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Danzad, danzad, malditos

Drama Estados Unidos, en plena época de la Gran Depresión. En medio de un ambiente de terrible miseria, gentes desesperadas, de toda edad y condición, se apuntan a una maratón de baile con la esperanza de ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Mientras los concursantes fuerzan los límites de su resistencia física y psíquica, una multitud morbosa se divierte contemplando su ... [+]
Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
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8
19 de octubre de 2017 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
They Shoot Horses. They Don’t? (Danzad, danzad malditos, 1969) se trata una de las películas más interesantes de Sidney Pollack. Un director que fue especialmente interesante en el periódo del New Cinema norteamericano, con películas bastante significativas del período.

Una de las novelas más aclamadas de Stephen King está firmada bajo el pseudónimo de Richard Bachman, La Larga Marcha, una obra literaria que comparte numerosas semejanzas con el argumento de la película de Pollack. En la novela, King nos presentaba un mundo distópico donde unos jóvenes corrían sin parar hasta que o bien morían (si se paraban eran literalmente fusilados) o el último que quedaba en pie conseguía la victoria. Para King este marco era un ambiente perfecto para realizar una tremenda crítica a la sociedad del espectáculo norteamericana. En su manera, el argumento de Danzad, danzad malditos es bastante similar.

El guión, que está basado en la novela homónima de Horace McCoy nos sitúa en un ambiente clave: pocos años después del crack del 29. En realidad, la película transcurre totalmente en un mismo escenario, lo que ayuda a la atmósfera de opresión que pretende transmitir la película. Un joven que deambula por el mar se encuentra con un concurso-maratón de baile, donde hay un premio en metálico para la pareja que aguante sin parar de bailar (excepto para las necesidades básicas). Sidney Pollack se sirve de esta premisa para mostrarnos una radiografía tremenda de la cara más amarga del alma humana. Unos, literalmente, muertos de hambre, son la carnaza perfecta para que unos pocos puedan disfrutar de tan dantesco espectáculo. Una crítica tremenda a la citada sociedad del espectáculo que tiene su máxima representación en la construcción de personajes como el que interpreta Gig Young (el creador del concurso) y que mantiene la máxima de “Show Must go on” hasta sus más penosas consecuencias, inclusive pasando por la vida de personas (caso del marinero). El guión describe muy astutamente la necesidad, con la que muchos de los personajes deben aceptar las condiciones del concurso, ni que sea sólo porque reciben una alimentación. Caso espeluznante es el de la mujer embarazada, con el que fácilmente el espectador conecta emocionalmente

Danzad, danzad malditos! Es una de las películas más representativas de lo que supuso el New Cinema Americano. Un Oasis en el que durante unos años se podían dar casos de auténtico cine de autor unido a la comercialidad. Una época revulsiva, donde se explotaron todos los cimientos del cine clásico. Seguramente, la película de Sidney Pollack no es la más conocida del género al que se atañe, pero desde luego si es una de las más políticamente incorrectas, así como una de las más descorazonadoras. No había mejor forma de destruir el sueño americano en tan sólo dos horas de metraje. ¿Por dónde empezar? Desde luego, podríamos hablar de su gancho directo a una atolondrada sociedad. O por las magníficas interpetaciones, en especial la de Jane Fonda.

Por no hablar de que como en otras películas más icónicas del New Cinema americano, la forma tiene una importancia crucial en la película. Dentro de la estructura narrativa nos encontramos con unos interesantes flash-forwards que juegan inteligentemente al despiste. En un primer momento el espectador puede llegar a pensar que está presenciando flashbacks que nos describen la historia del protagonista masculino, pero poco a poco y más con el final, cerramos cuentas y atamos cavos, en realidad lo que veíamos se trataba del futuro del propio personaje. También la cámara cobra una importancia vital y Pollack es capaz de construir escenas con gancho, en especial las que tienen relación con las mini carreras que aparecen en el concurso, y en las que la cámara adopta un punto de vista que pretende transmitir precisamente la confusión brutal que sufren los protagonistas.

El título de la película, que queda definido tanto en la secuencia final como en la última, es un resumen poético de un tipo de cine que desgraciadamente no tuvo su continuidad en el tiempo. Un cine que aunaba las más arriesgadas técnicas sin caer en pedanterías. Desafortunadamente, el propio New Cinema podría simbolizarse en la carrera de Pollack, que fue desinflándose con el tiempo.
8
3 de julio de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para entender el verdadero patetismo de la historia que nos cuenta hay que prestar atención al título original "They shoot horses, don't they?". Relato cruel y acertado de la miseria tras la Gran Depresión usando un concurso de baile como metáfora. ¿No disparan a los caballos cuando ya no son útiles para trabajar? ........siempre hacen falta estas reflexiones.
8
10 de noviembre de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película cobra actualidad en los tiempos de crisis y necesidad que vivimos. La historia se desarrolla en los Estados Unidos en la época de la Gran Depresión de 1929, crisis que se habría de prolongar durante la década de los años treinta. La película retrata, así, un entorno de miseria y abatimiento, de suicidios, de locura por la ruina que de pronto se vino encima, no sólo económica, también moral; personas de toda edad y condición desesperadas que no saben qué hacer para subsistir. Entonces, y esto es lo que puntualmente cuenta la película, muchos de esos sujetos, hombres y mujeres, se anotan en una maratón de baile esperando ganar un premio final de 1500 dólares de plata, y de paso encontrar un lugar donde dormir y comer mientras dure el concurso. En las escenas presenciamos cómo los espectadores jalean a los concursantes y se lo pasan bien viendo cada día el sufrimiento de los competidores en esta batalla por la subsistencia y por continuar con el baile el mayor tiempo posible.

La película está excepcionalmente dirigida por Sidney Pollack, una dirección que consigue transmitir la crudeza, la desesperación, la dramática batalla de las parejas por mantenerse a flote día tras día en ese maldito baile, para ganar un dinero de mera supervivencia al que además, le descuentan los gastos de manutención, sanitarios, etc., lo cual que se queda al final en la mitad. El guión de James Poe y Robert E. Thompson basado en novela de Horace McCoy es magnífico, con unos diálogos portentosos, pequeñas clases de filosofía y literatura mordaz, y la nueva utilización de los flash-forwad, y un ritmo que sobrecoge con un final a pelo, sin edulcorantes o aditivos, en toda su crudeza. Acompañan la música de Johnny Green y la fotografía en blanco y negro estupenda de Philip H. Lathrop.

Si repasamos un poco a los intérpretes, podemos decir que contamos con un equipo de lujo con una Jane Fonda maravillosa, un Michael Sarrazin expresivo en su parquedad y gesto lastimero, y unos geniales Red Buttons y Susannah York (aspirante a actriz que posiblemente acabará prostituyéndose). Pero quizá destaca por su papel de insensible y manipulador maestro de ceremonias y presentador del terrible concurso, Gig Young, que consiguió el Oscar al mejor actor de reparto en aquel entonces de 1969.

121 minutos de un enorme drama en una época igualmente dramática en la que los habitantes de los EE.UU. quedaron desconcertados y misérrimos tras la debacle de 1929; ver a personas jóvenes, de mediana edad y mayores, todos a una intentando sobrevivir y cubrir sus necesidades más elementales como un lugar para cobijarse o un plato de comida; es realmente turbador ver esa realidad tan radicalmente precaria, y aunque los tiempos son otros y tienen sus aspectos diferentes, esta época que nos toca es igualmente trágica y conmovedora, por cuanto se ven casos también calamitosos de familias que son desahuciadas, gente que no tiene qué comer, los comedores de caridad abarrotados, los niños infra-alimentados, personas incontables sin empleo y los jóvenes emigrando en tropel para buscarse la vida allende nuestras fronteras.

“Danzad, danzad, malditos” fue una realidad penosa del pasado, pero revive como metáfora cabal de lo que hoy sucede en esta crisis desgarradora que ya está durando demasiado. Sean valientes y vean esta hiel tejida en celuloide que nos ofrece Sydney Pollack.
9
14 de junio de 2015 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el telón de fondo de la Gran Depresión económica de la década de los 30 en Estados Unidos, el film, basado en una novela homónima de Horace McCoy con guion a cargo de James Poe y Robert E. Thompson, se centra en un grupo de parejas de baile que acuden a un salón-bar-estadio-circo-hotel-hospital donde se realizará una maratón para ver cuál pareja resiste más tiempo en la pista de baile y se lleve el premio de $1500 en plata. Además del baile, deben sortear algunas que otra prueba extra, hacer “números” para ganar algunos centavos más y luchar contra sus propios demonios internos.

El dúo protagonista está conformado por Gloria (Jane Fonda) y Robert (Michael Sarrazin), jóvenes desdichados que más por azar que otra cosa participaran en dicho concurso como pareja de baile. Pero a su vez, la obra presenta un elenco grande donde el realizador saca el mayor provecho de todos, aunque no sean los principales, Susannah York como Alice, Bruce Dern como James, Red Buttons como el marinero y ni que decir, Gig Young como Rocky.

Hasta aquí parece ser una película sobre una lucha por ser el mejor (o más resistente) en el salón de baile, pero la realidad es otra y es muy cruel. They Shoot Horses, Don’t They? saca a relucir dos vertientes muy bien definidas pero apegadas una a otra, siendo que son casi, como una ley no escrita de la vida: la necesidad de unos versus el aprovechamiento de otros. Es así como con el pasar del metraje se comienzan a detallar los horrores existenciales de estos individuos, que están ahí no por gusto, sino por necesidad, de tener un techo donde “dormir”, vigilancia médica y comida. Pero está el lado representado por Rocky, el animador quien maneja el maratón, que sin piedad humilla a estas personas con tal de sacar provecho económico de todo.

La obra cuenta con dos horas de metraje, de los cuales un noventa y tanto por ciento acontece dentro de este lugar donde se realiza el concurso, en este punto es vital mencionar la dirección de Pollack para mantener a flote su trabajo, nunca agota su cámara mientras danza alrededor de los bailarines, o en los cuartos de descanso, en las gradas sobre las personas que asisten a observar, movimientos muy bien pensados y manejados, ni que decir de las secuencias de las carreras que se hacen a lo interno del concurso, un ejercicio enorme. Ayudado en este punto por el monumental trabajo de montaje a cargo de Fredric Steinkamp.

Para finalizar voy a hablar de la secuencia inicial del relato, un flashback de Robert que recuerda un momento de su infancia con un adulto y un caballo, cuestión que le da sentido total a ese brutal cierre que plantea la película, porque de finales brutales está este y poco más, aunque por incongruente que parezca, con un tono de humanismo ante tantos problemas dentro del contexto ya mencionado. Gran obra.
8
3 de febrero de 2022 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible que sea la mejor película de Sydney Pollack (y Pollack tiene unas cuantas películas que me parecen maravillosas), pero también me parece una de las pelis más duras que he visto en mi vida. Y planteándome lo que se nos viene encima, más. Dura, seca, sin concesiones y con un reparto acojonante (mención especial para las tres protagonistas femeninas). Y con un título original (el mismo de la novela) precioso: "A los caballos los matan, no?"

Reflexión aparte: el cine USA desde el 65 hasta el estreno de Star Wars es la etapa más interesante de la historia del cine. Y no me sorprende que una película como esta (oscura, depresiva, fea, triste) fuese, en ese momento, un éxito de taquilla. Los éxitos de taquilla, en aquella época, tenían guión. Era el público más inteligente, acaso? O estaba mejor educado?

En los 60 la inteligencia y la incorrección eran permisibles, o, al menos, aceptadas.
Era cine dificil, feo, incómodo pero que fundía bragas de críticos (de los de pluma y cuadernillo) y hacía pensar al público de antes (el que pensaba).

Hoy en día una película de este estilo acabaría con tiros en la nuca a sus creadores.
Ahora hay mierda 24/7: banal, infantil, tibia, interminable, acomodaticia, bien explicada y perfectamente programada para aborregar a la plebe.

De vez en cuando sale algo que mantenga el pánico y el terror impuesto; pero en pequeñas y bien controladas dosis.

La doy un titánico 8.
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