Espléndido western de Anthony Mann en el que encontramos unas espectaculares localizaciones magistralmente utilizadas para desarrollar asuntos clásicos de venganza, codicia, amistad y corrupción.

Como era norma habitual en su cine, Mann vuelve a situar en dichos escenarios a complejos personajes protagonistas, casi siempre mancillados por un pasado desgraciado, enfrentados tanto a éste como a inmorales antagonistas, representados en este caso los primeros por James Stewart y los segundos por John McIntire.

El gran Walter Brennan vuelve a dar una clase interpretativa en la encarnación de ese personaje entrañable tan característico en su filmografía con connotaciones cómico-sentimentales, bien acompañado además en esta ocasión por otros importantes caracteres secundarios que aportan múltiples matices emocionales a esta gran historia escrita por Borden Chase, ya sean femeninos como la atractiva Ruth Roman o Corinne Calvet, o masculinos como Jay C. Flippen.

Nota: 8,5

Nuevamente James Stewart, esta vez de la mano de Anthony Mann, (director entre otras de El cid, o La caída del imperio romano), cuya afable relación con el intérprete le llevaría a rodar diversas películas más junto a él, como "El hombre de Laramie" o "Colorado Jim", y que supo explotar con creces las enormes cualidades de este intérprete en el género del western.
Aquí Stewart personifica con gran maestría la figura del pistolero psícológicamente complejo, atormentado y deseoso de hacer justicia, un hombre bueno cuya rabia interior hacia la tiranía y la maldad, hacen de él un duro adversario.
Junto a Stewart el siempre excelente Walter Brennan, (Rio Rojo, Rio Bravo, pasión de los fuertes), cumple notablemente en el papel del mejor amigo de Stewart, apoyando en todo momento al héroe en su encarnizada lucha contra el villano de turno, (el notable John McIntire), y disipar las dudas ante la elección de dos mujeres, la bella y calculadora Ruth Roman, y la no menos bella aunque angelical Corinne Calvert.
Muy buena película que, con el paso de los años, se ha convertido en todo un clásico del género.

Suelo preferir películas más ásperas puesto que el western tiene licencia para ello, lo cual no quita que de esta magnífica ambientación no se saquen buenas conclusiones sobre el alto, un asesino contra las cuerdas que trafica con ganado y llega a un pueblo de paso, donde la ley se pone a disposición del espectador, la manera de aplicarla y la autoridad que asume el poderoso genera fácilmente el típico duelo del oeste, una lucha en desventaja donde me gustaría destacar que el jefe siempre quizo tener al enemigo de su lado puesto que veía con facilidad que era superior.
La película tiene buen contacto con la naturaleza, pero el viaje entre pueblos es muy débil y convencional, era necesario que llegaran a esas buenas tierras lejanas, donde se vivía con humildad hasta el descubrimiento de su riqueza en oro, que trae consigo las complicaciones de robos y asesinatos... y a nuestro dictador que viaja hacia donde haya abundancia para mantener vivo el duelo con el protagonista al que se le plantea ese dilema de egoísmo y bondad bien retratado en un final muy bien trazado con el personaje femenino jugando un papel imprescindible y una buena lección de cine con criterios humanos, pero que me sigue pareciendo ligera a pesar de todo lo que en él acontece.

“Tierras lejanas” relata la historia de unos pioneros que se adentran en Alaska en busca de oro, y de cómo un pistolero de los de “oscuro pasado” persigue su propia fortuna mediante el comercio de ganado. La formación de una pequeña comunidad, a la que todos llegan movidos por el impulso de hacer dinero rápidamente, conllevará la necesidad de constituir una autoridad organizada para no caer en la anarquía, ni en la ley del más fuerte. La luminosidad de los planos y la blancura del paisaje determinan un escenario duro que condicionará el comportamiento de los personajes. En contra de lo que ocurre en muchos westerns convencionales de la época, ese ambiente tan hostil tiene un peso específico mayor que el de las escenas de acción.

Es cierto que el sentido del humor resulta facilón, y que la dicotomía reduccionista bien-mal, presentada ante un pistolero desarraigado, se antoja un planteamiento un poco manido. No obstante, merece destacarse cómo la película desarrolla un potente drama psicológico partiendo de esos tópicos. Mann entendió, ya en 1954, que el western podía llegar al gran público sin necesidad de muchos tiros, y que el protagonista no tiene por qué ser un héroe íntegro de bondad intachable. Sorprende ver a James Stewart encarnando a un tipo ambiguo y de ética discutible. También llama la atención que ninguna de las dos mujeres que se le disputan responda al perfil convencional de la heroína de peli del oeste. Con todo ello, “Tierras lejanas” se aleja del western tradicional como producto de entretenimiento, sin renunciar a los rasgos de libertad y romanticismo tan propios del género. Al final, el protagonista se verá obligado a intervenir y a elegir. Vivir es tomar partido.

Para mi uno de los mejores western de la historia.Hay muchas críticas ya, y muy completas. Solo decir que es un western realista .......pero no de un realismo artificioso si no realista por como actuan los personajes. Muy buen guión. Pero lo que se te queda dentro es el itinerario y el cambio constante del paisaje. Magnifico. El paisaje se te mete dentro. Y James Stewart no hace de bueno empalagoso.