adaptado, Mejor canción, Mejor diseño de vestuario, Mejor maquillaje y peluquería y Mejor Dirección artística, categoría con la que más he disfrutado; la ambientación es excepcional.
Todo lo demás me ha parecido correcto, bien hecho, pero que no consigue despertar en mi ningún interés especial, salvo el de pasar una tarde agradable de domingo en buena compañía.