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Sing Street: Este es tu momento

Comedia. Drama. Romance En el Dublín de 1980, la recesión económica hace que Conor cambie la comodidad de la escuela privada en la que estudiaba por un centro público donde el clima es más tenso. Encontrará un rayo de esperanza en la misteriosa Raphina y, con el objetivo de conquistarla, la invitará a ser la estrella en los videoclips de la banda que quiere formar. Ella accede, y ahora Conor debe cumplir su palabra. (FILMAFFINITY)
Críticas 103
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6
22 de noviembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía muchas expectativas con esta película; Irlanda, música, adolescentes, década de los 80, y al principio las cumplía, sin embargo, en función la trama se va desarrollando te vas desconectando.
De todas formas se deja ver y entretiene.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Debido a la temática esperas mucho más de ella y ésta va a peor llegando a ser un final cutre.
7
26 de octubre de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta frase que siempre utilizo con un amigo suele acompañar a la de "ni películas", pero menos mal que de vez en cuando surgen pequeñas joyas como esta que te transportan a esos años donde todo era mejor (o al menos eso es lo que creemos).

Si eres un poquito melómano, romántico, nostálgico...esta es tu película. Te va a enganchar seguro porque cuenta con los elementos para ello, aunque sea una idea muy básica(que no es la de la sinopsis de la web, cosa de agradecer). John Carney suele crear obras que te llevan hacia delante, te impulsan, te llenan de energía positiva, todo ello gracias a sus bandas sonoras, y es que con buenas canciones, todo es mejor o se ve diferente.

Hoy me voy a dormir con buen cuerpo, gracias a esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La sinopsis de la web: "Connor, un chico de 15 años que vive en el Dublín de los años 80, se propone huir de su conflictivo hogar. Crea una banda musical y compone canciones que son una una forma de lucha." Emmm...pues no. No creo ni que quiera huir ni que haga canciones que luchen contra nada, porque la mayoría nacen de los sentimientos nacidos por Raphina. Y encima meten un spoiler!!

Connor, un chico de 15 años que ama la música, conoce a una chica guapísima de la que se enamora al instante y para impresionarla le dice que tiene una banda, sin tenerla. Así quedaría mejor.

La estética ochentera, el hermano mayor que en gran medida es su influencia musical, los maravillosos colegas freaks del colegio lleno de matones, ella, el amor...todo básico, pero infalible.

La frase final para aquellos que tenemos hermanos, y como en mi caso que me hicieron descubrir toda esa música...gracias John Carney.

Vivan los 80.
7
9 de diciembre de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno pues, por una vez, una película optimista, lo que ya empieza a parecerme raro. Y no es que Sing street sea exactamente una comedieta hilarante y despreocupada, porque, aun encuadrada en el género comedia, mantiene una actitud poco complaciente con la sociedad que refleja, y contiene aspectos serios y trascendentes que impiden catalogarla como una película frívola.

En realidad, no es que sea muy original el tema de la génesis de un grupo musical, pero bien enfocado, puede ser, como en este caso, un asunto agradecido que se vive con creciente interés según se van incorporando paulatinamente los sucesivos ingredientes a la trama. El hecho de que la historia tenga su origen en un chaval de familia desestructurada de clase media, tirando a baja, de Dublín, le da unas connotaciones sociales interesantes, con los problemas de inserción del protagonista en el colegio público al que es trasladado, con la crisis económica por medio, y con los líos con los curas que también están por medio (no hay que olvidar que estamos en Irlanda). A todo ello se le añade la música y la historieta amorosa y todo ello contado de una forma eficaz que nos lleva hacia un interesante final.

Como casi todas las películas o libros situados en Irlanda que veo o leo, hay unos lugares comunes que se repiten machaconamente; nunca vi tanta afición a la música, ni gente tan bebedora, ni tanta influencia generalizada de los curas de la Iglesia Católica, como en Irlanda. Son elementos concretos que suelen repetirse mucho, que aquí también lo hacen, y que acaban generando, entre otras cosas, un problema vital de ese ente nacional que se convierte en cuestión recurrente. El final de la película tiene algo que ver con esa especie de “cuestión irlandesa” a la que me estoy refiriendo.

Por todo ello, recomiendo ver esta película, se pasa un rato agradable con la creación del grupo musical y con todos los elementos de tipo costumbrista que fluctúan alrededor de ese leitmotiv central. Uno de ellos el papel del conspicuo hermano del protagonista, que pone una nota de incómoda filosofía inconformista, también, muy interesante.
7
6 de enero de 2017 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
259/27(25/12/16) Sugestiva dramedia musical del irlandés John Carney, una deliciosa inmersión nostálgica para aquellos que hayamos vivido en los 80, el realizador vuelve a su temática preferida, mezclar naturalismo social de su tierra con la fuerza motor que supone la música como válvula de escape o guía a nuestro espíritu. Carney formó parte de una banda en la década de los noventa (era el bajista del grupo The Frames), siendo además el realizador de sus videoclips, y ha trasladado sus experiencias a este film, como a sus dos anteriores, Once (2006), historia de una pareja en Irlanda, que se une y complementa a través de sus composiciones, tocando fibras, consiguiendo un Oscar a la mejor canción original, y “Begin Again” (2013), sigue teniendo la música como eje central en medio de las relaciones humanas. Por tanto esta “Sing St,” tiene trazos autobiográficos, paseándonos por un Dublín vintage de la década convulsa de los 80, un relato del despertar a la madurez, sobre el primer amor, sobre los sueños, y como telón de fondo la música como arma para combatir las desilusiones y lanzarse hacia las esperanzas, es una visión cariñosa a la época en que se forma la personalidad, la adolescencia, un tiempo efervescente donde las hormonas bullen, donde los choques paterno-filiales son constantes, donde se hacen los verdaderos amigos para toda la vida, donde la inocencia deja de ser excusa, es el crecimiento personal, sazonándolo con humor refrescante y chispeante, el director hace que todo esto gire en torno a la música y el amor, donde las canciones dan un sentido orgánico que hace fluir el argumento con soltura. Una delicia para melómanos, aunque con algunos elementos forzados y algo edulcorados que restan algo de poder penetrante.

Estamos en 1985 en la ciudad de Dublín, el protagonista es Conor lalor(Ferdia Walsh-Peelo), un introvertido chico, sus padres Robert Lalor (Aidan Gillen) y Penny Lalor (Maria Doyle Kennedy), sufren un revés económico, y deben sacarle del colegio de pago y meterlo en uno público, el Syng Street CBS, dirigido por el tiránico rector Br. Baxter (Don Wycherley), en el centro es acosado por el matón de turno, Barry (Ian Kenny). Un día conoce en los alrededores del colegio a la enigmática y bella Raphina (Lucy Boynton), tras lo que decide formar un grupo musical para impresionarla, pidiéndole que forme parte de sus videoclips. El grupo formado por alumnos de la escuela se llamará Sing St., el manager del mismo será Darren (Ben Carolan), y el socio de Conor para escribir temas será el multi-instrumentista Eamon (Marcos McKenna). Para Conor tendrán mucha importancia los consejos tanto musicales como de amor que le dará su hermano mayor Brendan (Jack Reynor).

Es un film vitalista que hace brotar la ternura, la emotividad, la nostalgia, ello sin caer en sentimentalismos baratos, ello un viaje al centro de los recuerdos que nos transmite la odisea iniciática del protagonista, sus constantes cambios de look, o su primer amor, aunque por supuesto es la música el alma del relato, el elemento que nos mece armónicamente, canalizador inteligente de las emociones de la narración, en la que se nos habla de la formación del carácter, de la gestación de la personalidad, de las relaciones tanto de amistad como de amor, del bullyng escolar, del abuso del poder, y subliminalmente de la pederastia de los sacerdotes, y frente a ello la rebeldía reflejada en la música, y la imagen que sus cantantes proyectaban en los 80, una época conservadora en la sociedad irlandesa, donde la música es la lanza y recurso catalizador, de catarsis frente a un mundo que nos oprime, y con ello se irá delineando la identidad personal, con alegrías, desilusiones, luchas, frustraciones, mini-revoluciones, una batalla por alcanzar nuestros sueños, aunque nos quedemos por el camino. La música es el recurso ágil para expresar todo tipo de sensaciones y aquí vale para dar sentido a la marea de emociones que vive Conor, haciendo que las palabras resuenen con más hondura en canciones, en lo que eso sí, es un clásico viaje de chico encuentra chica, chico pierde chica, ...

La cinta posee un arranque atrayente, con una ágil presentación de personajes y de planteamiento de historia, con el cataclismo para Conor de tener que cambiar de colegio, y en este como es presionado el rector, y vejado por el skinhead matón del lugar, ello escuchando a Motörhead, 'Stay Clean', con un tema alegórico a la complicada situación del protagonista, asistiremos a las primeras reflexiones del hermano mayor sobre los videoclips (muy en boga entonces), ello regado con sabrosas dosis de humor, como el modo caótico en que reclutan a gente para la banda (tremendo lo del chico negro), o los diferentes cambios de imagen de Conor (Peinados exóticos, vestidos extravagantes y maquillaje masculino, reflejo de la cambiante que es la adolescencia en gustos) y sobre todo el primer encuentro entre Conor y su musa Raphina.
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Taras: Los protagonistas quedan bien delineados, pero adolece de dar fondo a los secundarios, que apuntan maneras pero en su devenir se difuminan, Conor no tiene relación alguna con sus padres, nada sabremos de ellos, como el amigo Eamon con el que escribe canciones, como no sabremos nada del manager, o de cómo fue a parar una familia de color a Dublín, meros esbozos que apuntaban mucho a los que se debería haber dado alma para otorgar más dimensión al film; El arranque en que se forma una banda sin que ninguno, excepto Eamon tengan idea de música es gracioso, pero que de buenas a primeras, y sin que nos expliquen cómo han sido alumbrados, ya tocan como veteranos, así como saben montar videoclips como expertos, una licencia que me chirría y anula la frescura; No me ha gustado su final demasiado edulcorado, de cuento infantil, resta trascendencia, y da sensación de poca valentía por parte del realizador.

La cinta toca de soslayo temas de índole sociopolítica, como la crisis económica (siempre la ha habido como algo cíclico), el despotismo en los colegios religiosos por parte de los docentes curas, los hogares disfuncionales donde los padres se separan, pero esto es tocado como algo tangencial, sin subrayados sórdidos, aquí lo nuclear es la música como elemento canalizador hacia tus sueños, en este caso uno encadenado al otro, primero Raphina, la idealización del primer amor, y por ello entra de lleno en la música, en la que halla el vehículo de expresión para sus pensamientos y anhelos.

La puesta en escena dota de un gran realismo el relato, haciendo que el espectador haga una inmersión nostálgica en los 80, paseándonos por un Dublín anclado en el tiempo, con un esmerado diseño de producción de Alan MacDonald (“The Queen” o “Philomena”), con sus viviendas estilo georgiano, sus barrios obreros, rodándose en la escuela del mismo nombre, Synge Calle CBS, esto filtrado por la fotografía de Yaron Orbach (“La familia Jones” o “Begin again”), con un patinado de naturalismo, en tonalidades apagadas, grisáceas y fría, que nos retrotraen un tiempo pasado. Lo que sobresale es su impresionante galería de temas ochenteros, oyéndose temas de clásicos como Duran Duran, A-Ha, David Bowie, The Cure, Culture Club, Spandau Ballet, Depeche Mode, The Jam, Motörhead, Starship, The Clash, Hall & Oates, Joe Jackson, entre otros, sumados a los deliciosos compuestos por propio realizador John Carney para la banda sonora, junto con Gary Clark (integrante de la banda Danny Wilson), Glenn Hansard (que ya trabajó en "Once") o Adam Levine (líder de la banda Maroon Five, ya trabajó con Carney en "Begin Again"), envolviendo a la cinta en un claro sentido nostálgico-melancólico.

Ferdia Walsh-Peelo está muy bien en su rol de adolescente de mentalidad inocente, voluble y moldeable, despliega encanto y frescura vital, con una gradual y creíble arco de desarrollo, teniendo que enfrentarse al mundo, a sus problemas familiares, su colegio, y su primer amor y todo con la música como válvula de escape emocional, irradiando de ternura sus canciones. Lucy Boynton deslumbra con su belleza natural, chica de apariencia de dura, pero dejando traslucir las grietas de su inseguridad, teniendo una dulce química con Ferdia. Jack Reynor deja un buen sabor como el hermano guía, tanto en la música, como en el amor mezclados en una frase de sabiduría con la que alienta “ninguna chica se enamora de alguien que escuche a Génesis”.

Spoiler:

El mejor momento del film es un ensayo de la banda en el colegio en que Conor idealiza lo que quisiera que ocurriese, precioso con el tema de fondo vemos los sueños cumplirse de Conor.

Una buena cinta que gustará a los que precien relatos de iniciación a la madurez, en miscelánea con un viaje a los 80 (sobre todo en el plano musical). Fuerza y honor!!!
10
16 de enero de 2025 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película el año que salió y me encantó. Hoy me he levantado regular de ánimos y me apetecía ver alguna romántica -que no pastelosa-, y he recordado Sing Street. En su segundo visionado después de tanto tiempo, el sentimiento es el mismo: emoción pura, música increíble y personajes memorables, todos y cada uno de ellos, haciendo especial énfasis en Raphinna y Cosmo.

Estás toda la película con una sonrisa, ya sea por las situaciones graciosas que se dan entre los miembros de la banda, por las escenas tiernas entre la pareja protagonista, o por el gran mensaje de "agarra el toro por los cuernos" que da y la forma en que se ejecuta, culminando en uno de los mejores y más bonitos finales que he visto.

Y por supuesto, hay que mencionar la relación entre hermanos, porque esto no solo es una película de romance, también queda reflejado el amor fraternal como pocas veces he visto en una película -de ahí la dedicatoria final del director-.

En definitiva, una de mis pelis favoritas, la agrupo en el top 3 de cintas que tengo que ver cuando estoy bajo de ánimos, junto a los Hermanos Sisters (Jacques Audiard, 2018) y Una chica de Jersey (Kevin Smith, 2004). Películas que me alegran la vida.
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