Los primeros veinte minutos constituyen un auténtico bombardeo de la memoria de la madre, Katie, sobre sus cuatro hijos. Cuatro gigantones como los del cartel que se tragan uno a uno los tantos que les hacen encajar el sacerdote con su sermón fúnebre, el simpático tendero, lo mismo que el herrero, el banquero o la dueña del hotel (Mary, Hyer) con sus testimonios demoledores.
Y Katie, lo mismo que la hitchcockiana "Rebeca", solo aparece en escena a través de un féretro de pino y de una mecedora parada en el centro del salón de su casa.
Lo demás es el intento de los Elder por maquillar un poco el resultado. Conseguir, al menos, que el pequeño Bud (Anderson) deje el camino torcido que han seguido sus hermanos y estudie.
Excelente primera parte presentando a Katie y a sus hijos. Un detenido análisis de los personajes que muestra el egoísmo y estulticia de ellos en comparación con los valores de la madre. Cuatro a cero inapelable.
Mal guion dice algún colega en su crítica. No estamos de acuerdo. Sobre todo si tenemos en cuenta que lo mejor de la cinta no es la venganza ni siquiera la búsqueda de justicia, sino la convicción a la que llegan cuatro hombres como cuatro castillos de la vacuidad de su vida errante de pistoleros y tramposos en comparación con la de la madre.
Sobria realización que se centra sobre todo en los Elder, en sus personalidades. La cinta está dotada de ritmo y de emoción, con algunas gotas de intriga y tensión. No faltan bromas y guasas a cuenta sobre todo de Tom (Martin) y de las melonadas de sus hermanos menores.
Dicen otros, con razón, que estamos ante un western demasiado clásico cuando ya el género se adentra por otros derroteros (Peckinpah, Leone ...) Pero es que Hathaway lleva ya muchos westerns a sus espaldas muy bien hechos como para cambiar porque sí algo en lo que es un maestro.
Porque magistral es el comienzo con ese penacho de humo que lanza al cielo el tren cuando atraviesa desfiladeros y ríos. Un tren en el que debe marchar el mayor de los Elder, John (Wayne), mientras en la estación de Clearwater lo esperan sus hermanos, el sheriff y su ayudante. No llega John, pero en su lugar aparece Curley (Kennedy), "¿Conoce a ese tipo? -No, pero no me gusta".
Habrá que esperar un poco para que John haga una aparición teatral en escena en lo alto de la montaña contemplando, ¿desde el cielo?, el entierro de Katie.
"Los cuatro hijos de Katie Elder", de acuerdo. ¿Pero, qué sabemos del padre que ha muerto apenas medio año antes? Es tal vez el aspecto más flojo de la obra, ese pasar por encima de su memoria.
Western notable, de estilo clásico y con una banda sonora (E. Bernstein) siete veces magnífica.
Muy recomendable.

Un western de aquellos con alma, con una historia que va más allá de los duelos a pistola en OK Corral. En esta ocasión: tres hermanos regresan al hogar familiar, tras el fallecimiento de su viuda madre, y junto al pequeño, que aún residía con ella, deberán afrontar viejos fantasmas del pasado, y pese a ser hombres ya maldecidos y viciados por la vida, hallaran una oportunidad de redención. Y para demostrar que son verdaderos hijos de Katie Elder –una mujer justa, honesta y bondadosa– tendrán que ir más en busca de la justicia que la venganza…

A dos viejos conocidos del oeste, Wayne y Martin, los secundan: Martha Hyer cómo joven amiga de Katie Elder que se verá atraída por el hermano mayor, Michael Anderson Jr. cómo el menor de los hermanos, Earl Holliman cómo el hermano sensato y pragmático, Paul Fix cómo sheriff y viejo amigo de la familia, James Gregory cómo el hacendado de la región con algo que ocultar, Dennis Hopper cómo el nervioso hijo de éste y George Kennedy cómo esbirro a sueldo, mientras John Wayne, el mayor de los hermanos, es un afamado pistolero y Dean Martin, el hermano simpático, es un jugador de ventaja… sin demasiada suerte.

Pero aun siendo un film en el que la historia se sobrepone a la acción, no le faltan buenas secuencia de ésta. Algunas tan cómicas e irrepetibles cómo la pelea que mantienen los cuatro hermanos, todos contra todos, en la cabaña familiar. En una película que por derecho propio pertenece al séptimo arte y estará siempre en la historia del cine…