Sigo a Daniel Monzón desde su época de crítico cinematográfico, y siempre me encantó. Me abría unos puntos de vista, unos conocimientos, unas ilusiones por el cine que yo no llegaba.

Por eso siempre es raro hacer crítica de sus películas. Supongo que lo tiene aceptado.

Las leyes de la frontera, es una joya. Estoy realmente impactado. No por la historia en sí, pero si por el guion, dirección, ... . Me imagino a Daniel haciendo crítica de su película, y creo que así se la imagina cuando se pone con un guion. No deja nada sin atar. Un ritmo trepidante, pero a la vez con sedimento. La historia va calando, vas conociendo los personajes, las relaciones hasta llegar a las emociones.

El final, me parece inolvidable.

Solo hay 2 aspectos que no me han gustado. Uno, la historia. Es una versión muy, muy mejorada y perfeccionada del cine "vaquilla" o "torete". Gamberros de barrio vacíos por dentro y llenos de valor, años 70, Cataluña, picoletos, inspectores señoritos, carreras de coches....

Y dos, los maquillajes. Personalmente me chirrían algunas pelucas. Le quitan realismo.

Por lo demás, considero a Daniel Monzón un maestro de la crítica, y de la dirección.

Los actores, bastante bien, sin tirar cohetes, creo que aprueban todos.

Enhorabuena

Los límites de la frontera

Como la estadística indica, sólo excepcionalmente la versión cinematográfica de una novela supera a ésta. Es precisamente por eso, es decir, por aquello de que la excepción confirma la regla por lo que decido ver “Los límites de la frontera” con la esperanza de que, en esta ocasión, suene la flauta.
Y no sólo suena sino que además lo hace de maravilla porque la adaptación del director mallorquín Daniel Monzón a la novela de Javier Cercas, para mí uno de los mejores escritores españoles -basta con leer su ensayo “Anatomía de un instante”, para comprobar su magnético y brillante estilo narrativo-, es un fidelísimo ejemplo de cómo una novela puede mudar con éxito a la gran pantalla siempre que el director respete el espíritu de la narración, entienda su trasfondo social e histórico y asuma que el lenguaje cinematográfico y el literario, aún conservando ciertos paralelismos, difieren notablemente en su particular forma de expresión.
Todo comienza en el verano de 1978 en la ciudad de Gerona. Han pasado tres años desde que el reino del Generalísimo ya no es de este mundo y el país trata de despertar de su larga anestesia, pero sin una brújula con la que orientarse. Las secuelas de una dictadura no desaparecen de un día para otro. Y esa España áspera, ignorante y provinciana continúa ahí, exhibiendo impúdicamente las señas de identidad de una ciudadanía recluida durante 40 años en los límites de sus propias fronteras. Este desolador paisaje enmarca la historia de Cercas, llevada ahora al cine por Daniel Monzón.
Tres jóvenes, hijos de padres inmigrantes, provenientes de las regiones más deprimidas del sur de España en busca de un futuro mejor en las más prósperas e industrializadas del norte, se embarcan en una peligrosa travesía cuyo destino no puede ser otro que las mismísimas puertas del infierno. Ignacio Cañas “Gafitas”, Zarco y Tere, magistralmente interpretados por Marcos Ruiz, Chehu Salgado y Begoña Vargas respectivamente, responden fielmente a la idea que de ellos me hice cuando leí la novela.
Y permítanme antes de terminar, mis improbables lectores, una breve y respetuosa sugerencia. Les recomiendo lean la novela aquellos que hayan visto la película; vean la película aquellos que no leyeron la novela. Y ambas cosas aquellos que ni lo uno ni lo otro.
Comprobarán -si es que los estragos de la edad no han afectado todavía la mollera de este cronista- que tanto la novela como la película convergen en una feliz sintonía que rara vez se produce. Estamos de enhorabuena.

Emilio Castelló Barreneche

Las leyes de la frontera parece una película de acción y romance sobre unos chavales de los años setenta, recién terminada la dictadura de Franco, que se dedican a "dar palos" (atracos de poca monta). Parece y lo es. Pero es mucho más que eso. Es una película cuyo tema principal no el universo quinqui, sino la amistad. Lo que la convierte en una película hermosa.

Además, está excelentemente escrita, dirigida y, sobre todo, interpretada. Y... bueno, luego está La Tere, que es imposible no enamorarse de ella.

Daniel Monzón, director de dos de las películas más populares del cine español de los últimos años como son El Niño y sobre todo la laureada Celda 211, hace un homenaje al cine quinqui con Las leyes de la frontera. Un homenaje respetuoso, que reproduce fielmente las peculiares características de este tipo de producciones, tan populares en los años 80, pero con un aire mucho más actual de película rodada en 2021. Además, cuenta con unos actores excelentes, que desprenden una espectacular frescura. Marcos Ruiz, Chechu Salgado y Begoña Vargas no parecen actores, sino simplemente chicos jóvenes de esa Girona de los años 70, basculando entre el bien y el mal, convirtiéndose en pequeños delincuentes entre sexo, drogas y un extraño viaje hacia la madurez.
Lástima que la historia, tópica donde las haya y repetitiva, no sea nada del otro mundo, y que el propio cine quinqui no sea para todos los paladares. Es difícil que la cinta, pese a sus méritos técnicos y artísticos, logre interesar a una amplia masa de público general, pese a la fantástica campaña de promoción que ha tenido, algo en lo que el cine de Daniel Monzón siempre sale ganando. No es de extrañar, pues se trata de uno de los realizadores más comerciales e internacionales que tiene nuestro cine.
Correcta.

Lo mejor: Su autenticidad y su mezcla de homenaje al cine quinqui y modernidad cinematográfica del siglo XXI, y las interpretaciones de sus jóvenes actores.
Lo peor: La historia no es nada del otro mundo, y puede no ser muy interesante para los no iniciados en el particular cine quinqui.

Estiliza de forma elegante un género que estaba olvidado, salvo por intentos que no acababan de encontrar el registro. Respeta, esta vez si, la esencia del cine de extrarradio, mostrando las brutales diferencias de clase que empujan a romper los acuerdos sociales, y recordando que con el final de la dictadura no acabaron los abusos de poder. Remata con un epílogo que siendo heterodoxo en el género refuerza la historia con una punzada de emoción.