Los hijos de Katie Elder
1965 

7.0
3,049
Western
Tras muchos años de ausencia, los tres hijos mayores de Katie Elder regresan a su pueblo natal para asistir al funeral de su madre. Pronto averiguarán que su padre murió asesinado después de perder su rancho en una partida de cartas. A partir de ese momento, no descansarán hasta encontrar al asesino y recuperar sus propiedades. (FILMAFFINITY)
15 de febrero de 2015
15 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un western de aliento épico, de reparto glorioso, de dirección eficaz, que desearíamos que fuese mejor que lo que es realmente. No es que sea una mala, ni mucho menos, es casi notable, pero presumiblemente sus ingredientes daban para una obra maestra, al estilo de "Rio Bravo" o "El dorado".
Es de los últimos western de corte clásico que se rodaron en Hollywood. Los western posteriores adoptaron una estética más sucia, heredada del spaguetti o bien buscaron un tono más crespuscular, en muestra de un género que se estaba acabando, cómo también se acabó ese tiempo en el que los hombres cabalgaban juntos por las praderas.
Lo mejor: la música de Elmer Bernstein, después de su reputada sintonía de "Los siete magníficos" la mejor de su filmografía en el género western.
Es de los últimos western de corte clásico que se rodaron en Hollywood. Los western posteriores adoptaron una estética más sucia, heredada del spaguetti o bien buscaron un tono más crespuscular, en muestra de un género que se estaba acabando, cómo también se acabó ese tiempo en el que los hombres cabalgaban juntos por las praderas.
Lo mejor: la música de Elmer Bernstein, después de su reputada sintonía de "Los siete magníficos" la mejor de su filmografía en el género western.
25 de mayo de 2019
25 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
HENRY HATHAWAY fue un director capaz de hacer cómo gran director que fué, cualquier tipo de película, era totalmente versátil lo que indicaba lo inteligente que era...
La película de LOS CUATRO HIJOS DE KATY ELDER es un gran film del Oeste con todos los ingredientes necesarios para pasar un muy buen rato, todo capitaneado por la SÓLIDA MANO directora de HATHAWAY y la inmensa presencia del llamado "DUKE": el mítico JOHN WAYNE que llenaba la pantalla en sus películas, en su larguísima y exitosa carrera pese a que acabára de pasar en su vida personal aquél lejano año de 1965 por un primer maltrago y durísima operación por el cancer que más tarde acabaría con él por desgracia en 1973.
El resto del elenco de actores esta sensacional sobre todo el qué hace de "malo":JAMES GREGORY , (TODO UN SECUNDARIO DE LUJO), DEAN MARTIN, CON SU SIMPÁTICA PRESENCIA y los que hacen de otros dos hermanos ...
La banda sonora es genial del genial, valga la redundancia, ELMER BERNSTEIN y la fotografía de LUCIEN BALLARD tambien es preciosa ...
El guión es eficaz, con momentos de comedia y sus dosis justas de drama y incluso tragedia...
En definitiva gran western del gran Henry Hathaway para disfrutarla como lo que es ,buen cine del de antes...
La película de LOS CUATRO HIJOS DE KATY ELDER es un gran film del Oeste con todos los ingredientes necesarios para pasar un muy buen rato, todo capitaneado por la SÓLIDA MANO directora de HATHAWAY y la inmensa presencia del llamado "DUKE": el mítico JOHN WAYNE que llenaba la pantalla en sus películas, en su larguísima y exitosa carrera pese a que acabára de pasar en su vida personal aquél lejano año de 1965 por un primer maltrago y durísima operación por el cancer que más tarde acabaría con él por desgracia en 1973.
El resto del elenco de actores esta sensacional sobre todo el qué hace de "malo":JAMES GREGORY , (TODO UN SECUNDARIO DE LUJO), DEAN MARTIN, CON SU SIMPÁTICA PRESENCIA y los que hacen de otros dos hermanos ...
La banda sonora es genial del genial, valga la redundancia, ELMER BERNSTEIN y la fotografía de LUCIEN BALLARD tambien es preciosa ...
El guión es eficaz, con momentos de comedia y sus dosis justas de drama y incluso tragedia...
En definitiva gran western del gran Henry Hathaway para disfrutarla como lo que es ,buen cine del de antes...
27 de septiembre de 2020
27 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La figura materna es indispensable en la vida de toda persona, algo que Henry Hathaway utiliza para hacer un wéstern familiar de caciquismo, familia y, sobretodo, de cómo una madre es capaz de mover los cimientos de la tierra por el bienestar de sus hijos. Esta es la historia de John (John Wayne), Tom (Dean Martin), Matt (Earl Holliman) y Bud (Michael Anderson Jr.), Los cuatro hijos de Katie Elder que, tras su muerte, darán inicio a una investigación para saber qué pasó con los terrenos que por ley pertenecían a la difunta y, por herencia, a ellos. Con aspiraciones al wéstern crepuscular, Hathaway no se deja embaucar por la nueva ola cinematográfica en el género traída por Eastwood, Leone o Peckinpah, dándonos un wéstern básico, clásico y conciso donde la justicia y la maternidad son el plato que cocina un limitado director con miedo de ir a la aventura. El apego que me ha demostrado Hathaway en sus wésterns por desarrollar toda la acción en coloridos e idílicos pueblos como Alaska, tierra de oro (1960) es una limitación contraproducente ya que, cuando se atreve a salir de ellos, olvidándose del ritmo pausado de los clásicos, es capaz de brindar auténticas obras como Valor de ley (1969).
El director de Sacramento realizó gran número de películas, mostrando un espectro polivalente sin sellos de autoría y caracterizadas por argumentos y personajes simples de fácil asimilación entre el público general donde el género que más explotó fue el wéstern. Gracias a sus dotes de realizador incansable sumado a la cuidada y pulcra estética que adquieren sus filmes, Hathaway adquirió cierto renombre en Hollywood, aunque siempre a la sombra de grandes autores como Fritz Lang, Howard Hawks o John Ford. Pero no por ello se debe tener en menor estima al sacramentés, ya que en cuestiones narrativas es capaz de plantar cara a los tres citados, sabiendo en todo momento cuándo introducir la tensión, proporcionándonos imágenes de increíble belleza simultáneamente, como es el entierro de Katie. En él nos permite observar la figura del hijo mayor, John, desde la lejanía, situada en un risco, con un gran plano general donde la naturaleza empequeñece la gran silueta de Wayne (haciéndolo pequeño ante lo natural, la muerte, la pérdida de su madre), mostrándolo distante por la gran tirada (y liberándolo de la hipocresía de sus hermanos, ya que ninguno tenía relación con Katie), y permitiéndonos ver un dibujo psicológico del personaje de Wayne; precavido (ya que permanece alejado de la muchedumbre para evitar problemas) e imponente.
Hathaway sabe moldear con gracilidad sus guiones, y con este de Allan Weiss, Harry Essex y William H. Wright, basándose en la novela de Talbot Jennings, no tiene inconveniente en introducir una trama de crimen e investigación que usa elementos del cine negro, algo familiar para él, que envuelve a sus personajes, que permiten tensar el argumento con cada paso y, más importante, comienza y concluye las construcciones de sus personajes principales con precisión gracias al resquicio espiritual que deja su madre en forma de pilar central de la película: la justicia y la maternidad. A pesar de que no llegamos a ver a Katie en ningún momento, el director nos da todo lo que debemos saber para, a través de ella, sentir cierta empatía hacia sus personajes aunque de estos los únicos realmente importantes son los mayores: John y Tom. Con ellos y un nimio contexto del más pequeño, Bud, Hathaway da a su película un aire conmovedor por la influencia de Katie, de una madre que desea y quiere, aunque estos se hayan desapegado de ella, a sus hijos, cuidando de ellos incluso desde ultratumba, tejiendo los hilos para que tengan el camino más recto posible. Esto se resume en la escena donde, por designios de un deus ex machina instaurado por ella misma, un comerciante de caballos ofrece a los hijos de la fallecida un trabajo que inicialmente era para ella, y que los salva del cruel destino que le auguraba el cacique del pueblo, Morgan Hastings (James Gregory), y de la injusticia imperante en la América de finales del s. XIX. El contexto histórico se explicita constantemente y desde el comienzo; desde ese inicio, con los tres hermanos esperando el ferrocarril (medio aparecido en la segunda mitad del s. XIX) hasta el vestuario, más modernizado.
Cuando el de Sacramento rueda en espacios abiertos, con esa preciosa fotografía de Lucien Ballard de fondo, tiene una potencia natural arrolladora sabiendo transmitir el espíritu salvaje del Oeste Americano, con secuencias magistrales como la primera aparición de Wayne como héroe americano, esa caravana de caballos llevada por los cuatro hermanos o uno de los tiroteos que, aun fallando en la acción, no pierde el impacto. Cuando el argumento se desarrolla en el pueblo, en Clearwater, va a paso lento coqueteando con ese estilo lleno de baja iluminación, claroscuros y callejones, violentando el tono familiar para aproximarse a películas como El Dorado (Howard Hawks, 1966), donde se da pie a las ínfulas patrióticas y justicieras de las que John Ford se aprovechó tanto en películas como El hombre que mató a Liberty Balance (1968).
La única interpretación conseguida es la del Duque, lo que ya tiene mérito poco después de haber sobrevivido una lucha contra el cáncer. Los demás están por estar, especialmente Holliman y Anderson Jr., siendo Dean Martin el único que ofrece al personaje de Wayne un tono de camaradería simpática que ameniza esta aventura familiar. Como en todo wéstern, siempre hay un romance en segundo plano que no importa a nadie, esta vez desempeñado por Mary Gordon que, como los otros dos, sin más. Es una buena película, dirigida con mucha belleza, y un canto a conseguir algo en esta vida, en estas tierras que solo nosotros podemos recorrer por el camino recto o por el camino torcido, por el camino justo o por el camino injusto, por el camino que le gustaría a nuestra madre o por el que no le gustaría. (6.5).
El director de Sacramento realizó gran número de películas, mostrando un espectro polivalente sin sellos de autoría y caracterizadas por argumentos y personajes simples de fácil asimilación entre el público general donde el género que más explotó fue el wéstern. Gracias a sus dotes de realizador incansable sumado a la cuidada y pulcra estética que adquieren sus filmes, Hathaway adquirió cierto renombre en Hollywood, aunque siempre a la sombra de grandes autores como Fritz Lang, Howard Hawks o John Ford. Pero no por ello se debe tener en menor estima al sacramentés, ya que en cuestiones narrativas es capaz de plantar cara a los tres citados, sabiendo en todo momento cuándo introducir la tensión, proporcionándonos imágenes de increíble belleza simultáneamente, como es el entierro de Katie. En él nos permite observar la figura del hijo mayor, John, desde la lejanía, situada en un risco, con un gran plano general donde la naturaleza empequeñece la gran silueta de Wayne (haciéndolo pequeño ante lo natural, la muerte, la pérdida de su madre), mostrándolo distante por la gran tirada (y liberándolo de la hipocresía de sus hermanos, ya que ninguno tenía relación con Katie), y permitiéndonos ver un dibujo psicológico del personaje de Wayne; precavido (ya que permanece alejado de la muchedumbre para evitar problemas) e imponente.
Hathaway sabe moldear con gracilidad sus guiones, y con este de Allan Weiss, Harry Essex y William H. Wright, basándose en la novela de Talbot Jennings, no tiene inconveniente en introducir una trama de crimen e investigación que usa elementos del cine negro, algo familiar para él, que envuelve a sus personajes, que permiten tensar el argumento con cada paso y, más importante, comienza y concluye las construcciones de sus personajes principales con precisión gracias al resquicio espiritual que deja su madre en forma de pilar central de la película: la justicia y la maternidad. A pesar de que no llegamos a ver a Katie en ningún momento, el director nos da todo lo que debemos saber para, a través de ella, sentir cierta empatía hacia sus personajes aunque de estos los únicos realmente importantes son los mayores: John y Tom. Con ellos y un nimio contexto del más pequeño, Bud, Hathaway da a su película un aire conmovedor por la influencia de Katie, de una madre que desea y quiere, aunque estos se hayan desapegado de ella, a sus hijos, cuidando de ellos incluso desde ultratumba, tejiendo los hilos para que tengan el camino más recto posible. Esto se resume en la escena donde, por designios de un deus ex machina instaurado por ella misma, un comerciante de caballos ofrece a los hijos de la fallecida un trabajo que inicialmente era para ella, y que los salva del cruel destino que le auguraba el cacique del pueblo, Morgan Hastings (James Gregory), y de la injusticia imperante en la América de finales del s. XIX. El contexto histórico se explicita constantemente y desde el comienzo; desde ese inicio, con los tres hermanos esperando el ferrocarril (medio aparecido en la segunda mitad del s. XIX) hasta el vestuario, más modernizado.
Cuando el de Sacramento rueda en espacios abiertos, con esa preciosa fotografía de Lucien Ballard de fondo, tiene una potencia natural arrolladora sabiendo transmitir el espíritu salvaje del Oeste Americano, con secuencias magistrales como la primera aparición de Wayne como héroe americano, esa caravana de caballos llevada por los cuatro hermanos o uno de los tiroteos que, aun fallando en la acción, no pierde el impacto. Cuando el argumento se desarrolla en el pueblo, en Clearwater, va a paso lento coqueteando con ese estilo lleno de baja iluminación, claroscuros y callejones, violentando el tono familiar para aproximarse a películas como El Dorado (Howard Hawks, 1966), donde se da pie a las ínfulas patrióticas y justicieras de las que John Ford se aprovechó tanto en películas como El hombre que mató a Liberty Balance (1968).
La única interpretación conseguida es la del Duque, lo que ya tiene mérito poco después de haber sobrevivido una lucha contra el cáncer. Los demás están por estar, especialmente Holliman y Anderson Jr., siendo Dean Martin el único que ofrece al personaje de Wayne un tono de camaradería simpática que ameniza esta aventura familiar. Como en todo wéstern, siempre hay un romance en segundo plano que no importa a nadie, esta vez desempeñado por Mary Gordon que, como los otros dos, sin más. Es una buena película, dirigida con mucha belleza, y un canto a conseguir algo en esta vida, en estas tierras que solo nosotros podemos recorrer por el camino recto o por el camino torcido, por el camino justo o por el camino injusto, por el camino que le gustaría a nuestra madre o por el que no le gustaría. (6.5).
22 de enero de 2015
22 de enero de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Hathaway no está a la altura como director de John Ford o Howard Hawks, queda claro en este western del que solo destaca la presencia de John Wayne. La película tiene una hora inicial bastante correcta con una música que consigue mantenerte en tensión pero todo acaba diluyéndose con el paso de los minutos hacia un final poco creíble. John Wayne es el gran protagonista de la película sin discusión bien acompañado por Dean Martin, el resto de secundarios empezando por George Kennedy y acabando por Dennis Hooper están correctos sin mas. Hathaway supongo que buscaba la química que hubo entre Wayne y Martin en "Rio bravo" pero aquí se quedó a medias.
En resumen si quieres ver buenos westerns revisa "El hombre que mató a Liberty Balance", "Centauros del desierto" o cualquiera de los Rios, el rojo, el bravo, el grande, el lobo...........
En resumen si quieres ver buenos westerns revisa "El hombre que mató a Liberty Balance", "Centauros del desierto" o cualquiera de los Rios, el rojo, el bravo, el grande, el lobo...........
25 de mayo de 2020
25 de mayo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo, entretenidísimo y vitalista western de ese director, injustamente menospreciado, Hathaway que fue uno de los artífices de que varias generaciones se engancharan definitivamente al cine para siempre jamás.
Especializado en cine negro, aventuras y westerns, este director tan apañado, conocía como pocos su oficio y era capaz de sacar petróleo con películas de ajustado presupuesto a las que aportaba un dominio de la narración y síntesis colosal, siendo capaz de extraer zumo hasta de las piedras.
Este director era como mi abuela.
Capaz de dar de comer a doce hijos con dos huevos, un vaso de leche y tres cucharadas de aceite y conseguir que sus estómagos quedaran repletos.
A sus películas se le tildan ahora de tópicas y estereotipadas y yo me carcajeo. Me gustaría que Ferran Adriá se pudiera medir con mi abuela en igualdad de condiciones.
Katie Elder ha muerto. Sus cuatro hijos, desperdigados por el mundo, vuelven al pueblo para su funeral.
No son bien recibidos. La fama que les precede, sobre todo al mayor ( Wayne), famoso pistolero y al segundo hijo ( Dean Martin), jugador ventajista, unido al abandono al que habían sometido a su madre, que murió arruinada, se ha granjeado el desprecio de sus habitantes.
Sin embargo, algo raro ocurre. Los hermanos empiezan a sospechar que la ruina de su madre no ha sido accidental y se verán obligados a tomar cartas en el asunto aunque, al mismo tiempo, no quieren problemas. Quieren honrar, aunque sea tardíamente, la memoria de su madre.
La historia es excelente. El retorno y reagrupamiento familiar de hijos pródigos a los que las circunstancias no permiten redimirse y donde la hipocresía de un pueblo se alzará en su contra.
No todos los crímenes achacados a Jack el Destripador fueron cometidos por él. Y eso complica las cosas a la hora de honrar a Katie.
Preciosas escenas de amor fraternal. Excelente dominio de detalles visuales que dan fuerza y simbolismo a la historia. Escenas de humor, una tensión perfectamente dosificada, momentos de acción fantásticos, una perfecta definición de los personajes, una música estupenda alegre y vitalista, hacen de este western un perfecto ejemplo de lo que un " artesano" como Hathaway podía hacer.
La escena final es prodigiosa. Una genialidad.
! Anda!. ! Atreveros a decir que este hombre era un segundón!. ! Cuánta gilipollez!.
Especializado en cine negro, aventuras y westerns, este director tan apañado, conocía como pocos su oficio y era capaz de sacar petróleo con películas de ajustado presupuesto a las que aportaba un dominio de la narración y síntesis colosal, siendo capaz de extraer zumo hasta de las piedras.
Este director era como mi abuela.
Capaz de dar de comer a doce hijos con dos huevos, un vaso de leche y tres cucharadas de aceite y conseguir que sus estómagos quedaran repletos.
A sus películas se le tildan ahora de tópicas y estereotipadas y yo me carcajeo. Me gustaría que Ferran Adriá se pudiera medir con mi abuela en igualdad de condiciones.
Katie Elder ha muerto. Sus cuatro hijos, desperdigados por el mundo, vuelven al pueblo para su funeral.
No son bien recibidos. La fama que les precede, sobre todo al mayor ( Wayne), famoso pistolero y al segundo hijo ( Dean Martin), jugador ventajista, unido al abandono al que habían sometido a su madre, que murió arruinada, se ha granjeado el desprecio de sus habitantes.
Sin embargo, algo raro ocurre. Los hermanos empiezan a sospechar que la ruina de su madre no ha sido accidental y se verán obligados a tomar cartas en el asunto aunque, al mismo tiempo, no quieren problemas. Quieren honrar, aunque sea tardíamente, la memoria de su madre.
La historia es excelente. El retorno y reagrupamiento familiar de hijos pródigos a los que las circunstancias no permiten redimirse y donde la hipocresía de un pueblo se alzará en su contra.
No todos los crímenes achacados a Jack el Destripador fueron cometidos por él. Y eso complica las cosas a la hora de honrar a Katie.
Preciosas escenas de amor fraternal. Excelente dominio de detalles visuales que dan fuerza y simbolismo a la historia. Escenas de humor, una tensión perfectamente dosificada, momentos de acción fantásticos, una perfecta definición de los personajes, una música estupenda alegre y vitalista, hacen de este western un perfecto ejemplo de lo que un " artesano" como Hathaway podía hacer.
La escena final es prodigiosa. Una genialidad.
! Anda!. ! Atreveros a decir que este hombre era un segundón!. ! Cuánta gilipollez!.
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